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Opinión

4 de Julio de 2018

Columna de Valentina Lillo: ¿De qué hablamos cuando decimos visibilidad lésbica?

En otros ámbitos, tanto en literatura como en televisión y cine chilenos, las representaciones de mujeres no heterosexuales son escasas y en muchas ocasiones obedecen a los estereotipos negativos asociados a ellas.

Valentina Lillo
Valentina Lillo
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Hace diez años atrás, un día 26 de abril, organizaciones LGBT+ españolas hicieron un llamado a las mujeres lesbianas de su país a hacerse visibles en el espacio público y en sus lugares de trabajo, en un esfuerzo colectivo por derribar los mitos y las ideas preconcebidas sobre el lesbianismo, entre ellos, su aparente inexistencia. Es así como se declara esta fecha oficialmente de manera internacional como el día de la Visibilidad Lésbica.

En distintos países, se han establecido otras fechas que tienen mayor significación histórica para cada uno de ellos, por ejemplo, en Argentina se declara desde el 2010 el día 7 de marzo, en conmemoración al asesinato de Natalia “Pepa” Gaitán, que murió en manos del padrastro de su novia ese año.

En Chile, se conmemora el día de la Visibilidad Lésbica y Bisexual el 9 de julio, fecha que tiene doble significación para la comunidad LGBT+ chilena, ya que en 1984 es la fecha en que Mónica Briones es brutalmente asesinada por un extraño de apariencia neonazi en pleno centro de Santiago, que a punta de golpes de puño y patadas logró romperle el cráneo y dejarla prácticamente irreconocible; pero también es el momento fundacional de la primera organización lésbica chilena, la Colectiva Lésbica Ayuquelén (en mapudungun, “la alegría de ser, estar feliz”), que nace en un momento de gran represión dentro de la dictadura, gracias a los esfuerzos de Susana Peña, Cecilia Riquelme y Carmen Ulloa. Si bien el colectivo estaba tomando forma desde noviembre del año anterior y el asesinato de Mónica no es el motivo de su creación, sí fue la gota que rebalsó el vaso para estas mujeres, que decidieron oficialmente organizarse de forma sistemática en el famoso restaurant Quita Penas, luego del funeral, como cuenta Cecilia Riquelme en una de sus entrevistas.

Actualmente, el día de la Visibilidad Lésbica y Bisexual se ha expandido para generar una semana de actividades, en este, su cuarto año de existencia, convocan las agrupaciones: VisiBLES, BURDAS.CL, Todo Mejora, Fundación Iguales, Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio, Familia es Familia y CERES a una serie de actividades culturales y actos conmemorativos, que se extienden desde el 4 al 9 de julio e incluyen varias instancias de concentración pidiendo justicia por el asesinato lesbofobo de la joven lesbiana Nicole Saavedra.

Pero bien, ¿qué queremos decir cuando hablamos de invisibilidad lésbica? Lejos de ser un súper poder al estilo de los superhéroes de comic, la invisibilidad lésbica es un fenómeno social que hace imposible la representación de la mujer no heterosexual como tal en el sistema heteronormado que rige los cánones de la representación en sí, es decir, que de forma arbitraria establece qué puede verse y, por lo tanto, ser reconocido y qué no.

Históricamente, la no heterosexualidad masculina ha sido enfrentada de forma negativa a través de la exposición, generando una persecución que pretendía dejar en evidencia el “comportamiento” que las sociedades consideraron como inaceptable, buscando dejar en vergüenza y castigar de forma activa a los “perpetradores”. Mientras tanto, la no heterosexualidad femenina se enfrentó en estas mismas sociedades de forma muy dispar, mediante el secreto o derechamente la negación absoluta, lo que probablemente tenga mucho que ver con la concepción machista de la sexualidad femenina en su totalidad como pasiva o inexistente hasta bien entrado el siglo pasado. Siendo el lesbianismo algo ligado a lo femenino, es tratado por la historia con la misma condescendencia que es asociada a la mujer en general.

Podríamos decir que esto tiene como consecuencia que los hombres no heterosexuales hayan recibido mayor castigo a lo largo de la historia, pero también significa que se les ha dado mayor legitimidad, incluso dentro de la heteronorma. A ninguno de nosotros nos serán ajenos ciertos dichos, profundamente errados, homofóbicos y decidores en contraste: mientras se dice que “no hay maricón arrepentido”, las mujeres lesbianas “aun no encuentran al hombre correcto”.

Ignorando por un momento muchas de las razones por las que ambos dichos son despreciables, en ambos sentidos de la palabra, nos quedaremos con uno: pareciera que todo se construye alrededor de la noción de que no hay sexo sin falo, y claramente en el sexo lésbico el falo estaría sobrando.

Esto nos lleva a uno de los puntos vitales que ha contribuido a la invisibilidad lésbica desde hace ya varios siglos: la mujer lesbiana pensada solamente desde su potencial de satisfacción de las fantasías sexuales masculinas. Son varios siglos porque antes de la existencia de la pornografía como hoy la conocemos ya existía la narrativa erótica, y es en la literatura donde se empieza a construir la imagen social de la mujer no heterosexual, siguiendo tres corrientes básicas: la primera es la de la amistad intensa entre mujeres, que oculta bajo la alfombra una realidad más profunda; la segunda es la de la lesbiana perversa, que ha sido de alguna forma corrompida por algo inexplicable que la llama a querer ser hombre y a “convertir” a otras mujeres (por absurdo que suene, esta creencia subsiste en los círculos intelectuales hasta mediados del siglo XX y algunos parecen aun creerlo); y la tercera es la que hereda la pornografía de la narrativa erótica francesa, una mujer que tiene sexo con otras mujeres, pero es siempre femenina, siempre atractiva para el ojo masculino y siempre disponible a ejercer su sexualidad solo para él.

Ahora la vemos constantemente, no solo en la pornografía a puertas cerradas, sino también en la publicidad que nos asecha en cada esquina y, aunque creamos no prestarle atención, genera inevitablemente un imaginario colectivo al que la mente acude cuando la palabra es mencionada, de igual forma que se autorellena una búsqueda en Google. Marcas de perfume o de ropa utilizan la sugerencia de actitudes lésbicas entre sus modelos constantemente, mientras que compañías “transgresoras” como WOM derechamente muestran mujeres en actitudes sexuales hacia otras mujeres en sus anuncios. El problema aquí es que poco tiene de transgresor un anuncio que muestra a dos mujeres con físicos de belleza canónica en actitud tentadora hacia el observador, con el objetivo de generar ganancias. Yendo más allá, sea lésbica o no, la sexualidad femenina y la exposición del cuerpo de mujer solo son aceptables socialmente cuando están al servicio de otro.

En otros ámbitos, tanto en literatura como en televisión y cine chilenos, las representaciones de mujeres no heterosexuales son escasas y en muchas ocasiones obedecen a los estereotipos negativos asociados a ellas. Sin embargo, podemos decir que en los últimos años se ha hecho un cierto esfuerzo por dar un espacio de representación a la mujer lesbiana y bisexual, aunque muchos de ellos sean solo conocidos por círculos cerrados, debido a su escasa distribución: películas como “Mapa para conversar”, “Trauma” o “Las Niñas” han pasado casi completamente bajo el radar.

Ciertamente, no todos los casos han sufrido la misma suerte, “Rara” de Pepa San Martín tuvo un éxito considerable al contar la historia de una niña de 13 años que vive con su hermana, su madre y la pareja mujer de ésta. “Joven y Alocada”, dirigida por Marialy Rivas y escrita por Camila Gutiérrez, contando de forma semi autobiográfica el proceso de su exploración sexual no heterosexual, fue ampliamente aceptada por la crítica nacional e internacional y generó un volumen de audiencia poco común para películas nacionales, mientras que el libro homónimo y su continuación “No te ama” de Gutiérrez siguen vendiéndose exitosamente.

Más importante aún, por el alcance de audiencias, se le ha dado un espacio a la mujer lesbiana en la televisión abierta en teleseries como “Infiltradas” de Chilevisión, en la que vimos incluso la ceremonia de matrimonio de la pareja; “No abras la puerta” de TVN, que mostró a una pareja de mujeres que llevaba varios años de relación y perseguían la idea de ser madres y “Perdona nuestros pecados” de Mega, que incluyó un encuentro sexual entre sus personajes lesbianas. Cabe destacar, lamentablemente, que todo este contenido se transmitió solamente fuera del horario de protección a menores, por la naturaleza de los temas generales de estas teleseries, por lo que aún nos hace falta contenido que provea representación accesible a todas las niñas y jóvenes no heterosexuales.

En esto ayuda el hecho de que varias personalidades públicas han salido del closet abiertamente en los últimos años, como es el caso de la periodista Scarleth Cárdenas, las cantantes Javiera Mena y María Jimena Pereyra, la escritora Camila Gutiérrez y la activista Kena Lorenzini, que además de haber sido panelista de distintos programas de televisión, se presentó el año pasado como la primera candidata al Senado abiertamente lesbiana.

Aunque hemos avanzado considerablemente en temas de representación, aún queda mucho camino por recorrer. La semana de la Visibilidad Lésbica y Bisexual se entabla desde una necesidad de dar a conocer la realidad de la mujer no heterosexual: ni pasando por una fase, ni perversa, ni estrella porno; además de doblemente discriminada y en peligro por la violencia machista por el simple hecho de ser mujer y por la violencia lesbofoba que la condena por su orientación sexual fuera de la heteronorma, llevando a casos como el de Nicole Saavedra, por quien este año la semana alza su bandera pidiendo justicia.

*Licenciada en Artes con mención en Teoría e Historia del Arte y voluntaria de fundación Todo Mejora

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