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Nacional

12 de Diciembre de 2018

Yamuwün: ¿Un principio de convivencia civil?

Yamuwün significa en mapuzungun “respeto”. Es una condición básica para cualquier diálogo, ya sea un pentukun (una conversación) o un nütram (tratar un asunto en profundidad), es necesario para iniciar cualquier relación o abordar cualquier tema. Recuerdo que de niño, vi en el negocio de mis padres el pentukun entre ancianos de distintos sectores (de […]

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Yamuwün significa en mapuzungun “respeto”. Es una condición básica para cualquier diálogo, ya sea un pentukun (una conversación) o un nütram (tratar un asunto en profundidad), es necesario para iniciar cualquier relación o abordar cualquier tema. Recuerdo que de niño, vi en el negocio de mis padres el pentukun entre ancianos de distintos sectores (de la cordillera y del mar) donde trataban diversos temas de sus comunidades, y atraía mi atención el acento que ponían en sus diferencias para, desde allí, aprender uno del otro. Y luego venía en el nütram sobre el guillatún. Allí, en cambio, evitaban hacer juicios de valor, lo cual –y esto lo aprendí con los años– era una manera de reconocer que cada comunidad tiene un grado de autonomía, pero también el poder de introducir elementos culturales ajenos o construir sus propias formas y expresiones, inteligibles desde cada territorio.

En la Araucanía existe una mesa compuesta por once agrupaciones religiosas, en su mayoría protestantes, que se ofrecieron para ser mediadores en el caso Catrillanca. Quién lo hubiera pensado, si se piensa en la cantidad de iglesias incendiadas en el marco del conflicto.

Todo esto es parte de la riqueza cultural del Pueblo Mapuche. La religiosidad mapuche es sumamente amplia, en sus formas más que su fondo, lo mismo que otros sistemas religiosos, como el cristianismo. El diálogo interreligioso que he podido observar implica pensar una convivencia en dos planos, las relaciones en los espacios públicos, y las interpersonales o de espacios privados. En lo público, existen mesas de trabajo, a nivel regional y nacional, que analizan la ley de cultos, y buscan articular una convivencia religiosa intercultural estatal, pero no a nivel de la sociedad civil, porque los enfrentamientos a partir de la agenda valórica (matrimonio igualitario, aborto y otros) han distanciado al mundo religioso de la sociedad civil. La frase antigua “en la mesa no se hablaba de política, fútbol o religión” esconde algo triste: la incapacidad de conocer nuestras motivaciones más profundas, y la intolerancia, evitar el debate y los aspectos conflictivos para proteger la supuesta unidad del grupo de comensales. ¿Por qué una comunidad política, religiosa o futbolera, debiera terminar en una lógica de excluir o someter al otro, o de denigrarlo o condenar cualquier posibilidad de empatía? ¿Es posible que el Yamuwün sea un principio que nos ayude a construir un “marco de convivencia” entre personas y comunidades basado en compromisos y pactos al interior de la sociedad civil, sin necesidad de recurrir al Estado?

DIÁLOGO INTERRELIGIOSO AL CALOR DEL CONFLICTO

Poco tiempo atrás fui invitado por el Seminario Teológico de la Iglesia Alianza Cristiana y Misionera, en Temuco, para hablar de Interculturalidad Religiosa. Tuve que advertir a los convocantes que fui criado en un hogar protestante de izquierda y que soy ateo, y que iba a entregarles reflexiones personales basadas en mis observaciones en terreno. Sin duda, podría haber agregado que en mi familia mi madre disfruta de asistir a los guillatún, que tengo una hermana con influencia mormona, un hijo Testigo de Jehová, mi pareja que tiene una visión crítica de Dios y una pequeña hija que me habla del Dios que aparece en los capítulos de 31 Minutos. Todas estas creencias son cotidianas, y pueden provocar diferentes grados de tensión.

También coincidíamos en que la historia mapuche estaba cargada de dolor, y que la religión [evangélica] les permitía calmarlo y cerrar ciertos ciclos de sufrimiento, a través de una superación en términos colectivos y personales.

Una mirada a la prensa nos muestra que en estos 10 últimos años, existen más de 40 iglesias católicas y evangélicas quemadas en la Araucanía. Ni los fieles ni los pastores entienden por qué son atacados. Pese a que me lo expresaron en el conversatorio con una enorme desazón, también había una disposición a tratar de comprender los hechos. El grupo de iglesias que nos convocaba tiene una tendencia bastante progresista, lo cual es raro en el marco de conservadurismo religioso que reina en el país y sobre todo en la región de la Araucanía.

Los otros dos expositores invitados a este encuentro eran cristianos: don Sergio Liempi, profesor, pastor y quien ha desarrollado un visión política mapuche desde la derecha, y Alejandra Suazo, profesora básica intercultural. Los tres compartíamos una idea, y es que la gente se siente cómoda en las iglesias porque les proveen de un nuevo sentido de comunidad, el racismo es dejado de lado y se establecen relaciones horizontales basadas en la hermandad (que se conjugan aspectos subjetivos de identidad y aceptación). También coincidíamos en que la historia mapuche estaba cargada de dolor, y que la religión les permitía calmarlo y cerrar ciertos ciclos de sufrimiento, a través de una superación en términos colectivos y personales. De hecho mis pares hacían hincapié en que las iglesias debían avanzar en la justicia social para el pueblo mapuche, y que se hace necesario la enseñanza de la historia mapuche a toda la sociedad, incluso en las iglesias, para avanzar en la comprensión y convivencia social. Sorprende ver lo que se oculta en estos centros evangélicos de la región, son discusiones muy diferentes a lo que uno puede ver de los dirigentes evangélicos que salen en la tele. Es más, en la Araucanía existe una mesa compuesta por once agrupaciones religiosas, en su mayoría protestantes, que se ofrecieron para ser mediadores en el caso Catrillanca. Quién lo hubiera pensado, si se piensa en la cantidad de iglesias incendiadas en el marco del conflicto.

Las iglesias cristianas, a nivel mundial, tienen deudas con los pueblos indígenas, por legitimar el exterminio físico de los indígenas, desde la conquista, o conducir procesos de exterminio cultural, desde la evangelización. En Chile, todavía existen sectores religiosos que buscan que los mapuche dejen su cultura. En otros países se han hecho reconocimientos de estos actos, como sucedió en Australia, donde las misiones religiosas habían arrancado a niños de comunidades indígenas para entregarlos a familias blancas como mano de obra, perdiendo para siempre el vínculo con sus familias de origen, hoy han iniciado procesos de reparación y perdón. Estamos lejos de llegar a eso en Chile, pero pienso que en el diálogo interreligioso se abre una importante posibilidad.

En mi familia, mi madre disfruta de asistir a los guillatún, tengo una hermana con influencia mormona, un hijo Testigo de Jehová, mi pareja tiene una visión crítica de Dios y mi pequeña hija me habla del Dios que aparece en los capítulos de 31 Minutos. Todas estas creencias son cotidianas, y pueden provocar diferentes grados de tensión.

Las iglesias evangélicas, principalmente las Pentecostales, han tenido un gran avance entre las comunidades y personas mapuche, en terreno me ha tocado ver tres o más iglesias en una misma comunidad, abarcando a más de un 60% de su población. A nivel nacional, este avance ha provocado una baja de feligreses católicos, como quedó demostrado en el censo del año 2002, que evidenció un crecimiento del 20% del mundo evangélico. Este censo, además, es el único que procesó el cruce entre grupos étnicos y tipos religión adscrita: de las 404.495 personas mapuche censadas, un 63,5% se presentaba como católico, y un 31,1% se identificaba como evangélico y el resto con otras religiones afines al cristianismo. Si llevamos estos porcentajes al censo de 2017 (que lamentablemente omitió preguntar por la opción religiosa de la gente) hoy serían 1.108.168 mapuche católicos y 542.741 mapuche evangélicos, y eso que no contamos el posible crecimiento de los segundos y disminución de los primeros. Otro dato interesante es que el avance pentecostal se concentra en los últimos 40 años, es muy reciente si se lo compara con la iglesia católica, que volvió a reinstalar sus misiones a mediados del siglo XIX, o anglicanos y metodistas, presentes en la Araucanía desde comienzos del XX.

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