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Opinión

8 de Agosto de 2018

Desmochando Chile: La columna que desnuda la verdadera guerra contra los árboles urbanos

El 80 por ciento de los árboles urbanos está en las calles, y a su protección se les presta poca atención. Hace algunos años, se estimó el total de árboles en la RM en 6.3 millones, siendo que se necesitarían al menos tres o cuatro veces esa cantidad.

Jorge Heine
Jorge Heine
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Un fantasma, si bien muy de carne y hueso, recorre Chile. A lo largo y lo ancho de nuestra larga y angosta franja, desde Arica a Punta Arenas, motosierra en mano, vastos destacamentos de las empresas eléctricas desmochan el arbolado de nuestras ciudades. Con pretexto de evitar que las ramas interfieran con el cableado eléctrico, cientos, sino miles, de árboles, son amputados y mutilados, a veces dejando el mero “tuco” del tronco, en no pocas ocasiones matando el árbol.

Lo llaman “podar”, pero de poda no tiene nada. Es una guerra contra el árbol urbano, cuyas copas son una molestia para el anticuado y anacrónico cablerío eléctrico elevado. Es de larga data, pero evidencia anecdótica pareciera indicar que este arboricidio se ha intensificado. La idea pareciera ser cortar lo más posible de cada árbol, en parte en reacción a lo ocurrido en 2017 con los cortes de luz provocados por los temporales. Incluso me han llegado fotos de calles sin cables eléctricos con árboles desmochados.

Los árboles urbanos dan sombra, invitan a caminar por la calle, absorben emisiones de carbono, bajan la temperatura en nuestros calurosos veranos, atraen aves que anidan en ellos, retienen agua, evitan la erosión y contribuyen al paisaje de nuestras ciudades. Cada vez más, el manejo del arbolado urbano ha pasado de consideraciones paisajísticas a otras de tipo ambiental, económicas e incluso de salud. Y aún en pleno centro de una urbe, en cuadras repletas de torres, los árboles le confieren escala humana a la calle o paseo peatonal, enmarcándolas y haciéndolas más amables y amigables.

En otras palabras, los árboles son unas verdaderas hadas madrinas citadinas, en un país en que un 80% de la población es urbana. Ello hace inexplicable que tantos municipios miren este urbanicidio con una complacencia rayana en la negligencia. Dado que el calentamiento global arrecia, y el plantar y cuidar árboles urbanos es considerado un excelente mecanismo paliativo, ello es paradójico.

Hay algo más atractivo que una calle con grandes árboles, cuyas copas se juntan en la altura? Y hay algo más feo que un paisaje urbano, como el de nuestro querido Valparaíso, tapado por decenas de gruesos cables, muchos de ellos ya en desuso?

En el caso de la Región Metropolitana, la discusión se ha centrado en la inequidad en materia de áreas verdes, subrayándose el contraste entre la cantidad de metros cuadrados en materia de parques y plazas por habitante en municipios como Vitacura y Las Condes, por una parte, y Pudahuel y La Pintana, por otra, con diferencias de 10 a 1.

Sin embargo, el 80 por ciento de los árboles urbanos está en las calles, y a su protección se les presta poca atención. Hace algunos años, se estimó el total de árboles en la RM en 6.3 millones, siendo que se necesitarían al menos tres o cuatro veces esa cantidad.

Somos miembros de la OECD, el club de países desarrollados, y nos ufanamos de nuestros avances, pero en esto somos tercermundistas. Ha llegado la hora de legislar para que las empresas eléctricas soterren el cableado eléctrico. Es una inversión no menor, pero factible dadas sus jugosas utilidades. Lo mismo vale para una vasta campaña nacional para plantar especies nativas, con énfasis en copas frondosas que absorban la mayor cantidad de monóxido de carbono. Muchas de las especies plantadas, al ser exóticas, no cumplen a cabalidad esta función en las temporadas que más se necesita.

Una ONG le ha señalado al Ministro de Agricultura, Antonio Walker, la urgencia de una Ley de Arbolado Urbano que los proteja, un proyecto de larga data, al que nuestros legisladores han prestado escasa atención. Ello también debería ser una prioridad del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, así como del Ministerio del Medio Ambiente. El Ministro se habría comprometido a estudiar y a presentar un proyecto de ley al respecto. Nuestras ciudades, asfixiadas por la contaminación, atiborradas de automóviles, y tapadas de cemento, se lo merecen. No puede ser que nuestro arbolado urbano esté a merced de la ley de la selva.

Jorge Heine es abogado y ex-ministro de Estado.

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