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Nacional

12 de Octubre de 2018

La joven que logró escapar de Insane

Julio Miranda Herrera (34) fue declarado culpable de estrangular y enterrar, en marzo de 2016, a la estudiante Alison Calderón (17) en el patio del Liceo Fray Luis Beltrán, al que ella asistía en El Bosque. Miranda vivía en una casa ubicada al interior de ese recinto: su papá era el nochero. El Sexto Tribunal Oral en Lo Penal de Santiago lo condenó a presidio perpetuo el pasado jueves 27 de septiembre. El siguiente es un testimonio de marzo de 2016 —nunca publicado— de otra joven que conoció a Miranda. “Julio me tomó del brazo y me llevó hacia el final del patio del colegio. Después me agarró del cuello y me dijo que si yo me iba de ahí o que si yo hablaba, entonces él me iba a matar”, recuerda.

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Por Oliver Llobregat

“Cuando supe del caso de Alison Calderón, y vi la foto de la persona que acusaban de haberla matado, me paralicé. No sabía cómo afrontar la situación. No sabía cómo contar de una vez todo lo que me he guardado. ¿Se acuerda cuando me perdí hartos días?, le dije a mi mamá luego de ver la noticia. No fue porque yo quisiera o porque anduviera carreteando, como le dije. Fue porque ese tipo, el que acusan de matar y enterrar a esa niña, me tenía encerrada con llave y amenazada de muerte en ese mismo colegio. Y esa vez no le dije nada por miedo y vergüenza. Por temor a que ese tipo viniera hacia acá y le hiciera algo malo a usted o a mi hija”.

Génesis, 18 años, mamá de una niña de 3, relata esto en su casa en Paine. Dice que conoció a Julio Miranda en abril del 2015. “Antes había estado hostigándome durante siete meses con mensajes de Facebook. Al comienzo me invitaba a fiestas en su casa con droga y copete. Yo le aclaré que no consumo drogas ni consumo alcohol. Y que aparte no podía ir a Santiago porque tengo una hija que no voy a dejar sola por ir a ver a alguien que ni conozco. A las semanas empezó a decirme que me encontraba bonita, que por favor le enviara fotos privadas, sin ropa, que quería saber más cosas de mí. Me molestó tanto, que dejé de contestarle los mensajes”, recuerda.

Pero Julio insistió. “A los meses empezó a hablarme de otras cosas y estaba menos hostigoso y más amable. Ya no me pedía fotos. Eso me hizo confiar. Hasta que una vez me preguntó si nos podíamos juntar en Santiago, ya que yo le conté que quería ir a comprar ropa. Le dije que sí, pero le aclaré que no como pareja sino que como amigos”.

Génesis viajó en MetroTren desde Paine a Estación Central. “La idea era ir a tomar desayuno por ahí cerca, a un local, pero él me dijo que mejor fuéramos a su casa. Le dije que ya pos, ya que hacía harto frío. Recuerdo que me llamó harto la atención un tatuaje que tenía sobre una ceja (que dice Insane). Julio me contó que se lo hizo porque quería parecerse a Cosculluela y Kendo Kaponi (cantantes puertorriqueños de trap y reggaeton)”.

Esa mañana Julio le contó a Génesis en qué trabajaba. “Me dijo que vendía droga. También que había estado en la cárcel y que hace poco le habían dado la libertad condicional. Le pregunté por qué cayó y me contó que por robo con violencia. A mí no me llamó mucho la atención porque parte de mi familia también es así”.

(Era cierto: el 10 de diciembre de 2010 cometió un delito de robo con intimidación. Le dieron una pena de siete años. Pero obtuvo la libertad condicional en 2014 por buena conducta. Quedó con firma mensual. El 2015, además, se presentaron dos denuncias en su contra: una por amenaza con arma blanca y otra por violencia intrafamiliar contra su pareja).

Cerca del mediodía —relata Génesis— llegaron a una casa de dos piezas, con piso de cemento, ubicada dentro del  Liceo Fray Beltrán, en la comuna de El Bosque, en donde Julio vivía junto a sus padres. “Nos recibió el papá de Julio, que trabajaba como nochero. Él abrió y cerró la puerta con llave. Fue muy frío: no me saludó. Después tomamos desayuno. En la tarde, Julio me invitó a conocer su barrio y también me pidió que lo acompañara a comprar droga. Julio compró cincuenta lucas de coca y otras cincuenta de marihuana. Cuando llegamos a la casa dejó la coca sobre la mesa y se puso a jalar. Su papá estaba ahí al lado, sentando, sin pescar. Su mamá estaba en una pieza, enferma, ya que tenía una diabetes muy avanzada.

—¿Qué impresión tuvo al ver a Julio jalar al lado de su papá?

—Parte de mi familia también es así. Uno de mis hermanos es consumidor de pasta. Y ha pasado por varios centros de rehabilitación, pero no quiere cambiar, entonces ver todo eso no era algo nuevo para mí.

Cerca de las ocho de la tarde, Génesis le dijo a Julio que se tenía que volver a Paine, que la esperaba su hija. “Julio me dijo que no, que yo no me iba a regresar a mi casa. Me tomó del brazo y me llevó hacia el final del patio del colegio. Después me agarró del cuello y me dijo que si yo me iba de ahí o que si yo hablaba, entonces él me iba a matar. Cuando me dijo eso lo único que pensé fue en dónde me vine a meter”.

—¿Pasó esa noche en la casa de Julio?

Todas las noches las pasé ahí. Estuve casi un mes encerrada en esa casa.

***

Julio salía a las nueve de la mañana y volvía a las cuatro de la tarde a la casa ubicada al interior del liceo. “Llegaba demasiado alterado. Muy violento. Llegaba y se me tiraba encima o me tomaba del cuello y me golpeaba. Muchas veces grité, intentando que alguien me oyera, para poder escapar de ahí, pero los papás hacían como que no escuchaban. Y no podía llamar a nadie porque Julio me quitó el celular y la plata durante la primera noche que pasamos juntos. Incluso me botó el carnet, la CuentaRUT y todas las tarjetas que tenía en la billetera. Mi ropa también la botó. Me dejó solo con una muda de ropa, que me pasó él y que tenía que estar lavándola a menudo”.

—¿Cómo fueron esos días?

Julio me llevaba comida a la pieza, que preparaba su mamá, mientras yo estaba encerrada viendo televisión, ya que no podía hacer otra cosa.  En las noches me obligaba a tener relaciones con él.

—¿Nunca salieron del colegio?

Dos veces me invitó a salir. Pero cuando salimos, me puso un polerón ancho y me dijo que me amarrara el pelo y que no dejara que vieran mi rostro. Esas dos veces fuimos donde unos amigos de Julio.

—¿Tampoco salían de la casa?

Cada vez que Julio me sacaba hacia el patio, yo miraba las chapas de las puertas y las rejas. También las paredes y los portones. Lo que trataba era buscar una parte por donde poder salir de ese colegio.

—¿Cómo logró escapar?

Una vez Julio volvió muy drogado, con mucha coca en su cuerpo, con mucho alcohol, con mucha marihuana. Ese día él llegó y me tiró a la cama. Cuando estaba tratando de desvestirme, y aprovechando que estaba medio mareado, le rompí un vaso en la cabeza. Y como él estaba drogado, no supo reaccionar. Luego busqué mi teléfono por todos lados, di vuelta la pieza buscándolo hasta que lo encontré. Después le saqué las llaves del pantalón y abrí la puerta de la casa. Eran como la una de la tarde. Corrí por el patio, hacia un portón que estaba abierto; y en la calle corrí para cualquier parte.

¿Qué pasó después?

En la calle me puse a pedir plata y a preguntar cómo podía llegar a la Estación Central. Me dijeron que tenía que caminar hasta un metro y después hacer combinación en Los Héroes. Después, en Estación Central, pedí plata de nuevo para comprar un pasaje a Paine.

—¿Quién cuidó a su hija todo este tiempo?

Mi mamá y uno de mis hermanos. Era harta la responsabilidad.

—¿Su mamá no puso una denuncia por presunta desgracia? ¿No la buscó?

—No. Yo sabía que mi familia no me estaba buscando: en mi familia no es raro que uno se pierda por tanto tiempo. Somos ocho hermanos, a algunos los han apuñalado y han llegado a los días a la casa. Yo pensaba que mi mamá creía que estaba bien. O para no volverme loca tal vez pensaba que mi mamá creía que yo estaba bien y que ella podía cuidar a mi hija.

—¿Por qué no contó esto antes?

Por miedo y vergüenza. Julio me dijo que si hablaba, que si yo contaba algo, él iba a venir hasta Paine a matarme a mí y a mi familia. Me tenía amenazada con eso. Pero ahora Julio está preso [en prisión preventiva cuando se hizo esta entrevista] y no me puede hacer nada. Lo que quiero al compartir esto es animar a otras mujeres a contar lo que les pasó. Nosotras no podemos seguir estando expuestas a este tipo de maltratos.

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