Columna: Florecerás por siempre Margarita Ancacoy

Caminaba sola a las 5 de la mañana por el centro de Santiago, la asesinaron a palos entre 5 personas; estaba sola, nadie escuchó sus gritos. Margarita Ancacoy, trabajadora subcontratada que se desempeñaba como auxiliar de aseo de la Universidad de Chile, fue asesinada la semana pasada en el Barrio República. Sin embargo, el movimiento feminista se ha mantenido silente, con muy pocas excepciones. ¿No es acaso la muerte de Margarita una razón más por la que debemos luchar? A dos días de una nueva convocatoria contra los feminicidios, nos parece importante relevar el caso.

El debate público se ha centrado sólo en dos aristas: la indiscutible brutalidad de los hechos, y la tortura a los presuntos responsables. Sin embargo, nadie ha cuestionado el porqué estaba ahí a esa hora, porqué la Universidad de Chile no se hace responsable del traslado de “sus” trabajadoras, ni por qué, a pesar de que había solicitado cambio de turno, Margarita se mantenía trabajando en precarias condiciones.

La situación laboral precarizada en la que se encontraba explica la muerte de esta trabajadora. En los últimos 8 años ha habido una creación neta de 801.000 empleos para mujeres en Chile – según cifras de Fundación SOL -, sin embargo, un 63,3% de esos empleos corresponde a trabajo tercerizado, de cuenta propia, de baja remuneración, en horarios flexibles o en la figura de familiar no remunerado.

Esta estructura precarizada para el trabajo femenino no es casual, sino el resultado planificado de una lógica económica, política y cultural, que ve la labor desempeñada por las mujeres como “empleo complementario” o “mano de obra no calificada”, lo que le permite al modelo la implementación de condiciones laborales que bordean lo inhumano.

La noción de que las mujeres son las responsables de las labores “del hogar”, tiene su expresión también en el trabajo asalariado, pues son las mujeres quienes desempeñan mayormente los trabajos relacionados con labores domésticas y aquellas que se relacionan estrechamente con cuidados al servicio de otros. En este sentido, la estructura económica busca mantener a las mujeres desempeñando labores de cuidado dentro y fuera de casa, trabajo que además es mirado como de segunda categoría, por lo que se invisibiliza y se remunera mal: a diario a una verdadera acumulación originaria de capital para los dueños del poder y la riqueza en base al trabajo no remunerado de las mujeres.

Por otro lado, el asesinato de Margarita también debe poner en cuestionamiento cómo es que una trabajadora de una universidad pública podría estar expuesta a tales condiciones laborales. Nuevamente queda demostrado que el subcontrato y la externalización de servicios, solo tiene por objeto ahorrar recursos a costa de las condiciones laborales y la remuneración.

Ahora bien, el feminismo lucha por el fin del conjunto de opresiones que existen en nuestra sociedad y la explotación capitalista es una de esas opresiones. Entonces, ¿no es acaso nuestro deber como feministas ser también anticapitalistas? Desde nuestra óptica, no puede existir un feminismo que se aleje de las capas populares y no ponga en cuestión la principal opresión que sufrimos quienes no detentamos la propiedad de los medios de producción, y en ese sentido apuntamos nuestro trabajo.

Recordar a Margarita es un deber de las feministas, florecerá por siempre en las luchas contra el subcontrato y por la liberación de las mujeres trabajadoras.

*Doris González
Vocera Mov. Pobladores UKAMAU
Vocera Nacional Pueblo Libre

*Ana Valenzuela
Coordinadora Aquelarre Chile
Vocera Pueblo Libre Valparaíso