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Mundo

11 de Junio de 2018

Arriba de “perreras”: Venezolanos sufren colapso de sistema de transporte

"Lo más difícil es volver a casa, hay más gente que autobuses, también he faltado al trabajo porque espero durante horas en cola y no llegan", dijo Luisa Peña, una empleada bancaria de 27 años, en una abarrotada parada de colectivos de La Yaguara, en el oeste de Caracas.

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Los venezolanos han visto en los últimos cinco años el descalabro de su sistema de transporte, afectado por el encarecimiento y escasez de repuestos, así como por la falta de inversión por parte del Estado, cuyas líneas se han visto sobrepasadas.

Esta crisis obliga a cientos de usuarios a efectuar largas caminatas o a subir en las llamadas “perreras”, que están tomando el relevo ante la escasez de autobuses.

La escena se repite cada día en casi todas las ciudades de Venezuela desde finales del año pasado, cuando el país entró en hiperinflación y se agudizó la crisis económica, que se traduce en una severa pérdida del poder de compra, escasez de bienes básicos y medicinas así como de autopartes, el talón de aquiles del sector transporte.

“Lo más difícil es volver a casa, hay más gente que autobuses, también he faltado al trabajo porque espero durante horas en cola y no llegan”, dijo a Efe Luisa Peña, una empleada bancaria de 27 años, en una abarrotada parada de colectivos de La Yaguara, en el oeste de Caracas.

Peña reside en El Junquito, una barriada popular que serpentea una montaña que colinda con los estados Vargas y Aragua y en la que las direcciones se explican acompañadas de un número, según cuántos kilómetros haya que subir la empinada cuesta.

Después de horas de esperar el transporte, decidió subir a una “perrera”, un camión de carga sin los mínimos de seguridad para la movilización de pasajeros, que pertenecía a la Alcaldía de Caracas, que controla el chavismo gobernante.

Casi medio centenar de personas, apretujadas unas contra otras, subió a ella a un camión que no tenía puertas en la zona de carga.

Cerca, otro grupo de personas decide hacer autostop, temerosos de subir a un camión sin puertas que debe reptar una montaña.

“Todos los días es lo mismo, es el caos”, dijo a Efe Jesús García, un empleado gubernamental de 59 años que vive en el Barrio Páez, o “en el 11”, por el número de kilómetros que debe internarse en la montaña.

García añadió que no siempre consigue un aventón, pero que en esos casos prefiere esperar por el bus, aunque llegue muy tarde a casa.

“Porque tomar un taxi es imposible, los salarios no dan (para costearlo)”, aseguró.

En Venezuela, el país con las mayores reservas probadas de petróleo en el mundo, el salario mínimo integral por mes, mismo que devenga García, supera por poco los 2.5 millones de bolívares -casi 32 dólares a la tasa de cambio oficial-, mientras que un servicio de taxi puede costar hasta dos veces esa cifra, de acuerdo al trayecto.

En otro punto del oeste caraqueño, en La Hoyada, las “perreras” estatales y conducidas por particulares también pueden verse, aunque el proceso para abordarlas está más organizado.

La mayoría de las rutas del oeste capitalino, incluida La Hoyada, estaban cubiertas por la empresa Colectivos del Norte, una línea que contaba con 80 unidades, número que se redujo a solo dos por la falta de repuestos.

El garaje de la empresa está repleto de vetustas unidades Mercedes Benz, cuyos repuestos llegaban directamente desde Alemania en barcos.

Los autobuses de Colectivos del Norte abandonaron las líneas de producción hace 46 años, pero al menos un tercio de los que están dañados podrían volver al trabajo si hubiera repuestos.

“Queremos trabajar, llevar el sustento a la casa ¿Quién no? Tenemos fe de que esto pueda cambiar”, dijo a Efe Luis Bolaños, de 45 años, y administrador de la compañía.

Bolaños sabe que la estabilidad laboral de los que aún trabajan en la empresa pende de un hilo, al tiempo que reconoce que la actualización de la flota debió darse años atrás.

“Pero el costo del pasaje siempre estaba regulado, las ganancias de la empresa eran mínimas”, explicó.

De acuerdo con el Comando Intergremial de Transporte, al menos el 90 % las 300.000 unidades que cubrían las diversas rutas del país están en “paro técnico” debido a los elevados costos de algunos repuestos y a la falta de otros.

“Un caucho puede llegar a costar fácilmente 1.000 millones de bolívares (12.500 dólares a la tasa de cambio oficial) y el (servicio) carro no los produce”, dijo a Efe José Luis Trocel, secretario del ente que agrupa a los transportistas.

Para Trocel, el transporte público venezolano llegó al “colapso total” por causa del déficit de unidades, un fenómeno que inició en 2015 y que en los últimos meses alcanzó niveles críticos.

“Hay un caos”, dijo categórico.

El presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha dicho en los últimos días que el sistema de transporte del país está siendo saboteado, y que algunas unidades están paradas porque los choferes aceptan dinero a cambio de no trabajar para “molestar al pueblo”.

Maduro, un exsindicalista que es presentado de forma frecuente como “conductor de victorias” por su pasado como chofer de Metrobús, una de las empresas estatales de transporte más grandes del país, pidió además a su gabinete que el sistema de transporte sea revisado y reestructurado.

Pero para el administrador de Colectivos del Norte los dichos del presidente constituyen “una burla” al sector, que padece como todo el país las consecuencias de una grave crisis en la que escasea hasta el efectivo y que obliga a los venezolanos a caminar a todas partes, o a subirse a “perreras”.

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