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23 de Junio de 2018

El altar al obispo prófugo

La secretaria y vocera de la comunidad de laicos de Iquique, conversó con The Clinic, instancia en la que contó la historia detrás del polémico mural que lleva la imagen a cuerpo completo del obispo, Marco Antonio Ordenes, quien fue acusado en 2012, por un acólito, de mantener relaciones sexuales con él cuando tenía quince años de edad y con otro menor.

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Obispo Marco Órdenes Fernández, iglesia de la Tirana.


El párroco Franklin Luza Zañartu, Iglesia de la Tirana.

Marco Ordenes, mural
Fotos: Gentileza Laicos de Iquique

El anterior obispo de Iquique, Marco Antonio Ordenes, fue acusado en 2012, por un acólito, de mantener relaciones sexuales con él cuando tenía quince años de edad y con otro menor. En una grabación subrepticia tomada en la fecha, Órdenes reconocía los hechos y decía que había actuado por “calentura”. Cuando los hechos llegaron a la justicia, Órdenes desapareció de la ciudad para, según versiones extraoficiales, ocultarse en Lima. El caso fue derivado a la justicia antigua, donde el caso fue prescrito. De la investigación canónica, aún no se informan resultados. Mientras, en páginas oficiales de la Iglesia figura como obispo “emérito” y fuentes eclesiales afirman que actualmente estaría en Santiago, esperando la ocasión para ser reinstalado en el cargo. Para hacerse oír e impedirlo, los laicos de Iquique se organizaron y se están coordinando con otros grupos del país. De paso por Santiago, con ese propósito, María Angélica Urra, secretaria y vocera de la comunidad de laicos de Iquique, conversó con The Clinic.

¿Cuándo se reúnen como agrupación de laicos?
-Nos comenzamos a reunir en 2014. Esto no es de ahora, esto viene después del cisma que ocurrió en nuestra propia diócesis con las acusaciones de abuso sexual que recibió el que fuera obispo en ese entonces, Marco Órdenes Fernández. Dentro de la diócesis consideramos que el tema no había sido bien tratado por parte de la iglesia. Entonces teníamos que hacer algo ya no desde la jerarquía, no desde los consagrados. Así nos empezamos a reunir.

¿Ustedes fueron los primeros en movilizarse?
-No, primero se armó un grupo de ex seminaristas que tuvieron una formación teológica y filosófica para ser sacerdotes. Ellos le hicieron llegar una carta al que fuera entonces administrador apostólico, Pablo Lizama, donde contaban muchas cosas que vieron y también relataron las consecuencias que sufrieron por la red que se provocaba dentro de los jerarcas de nuestra diócesis. Eso significó que muchos de ellos se alejaran, tuvieran que irse y no fueran ordenados. De ahí la razón por la cual empezamos a reunirnos.

¿Qué fue lo que hicieron para manifestar su descontento?
-Ellos en forma grupal hicieron llegar esas inquietudes al obispado, pero nunca fueron atendidas. Nosotros y otros grupos de laicos que participan activamente en las comunidades, siempre tuvimos la inquietud sobre por qué no había un espacio donde nosotros nos sintiéramos que podíamos ser un aporte. A nosotros se nos llama mucho al rezo, casi como si fuéramos laicos contemplativos. Sin embargo tenemos capacidad de razonar y de enfrentar las cosas de manera profunda y con diálogo. Y ese diálogo faltó mucho. En ese descontento nos empezamos a reunir, a conversar, a formar. Y con ello, a tomar caminos más concretos y oficiales.

¿Cuáles fueron esos caminos concretos?
-En 2015 fuimos a conversar con el obispo con Monseñor Guillermo Vera Soto con el objetivo de manifestar nuestra intención conformar este departamento de laicos, que era la primera tarea. Nosotros consideramos que así como los sacerdotes, los religiosos o los consagrados se reúnen, tienen sus juntas y toman decisiones que nos afectan a todo el pueblo cristiano, nosotros como laicos también tenemos la obligación de dar nuestro parecer no solo con respecto a la crisis sino que también con todos los conflictos sociales. Hoy la Iglesia está tan cuestionada, que el peso que tiene su voz es limitado. No hay credibilidad en la iglesia y tampoco en sus jerarcas.

¿Con qué objetivo enviaron esta misiva a los enviados papales?
-Nosotros el día 2 de junio tuvimos una nueva reunión con el obispo de la diócesis (Guillermo Soto). No han sido los pastores quienes nos han buscado, nosotros hemos ido a ellos. Y lo hemos hecho de manera oficial. Sin embargo no hemos tenido la acogida necesaria. Fuimos a ver a Monseñor Soto con la validación que hace el Santo Padre en su carta a los pueblos que peregrinan en Chile, y en donde llama a los laicos, de manera muy específica, a ser valientes, a tener la intención de corregir fraternalmente cuando encontremos que nuestros pastores están equivocando el camino. Pero a los consagrados les cuesta mucho mucho aceptar la crítica.

¿Qué esperaban con esta reunión?
-Cuando fuimos a ver a Monseñor pusimos todas estas cosas, y Monseñor no nos dio ningún camino para resolver esto. El acogió nuestras inquietudes, pero acogerlas no significa decir “ah, sí, tienen la razón y olvidémoslo”. Significa traducirlo a hechos concretos y eso ya no fue. También le preguntamos qué pasa con Marco. Nosotros somos el pueblo, tenemos derecho a saber.

¿Por qué es importante saber qué pasó con él?
-En la diócesis pasó esta acusación de Ricardo Pino al obispo Órdenes. Hoy en día, en la diócesis, no sabemos cuál es el resultado de la acusación canónica, sólo conocemos la judicial. Y nosotros somos, luego de la víctima directa, también víctimas de esta situación. La comunidad está afectada. Hay una cultura de sometimiento a las autoridades. Hay gente que todavía es fiel a Marco Órdenes.

¿De qué manera?
-Es cierto que todos confiábamos en él cuando fue nombrado, sin embargo hubo muchas actitudes que fueron demostrando que aquí había otras intenciones. Que el foco, como dice el Papa en la carta a los obispos, se perdió. Perdieron el centro. Las autoridades eclesiásticas se preocuparon de sí mismas y no de profetizar. Eso tiene una explicación muy gráfica.

¿Cuál es esa explicación gráfica?
-En el tiempo en que Marco Órdenes era obispo y el padre Franklin Luza Zañartu era el rector del santuario de la Tirana mandaron a hacer una pintura en las paredes. Con unos cuadros acerca de la biblia, temas bíblicos como de artistas, preciosos. Pero dentro de esos cuadros se hicieron pintar ellos.

¿Por qué deciden hacer público todo esto?
-Nuestro objetivo es resolver nuestros cuestionamientos a los puntos que dimos: primero saber cuál es situación actual de Marcos Órdenes. Guillermo Vera el nos dijo en algún minuto: “Señores, eso yo no lo sé” Y nosotros le creemos, no tenemos por qué no hacerlo, pero él tiene que hacer gestiones para presionar y hacer que esto se sepa. No puede ser que el pueblo siga en la ignorancia. Nos preguntamos, ¿Hay algún encubrimiento? Por eso creemos que la verdad tiene que salir.

Por otro lado está la pintura que se mandaron a hacer. O sea ese es un signo claro del clericalismo, o sea “yo me estoy haciendo a mí un autohomenaje”. Hay mucha gente que cree que se lo merecen. Pese a las denuncias y los cuestionamientos que hay. No es correcto hacerse pintar en el templo más importante de la zona norte del país, un lugar en donde la religiosidad popular es tan relevante. Donde todos los 16 de julio nos reunimos a venerar a la chinita del Carmen. Es la fuerza, la potencia de la fe religiosa que tenemos en el norte grande.

¿Qué opina el pueblo de este mural?
-Mucha gente, no necesariamente vinculada a la iglesia no lo puede creer. Ninguno de ellos puede mandar a hacer un mural porque le parece que lo ha hecho bien, menos con plata de la iglesia. Yo no logro entender la lógica, pero creo que tiene que ver con una cosa narcisista. ¿Cuál es la lógica? Es un retrato de cuerpo entero, tamaño natural.

¿Cuál fue la respuesta de Bertomeu a la misiva que le enviaron?
-Fue una respuesta escueta. (Toma la carta y lee) El dice: “Gracias por sus amables informaciones y por su interés en nuestra misión. No sé si sería posible un encuentro durante estos días. Pero les aseguro que someteré su petición a la consideración del santo padre”.

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