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LA CARNE

3 de Diciembre de 2018

La cruzada contra el “molka”, la plaga del porno vengativo

Las surcoreanas han dicho “basta”. Al grito de “mi vida no es tu porno” le han declarado la guerra al llamado “molka”, vídeos íntimos que se distribuyen -y a veces se graban- sin consentimiento y que circulan abiertamente por webs del país asiático. Los portales que los divulgan aglutinan metraje de índole sexual subido a […]

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Las surcoreanas han dicho “basta”. Al grito de “mi vida no es tu porno” le han declarado la guerra al llamado “molka”, vídeos íntimos que se distribuyen -y a veces se graban- sin consentimiento y que circulan abiertamente por webs del país asiático.

Los portales que los divulgan aglutinan metraje de índole sexual subido a Internet por despecho e imágenes robadas, tomadas con dispositivos ocultos (“molka” es la contracción de “cámara secreta” en coreano) e incluso mediante potentes teleobjetivos que espían a las víctimas en la intimidad de sus apartamentos.

La pornografía siempre ha sido ilegal en Corea del Sur, y ese es uno de los factores que hizo popular al “molka” a principios de la pasada década, cuenta a Efe Park Soo-hyun, directora de la ONG Digital Sexual Crime Out (DSO), que combate la difusión de estos vídeos y presta apoyo a las víctimas.

La generalización de los teléfonos inteligentes, el hecho de que Corea del Sur cuente con el Internet más veloz del planeta o el que se vendan cámaras cada vez más baratas y más fáciles de camuflar han generado ahora un nuevo apogeo, añade.

“Sé que el porno vengativo es un fenómeno global, pero el hecho de que la sociedad surcoreana sea especialmente patriarcal ha agravado la situación”, afirma.

Este mes el ministro de Justicia surcoreano, Park Sang-ki, tuvo que pronunciarse públicamente después de que una petición en la web de la presidencia de la República sumara más de 200.000 firmas en solo tres días pidiendo, entre otras cosas, endurecer las penas contra los que distribuyen y graban sin permiso este contenido.

La campaña online vino precedida por un “verano de furia”, en el que varias manifestaciones, alentadas por el auge del movimiento #MeToo, llegaron a congregar a más de 20.000 surcoreanas en Seúl (hasta la fecha han sido las mayores protestas de mujeres en la historia del país) hartas del fenómeno “molka”.

Las allí congregadas dejaron claro lo saturadas que están de tener que preocuparse por si las fotografían al subir escaleras cuando visten falda, de tener que peinar cada rincón en busca de cámaras ocultas cuando usan un aseo público o de que sus exparejas crean que subir vídeos íntimos a la red es legítimo si se sienten agraviados.

El ministro admitió en su intervención que el fenómeno ha ido en aumento (en 2017 se reportaron unos 5.400 delitos relacionados con el “molka”, más del doble que en 2013) y prometió que el Gobierno tratará de enmendar la legislación ya que apenas el 7 % de los condenados pisa la cárcel.

“Las penas por vulnerar derechos de autor son más severas que las aplicadas a los que difunden ‘molka'”, cuenta la directora de DSO, subrayando que aunque los castigos van de los siete a los tres años de prisión la mayoría de condenas queda en suspenso.

El desparpajo y el consistente discurso de esta activista resaltan la madurez de alguien que apenas cuenta 21 años.

Cuenta que siendo adolescente “hubo muchos casos de violaciones” entre sus amigas y conocidas, y que así empezó a interesarse por la educación sexual para adolescentes hasta que en 2015, con tal solo 18 años, fundó DSO.

Ese mismo año logró el hito de forzar el cierre de Soranet, la mayor web de contenido “molka” que operaba entonces en el país, aunque a partir de ahí su lucha se ha vuelto aún más compleja.

Y es que a continuación surgieron infinidad de nuevas páginas a las que se puede acceder incluso sin una conexión VPN que circunvale la censura gubernamental en Internet; basta con teclear determinadas palabras clave en un buscador para engañar al algoritmo y acceder a los portales a través de “puntos ciegos”.

Además, explica Park, la mayoría opera con servidores situados fuera del país, lo que hace casi imposible que la policía pueda obligar a borrar contenidos.

Aún así, ella y sus compañeros de DSO siguen desviviéndose cada vez que una víctima les contacta.

Desde su diminuta oficina situada en un distrito oriental de Seúl trabajan en tres frentes; tratan de rastrear las imágenes a lo largo y ancho de la red, contactan con la policía para que fuerce a las webs a eliminar contenidos (cuando los servidores están en Corea del Sur), y dan asesoría legal y apoyo psicológico a las víctimas.

Park dice no esperar mucho del plan de reformas del Gobierno: “las acciones de la administración son importantes pero las actitudes lo son más. En realidad el mayor desafío ahora mismo es lograr que toda la sociedad en su conjunto coopere”.

Para empezar, cree que una mejor educación sexual en los colegios sería vital para activar ese cambio, ya que cree que el actual currículo “es insuficiente incluso a la hora de transmitir empatía hacia las víctimas (del “molka”), ya que muchos ni siquiera entienden que al ver estos vídeos son cómplices de un crimen”.

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