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Cultura

14 de Diciembre de 2018

Víctor Hugo Ortega, de Malloco al mundo: “Puta que es difícil no entrar en lo homogéneo con tal de que a uno lo publiquen”

La última vez que Víctor Hugo Ortega fue entrevistado por este pasquín, el escritor llevaba una feliz vida dentro de las publicaciones independientes. Eso, hasta que lo descubrieron desde México, como él lo explica, “a lo Mon Laferte”. Hoy, con una fama merecida en la tierra de Hugo Sánchez y ad portas de reeditar su Elogio del Maracanazo (2013) –que ya goza de un estatus de culto- Ortega vuelve a conversar sobre sus temas favoritos: las derrotas cotidianas, la belleza de la autoedición y la importancia de ver a Luis Buñuel.

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Desde nuestra última entrevista, formaste una editorial, publicaste en México y ahora estás por lanzar otro libro con una editorial chilena. ¿Se agrandó Ortega?
Ja ja, no podría agrandarme, lo mío es puro entusiasmo y trabajo nomás. Yo avanzo de ronda a penales.

Hace algunos años imprimías tus propios libros y los vendías a mano…
Creo que me marcó el hacer libros de forma independiente, venderlos mano a mano y todo ese sistema de producción y distribución. Reconozco que antes del primer libro tuve la ansiedad de buscar una editorial, pero después se me pasó. Por eso creo que la primera edición del Elogio del Maracanazo, que es del 2013, tuvo toda esa fuerza y desparpajo de no temer a hacer un libro con las características que yo quería que tuviera y con todas las pifias y errores que tuvo, que las he ido reconociendo justamente a partir de la edición mexicana.

Es curioso cómo “te descubrieron” primero en México que en Chile.
No seré el primero ni el último, a lo Mon Laferte. Al final el hecho de que me hayan publicado primero en México que acá, trajo como rebote que igual me terminaran publicando en Chile. Ha sido difícil hacerse un camino así en la literatura, pero lo disfruto bastante.

¿Se parecen en algo México y Chile?
Ninguno puede llegar al quinto partido en los mundiales, siempre nos falta la chaucha pal peso, jaja. Creo que son sociedades que comparten un sentido del humor y de la angustia muy parecidos, que han encontrado gran inspiración en la migración del campo a la ciudad. Y que tienen al melodrama como forma de vida, como esencia y exorcismo para cada aspecto de la vida. Nos gusta burlarnos de nuestras angustias de manera amplificada y eso nos da un poquito de esperanza. Eso que acabo de decir es una consecuencia del melodrama. “La angustia desmoviliza y aturde”, diría Carlos Monsiváis. Pero siempre hay un nuevo día.

¿Desde chico que tienes algo con México, no?
Siento que hay un cariño entre mexicanos y chilenos, por la literatura, la música y las películas. En mi casa, desde siempre, hubo mucho interés por la música mexicana. Ya más grande uno empieza a descubrir a escritores como Villoro y Pacheco, los dos con una profunda conexión con Chile. Y para un cinéfilo como yo, el que Buñuel haya hecho gran parte de sus películas en México es también una tremenda motivación e influencia. Soy un admirador de Julieta Venegas y Natalia Lafourcade también, me acompañan mucho al momento de escribir.

Siempre terminamos hablando de Buñuel. ¿Qué es lo que te llama de su cine?
Porque es un creador original, crítico y muy inteligente. Pese a ser un tipo tremendamente culto en sus referencias y en cómo creaba el relato, nunca dejó la entretención de lado en sus películas. Creo que eso es un tremendo mérito. Además tiene la gracia de que sus películas aguantan hasta dos y tres visionados y uno siempre descubre cosas nuevas. Hace unos años tuve la suerte de entrar en contacto con su hijo Juan Luis Buñuel, quien falleció el año pasado y fue maravilloso comentar distintas cosas respecto a las películas de su padre. Me acuerdo de una frase para el bronce que se lanzó respecto a las vigencias de las películas de Buñuel en la actualidad, dijo algo así como que el gran legado es que su cine hacía pensar al espectador. Con el tiempo he confirmado eso. Todos los años en un curso que hago en la universidad tengo que mostrar “Los Olvidados”, su obra maestra y es increíble ver cómo los estudiantes, la mayoría la ven por primera vez, pasan por todos los estados al verla: emoción, entretención, angustia, rabia y esa sensación de que el mundo es una basura.

LOS PEQUEÑOS TRIUNFOS

En 2017, después de pasar años publicando de forma autónoma, Víctor Hugo Ortega publicó su primer libro junto a una editorial. Tras la buena experiencia mexicana, algunas casas independientes de Chile se interesaron por su trabajo.

Así se forjó la impresión de Elogio del Maracanazo a través de Los Perros Románticos. “Por lo que me contaron, a ellos los convenció más la nostalgia y emotividad de los cuentos que el fútbol, ya que no tienen un acercamiento particular a la cultura futbolera”, explica Ortega.

— Lo primero que quisieron cambiar de la primera edición fue sacar la gran cantidad de chuchadas que tenían algunos cuentos, algo que en 2013 por supuesto que yo no hubiera aceptado. He madurado, quizás, jaja —, explica.

Me pasa que Elogio es un libro que habla del fútbol del pasado, de ese Chile pre Copas América. ¿Qué piensas de ese contexto?
Chile cambió demasiado. En el 2013 todavía éramos ese país que no había ganado nada. Y esa idea de la derrota a la vuelta de la esquina me parece que está presente en varios cuentos del Elogio del Maracanazo, algo de lo que yo nunca me di cuenta hasta ahora, cuando ya han pasado cinco años del libro y son otras personas las que me lo dicen.
De hecho, el escritor Andrés Montero (“Tony Ninguno”), me decía que esta reedición probablemente va a encontrar un nexo más cercano con esa generación del mundial de Francia 98, esa a la que le costaba todo el doble, que con la actual de los campeones de América. Yo creo que para el lector que no conoció ese otro Chile va a ser una extrañeza leerlo, lo que también puede ser interesante. Claro, no son cuentos que hablen de grandes triunfos nacionales, sino que de pequeños triunfos que se desprendían de la dificultad que tenía para los chilenos esa otra época. Y de las mini historias que partían de allí hacia otros temas, ya que como siempre he dicho, el Elogio del Maracanazo no es un libro de fútbol, sino que de cosas que son consecuencias del fútbol.

“Lo dijo Werner Herzog en su reciente visita a Chile: leer debiera ser un mandamiento para los seres humanos. Leer es aprender, es descubrir el mundo y descubrirse uno mismo en relación al mundo”.

¿En qué cosas se nos nota que hemos cambiado? ¿Las Copas América nos hicieron una especie de “nuevos ricos” en el barrio?
Se nos olvidó que a veces no se puede y que hay partidos que son más duros que otros. Ojalá que venga un equilibrio con el tiempo y volvamos a la humildad, aunque nunca tanto como para que nos vacunen en el último minuto. Soy de esa generación que quedó traumada por el gol de Vastic contra Austria en Francia 98.

¿Tienes una teoría sobre el mal momento de Alexis?
El amor (o desamor), el cine y las lesiones, ¿quizás? Y no necesariamente en ese orden.

¿El cabro debería venir a recuperar su confianza jugando un semestre en la Unión Española, club de tus amores?
Si Alexis jugara en Unión al primer gol perdido lo levantarían a chuchadas y le gritarían uno de esos rosarios que pasan del odio al humor en muy poco. El hincha de Unión tiene poca paciencia, jaja.

¿Qué cosas aprende uno con la autoedición?
Creo que aunque algún día llegue a publicar con la editorial más renombrada del mundo, siempre va a estar presente en mi escritura el haber pensado los libros, desde su origen, sin ceder a miedos o formas de narración que funcionan más que otras. Aunque la autoedición es mal vista porque todavía se cree que son libros mal hechos, descuidados y todo eso, tiene esa impronta de la libertad creativa que lleva a que sean libros únicos en forma y contenido. Y puta que es difícil no entrar en lo uniforme y homogéneo con tal de que a uno lo publiquen.

LATINOS DEL SUR

Actualmente, Ortega está por lanzar la edición mexicana de Latinos del sur, un poemario publicado originalmente hace un año como “libro objeto” por Hojas Rudas. Ahora, en la versión norteamericana los poemas contarán con ilustraciones de Sebastián Franchini.

¿Te siguen diciendo que tus cuentos son muy “clase media”?
Me lo volvieron a decir cuando salió la primera edición de “Latinos del sur”: poemas de clase media. Lo que me han dicho últimamente es que mis libros son para leerlos en micros, pero micros interurbanas. Me gusta esa categoría.

¿Qué libros o autores chilenos has estado leyendo?
Siempre ando buscando libros, de todo tipo. Aprendo mucho leyendo, voy descubriendo y disfrutando las formas de cada libro. Soy bien contradictorio como lector, a veces empiezo uno que no termino hasta meses y años después y otras veces leo libros que llegan de repente en un rato. De quienes me interesa mucho su trabajo, más allá de que autoralmente no tengo similitudes con ellos son: Maivo Suárez (Lo que no bailamos), Mario Guajardo (Las armas que no disparamos), Andrés Montero (En el horizonte se dibuja un barco), Christopher Rosales (Mi vida junto a Sasha Grey).También me gustaron mucho los libros de Arelis Uribe, creo que debió haber estado sí o sí en la lista de los Bogotá 39. No la conozco para nada, pero sus libros me sacudieron. Tengo que nombrar a Juan Pablo Roncone y su Hermano ciervo también. En poesía, podría nombrar dos libros muy diferentes uno del otro, pero que disfruté mucho: Chile en haiku de Iris Fernández y Tinnitus de Andrés Torres Meza.

¿Qué opinas de la tendencia de la autoficción en Chile? ¿Te parece que estamos un poco monotemáticos?
Siempre ha existido el gusto por escribir de uno mismo y hacer una mezcla con otras cosas. No le veo un problema a eso, sí le veo un problema a la obsesión que hay por detectar y apuntar con el dedo a una tendencia. Es bien cabrona esa sentencia, porque si lo hace Bolaño es bacán; si lo hace un escritor desconocido es repetido.

Hace pocos días se conoció la situación de un colegio en Independencia cuyos alumnos se negaron a leer Lemebel.
Como profesor, ¿qué importancia crees que tiene leer a autores con los que uno podría discrepar?

Uff, fundamental, gasto muchos tiempos muertos a la semana pensando en la importancia de la lectura. Lo dijo Werner Herzog en su reciente visita a Chile: leer debiera ser un mandamiento para los seres humanos. Leer es aprender, es descubrir el mundo y descubrirse uno mismo con relación al mundo. En cada curso que doy en las universidades donde trabajo siempre tiene que haber un espacio para la lectura. Al final uno como profe se convierte en una especie de coach que no sólo complementa sus clases con lecturas, sino que también es un motivador sobre el ejercicio de leer. A veces los estudiantes alegan, pero a la larga lo agradecen, sobre todo en estos tiempos en que producto de la ansiedad por el celular, toda lectura es fragmentaria y eso atenta contra la comprensión, sin duda. Triste lo que pasó con Lemebel, a veces los más jóvenes parecen más conservadores y prejuiciosos que los más viejos.

¿Sigues jactándote de ser uno de los escritores con menos pitutos en Chile?
Es bacán no deberle favores a nadie ni tener que andar haciendo la pata. Cuando he estado cerca de los círculos literarios por alguna circunstancia, agradezco vivir en Malloco y estar afuera de todo el circo. Toda la gente que he conocido relacionada con el mundo de los libros ha sido justamente por hacer libros. Agradezco la tranquilidad de ser solamente alguien que lo pasa bien escribiendo y leyendo.

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