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Mundo

5 de Diciembre de 2018

López Obrador impone los madrugones en el Gobierno de México

Todavía está oscuro cuando el flamante presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, abandona su domicilio en un modesto vehículo y atraviesa la capital mexicana en dirección al Palacio Nacional para dar comienzo a su jornada de trabajo. Apenas tocan las 06.00 horas (12.00 GMT) las campanas de la Catedral Metropolitana cuando a escasos metros, […]

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Todavía está oscuro cuando el flamante presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, abandona su domicilio en un modesto vehículo y atraviesa la capital mexicana en dirección al Palacio Nacional para dar comienzo a su jornada de trabajo.

Apenas tocan las 06.00 horas (12.00 GMT) las campanas de la Catedral Metropolitana cuando a escasos metros, en la sede del Ejecutivo federal, López Obrador ya se encuentra reunido con su gabinete de seguridad para buscar soluciones a la insufrible violencia que padece el país.

Lo acompaña en la desmañanada la nueva secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, así como los titulares de Seguridad Pública, Alfonso Durazo; de Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, y de Marina, José Rafael Ojeda.

Todos ellos acceden al Palacio, ubicado en el céntrico Zócalo capitalino, cuando todavía no está izada la enorme bandera mexicana que decora la plaza, envuelta a esa hora de un silencio sepulcral solo interrumpido por los escobazos de tres barrenderos.

Una estridente trompeta que recibe al jefe del Estado en el vestíbulo del Palacio sirve de despertador a López Obrador para acabar de despejar la mente y aclarar sus ideas.

Casi con puntualidad alemana, el presidente aparece a las 07.01 horas (13.01 GMT) en una abarrotada sala de prensa con más de un centenar de reporteros, fotógrafos y camarógrafos.

Hay expectación por lo que pueda anunciar, puesto que solo hace tres días que asumió el poder, aunque eso no evita las caras de sueño entre los periodistas, quienes también se han despertado cuando las calles todavía no estaban puestas.

Pero quien avisa no es traidor. El líder izquierdista venía reiterando desde hacía tiempo que de ganar la Presidencia recuperaría las tradicionales conferencias de prensa matutinas que caracterizaron su mandato al frente de la alcaldía capitalina entre 2000 y 2005.

“Todos los días, incluidos sábado y domingo, desde muy temprano va a haber la reunión de seguridad, y se tomarán decisiones”, fue un mantra durante la campaña.

López Obrador dice que quiere “un Gobierno del pueblo y para el pueblo”, y sabe que el pueblo madruga. Concretamente, las 06.30 es la hora en que el mexicano medio abre el ojo, según una encuesta de la firma Mitofsky.

Y madrugan aun más las personas de cierta edad, como demuestra el presidente, que a sus 65 años se muestra lúcido y energético durante la conferencia, con ganas incluso para hacer algún chascarrillo que ayuda a hacer más llevadero el madrugón.

Tras hablar de los recortes a los sueldos públicos, el sonriente mandatario pide a los periodistas “que levante la mano el que cobre más de 150.000 pesos (unos 7.000 dólares)”, desatando una orquesta de carcajadas entre el auditorio.

Mientras tanto, los primeros rayos de luz del día se van asomando por las celosías del techo, iluminando este elegante salón palaciego ataviado de lámparas decoradas con cabezas de león doradas.

A las 07.58 horas (13.58 GMT), López Obrador da por concluida la ronda de preguntas de los periodistas y se despide de los reporteros con un “hasta mañana” y saludando con la mano en alto, pero el espectáculo matutino no ha terminado.

Una mujer con vestido rosa y la cabeza ataviada de flores se levanta de entre las sillas de reporteros y se abalanza para abrazar a López Obrador ante el fallido intento del personal de protocolo para frenarla.

Posteriormente, la mujer cuenta a los periodistas que es representante de un pueblo indígena y evita revelar cómo se coló en el Palacio Nacional, un espacio del que López Obrador ha mandado retirar las vallas de seguridad y parece más accesible.

A la salida, el Zócalo ya ha activado el bullicio y el tráfico habituales del centro capitalino.

López Obrador tiene seis años para comprobar el dicho de “A quien madruga, Dios le ayuda”, o el pagano lema del entrenador Pep Guardiola: “Si nos levantamos bien temprano, bien temprano, bien temprano, somos imparables”.

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