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18 de Junio de 2018

Historias mundialeras: Beiranvand, el pastor nómada que dormía en la calle soñando ser futbolista

Benjamín de una familia de pastores nómadas de la región septentrional del Lorestán, Alireza Beiranvand tuvo que trabajar de pastor, pizzero o lavacoches, y huir de casa y dormir en la calle antes de conquistar la portería de la selección nacional de Irán. Una odisea vital, salteada de decenas de noches a la intemperie en […]

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Benjamín de una familia de pastores nómadas de la región septentrional del Lorestán, Alireza Beiranvand tuvo que trabajar de pastor, pizzero o lavacoches, y huir de casa y dormir en la calle antes de conquistar la portería de la selección nacional de Irán.

Una odisea vital, salteada de decenas de noches a la intemperie en la fría y desapacible Teherán, alejado de su familia, que ha forjado su carácter solidario y decidido, dos cualidades que combina con la agilidad y la extrema concentración, y que le han convertido en uno de los mejores guardametas de Asia.

Héroe en la victoria de su equipo sobre Marruecos en el partido inaugural del grupo, a la que contribuyó con dos meritorias intervenciones, una de ellas felina avanzada la segunda parte, ahora espera a España convencido de conservará la imbatibilidad en esta su primera copa del Mundo.

“Para mí, el mayor reto son todos los sacrificios que he tenido que afrontar a lo largo de mi carrera deportiva. Hace años no tenía ni un lugar donde dormir, estaba lejos de mi familia y eso fue el mayor de los obstáculos”, explicó a Efe.

Y es que la ardua vida del espigado cancerbero persa de apenas 25 años ofrece elementos para escribir un libro o rodar una película épica, y es en Irán, pero también en el resto del mundo, objeto de admiración y ejemplo de superación.

Beiranvand nació el 25 de septiembre de 1992 en un hospital de la pequeña ciudad de Sarabias en el seno de una de las típicas familias de pastores nómadas que aun se peregrinan con su ganado de pasto en pasto.

Último hijo, con muy pocos años comenzó a trabajar con su padre y hermanos como pastor, actividad que combinaba con la pasión por la pelota y por el Dal Paran, un juego tradicional iraní consistente en el lanzamiento de piedras, que después tendría incidencia en su vida y en su carrera deportiva.

Como la mayoría de los jóvenes, comenzó persiguiendo el gol en vez de intentar evitarlo y así inició su carrera como delantero en un club local cuando a la edad de 12 años su padre decidió abandonar la dureza de la vida nómada y asentarse en la pequeña capital del Lorestán.

Sería la lesión del portero de su equipo la que llevara por unos minutos a Beiranvand a enfundarse por primera vez los guantes, y narran las crónicas que fue una parada portentosa en aquel partido de infantiles la que le convencería de que su destino estaba escrito bajo el larguero.

Sin embargo, su progenitor tenía otros planeas para él. Poco amante del fútbol, Morteza Beiranvand quería que su hijo buscara “un trabajo de verdad” e incluso llegó a esconderle los guantes y las botas para que se centrara en otra cosa.

Este conflicto, unido a su determinación, condujo a Beiranvand a pedir prestado dinero a un amigo, el suficiente para subirse en un autobús y huir de casa en busca del sueño de ser futbolista en la capital.

Cuenta él mismo que durante el camino la providencia divina, que cree ha conducido su vida, hizo que se topara Hossein Feiz, director de una escuela de fútbol teheraní que le ofreció la posibilidad de entrar el equipo a cambio de 200 riales, una cantidad inalcanzable para el adolescente.

Beiranvand no tenía entonces ni para un colchón y los primeros días los pasó durmiendo en la explanada de hierba seca que rodea el gran arco Azadi, símbolo de Irán, como decenas de personas sin recursos que emigran a Teherán en busca de futuro.

Pasados los días, decidió presentarse en las instalaciones del club de Feiz y pasó la noche a la intemperie en la puerta.

Cuando se levantó se topó con dos sorpresas: la gente le había echado unas monedas como si fuera un mendigo, lo que le dio la oportunidad de desayunar.

Y Feiz comprendió su obstinación y valentía y le dejó entrar para que le mostrara sus habilidades. Superó la prueba y se quedó en el club. A los pocos días, un compañero le ofreció cobijo por dos semanas y otro comenzar a trabajar en el taller de costura de su padre, como muchacho de los recados.

A partir de entonces, Beinvarand encadenó otros oficios precarios que combinó con sus primeros éxitos deportivos. Fue lavacoches en una estación de servicio de Teherán en la que un día, rememora él mismo, pasó la estrella iraní Ali Daei.

Y pizzero nocturno en un restaurante donde vivió otro de los momentos más embarazosos de su carrera.

El portero había fichado ya por Naft-e-Tehran, uno de los equipos de la primera división iraní, pero no había dicho nada de su trabajo en el restaurante, donde también le ofrecían un pequeño cuarto para dormir.

Una noche, el entrenador del equipo pasó por allí y aunque el portero comenta que trató de esconderse, el propietario le obligó a servirle.

Hubo de dejar el trabajo en la pizzería, pero como aún no tenía contrato, aceptó un empleo parcial diurno como barrendero al tiempo que jugaba partidos con otro equipo, hasta que una lesión hizo que el Naft-e-Tehran le expulsara.

Lo intentó entonces en el Homa, que tampoco le ofrecía contrato, y vagó de nuevo sin rumbo hasta que su anterior equipo decidió perdonarlo y reintegrarlo en sus filas.

Su vida cambió definitivamente entonces: fue convocado por la selección sub-21 iraní y en apenas una temporada se hizo con el puesto de titular en su club. Los aficionados iraníes descubrieron entonces otra de las virtudes de su guardavallas.

Su saque de puerta con la mano es espectacular: quizá por los años que pasó jugando al Dal Paran, es capaz de lanzar el balón a más de 60 metros.

Con solo dos goles encajados en los trece partidos de la fase de clasificación, Beinvarand espera con impaciencia el encuentro del miércoles frente a España en Kazan, con toda probabilidad el más importante de su carrera.

“Todo el mundo sabe que España es uno de los más grandes equipos de la historia del fútbol y lo que podemos garantizar es que no se lo vamos a poner nada fácil”, respondió a Efe antes de la sesión preparatoria.

Se dice preparado, porque como recuerda, tampoco ha sido fácil el periplo vital de un hombre para el que la copa del mundo es algo más que un sueño nómada asentado en la realidad.

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