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Mundo

10 de Octubre de 2018

Crónica: La ultraderecha cala profundo en Europa

Martin Sellner se parece a cualquier otro milenial que se prodiga en las redes sociales con sus gafas de pasta, peinado a la última y cascos inalámbricos. En uno de sus últimos selfis, solo desconcierta el mensaje de su camiseta ajustada: “Luchando por el renacimiento de Europa”. Este joven austríaco se ha convertido en el […]

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Martin Sellner se parece a cualquier otro milenial que se prodiga en las redes sociales con sus gafas de pasta, peinado a la última y cascos inalámbricos. En uno de sus últimos selfis, solo desconcierta el mensaje de su camiseta ajustada: “Luchando por el renacimiento de Europa”.

Este joven austríaco se ha convertido en el rostro mediático de Generation Identity (“Generación identitaria”, en inglés), movimiento que es la cara más moderna de la ultraderecha europea en un momento en que los discursos extremistas son máxima tendencia.

Aunque su razón de ser es frenar lo que llaman “el Gran Reemplazo” y “reconquistar” un continente que sucumbe a la “islamización”, los “identitarios” niegan ser extremistas y se definen como “activistas” anti-inmigración, capaces de fletar barcos para impedir a africanos moribundos cruzar el Mediterráneo y derramar sangre falsa en actos solidarios con los refugiados.

“Nuestros objetivo es preservar la identidad cultural y étnica y las tradiciones mediante un activismo no violento y acciones de resistencia”, predica Sellner en Youtube.

“El movimiento utiliza una terminología racista sutil”, advierte la plataforma activista británica Hope not Hate, que lo sitúa entre los grupos de protesta islamófobos más influyentes en Europa, con presencia en una quincena de países comunitarios.

Originados en 2012 en la agitada Francia que ha aupado al ultraderechista Frente (ahora, Agrupación) Nacional como segunda fuerza política, los “identitarios” inoculan su discurso en la opinión pública a través de las redes sociales y mediante acciones efectistas, como paso previo a lograr apoyo político y electoral.

Pero su estrategia no es nueva: los grandes partidos de la ultraderecha europea saben moverse en internet desde hace años (la la ultraderechista francesa Marine Le Pen tiene 2 millones de seguidores en Twitter) y han entrado en gobiernos (Italia, Austria, Suecia) y en los parlamentos de casi toda la Unión Europea (UE).

En cada convocatoria electoral, líderes reaccionarios y euroescépticos logran seducir a más votantes (de derecha e izquierda) vestidos con un traje a la medida de los nuevos tiempos, el “populismo”, que moviliza al pueblo contra unos gobernantes incapaces de atajar las desigualdades de la globalización, constata a Efe el historiador Xavier Casals.

En ello coinciden con las formaciones antisistema de izquierdas pero, a diferencia de estas, la derecha populista reivindica una identidad nacional que se ve amenazada por la inmigración.

“Estos partidos son una opción antiglobalización que hasta hace escaso tiempo no se presentaba como tal”, añade el profesor de la Universidad Pompeu Fabra.

En las “banlieues” de París donde se forjan yihadistas, las ciudades de Alemania del Este que hoy se levantan contra el extranjero o la periferia desindustrializada de Londres que apoyó el “brexit”, los vecinos de toda la vida perdieron sus trabajos y vieron menguar sus derechos sociales.

“Hay que reconocer que algunas de las denuncias de estos populistas a lo mejor son reales y hay que abordarlas, no tener una actitud paternalista”, alerta a Efe el investigador del Real Instituto Elcano Miguel Otero.

La ultraderecha ya es “mainstream” en suelo comunitario, apunta Casals. Ahora, prepara el asalto al Parlamento Europeo en las elecciones de mayo, con aspiraciones que coquetean con la voladura interior para volver a la Europa de las naciones, como vaticina Le Pen.

Expertos pronostican una gran escalada de estas formaciones en la Eurocámara, que les permitiría pasar del 5 % actual hasta el 40 %, según analistas como Vicente Palacio, de la Fundación Alternativas.

Otero se mantiene optimista y opina que la derecha populista europea rechazará desmantelar la UE por el rechazo que eso generaría en sus electores.

Sin embargo, la prueba de fuego será en marzo, cuando se conozca el desenlace de la salida del Reino Unido y los eurófobos puedan medir las opciones de éxito de sus propuestas rupturistas.

“Predicar las bondades de abandonar Europa cuando hay problemas para que arranquen los vuelos, hay que volver a pagar “roaming” y carreteras colapsadas no es muy alentador. Gran Bretaña marcará una cierta deriva”, mantiene Casals, en alusión al día después del “brexit”.

Este escenario caótico ha dejado de parecer imposible en una coyuntura enrarecida a nivel global, y en la UE por los discursos incendiarios de Salvini o el húngaro Viktor Orban y el aumento de los atentados vinculados con la extrema derecha, como alerta Europol.

Incluso en España, uno de los pocos países europeos donde la ultraderecha todavía no tiene representación parlamentaria, los sondeos advierten del avance de los ultranacionalistas de Vox.

Las consecuencias de la Gran Recesión, la caída de los partidos tradicionales y el ascenso de los extremistas y la inmigración como chivo expiatorio forman una secuencia que evoca el inquietante pasado europeo.

Cuando no un relato de ciencia-ficción. Ya lo dijo el replicante de “Blade Runner”, ironiza Casals: “He visto cosas que no creeríais”.

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