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Nacional

11 de Octubre de 2018

Yo, Claudia Mix

Dice la diputada que fue en un juego de la bancada del FA en el Congreso -ampliamente difundido por la prensa y que consistía en ubicar nombres del FA en una línea imaginaria que abarcaba desde derecha a izquierda- en el que sus compañeros de coalición ubicaron su nombre al final-final de la izquierda. Se habló de una supuesta crisis al interior del FA y de la incomodidad que causaban las posturas más extremistas que, por ejemplo, negaban las violaciones a los DDHH en Venezuela. Admiradora de Allende, Chávez y Fidel Castro, la exdirigenta social se sintió desencantada de la transición (“jubilamos a la generación de la transición, pero todavía nos queda jubilar su legado”), y luego de trabajar en la Municipalidad de Maipú, se lanzó a la política. Hoy es la única diputada del partido Poder Ciudadano de la bancada del Frente Amplio, una mujer a la que sus pares, según afirma, se han negado a conocer: “yo estudié de noche para poder trabajar y para criar a mi hijo, por lo mismo, jamás me iban a encontrar en una reunión de la Confech ni disputando un cupo en una universidad… Ellos han pecado de no conocerme bien, de no entender lo que yo quiero relevar en nuestra lucha”, afirma.

Por

Vengo del mundo popular. Fui dirigenta estudiantil durante la dictadura de un emblemático Liceo de Maipú y también dirigenta sindical en una clínica de la comuna. Vengo de una familia de izquierda, muy numerosa; yo soy la penúltima de 12 hermanos. Mi padre, en sus tiempos libres, conjugaba el teatro con sus turnos de obrero. Y con esa tracalá de hijos que tuvo, fue imposible que mi mamá hiciera más que criarnos.

Mi mamá votó las cuatro veces por Allende. Ella es la que puso el contenido más de izquierda en la familia. Mi papá lo hizo con la cultura y, en especial, con el teatro como herramienta de transformación. Nosotros éramos actores obligados en sus montajes y dimos presentaciones en iglesias y sindicatos.

Cuando mi mamá tuvo a su último hijo, mis hermanas mayores le sugirieron que se amarrara las trompas. A ellas les tocó hacerse cargo de los hermanos menores y eso no era justo porque además las condiciones económicas eran muy complejas y muy difíciles. Muchos de ellos no terminaron su educación para salir a trabajar, mientras otros salían a pedir “pan para los conejos”, pero en realidad le sacábamos lo verde, los hongos, y nos alimentábamos. Así y todo mis viejos se preocuparon que tuviéramos buena formación y, por lo menos, que todos los menores, no dejáramos de ir al colegio.

Cuando tenía 15 años participé en una escuela de guerrilla en Quintero. Yo no sé si hoy dejaría que mi hija participara en algo así, pero las condiciones en esa época eran otras. Igual tengo que aclarar que nunca hubo un arma y que era una escuela más bien de estrategia, de táctica y educación política para la defensa del proyecto, en las características del año 85, antes del atentado a Pinochet. Había, en esos años, muchos partidarios en la izquierda de la vía insurreccional para enfrentar la dictadura, entonces, no era raro que nosotros participáramos en una escuela así.

A los 19 años tuve a mi hijo mayor. Estaba en cuarto medio y aún no me había ido de mi casa. A los 24, cuando ya era dirigente sindical, tuve la posibilidad de optar a una vivienda a través del programa PET, y ahí me entregaron la casa donde aún vivo.

Después del colegio hice un curso rápido de secretariado, me hice dirigente sindical en la clínica donde trabajaba como recepcionista y estudié Trabajo Social por las noches. Así fui rasguñando la vida para poder seguir avanzando.
Estuve en la Municipalidad de Maipú a cargo de un proyecto del programa “Quiero mi Barrio”. Entré como parte de un equipo territorial y terminé quedándome a cargo de todo el programa a nivel municipal. Eso me fue abriendo puertas.
Tras cuatro años ahí, salí de la Municipalidad de Maipú después de haber hecho las denuncias públicas del “Caso de la Basura”. Fue una decisión política, porque pude haber dicho: “mira, me pagan bien, hago lo que me gusta”, pero soy maipucina y entendía que el daño que se le estaba haciendo al patrimonio afectaba directamente el bolsillo de los vecinos. Finalmente, las cuentas del retiro de la basura iban a ser más caras por el pago de unas coimas. Salimos a la calle a denunciarlo, sacamos un pasquín y lo repartimos en todas las estaciones de metro. Al día siguiente me hicieron un juicio político en el Concejo Municipal y me acusaron de haber puesto en tela de juicio la honorabilidad de los concejales y me despidieron. Cometieron un error, porque lo que hicieron fue, finalmente, empujarme a una candidatura que yo no había buscado.

TRANSICIÓN

Con el retorno de la democracia me dije: “esto no era lo que yo esperaba, aquí se ha traicionado la esencia de un proyecto en el que yo creía, se abandonó la población, la cultura, todo”. Algo parecido a lo que Gladys Marín, a la cabeza del Partido Comunista, manifestó a todo Chile. ¿Por qué no fui comunista? Es complejo de explicar… No es que no me haya sentido convocada a militar en el PC, por el contrario, siempre he dicho que le tengo un cariño especial porque eran los compañeros con quienes nos encontrábamos en la calle… Pero, básicamente, fue una cuestión de formación: todos mis hermanos eran socialistas.

Cuando volvieron los “renovados” del Partido Socialista, los Núñez, los Arrate, me dije: “yo no soy de las renovadas”. Vi a muchos que buscaban convencer diciéndote que tú tenías que militar en ese proyecto porque era la “continuidad”. Que íbamos a recuperar ese proyecto… ¿el de la UP?. Y lo hacían con argumentos que terminaban por quitar lo más esencial del proyecto allendista; ya no estábamos por la construcción del socialismo.

Cuando tenía 15 años participé en una escuela de guerrilla en Quintero. Yo no sé si hoy dejaría que mi hija participara en algo así, pero las condiciones en esa época eran otras. Igual tengo que aclarar que nunca hubo un arma y que era una escuela más bien de estrategia, de táctica y educación política para la defensa del proyecto, en las características del año 85, antes del atentado a Pinochet.

A ver, lo explico de esta forma: cuando tú militabas en dictadura sabías muy bien quién estaba en la vereda de enfrente. Pero cuando tú entras en este proceso de la transición, ya más madura, te empiezas a dar cuenta de la cantidad de puertas que se te cierran de verdad y que el camino está difuso, que no hay claridad hacia dónde quieres llegar.

Creo que en el inconsciente colectivo fuimos olvidando algunas demandas que hoy son esenciales, como la libertad y la justicia, y terminamos conformándonos con la demanda de trabajo y de pan. Hoy tenemos trabajo precarizado, familias que con suerte pueden acceder al pan diario y, ¿qué pasó con la justicia? ¿Qué pasó con la libertad? ¿Somos un país libre hoy día? ¡Por favor! Siento que abandonamos derechos políticos sin darnos cuenta.

Obviamente, aquí había mucho miedo instalado, eso uno no lo niega cuando tienes a Pinochet de Comandante en Jefe y después como senador vitalicio, pero creo que esa es una arista de la realidad. Aquí no tuvieron la valentía ni los cojones para hacer lo que hizo Néstor Kirchner de meter a todos los genocidas a cárceles comunes o bajar los cuadros de Videla. Acá todavía tenemos monumentos de Merino.

Como Poder Ciudadano, nosotros decimos que no queremos seguir en la lógica de “la medida de lo posible”. Queremos correr las barreras, pero eso no significa hacerlo solos. En estos cinco meses hemos generado mesas de trabajo con organizaciones sociales para la preparación de proyectos de ley. Hemos mantenido continuidad en esos trabajos porque creemos que esa es la forma, que la gente vea lo complejo que es, las aristas que tiene elaborar un proyecto de ley, hasta dónde podemos llegar y cómo hacemos que sea factible.

Cuando nosotros ganamos como Frente Amplio con los resultados que sacamos el año pasado, yo declaré por ahí que “nosotros habíamos jubilado a la generación de la transición, pero que todavía nos quedaba jubilar su legado”. ¿Y cuál es el legado de la transición? El de Pinochet y de Lagos: la Constitución. Hoy todos los aspectos que abordamos desde lo legislativo topan, necesariamente, con la Constitución.

Siendo mayoría en el parlamento para hacer las modificaciones, no lo hicieron. Lagos -de todos los presidentes de la Concertación-, fue el que generó más expectativas y es el que menos cumplió. Bachelet tuvo la oportunidad y tampoco lo hizo. Tres días antes de entregar la banda, Bachelet ingresó el proyecto de nueva Constitución, y se supone que era el caballito de batalla de su gestión. Bueno, esto sigue siendo una deuda con la ciudadanía, con este pueblo.

Otras de mis críticas tienen que ver con que no se tocaron los pilares que sustentan el modelo del que fuimos laboratorio, como las pensiones o las inmobiliarias. O sea, todo el ámbito inmobiliario ha tenido ventaja para hacer y deshacer respecto de los usos de suelo, los planos reguladores, porque no hay que olvidarse que el 31 de diciembre del año 2009, un día que nadie está pendiente de lo que sucede en términos de leyes, Bachelet modifica el uso de suelo de Puchuncaví y permite la instalación de otra hidroeléctrica más. Esos son los pilares que sostienen las inversiones de los grupos empresariales de este país y esos no se quisieron tocar y, entonces, las condiciones laborales, las condiciones de vida de los trabajadores, no son las que debieran ser cuando hablamos de un país que tiene recursos, que tiene reservas del cobre, que tiene reservas del litio, que tiene un mar extenso pero que el pescador no puede pescar porque le pertenece a otro por una ley que se ingresa como paquete cerrado para beneficiar, nuevamente, a los grupos económicos.

VENEZUELA Y BOLIVIA

En el Frente Amplio tuvimos diferencias cuando fueron los alegatos de La Haya y Vlado Mirosevic salió con el ministro Roberto Ampuero en la foto, y cuando Pablo Vidal, que también es parte de la comisión, fue a La Moneda a ver con el Presidente por televisión los alegatos. ¿Qué hacían ahí? Esas son decisiones que no pueden ser personales po’, porque hay un acuerdo base entre nosotros que hay que respetar.

Para mí, Evo Morales es un presidente democrático y merece todo el respeto como cualquier otro presidente democrático. Cuando miro a los gobiernos, cualquiera que sea, mi opinión se va a construir en función de cómo le va al pueblo, pero yo no soy quién para sumarme a una postura injerencista de lo que sucede en ese país. A mí no me gustaría que vinieran a decirnos a cómo gobernarnos.

Te voy a contar algo: cuando recién habíamos asumido, yo le comenté a la bancada que iría a Venezuela como observadora de las elecciones de Maduro y nadie escuchó cuando lo dije. Pasó harto tiempo, hasta que ya más cerca de la fecha, se me acercaron para decirme que querían hablar de ello. Llegamos a la reunión y Vlado presentó un montón de papeles, de informes de DD.HH y empezó toda una discusión. “Bueno, cuando llegue de Venezuela les voy a entregar un informe de lo que yo vi y de lo que hice”, les dije.

Es más, cuando estábamos en ese debate, yo digo que Diego Ibáñez también iría, y nadie sabía. Todos miraron a Gabriel Boric, y él dijo “ah, pero él va de observador”. ¿Y entonces ellos creen que yo voy de vacaciones? Porque fuimos invitados en las mismas condiciones, entonces no entiendo la diferencia en el trato hacia mi persona.

Cuando regresé, fui la única que entregó un informe de lo observado. Dos semanas después de haber entregado ese informe, le pregunté a Gabriel: “Disculpa, ¿leíste el informe que entregué? Y me dice “sí, lo leí, y me pareció demasiado objetivo”. Tal cual. Y yo, pensé “¿cómo me decí eso?” ¡Obvio que tenía que ser objetivo, era la pega!. Informé lo que vi, lo que hice, con quién estuve, e ingresé una copia de ese informe al Parlamento de la oficina. “No,no, no, es que yo esperaba algo más de ti, un análisis político”, me dijo Gabriel.

Parte de mis conclusiones es que no vi ningún fraude en las elecciones. De hecho, ¿sabes cómo funciona el sistema electoral allá? Llegas con tu carnet, lo pasas, pones tu huella digital en un identificador, verifican que seas tú, te hacen firmar, pasas a una zona de votación, donde el voto está en grande, marcas tu preferencia electrónicamente , se imprime, verificas que haya salido tal cual quisiste y luego lo pones en una urna. Es lejos lo más seguro. Además, a diferencia de Chile, cada candidato está detallado no sólo por el partido que milita, sino que también por quienes lo apoyan.

Al otro día de la elección me encontré con el hermano de un amigo que es chileno que vive allá. Caminamos un montón, nos fuimos a tomar unos cafés al centro de la ciudad, después a tomar unas cervezas con su pareja a otro sector de Caracas y todo el rato fui grabando: la gente estaba jugando en la plaza, no pasaba nada, vi un país super tranquilo.

Para mí, Evo Morales es un presidente democrático y merece todo el respeto como cualquier otro presidente democrático. Cuando miro a los gobiernos, cualquiera que sea, mi opinión se va a construir en función de cómo le va al pueblo, pero yo no soy quién para sumarme a una postura injerencista de lo que sucede en ese país. A mí no me gustaría que vinieran a decirnos cómo gobernarnos.

Sí es cierto que existe una diáspora y una masiva salida de venezolanos desde su país. Yo no he dicho que Venezuela no está en una crisis económica, porque lo está, y cuando uno vive en un país con crisis económica tiene todo el derecho a migrar, pero yo no vi gente comiendo ni en los basureros, ni en la calle, ni pidiéndome una moneda, nada. Por eso he declarado que en Venezuela no se violan los derechos humanos.

Sí creo creo que uno de los errores que han cometido los gobiernos de izquierda y progresistas de América Latina es que personalizan la conducción de sus proyectos ¿Cómo no va a haber líderes de recambio? ¿Por qué querer quedarte todo el rato allí, si puedes aportar desde afuera? Por ejemplo, a mí me parece que el vicepresidente boliviano es espectacular, o sea, García Linera es un tremendo dirigente político, ideológico, ¿cómo no va a poder ser capaz de conducir el proceso?.

Yo admiro a Allende, a Chávez y Fidel Castro. También la figura de Clotario Blest.

FRENTE AMPLIO

No sé si yo soy una presencia incómoda en la bancada, habría que preguntarles a ellos. Yo siento que tengo la capacidad de poner temas sobre la mesa. Por ejemplo, cuando pasó lo de la Pamela (Jiles), con la Comisión de Ética y la multaron por lo que pasó con Urrutia, se enojaron conmigo porque yo dije que fue una decisión tomada entre dos personas, Vlado (Mirosevic) y (Renato) Garín, y que eso no estaba bien porque ellos estaban representa al FA. La decisión de una sanción o no sanción dependía de la opinión de todos nosotros, pero nunca lo conversamos. Eso fue falta de experiencia, claramente. Nadie cree que ellos actuaron de mala fe, y lo dijimos ahí: “lo más probable es que ustedes hayan actuado de buena fe, pero se equivocaron, fue un error”. Renato trató de justificarse y se enojó por la crítica que le hicimos, pero la mayoría opinaba que se trató de un error político.

Yo creo que cuando Gabriel salió señalando que condenaba Cuba, Venezuela y Nicaragua, lo hizo en un momento en que Piñera estaba mal evaluado, donde había aumentado la cesantía. O sea, fue un regalo en bandeja para el gobierno. Me lo imagino así: “Ah, bueno, estos cabros chicos van a pelear por mientras nosotros tenemos la emabarrá, entonces ponemos a todos nuestros medios a disposición pa’ hablar de cómo pelean estos cabros chicos y así pasa piola el problema real de conducción que tenemos como gobierno”. Recuerda lo que estaba pasando con el ministro de Cultura, con un cuestionamiento a un subsecretario, ad portas de una acusación constitucional, con bajas en las encuestas.

Yo creo que Gabriel se equivocó en sus declaraciones porque era un momento en el que podríamos haber salido pégandole al gobierno, pero terminamos pegándonos entre nosotros por un tema que ni siquiera se ha debatido.

Pese a todo, me siento súper cómoda en el FA, porque no hay que olvidar que en él confluye el esfuerzo que hemos hecho en estos últimos 45 años las fuerzas de izquierda y progresistas de este país.

El otro día cuando entré al comedor parte del resto de la bancada del FA, estaba jugando a ubicar a todos a la izquierda o a la derecha en una línea, y me enteré que yo estaba al final de ella, al extremo izquierdo. Y es cómico, porque hace un año yo no estaba ahí para ellos, yo creo que estaba al ladito de los liberales, ponte tú.

Creo que en el inconsciente colectivo fuimos olvidando algunas demandas que hoy son esenciales, como la libertad y la justicia, y terminamos conformándonos con la demanda de trabajo y de pan. Hoy tenemos trabajo precarizado, familias que con suerte pueden acceder al pan diario y, ¿qué pasó con la justicia? ¿Qué pasó con la libertad? ¿Somos un país libre hoy día? ¡Por favor! Siento que abandonamos derechos políticos sin darnos cuenta.

De todas formas, si quieren ponerlo en esos términos, no creo que seamos minoría. El Partido Liberal es minoría, no nosotros. Como diputada de Poder, he trabajado con la Gael, de Izquierda Libertaria. Lo mismo con Gonzalo Winter y otros miembros del Movimiento Autonomista, que se han sumado a iniciativas que impulsamos nosotros.

Lo que pasa es que los que me tildan de estar a la izquierda del FA y algunos de sus dirigentes, no me conocen porque llegué como una desconocida a esta bancada, sin venir del mundo que ellos habitan. O sea, yo estudié de noche para poder trabajar, para criar a mi hijo, por lo mismo, jamás me iban a encontrar en una reunión de la Confech ni disputando un cupo en una universidad. Yo soy una mujer a la que le ha costado estar donde está, pero que tiene súper claras sus convicciones y dónde se para. Ellos han pecado de no conocerme bien, de no entender lo que yo quiero relevar en nuestra lucha.

Ellos tienen calle, pero la calle de lo que les tocó vivir, aunque eso no es cuestionable. Fueron un tremendo aporte pa’l debate en la educación pública, pero hay otros debates en las calles, en los barrios y en los territorios.

Sin Poder, el FA perdería una mirada que es necesaria y que aporta a la diversidad de este proyecto. No creo que nuestra mirada es más importante que otra, pero es distinta y necesaria en el debate y la discusión.

Lo que tenemos que evitar en el FA es pensar en una Concertación 2.0, que hizo política en la medida de lo posible y que avanzó en reformas en la medida de lo posible. Sería nefasto para nuestro pueblo sentirse engañado por segunda vez, porque hay expectativas en nosotros.

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