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Opinión

10 de Enero de 2019

COLUMNA | No hay nadie en el mundo más igual a ti que yo [o un homenaje a las hermanas]

"La muerte es el menor de mis problemas. Me complica más lidiar con los vivos que con los muertos. El duelo es una pena grande que con el tiempo se convierte en otra cosa, nostalgia, indignación, incluso risa. Es loco como pese a estar muerto no dejo de conocer a mi papá", dice Arelis Uribe en su nueva columna.

Arelis Uribe
Arelis Uribe
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Cuando niñas con mi hermana nos llevábamos mal. Era una hermana grande abusiva. Me robaba la mesada, rompía mis juguetes, me decía que yo era recogida y adoptada. Nunca fuimos amigas. Más que mi hermana, era mi rival: tenía que cuidar que no me robara mis cosas y además tenía que evitar cometer los errores que ella había cometido para no defraudar a mis papás. Crecimos como polos opuestos sin nada en común. Ella era buena para hacer amigos, yo miraba por la ventana como otros niños salían a jugar. Ella conocía a muchos chicos que la buscaban para darle besos, yo era demasiado tímida e insegura. Ella escuchaba cumbia, hip-hop, sound, yo escuchaba rock o pop y sentía que su estilo musical era lo peor. Éramos tan diferentes que sentía imposible cualquier vínculo, cualquier amistad. Hasta que murió mi papá.

La muerte es el menor de mis problemas. Me complica más lidiar con los vivos que con los muertos. El duelo es una pena grande que con el tiempo se convierte en otra cosa, nostalgia, indignación, incluso risa. Es loco como pese a estar muerto no dejo de conocer a mi papá. He descubierto cosas de él que no sabía, que me lo complejiza como humano, me lo baja del pedestal héroe que era cuando vivía. El otro día hablábamos con mi hermana de él. Ella decía, qué bacán que era el viejo, una le pedía un disco para navidad y él te lo regalaba nomás, no te cuestionaba la estética. Mi viejo escuchaba Pink Floyd o Los Beatles y no se hacía drama en regalarnos cidís de Ana Bárbara [para mi hermana], de los Backstreet Boys [para mí]. Escuchaba los discos antes y te comentaba: me gustó la guitarra del track seis o qué buena intro se manda el último tema. Aunque mi viejo era un facho que decía “mi general”, jamás fue un nazi de la música. Mi hermana también dijo: qué loco esto de que ni la muerte sea unidimensional, que aunque esté muerto es imposible estar solo en la pena, el espacio que ocupa en mi corazón es diverso como una montaña rusa: a veces es alegría, otras rabia, otras indignación. Sí, le dije, lo loco es que solo lo vivo se mueve, lo sinusoidal es la característica de un corazón que late, como en el electrocardiograma, entonces es difícil llegar y decir que lo muerto está muerto, porque se mueve como cualquier culebrón.

Quizá la muerte no es el final de algo, sino una remoción radical. Lo opuesto a un término: una transformación tan extrema que parece que el antes y el después no tienen relación, pero sí la tienen, es como esa canción de Cerati: el paso que dimos es causa y es efecto. La progresión de la vida como un eje dialéctico. Mi papá murió y reordenó todo el mapa de mis vínculos, en particular el de mi familia. La noche que veníamos del cementerio con mi hermana después de ver el cajón de mi papá abierto por última vez, todo alrededor nos lo recordaba: un afiche pegado en la calle con el número trece (“como el 13 de septiembre, el día que nació él”) o la música de la radio, con Madonna, cantando Like a Prayer, en esa parte que explica que en la vida las cosas no tienen principio ni final, sino que es cíclico, como un espiral. Y estábamos en eso, en la pasta más profunda de echarlo de menos, coincidiendo en el sentimiento, cuando mi hermana dijo: ¿te das cuenta de que no hay nadie en el mundo más igual a ti que yo? Sí, le dije, eres la única que entiende este dolor.

Mi papá murió y se desordenó y se volvió a ordenar la familia. Ahora visito a mi hermana más que nunca porque nuestros corazones encajan. A las dos nos gusta el reguetón y a veces ella pone Jarabe de Palo mientras fumamos pitos y yo pongo Violeta Parra, y nos escuchamos y nos descubrimos. Mi papá tuvo un segundo matrimonio, tuvo hijas gemelas, dos peliclaritas con las que nunca fuimos demasiado cercanas. Ahora que mi papá no está, pareciera que el tiempo y el amor que le dedicaba a él se vierte sobre ellas, sobre mis hermanas. Una es mamá y tiene un guagüito que se parece mucho a mi viejo, la otra estudia literatura y es un lujo prestarle libros, mirar lo que lee, leer lo que escribe. Hablamos por instagram, nos encontramos más. Se lo conté a un amigo hace poco, él dijo: qué bonito, perdiste a tu papá, pero ganaste a tus hermanas. Sí, dije yo, tal cual.

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