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Opinión

17 de Octubre de 2018

Subió la bencina y se pondrá peor: El fin del petróleo barato

En una de esas discusiones inútiles de gente trasnochada, alguien reprochó a otro la afirmación de que Carl Sagan fue uno de los más grandes científicos del siglo XX. Dijo que la única manera en que esa oración sería admisible era diciendo que Sagan era uno de los más importantes divulgadores científicos del siglo XX, […]

W. Jones
W. Jones
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En una de esas discusiones inútiles de gente trasnochada, alguien reprochó a otro la afirmación de que Carl Sagan fue uno de los más grandes científicos del siglo XX. Dijo que la única manera en que esa oración sería admisible era diciendo que Sagan era uno de los más importantes divulgadores científicos del siglo XX, pero que ponía en serias dudas que su trabajo científico haya sido tan relevante como el del Einstein, Curie, o el ejército de programadores que llevó humanos a la luna.

Omitía el oponente que Sagan hizo un aporte muy interesante, y al que no se le ha tomado el suficiente peso. Por medio de la espectrografía predijo con severa exactitud la composición de los gases que hay en la superficie de Venus y, esto es lo más espeluznante, señaló que dichos gases son la evidencia de un avanzado efecto invernadero que impediría que nada en su superficie pudiese vivir. Todas las sondas, tanto estadounidenses como soviéticas, que
han pisado Venus, han logrado apenas sobrevivir no más de cuatro horas, entre que terminaron achicharradas por el calor de la superficie y brutalmente aplastadas por la presión atmosférica, miles de veces superior al que hay en la tierra, con lo que el duro acero en que fueron forjadas no solo se achicharró, sino que se aplastó como una lata de bebidas.

En nuestros confines y tiempos, se oye un murmullo de malestar por las alzas de las bencinas. Parece increíble que en tiempos con un cambio relativamente estable e incluso a la baja — sudamos la gota gorda cuando el dólar, empujado por el desastre neoliberal argentino, se asomó a los 700 pesos, pero ya se devolvió a sus cuarteles de los 640 — la bencina se haya terminado por disparar. Los memes —nuestra versión posmoderna de los afiches y los rayados de pared — reprochan que de esto se trataban los “tiempos mejores”.

Ya los camioneros comienzan a amenazar con un paro nacional y se está creando un clima, siempre dirigido, desde los medios de comunicación masivos, sobre todo los noticieros, que vuelva a esa cosa medio indefinible llamada “opinión pública” para que se muestre favorable a una baja o incluso a una derogación del impuesto específico a los combustibles.

Es preciso, entonces, educar correctamente al soberano con la verdad, aunque incomode y duela y termine por remecerle todas sus concepciones. El impuesto a las bencinas es necesario y es deseable incluso que siga subiendo.

El desastre del Transantiago empujó a muchos santiaguinos hacia las automotoras, hastiados de no hallar un espacio en las pocas micros que el sistema dispone con recorridos incómodos. El resultado ha sido ver embotellamientos perpetuos de cientos de autos con un solo asiento (de cinco) ocupados, y, esto es lo enervante, micros del Transantiago con los asientos vacíos entre medio de ellos.

Castigar el uso del vehículo particular en solitario no solo es necesario para mejorar la conectividad dentro de una ciudad densificada, sino también para tomarle el peso a la crisis que está empezando. La época del petróleo barato se terminó. Entre el petróleo denso de Venezuela, cuyo coste mayor se encuentra en el refinado, que ya no son capaces de hacer —y de allí que Venezuela deba importar el petróleo que consume, muestra del cortoplacismo de sus líderes —y los países Árabes a los que les ruegan que aumenten la tasa de extracción de crudo para hacer bajar los precios, desconociendo que están a la máxima capacidad hace buen tiempo ya, en Estados Unidos —acaso el principal consumidor de petróleo del mundo –- están comenzando a extraer petróleo de vetas inaptas para ello con el
polémico procedimiento del fracking. Esto genera una burbuja financiera que eventualmente colapsará; el fracking lleva años financiándose con deuda y trabajando a pérdida. Queda poco tiempo para que los inversionistas se aburran de esperar y pidan sus dineros de vuelta.

Eso debería ponerle la lápida a dicha práctica, si es que el problema de polución y destrucción de suelos no lo hace primero.

En lo que a nosotros respecta, hemos de esperar que sigan las alzas de los combustibles en lo sucesivo. Las medidas que debemos tomar deberían estar encaminadas a dejar de depender del petróleo antes de cinco años. No solo por que el uso del petróleo se volverá insostenible financieramente, salvo que nos volvamos a acostumbrar a otra brutal alza en el índice general de precios, sino porque ya estamos avisados que las emisiones de dióxido de carbono deben ya no estancarse, ya no reducirse, sino que ser cortadas de raíz si es que no queremos desatar nuestra propia extinción masiva. El último huracán que azotó Florida ha hecho que el eternamente necio Donald Trump reconociera que hay algo como un cambio climático, que algo está pasando, pero —corolario inevitable — no está dispuesto a asumir el costo inevitable de las reformas que se precisan para no terminar viviendo en un búnker quinientos metros bajo tierra.

Hay una amenaza patente de que nuestro planeta se termine convirtiendo en el planeta Venus. Un aumento en el calor liberaría el dióxido de carbono estancado en los hielos perpetuos de los polos. Ya se han visto poblados completos morir por la emisión súbita de millones de litros cúbicos de CO2; que dicho fenómeno se comience a replicar en grandes urbes es inminente. Por eso llama la atención, de pronto, tanta insistencia en aprobar cosas como centrales a carbón, siendo que si hay un interés en usar todas esas enormes inversiones deberían ser cerradas todas las plantas a carbón en los próximos cinco años.

Salvo que manejen otra información que no conocemos, no se entiende por qué por un lado Sebastián Piñera compra medio Chiloé y por otro no quisiera tomar medidas valientes para limitar el calentamiento global que, de seguir como va, debería dejar todo Chiloé bajo el agua antes de 2040. Por que todos esos millones y millones de dólares que acumula no se podrán usar en un planeta como Venus.

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