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Opinión

12 de Septiembre de 2018

Rosa Ramírez: “Esta obra chasconeó a los más compuestitos y fue un hito revolucionario”

En diciembre próximo la inmortal obra de Andrés Pérez cumplirá 30 años. Para celebrar la trascendencia de “La Negra Ester”, el montaje viajará por siete regiones de Chile, comenzando por Santiago. Su impacto, dice la mítica intérprete del personaje, tiene que ver con la cantidad de colores y emociones a las que apuntaron en su estreno. “Hoy la gente está tan enrabiada, que aunque la obra fuera exactamente la misma, el resultado sería completamente distinto”, asegura.

Valentina Collao López
Valentina Collao López
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El 9 de diciembre del año 1988 se estrenó en Puente Alto y por primera vez, “La Negra Ester”. La obra escrita y dirigida por Andrés Pérez, y basada en las décimas de Roberto Parra, hizo su debut en la plaza O’Higgins de esa comuna por dos razones: necesitaban un espacio grande para estrenar y en Santiago no habían espacios que los acogiera.

Así fue como uno de los productores de la compañía se consiguió una explanada en la que, hasta entonces, solo habitaban niños neopreneros. Pese a que al principio los dueños de casa intentaron romper la carpa, tiraron piedras y frutas, a los seis días terminaron convirtiéndose en los mejores aliados.  

Mira cómo el teatro logra cambiar muchas cosas en la vida. De a poco los niños empezaron a sumarse, a mirar, en algún momento pudieron ver una función y de ahí en adelante nunca más tuvimos problemas. Nos decían “tíos, váyanse, nosotros les cuidamos la carpa”. Hicimos confianza y les dejamos todo lo del montaje a ellos. Nos fuimos la primera vez y al otro día volvimos y estaba todo. Y los niños se sentían súper felices porque eran parte de esta aventurarecuerda hoy Rosa Ramírez, la responsable artística del montaje.

La obra, un clásico de las celebraciones de septiembre, se presentará los días 13, 14, 15 y 16 en el Teatro Nescafé de las Artes.

¿Cuál fue la razón que los obligó a dejar ese espacio?

-Cuando nos empezó a ir muy bien, sentimos la necesidad de mostrarnos en el centro. Acá estaban nuestras casas, nuestros amigos, nuestras familias. Queríamos alcanzar a mostrar la obra también para ellos y ahí viene el productor a hablar con el alcalde de la época, que era Alessandri, el papá del actual alcalde de Santiago, y nos dijo casi textual: “váyanse a la punta del cerro”. Y nos tomamos literal el mandato: nos fuimos a la punta del cerro del Santa Lucía, donde esta obra empieza a ser historia para el común de la gente.

¿Tenían la noción de qué estaban haciendo una obra tan relevante para la historia del teatro chileno?

-Es que todos los trabajadores se levantan todos los días pensando que están haciendo lo más importante de la vida. Nadie se levanta a dejar cagadas, que te resulte o que no te resulte es otro cuento. O sea, yo no conozco a ningún teatrista que esté haciendo una obra porque sí. Sea la ambición que haya detrás. Nuestra ambición era trabajar con Andrés Pérez. Trabajar con él era un privilegio para nosotros. Para mí particularmente podría haber sido “La Caperucita Roja” y yo habría trabajado igual con él. La motivación siempre fue él, en todos los montajes que hicimos.

Cuando un trabajo artístico logra llegar a muchos corazones es porque usaste tantos colores, tantos matices y texturas que fuiste capaz de hacer este trabajo un resultado universal que tiene que ver con escuchar un buen texto, ver una buena puesta en escena, sentir una buena interpretación, la emoción. Desde el día uno que se estrenó en Puente Alto, la obra fue parte de la historia de este país. Eso pasó con La Negra, y también con otras obras. Además, estábamos en un contexto súper distinto. Estoy segura que si hoy se estrenara “La Negra Ester” no tendría la misma resonancia, porque estarían todos tratando de apropiársela.

¿A qué te refieres con eso de que estarían todos tratando de apropiársela?

-Que todos querrían hacer una interpretación a su conveniencia. “No, está queriendo decir esto o esto…” ¡Olvídate hoy día las feministas! También responde a un periodo histórico súper importante, en que la gente estaba súper encantada. Hoy la gente está tan enrabiada, que aunque la obra fuera exactamente la misma, el resultado sería distinto. Si el Pérez se hubiera enfrentado hoy al mismo texto, sería completamente distinta la lectura. No sería la que nosotros hicimos hace 30 años. Pero no me cabe duda: hace 30 años esta obra remeció corazones, chasconeó a los más compuestitos y fue un hito revolucionario.

“Es un sistema que nos necesita así: desvitalizados, ocupados en ver cómo resolvemos lo inmediato, que generalmente pasa por tener lucas más, lucas menos. Por lo tanto cuesta un montón estimularla para que vayan a ver una compañía de teatro”

¿Cómo ves a los espectadores del teatro ahora, en este contexto?

-Siento que hoy en día la gente está cansada física y mentalmente. Este sistema es demasiado duro, te estruja todo, todo lo que tú puedas tener de humanidad te lo estruja. Es un sistema que nos necesita así: desvitalizados, ocupados en ver cómo resolvemos lo inmediato, que generalmente pasa por tener lucas más, lucas menos. Por lo tanto cuesta un montón estimularla para que vayan a ver una compañía de teatro. Salvo que sean espectáculos que les hayan dado como caja en televisión. Si yo trabajara en la televisión, tendría filas de gente acá que quieren ver a la vieja que trabaja en la tele, independiente de la obra. Como no es así, no tengo filas de gente, entonces yo siento que la gente se motiva, se enajena en cosas que no se dan cuenta que son las que nuestros mismos explotadores nos conducen.

¿El espectador ha cambiado sus necesidades?  

-Las cantidades de público en los teatros han variado, pero creo que las necesidades de la gente siguen intactas. Si empiezas a sacar esas capas de domesticación te vas encontrando con un ser humano que necesita cariño, que necesita alimentar su corazón.

La gente está cansada, desconfiada. El sistema nos tiene peleando unos contra otros. Actores contra los actores, porque hay cuatro lucas que hay para repartirse entre dieciocho grupos. O los taxistas contra los Uber, o los contratados contra los subcontratados. Así nos tienen y eso es gracias a este modelo neoliberal, que es un modelo que nos hace tremendamente infelices a todos: a los privilegiados porque andan cagados de miedo y a nosotros, que no somos privilegiados, porque no alcanzamos a cubrir nuestras necesidades de seres humanos.

¿De qué forma la obra sigue dialogando con la gente?

-Ahora nosotros estamos cumpliendo treinta años como Gran Circo Teatro, la Negra Ester fue nuestra carta de presentación, pero tenemos treinta obras, de las cuales hay siete en cartelera. La ventaja que tiene es que tú dices “La Negra Ester” tiene función el 4 de septiembre, y el uno de septiembre ya está todo agotado (…) Es la obra, es el teatro que provoca este milagro. Cuando tú ves una buena pieza teatral, cuando escuchas un buen concierto, cuando ves una linda pintura que te llega hasta el corazón, hasta tu alma, eso queda ahí instalado para siempre. Esos son los grandes cambios por los cuales yo trabajo(…) Entonces el teatro, insisto, la música, llegan a zonas de nuestro cuerpo que es necesaria tratarlas con mucha delicadeza.

OBRERA DEL TEATRO

¿De qué forma te involucras con las discusiones sociales?

-Una buena fotografía te habla mucho más que una ley, entonces por eso hago teatro.  Por ejemplo, tengo un trabajo que se llama “El Despertar de una Mujer”, en que hablo de la vida de una mujer y su reclamo tiene que ver exactamente con las cosas que hoy día se están hablando y son cosas que suceden en nuestro país desde hace tanto tiempo: el menoscabo, el desprecio, el mirar a la mujer como propiedad privada, como el mueble de la casa que lo mueves para acá y para allá,  y cuando está muy vieja, le das una patada en el poto y pal’ basurero.

¿Has sentido ese menoscabo?

-Esa realidad la hemos vivido muchas.  Pertenezco a clase obrera donde las mujeres si tienen pena no toman el avión y se van a la playa, ni a Europa, ni se van a un spa toda la tarde donde se echan como 300 lucas. Porque puta, con 300 lucas vivimos como tres meses (ríe). Pertenezco a ese segmento que paga el costo social por la modernidad de este país. Pertenezco a ese sector y me siento súper honrada de estar ahí. Y me felicito de no haberme puesto vanidosa y creer que porque soy actriz debo vestirme de una manera especial, hablar de una manera especial y visitar lugares especiales.

¿Cuál es el costo social que pagas tú?

-Soy una trabajadora y mi oficio es el teatro.  Y tengo dificultades que resolver, a las cuales tengo que ponerle empeño para resolverlas. No estoy esperando que venga un hada madrina con su varita a ayudarme en nada. Lo que sí, exijo siempre respeto. Respeto por nosotros, por nuestro oficio, no se nos puede negar todo. Hoy día para hacer teatro callejero tienes que hacer unos exámenes, pedir permiso. Y no, el arte no necesita pedir permiso para presentarse a la comunidad. Si lo que hago es malo, es fome, es grosero, el público es habiloso, se va a dar media vuelta y se va a ir. Siempre se va a quedar cuando vea belleza en lo que estás haciendo.

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