Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

26 de Octubre de 2018

Maitén Montenegro: “En Chile de tanto esperar, sientes que tus ideas envejecen”

La artista chilena está a pocos días de estrenar: “1995, el año que nos volvimos todos un poco locos”, un montaje musical que le ha costado cuatro años llevar a las tablas chilenas y que le ha sacado más de alguna cana en el camino. Pese a la demora, la obra viene a refrescar el género en Chile que, tal como dice su directora, la artista ícono del Jappening con Já, solo importa ideas del extranjero.

Valentina Collao López
Valentina Collao López
Por

Jaime y Frida son dos exescolares que se reúnen a recordar el mejor año de sus vidas: 1995, cuando ambos cursaban cuarto medio y debieron superar, gracias al grupo musical que armaron al interior del colegio, las contradicciones, prejuicios e inseguridades propias de la adolescencia.

Esa es la premisa de “1995, el año que nos volvimos todos un poco locos”, el montaje musical presentado por el Teatro Nescafé de las Artes, inspirado en un texto de Marco Antonio de la Parra y que trae de regreso a la dirección a Maitén Montenegro.

En conversación con The Clinic, la actriz e histórica comediante de “Sábado Gigante” y de personajes icónicos del Janneping con Já, da cuenta de su frustración con el mercado cultural chileno, su diagnóstico de la televisión y detalles del montaje que hoy, a sus 54 años de carrera, la tiene más activa que nunca.

Me decías que estabas llena de pega y que este musical te tiene con todas las energías puestas ahí.

-Me persigue un sino que es siempre estar explorando y presentando nuevas cosas o construyendo cosas. No creí, eso sí, que después de 54 años de carrera iba a estar presentado cosas que pueden, a veces, ser un poquito vanguardistas. Mi carrera siempre se construyó en base a diseñar cosas que no habían, en proponer otras, en buscar un lugar. Tenía la sensación, y la he mantenido en el tiempo, que como artistas no tenemos un espacio ganado, sino que te lo vas ganando cada vez. Es como un préstamo, como una donación temporal de cariño. Que no es definitiva o para siempre. Yo no pensé que al regresar a Chile (después de haber dirigido y producido algunos de los espacios de Sábado Gigante, que se realizaba en Miami)  iba a ser todo tan lento, que todo costara tanto. Cuesta tanto como cuando empecé, eso es algo que me resulta curioso.

¿Es algo que solo te pasa acá?

-Sí, he vivido en Venezuela, en Puerto Rico, en Miami donde desarrollé 16 años de carrera. La verdad es que si daba una idea y era interesante, era acogida altiro. La gente quería invertir y se arriesgaba. Acá tienes que hacer un lobby espantoso. De tanto esperar empiezas a sentir que tu idea envejece. O sea, empecé a hablar de este tema hace cuatro años y ya, después, mucho más intensamente hace tres años. Me parece fantástico que el teatro musical esté prendiendo y guste. Yo he hecho desde los años 60, pero me parecía que Chile merecía ser parte de la creación de este género y no solamente de la compra de una licencia.

¿No te gusta tomar ideas externas?

-Yo he sido un poco detractora conmigo misma de tomar ideas de otros. Siempre he tratado de que haya originalidad en lo que uno hace o de una adaptación que tenga que ver con lo que tú estás realizando.

Cuéntame cómo se gestó, cómo surge la idea de hacerlo.

-Hace más de un año nos volvimos a encontrar con Marco Antonio de la Parra, con quien trabajé en los ‘80. Ahí dijimos: “¿Y qué tal si seguimos las locuras… ¿Te animas?”. Él se había atrevido a declarar en un periódico, meses antes: “La talentosísima Maitén Montenegro”. No recuerdo el contexto de la entrevista, pero eso me pareció suficiente excusa para volver a llamarlo y decirle “Oye, esta ‘talentosísima’ está disponible. Tal vez te interesa hacer algo”. Él se involucró en el proyecto y empezamos a trabajar en base a un cuento que él tenía para los colegios. Nos pareció que era el más interesante, porque tenía que ver con el bullying, con Chile, con nuestros miedos, con la adolescencia.

¿Y cómo lograron llevarla a las tablas?

-Ahí pensamos “¿Qué teatro nos dejaría hacer algo?”. Era carísimo, la verdad es que para una obra de teatro musical necesitas de harto espacio y todo era casi prohibitivo, entonces, empezaron a desvanecerse las ganas y, por esas casualidades del destino nos encontramos con Alfredo Saint-Jean -dueño del Teatro Nescafé de las Artes- y nos comentó que estaba interesado en presentar en su teatro una obra musical y que yo era la persona indicada para dirigir la compañía. A la semana ya estábamos concretando la idea. El proyecto que tenía el Nescafé de las Artes era apostar por la creación, por la identidad, aprovechar el interés que hay por el teatro musical, tratar de construir una industria.

Una idea ambiciosa igual…

-Al decir industria me refiero a que haya compositores al servicio de una nueva forma de trabajo. Además cantantes, actores y sobre todo, guionistas, porque la historia es lo más importante. En eso estamos hoy día, marcados en este estreno que me ilusiona. Sé que el mercado compra mucho lo que viene de afuera. A Chile le gusta eso, pero también considero que el teatro musical lo disfrutan más los adultos y, nuestro interés es que junto con ellos ojalá también atraigamos el interés del adolescente y el niño, para poder tener un nuevo campo de trabajo(…).

¿Te interesa dialogar con las generaciones más jóvenes?

-Me interesan las nuevas generaciones y, de verdad, que cuando hablo de crear audiencia hablo de un nuevo público que disfrute de la música, el baile, que vea el teatro de otra manera. Mucho más relacionado con la actualidad, con el lenguaje de hoy, con lo audiovisual, con la velocidad.

Decías que en Chile cuesta hacer producciones culturales ¿A qué crees que se debe?

-Doy clases desde hace 10 años. Tengo un estudio de desarrollo artístico, lo mismo que tenía en Miami. Yo comparo resultados de Miami y los resultados de acá y no es la misma trascendencia. La verdad es que la carrera artística no tiene el tiraje de chimenea que uno quisiera: o te circunscribes a tratar de ganar un Fondart o te buscas un sponsor. O sea, para postular a un fondo hay que hacer un montón de protocolos y yo jamás me he dedicado a eso, porque además me agoto con tantos papeles y tantas fórmulas. Por otro lado, está la televisión, que hoy apuesta a lo que le conviene día a día, según lo que está pasando en otros lados y la televisión trabaja mucho en base a lo probado.

Estuviste varios años fuera de Chile viendo otra realidad artística ¿Fue muy duro el retorno?

-Aunque hubiera construido en Chile una tremenda carrera, que fueron mis primeros 25 años,  me fui a intentar algo nuevo y a aprender. Cuando regresas a Chile ves que un poco el concepto se mantiene. Se ve una capital moderna en muchos aspectos, renovada, incluso arriesgada, atrevida, pero en el campo del arte todavía está frenada. Creo que la televisión tiene más potencial en cuanto a poder avanzar con los proyectos de lo que uno piensa y te digo por qué lo pienso así: porque la televisión no la ven los jóvenes ya. Los jóvenes tienen alternativas, el público que ve es adulto o niño. Entonces hay un cliente al cual tú quisieras proponerle cosas renovadoras, pero que no está en la tele.

Pero igual volviste a ella…

-Te das cuenta de que es una herramienta de difusión necesaria y, por eso también, acogí el proyecto Rojo, porque me pareció bueno estar presente contando lo que yo sé hacer y renovando mi historia frente a las nuevas generaciones y eso ha sido estupendo, pero no es un medio que nos dé las soluciones.

Claro pero de todos modos te respaldan tus años de carrera. Si estuvieras gestionando de la nada, probablemente no podrías contar con un teatro que te apoye en tu proyecto musical, por ejemplo.

-Igual es difícil. Que me conozcan tampoco ha sido la llave que abre puertas, porque hay demasiados límites, hay demasiadas estructuras, hay demasiados esquemas establecidos y yo pienso que un artista es un soñador siempre, es alguien que propone, que se arriesga. Entonces, si tú quieres tener una carrera de actor, cantante, bailarín segura, no sé en qué país se puede lograr eso. Pienso que si tuviera esa seguridad, no sería tan feliz como con la locura de estar tratando. Por eso es bueno que el Nescafé de las Artes haya apostado por esto, que se asocie a esta idea cuando está lleno de musicales de afuera. No estoy en contra, pero es la línea que Las Condes ha tomado, obras que vienen de afuera y que se replican. Yo pienso que, si queremos sacar lo que hacemos en Chile para afuera, no podemos sacar algo que afuera lo hacen mejor. Tenemos que sacar algo que tenga nuestra identidad.

Quizás esa es la crisis ¿Qué identidad tiene el producto cultural chileno?

-Chile desde los últimos años, no sé, se ha transformado en una copia de repente de los éxitos, una copia de las formas más que de una exploración más profunda y que tiene que ver con un mercado de la inmediatez, con un mercado de resultados ¡Ahora ya!

¿Ha cambiado mucho la televisión en este tiempo?

-Ya no tengo los contactos, las generaciones han cambiado. Acá pasa que tienes 50 años y la gente cree que ya no tienes nada que aportar. Eso es dramático. Yo pienso que las ideas no tienen género, no tienen edad y que la creatividad no tiene fecha de extinción.Llega en cualquier momento. Con Jorge, mi esposo, nos íbamos en noviembre de regreso a Estados Unidos. Dijimos: “¿Sabís qué más? Ya fueron diez años aquí ¡Vámonos!” Y pasó lo de Rojo, lo del musical.

EL COLOR DEL TALENTO

¿Cómo evalúas tu paso por Rojo?

-Le doy el valor de estar ahí, porque hago las cosas que quiero hacer ¿Les sirvo yo como jurado? Si les gusta mi opinión, bien, yo no estoy dispuesta a hacer un personaje, a hacerme la buena o la mala. No, yo voy a opinar con la mayor franqueza desde mis conocimientos y mi aprendizaje internacional, por la imagen, por el producto que están buscando, por la calidad y el talento. Si esas son las reglas del juego, sí, si quieren que vote por alguien que le acomode al programa no voy a servir.

¿Y por qué no seguiste?

-No es que no quise seguir. Firmé solo por una temporada. En principio yo no sabía cómo iba a ser el proyecto y ellos no sabían el éxito que iba a tener. Entonces, me contrataron por 6 meses, algo que fue de mutuo acuerdo. Desde el momento en que me puse a negociar con Rojo, tenía ya la fecha del estreno de la obra y sabía que en cuanto terminara Rojo, tenía que irme de lleno a dirigir. Querían que me quedara y  fue una experiencia muy interesante para mí. Me pareció que era una apuesta para los jóvenes, para hablarles de nuevo de la seriedad de esta profesión en otra plataforma que no es el teatro.

Claro, que no es una escuela tan “academicista”

-Es un aporte, de alguna manera, a través de la entretención. Creo que la entretención, la formación y la búsqueda no puede ir detrás de un ladrillo tan aburrido. Creo que también hay que entrar en las reglas del juego de la dinámica y de la velocidad. En ese sentido, me pareció que el Rojo tenía elementos interesantes. Me permitió ver cómo reacciona la gente en las redes sociales o los participantes a la crítica. Creo que ese es otro vicio del campo de las artes: este deseo de inmediatez, de triunfar rápido, y cuando haces una crítica se desmoronan ¡Pero si los artistas somos para vivir siendo criticados! A veces lo tibio que puede ser un aplauso es mucho más lapidario que la peor crítica ¿Cómo el artista no va a poder comprender que eso va de la mano con la profesión?

¿Te parece que este tipo de programas contribuye al quehacer artístico chileno?

-Yo creo que pasa por varios factores. Los artistas necesitan oportunidades, que te vean, que te te destruyan por último, pero que sepan que existes. Rojo da esa oportunidad durante 5 días de la semana. Como espectador, te acostumbras a esa cara, a esa voz, supiste que existía esa persona, que tenía una vida, una historia, que es temperamental o no lo es, que es genial, que hay días que canta estupendo, que hay días que no. Todo eso que te enumero, hace que este artista te pertenezca un poco, que te involucres con su crecimiento. Eso es interesante y creo que de todas maneras sirve. Veníamos de un escenario artístico en televisión sin oportunidades para eso por años.

SÁBADO GIGANTE

Sobre estas denuncias de abuso y acoso que han ocurrido en el mundo del cine, de la televisión. ¿Qué te parece que estén saliendo a la luz este tipo de cosas?

-Que salgan me parece estupendo. Que se superen y se solucionen, mejor. Que haya una denuncia que permita que la gente que lo ha sufrido, lo ha pasado, pueda armonizar su vida de nuevo, todo eso es fantástico. Ahora, durante los 16 que yo viví en Estados Unidos tuve códigos totalmente distintos de trabajo y se parecían mucho a los que yo siempre tuve en Chile, sin que hubiera leyes específicas para ello. Tiene que ver con tu sentido común, con los rayados de cancha que tú haces. Yo soy una persona que pregunto antes si puedo hacer algo: “¿Y a qué me obliga esto?, ¿cuál es mi límite?, ¿cuánto estás obligado tú?” Siempre manejé eso, toda mi vida. Igual Estados Unidos es un país que tiene muchas leyes con respecto a eso. Lo otro tiene que ver con el deseo personal de ser famoso y cuánto estás dispuesto a transar para alcanzarlo. Son tantas las aristas de esto, tantas.

Frente al tema de las denuncias de acoso, de abuso, siempre surge mediáticamente el nombre de Don Francisco ¿Qué te parece que alrededor de su figura exista este manto de sospecha?

-A ver, estamos hablando de un animador de televisión, el único que ha tenido un programa de televisión por 50 años. Si una persona como esa no tiene mil situaciones que tiene que responder y mil dudas que afrontar, yo me pregunto quién entonces. Y creo que es una figura con la que en cualquier momento alguien puede haber quedado molesto por algo. Entonces no me sorprende tanto que en una persona pública con tantos años de trayectoria surjan cuestionamientos y dudas, eso me parece lógico. En lo personal no tengo nada que decir respecto a mi trabajo con Mario. Trabajé con él de manera intermitente por casi 40 años.  Mario es una persona trabajadora y un profesional a todo dar. Yo creo que él contó siempre con mi creación y con mi entrega completa durante todo el tiempo que trabajamos juntos.

Ahora, la gente teje cosas con todo el mundo, y es válido, lógico. Tuvo demandas, él enfrentó juicios, él ha puesto la cara frente a muchas cosas. Mario y yo no somos amigos del alma. Hemos trabajado juntos todos estos años que te nombro, él me llevó a Estados Unidos. Fue “mi jefe”. Yo directamente trabajaba con él, pero era un equipo de gente muy amalgamado, muy unido.

Hace algunas semanas estuvo como en el ojo del huracán “Sábado Gigante” por las denuncias que hizo Natalia Valdebenito sobre el Clan Infantil ¿Cómo viviste esas denuncias?

-Trabajé durante como siete años en el Clan Infantil. Fue la etapa de mayor connotación, porque hicimos una sección que se llamaba “Jugando al papá y a la mamá”, que era un segmento de humor, de parodia. Por un lado, que exista la denuncia me parece válido, por otro lado, me apena profundamente que le haya pasado a cualquier niño. O sea, eso me devasta y me apena. No viví esa experiencia. Mi equipo, con el que trabajé y tuve la intuición de elegir, no estuvo vinculado a eso. Nunca fui a provincias, siempre me manejé dentro de los márgenes de Santiago, hacer exteriores aquí y cuidábamos enormemente a los niños. Me apena que digan “en el Clan Infantil”, porque involucran siete años de trabajo que hice en donde jamás tuve ninguna de estas experiencias. Entonces en Estados Unidos aprendí mucho eso. Tú no estás solo con un niño en una sala jamás, la mamá siempre tiene que estar presente, los niños no se visten con los productores. Son mil cosas. No se trata de que prohibamos que los niños se desarrollen artísticamente, porque a veces los niños tienen un tremendo talento.

*Lee la entrevista en extenso en theclinic.cl

El musical se presentará desde el 6 hasta el 11 de noviembre del 2018 en el Teatro Nescafé de las Artes.

Notas relacionadas