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Cultura

8 de Julio de 2018

Carmen Berenguer: “Hay un idioma nuevo gestándose desde la revuelta feminista misma, y fíjate que antes no existía, no se daba”

Desde su experiencia, Carmen Berenguer ha comprendido que para resistir no basta sólo con oponerse a la fuerza contraria. Es necesario resistir creando un lugar a medida, una espacialidad en que se pueda llegar a pensar, sentir y decir muy de otro modo. Su acción política pende de la palabra “feminista” escrita y transcrita de múltiples formas a lo largo de toda su poesía, en su obra poética.

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“El lenguaje siempre te interroga como mujer, siempre te ha castigado. Tienes que obligarte a ocuparlo, a servirte de él mismo para responderle”, me advierte la poeta mientras termina de preparar una presentación audiovisual para el lanzamiento de su último libro, Obra poética, recién publicado por Editorial Cuarto Propio. Pasamos a su acogedor estudio, en su departamento en plena Plaza Italia y, rodeadas de imágenes enmarcadas de su historia, comenzamos a enhebrar nuestra conversación acerca de su libro, las movilizaciones feministas actuales y sus proyectos por venir

— Acabas de publicar el libro Obra poética. ¿Cómo surge la idea de este proyecto recopilatorio de tu trabajo en materia de poesía?
Obra poética surge con la interpelación de algunas amigas y amigos empujándome a poner en escena un compilado, una imagen de todo lo que es mi obra poética en sí misma, sin ser toda en su materialidad y dejando afuera obviamente lo que estoy haciendo ahora. Más específicamente, Obra poética despliega la poética que hay dentro de la totalidad de los libros que la componen, por esto su nombre, para no ubicarla en un segmento más metafórico en el sentido de un bonito título, por ejemplo. Es muy difícil congregar en una unidad única libros que nacen y, por tanto, se hacen en contextos distintos. La “poética” era el lugar desde el cual se podía reunir todo.

— Viéndolo en perspectiva, ¿cómo sitúas la poética que has venido trabajando ya por más de 30 años?
Bueno, yo la situaría de alguna manera en una búsqueda formal e informal. Más bien informal que formal. Es una búsqueda orientada a pensar la poesía. Esto comenzó en momentos difíciles, en momentos de una contingencia compleja. Es decir, cómo pensar, cómo poetizar en un período de convivencia tan violento, con tanto odio, como el que vivimos en la época de la dictadura. No era fácil llegar a pensarla.

— ¿La pensaban colectivamente?
Había gente con la cual una se reunía, porque había un interés importante de reunión en ese entonces: éramos cómplices en la oposición a la dictadura. Entonces, se juntaban grupos de poetas o de jóvenes que querían ser poetas, entre las cuales estaba yo. Yo no era tan joven como ellos, pero es que además las mujeres hemos sido más tardías en estos espacios.

— ¿En qué sentido “tardías”?
Aquí nos encontramos con dos aristas: una que es escribir poesía y otra que es ser mujer. En estos dos lugares siempre hemos sido más reflexivas, vamos más lento en el camino y nos encontramos también con mayores dificultades desde afuera. Muchas veces iba pensando si esto que escribo vale la pena o no, o pensando en la recepción, que es una tontera. Entendí que tenía que pensarlo desde otro punto de vista y me terminé situando en el anverso, el de “bueno, yo escribo, esto es lo que escribo y es lo que yo quiero decir”.

— Ese “querer decir” era la situación.
Sí, querer decir y qué decir, y el “qué decir” quería buscar otras formas del decir, no quería decir “yo te odio” o “yo te amo” o “yo soy subversiva”, así nomás, sino que yo quería la búsqueda informal de lo que quería decir. Porque no es que uno llegue con la voz simplemente a decir. La voz se crea, se hace. Es como la mujer: la mujer se hace, no nace.

— ¿Cómo dirías que las movilizaciones feministas actuales interrogan tu poesía?
La experiencia de escuchar a la mujer joven que está hoy día peleando en la calle y en las aulas me ha dado, de alguna manera, la sorpresa de que ellas están diciendo las cosas que nosotras dijimos 30 años atrás. Pero sobre todo me sorprende que manejen tan bien los discursos y tengan la película tan clara, porque eso, en las dimensiones en que ocurre hoy, antes no se veía. Creo que ha habido una lectura nueva que le ha dado un conocimiento nuevo a la gente más joven. Pienso que esta es una revuelta a partir del lenguaje mismo.

— Han ido de a poco construyendo colectivamente un lenguaje común.
Exactamente. Sí, hay un idioma nuevo gestándose desde la revuelta feminista misma, y fíjate que antes no existía, no se daba. O a lo mejor existía, pero estaba en silencio. Y hoy día hubo una explosión.

— ¿Y cómo interrogarías tú las movilizaciones feministas?
Interrogaría respondiendo desde dentro. Yo respondo ahora a ser mujer como respondía en ese entonces a ser disidente, es decir, contestatariamente. Esta es una posibilidad importante, pero es cierto que tenemos que lograr ir un poquito más allá.

— ¿Un poquito más allá hacia dónde?
Hacia acá. Vamos por buen camino. Yo te digo que jamás pensé que iba a vivir para que ocurriera esto, porque la verdad es que en ese entonces éramos un grupo de mujeres que siempre nos consideramos feministas desde la partida, y es que es esa palabra, “feminista”, un punto focalmente muy agresivo para la sociedad masculina chilena, para la sociedad misma, para la sociedad conservadora.

— ¿En qué consiste esa agresividad que, por lo demás, también se percibe en la recepción del feminismo hoy día?
Yo creo que con el feminismo comienza a modificarse el lenguaje, eso es lo que espero. Los hombres están muy desesperados y están muy poco acostumbrados a tener que preocuparse de comprender y aprender a hablar esta nueva lengua. No pueden estar tranquilos, entonces, cuando están próximos a cuestionarnos, ya están cuidando las palabras para elaborar el cuestionamiento, porque ven que el espacio que se va ganando la mujer constituye un cambio irreversible que se está disputando en Chile y en el mundo entero. Entonces hay que tener mucha paciencia con esto y mucha claridad en cómo enfrentar esta situación hoy día, y así como lo están haciendo las chicas es muy importante.

— ¿Cómo describirías la fuerza que emerge desde tu propia poética y que se abre en diálogo con lo que está aconteciendo hoy en día en la revuelta feminista?
Bueno, siempre un grupo de escritoras o una escritora releva algo, un cambio. En ese aspecto, para mí, relevar ese cambio ha tenido que ver con un volver a decir, con un redecir, distinto de las escritoras de lo no dicho. Entonces, yo no sé si mi poesía se puede leer desde esta perspectiva también.

— ¿Obra poética puede concebirse asimismo como un “redecir”?
Yo creo que sí, porque la poesía, la literatura, siempre es muy lenta. A veces se adelanta a los cambios.

— Y en ese sentido se hace necesario un ejercicio de hacer memoria para dar con el presente.
Exactamente, claro. Yo diría que, si bien en Obra poética encuentras escritos de 30 años atrás, al parecer la gente más joven es la que tiene más enganche con mi poesía, y eso es lo que espera toda autora, porque si no quedas paralizada. Todo autor y toda autora espera que, si bien es cierto no fuiste comprendida en tu tiempo, algún día lo serás, ¿no? Porque lo que tú escribes es ajeno a que seas comprendida, sino que escribes por tu cuenta nomás, sin importarte muchas cosas. Pero luego te das cuenta que estás escribiendo en un tiempo, que hay un contexto donde estás escribiendo, y una debe responder a él, temporal o atemporalmente.

— Y en este tiempo, ¿qué te encuentras trabajando? Cuéntanos lo que viene.
Bueno, en estos momentos estoy terminando mi libro de crónicas que será publicado en la Universidad de Talca, al mismo tiempo en que estoy escribiendo mi nuevo libro, La historia de mi pelo, extrapolada al cine de los años 60 y la historia de mujeres maltratadas y peladas en público. Continúo mi búsqueda.

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