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Opinión

5 de Octubre de 2018

El bailarín del puente y la mujer de las lágrimas: el presente de los inolvidables personajes de la franja del No

A tres décadas del plebiscito, la franja electoral que sacó a Pinochet es uno de los hitos televisivos y políticos más recordados. Esta es la historia de dos de sus productores que, por azar, entre lágrimas y baile, terminaron siendo figuras anónimas en el imaginario colectivo chileno.

Gianluca Parrini
Gianluca Parrini
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Hoy viernes 5 de octubre se conmemora el 30° aniversario del triunfo del No en el plebiscito de 1988, en el cual de forma democrática y con el voto de casi 4 millones de chilenas y chilenos se puso fin a la dictadura de Augusto Pinochet. Uno de los hitos más importantes de este período es la campaña de la opción vencedora, que ha quedado en el inconsciente colectivo por su novedad en contenidos, su ágil lenguaje publicitario y al mismo tiempo su fuerte denuncia política.

A nivel de actores, actrices y artistas es sabida la participación de decenas de figuras del espectáculo ochentero, como Maitén Montenegro, Florcita Motuda y Javiera Parra. Sin embargo, en el jingle de cabecera “Chile, la alegría ya viene”, con su videoclip de una duración de poco más de dos minutos no actúan rostros, solo un puñado de intérpretes circunstanciales y desconocidos, pero que han quedado en la memoria colectiva del país.

Minuto 0:16. La pegadiza intro se retira para entrar al verso, y en pantalla ya han aparecido diversas situaciones casi inconexas: un florero, gente volteando a la cámara y un set de televisión. En pleno redoble musical vemos una de las imágenes más inolvidables: el bailarín del puente.

“Efectivamente, yo soy el hombre bailarín del puente, el que viste y calza”, cuenta Joaquín Astaburuaga (59) desde Arica, su ciudad de residencia hace 10 años. De ese día tiene recuerdos claros: “Yo tenía las habilidades bailarinas en mi hipotálamo. Solo me dijeron ‘Joaco, sube y baila’. Puse el cassette que tenía en el auto en mi walkman. Bob Marley, de todas maneras. Era un ícono. Subí y esperé que se dieran las condiciones. Teníamos que estar precavidos de que no llegara Carabineros. De hecho, en el banano llevaba una pasta de dientes, porque si nos preguntaban qué estábamos haciendo, decíamos que era un comercial”, rememora.

La locación para ese día primaveral fue el puente Racamalac, frente a la calle Condell. Antes de todos los candados de enamorados que cuelgan de sus barras, Joaquín bailó frente a la cámara de Rodrigo Sepúlveda, actual director de televisión, quien también actuó en la franja como el rey barbudo al que se le cae su corona: “Me gritaba ‘¡Joaco, di que no!’, total, no estábamos grabando con audio. Yo bailaba de espaldas al cerro porque la hora del día no tenía la luz adecuada, pero había que sacarlo igual”.

Cuenta Astaburuaga, con aura carismática, que trabajó durante años como asistente de dirección de Ricardo Larraín, fallecido cineasta que fue uno de los tantos colaboradores en el colectivo. Incluso cumplió esa labor en la película La Frontera (1991), ganadora del Goya a mejor película extranjera de habla hispana.

A pesar de que la gente no lo reconoce, ya que su rostro era difícilmente distinguible, señala que “el bailarín del puente es un ícono que tiene la gente guardado en el hipotálamo. Se sorprende cuando escribo en algún comentario en Youtube, me responden altiro. Tengo muchos más logros personales, pero esa hazaña me hace pensar que estuve en el momento y lugar adecuados, en una decisión nacional. Comprender eso solo se logra en el tiempo”, indica.

Años después, Pablo Larraín lo ubicaría para recrear su alegre escena en el mismo lugar. “Él me trajo desde Arica, me puse arriba del puente y vamos haciéndola de nuevo. De los pasos no me olvidé, porque los llevo dentro, son como endémicos. Es cosa de que me pongas a Bob Marley y te los haría de nuevo”, remata.

En la efervescencia de las circunstancias, varios estudios y directores se reunieron para dar forma a la franja. Filmocentro, productora de Eugenio Tironi y los hermanos Jaime y Marcos de Aguirre encabezaba la lista, pero también colaboró el estudio de los hermanos Bustamante, los creativos José Manuel Salcedo y Juan Forch, además del director Francisco Vargas.

Una de las colaboradoras más cercanas a este último y a Filmocentro es Margarita Silva (65). Su nombre quizás no es muy conocido fuera del ámbito de las cámaras, pero ella es la recordada “Mujer de las Lágrimas”, que con su cabellera rubia y grandes ojos azules, justo cuando empieza a cantar la voz femenina, sonríe mientras seca un llanto de felicidad.

“Yo participé como productora, pero no en la grabación de la franja. Trabajaba en Filmocentro. Vargas le pidió a varias personas hacer un par de tomas y una de esas fui yo. Había que representar emoción, alegría, simbolizar esos dos conceptos. Me dijeron ‘conéctate con algo que te de pena y sonríe’”, evoca.

Luego del triunfo en el referéndum, Silva celebró con júbilo en familia. Hoy trabaja como consultora en una empresa de gestión empresarial relacionada a la comunidad. Es usual que aún la reconozcan en la calle: “Hay gente más joven que me pregunta, sobre todo para los aniversarios, cuando vuelven a dar el video: ¿Eres tú la que sale? Y respondo ‘sí, soy yo’ (ríe). Me dicen ‘usted es la que llora’, o ‘la de las lágrimas’, pero yo me denominaría la ‘mujer emocionada’. Me llena de orgullo haber aportado”, declara.

La campaña del No en su conjunto fue un avance gigantesco en términos de propaganda y publicidad para Chile. Mostraba la alegría a la que se podía llegar mirando hacia el futuro, en contraposición a su franja rival que miraba hacia el pasado de forma oscura, lo cual fue una razón fundamental de su éxito. A 30 años de eso, Astaburuaga saca conclusiones de lo que vino después de decir “no”:

“Ser partícipe de la historia te hace ser más riguroso con tus actos. Los jóvenes no tienen idea de lo que pasó el 5 de octubre del 1988. Era una situación impresentable. Nadie de la nueva generación sabe lo que es recuperar el voto después de 18 años de dictadura. Esa conciencia cívica ya no existe”, apunta.

Para Silva, es muy necesario tener siempre en cuenta los horrores de la dictadura: “Me parece que la alegría llegó. Por lo que vivimos desde 1973 en adelante, no tengo ninguna duda de eso. La dictadura fue una época muy dura de vivir, te sentías en riesgo permanente si no estabas de acuerdo en lo que pensabas. Puede que no sea suficiente para algunos, y obviamente mirando para atrás se podría haber hecho más. Pero para mí la alegría llegó. Aunque la alegría no es permanente, siempre vienen nuevos desafíos”, constata.

Margarita continúa: “Estas fechas son ricas, son reconfortantes. Se viene un feliz aniversario. En esa época se sentía la necesidad urgente de que viniera algo. Era demasiado grave si la alegría no llegaba”, comenta mientras lanza una risotada final.

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