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Mundo

4 de Agosto de 2018

Japón abre la puerta a la inmigración apremiado por la escasez laboral

En Japón cada vez son más los extranjeros que trabajan en tabernas y restaurantes o como dependientes y enfermeros, debido a la gradual apertura de un país apremiado por la falta de mano de obra y donde la inmigración sigue siendo un tabú. El país asiático, históricamente blindado ante la entrada de extranjeros, ha registrado […]

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En Japón cada vez son más los extranjeros que trabajan en tabernas y restaurantes o como dependientes y enfermeros, debido a la gradual apertura de un país apremiado por la falta de mano de obra y donde la inmigración sigue siendo un tabú.

El país asiático, históricamente blindado ante la entrada de extranjeros, ha registrado un marcado aumento en el número de empleados foráneos durante los últimos años a raíz de medidas específicas del Gobierno para satisfacer la demanda laboral, una tendencia que se potenciará aún más con una nueva normativa.

En Japón había 1,28 millones de trabajadores extranjeros en 2017, lo que representa un 2 por ciento de la mano de obra total y el doble que cinco años antes, según datos del Ejecutivo, que no obstante mantienen al archipiélago nipón como una las naciones desarrolladas con menor proporción de empleados foráneos.

El Gobierno que lidera el conservador Shinzo Abe acaba de sacar adelante una reforma legislativa destinada a incrementar esa cifra en 500.000 personas para 2025, mediante la flexibilización de requisitos de entrada y de residencia para trabajadores extranjeros poco cualificados.

Esta medida entrará en vigor en 2019 y está dirigida principalmente a atraer a más inmigrantes del sudeste asiático a sectores como la agricultura, la enfermería, la construcción, el cuidado de ancianos o el trabajo doméstico, en los que la escasez laboral es más acuciante.

Además de una creciente carestía de mano de obra -en junio se registró la cifra récord de 162 ofertas de empleo por cada 100 demandantes de trabajo-, el acelerado envejecimiento demográfico del país y su baja natalidad presentan un preocupante horizonte para la tercera economía mundial.

El año pasado hasta 114 compañías niponas se vieron obligadas a cesar sus actividades por falta de trabajadores, según datos de la consultora nipona Teikoku Data Bank, un 44 % más que en 2016 y la mayor cifra del último lustro.

“Aceptar a más trabajadores extranjeros es lo más lógico dada la situación en Japón y el panorama futuro”, dijo en este sentido Yoshimitsu Kobayashi, el presidente de la patronal nipona Keizai Dokuyai, en una rueda de prensa celebrada esta semana en Tokio.

Consciente de que la inmigración es un tema delicado para una sociedad poco acostumbrada a convivir con extranjeros, el Gobierno ha optado por un enfoque discreto y pragmático con acciones puntuales dirigidas a cubrir la demanda laboral, y que mismo tiempo mantiene fuertes barreras para la permanencia de los inmigrantes.

Organizaciones humanitarias y expertos han criticado esta estrategia hecha a medida de las empresas y de la coyuntura económica, y señalan la ausencia de políticas destinadas a fomentar la integración de los inmigrantes y a permitir su estancia en el país largo plazo.

“El Gobierno carece en realidad de una política migratoria. Simplemente improvisa medidas en función de lo necesario en cada momento, y adolece de un plan a nivel nacional de asistencia social para los inmigrantes”, señala a Efe Jeff Kingston, director de Estudios de Asia de la Universidad Temple de Japón.

El académico define esta estrategia como “de usar y tirar”: “Japón quiere trabajadores inmigrantes, pero no desea tener a una amplia comunidad de extranjeros residiendo a largo plazo”, explica.

La nueva normativa que entrará en vigor en 2019 ilustra perfectamente esta idea, puesto que permitirá extender de cinco a diez años los visados de trabajo para trabajadores foráneos poco cualificados, aunque sin posibilidad de concederles la residencia permanente y sin permitirles traer a sus familias a Japón.

En una situación también delicada se encuentran muchos de los aproximadamente 260.000 jóvenes extranjeros residentes en Japón con visado de estudiante, un estatus que limita sus horarios de trabajo a tiempo parcial y que ha sido objeto de numerosos casos de explotación y otras prácticas abusivas.

Pese al progresivo aperturismo de Japón, la inmigración sigue sin formar parte del debate político, lo que también significa que ningún partido es “abiertamente xenófobo o anti-inmigración, como sí sucede en algunos países de Europa o en EEUU”, destaca Kingston. E

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