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Nacional

3 de Diciembre de 2018

CUENTO | Mi lugar en el mundo

Por
Todo parecía bastante bien, Guillermo estudiaba en Santiago y venía a Parral todos los fines de semana a
visitar a su familia, instancia que aprovechábamos para estar juntos.
Estábamos dispuestos a funcionar de esa manera porque, de no hacerlo, no hubiésemos podido pololear.
Al menos para mí todo era perfecto, nada en él me molestaba y parecía ser recíproca la cosa. No me importaba que sus viejos fuesen algo hostiles conmigo toda vez que pisaba la casa o que, por ejemplo, se pusieran a comer y no me invitaran a pasar a la mesa. Era algo humillante sí, pero luego pensaba en mis papás y lo que harían en su lugar; “actuarían peor” murmuraba resignado sin que Guillermo se diera cuenta. Hablábamos por Messenger todos los días y nuestro ritual comenzaba los viernes por la noche, Guillermo me esperaba cerca de su casa y partíamos a carretear generalmente con amigos suyos a algún departamento o íbamos directo a bailar. Con Guillermo sentía que era yo mismo, sabía que también miraba mujeres y no le molestaba, como a mí el hecho de que el recuerdo de su ex aún lo atormentaba.
Fuimos entonces a comprar a una panadería cerca y noté que estaba algo atrapado, repetía una y otra vez las mismas palabras, entonces va y me dice: “Pablo, debemos terminar”. Me costó mucho digerirlo porque nunca había querido tanto a alguien como a él, admito que gracias a Guillermo sentía que encajaba en algún rincón del planeta. Él tenía veinte y yo dieciocho, a esa edad percibía cómo los gays y lesbianas a mi alrededor eran calcomanías unos de otros y ello me apenaba puesto a que jamás me sentí parte de ellos. Guillermo fue quien me mostró una panorámica distinta a la que venía tolerando hace ya varios años: jóvenes de familias tradicionales, heteronormados gran parte del día e hiperventilados por las noches, salían en auto a casi todos lados y pagaban con tarjeta hasta las golosinas.
Alcohólicos, deprimidos y algo paranoicos por la falta de apoyo familiar, narcisos a ratos también, pendientes que su condición no fuese expuesta ante los demás.
Las semanas pasaban y seguíamos en contacto, menos que antes claro. Pasaban los días y se acercaba Halloween, fecha que para ambos era una de las más importantes del año. Un día antes de eso, salí con un amigo y otros conocidos a una fiesta bastante concurrida, “Hawaii”. El espacio venía siendo igual a muchos otros pero tenía algo especial, en su mayoría las personas cumplían con casi el mismo perfil, provenían de colegios similares, qué sé yo… todos prácticamente eran de Parral y era una fiesta bastante prendida. Yo sabía que Guillermo iría, así que decidí ir también. Para mi sorpresa, fue él quien me vio de lejos y me tapó los ojos por la espalda mientras bailaba con mi, en esos años, grupo de amigos. Era él, claramente, su perfume era bastante dulce y lo reconocí apenas sentía que se acercaba. Admito que estaba dolido por las actitudes que fue demostrando con el paso de los días luego de que me pidiera terminar. Se quedó conmigo varios minutos y yo no hacía nada más que bailar, supongo que eso lo aburrió y decidió ir al baño, no recuerdo bien, ya cuando se fue me di cuenta que si realmente lo quería debía ir por él. Los baños estaban en el segundo piso y había que pasar por una larga escalera antigua, dejé a mis amigos bailando y lo fui a buscar. Me lo encontré justamente en aquella escalera, nos pusimos a conversar y lo inevitable sucedió, lo abracé y nos besamos un buen rato. De un momento a otro, bajamos de la mano y partimos en dirección a su casa, tanto sus amigos como los míos entendieron lo que pasaría después. Llegamos a su dormitorio y nos acostamos desnudos en su cama, sin embargo volvió esa sensación extraña que venía angustiándome hace algún tiempo.
Comencé entonces a tocar su espalda, trasero y grandes piernas. Si algo debo reconocer es que me encantaban los besos de Guillermo, tiene una boca muy suave y a la vez intensa. Suponíamos tener los roles bastante claros, entonces va y se sienta sobre mi abdomen, agitándose suavemente. Por más que creía que era el momento para penetrarlo no podía, era difícil para mí ya que suponía que Guillermo era el hombre de mi vida, la persona por la que enfrentaría a mis padres homofóbicos y no tendría nunca más miedo a lo que otras personas de mí dirían. Era algo superior supongo y creo que lo percibió, por más que quería estar con él no podía, mi pene en cosa de segundos bajó y él desesperadamente comienza a masturbarme, creía que sentía todo por él, cuando algo en mí no calzaba e insistía sin darme cuenta. Finalmente decidió parar, se colocó su pijama de verano y se puso a dormir. Sentía que le había fallado a la persona que me hacía más feliz, esa que me daba la atención que siempre necesité, sin antes darme cuenta que era muy posible que “mi lugar en el mundo” estaba lejos de allí. Amaneció y me vestí rápido, me encontré con su papá en el pasillo que da a la puerta de calle y salí silenciosamente, lo borré de todo y volví a empezar.

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