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Cultura

3 de Febrero de 2018

Viena se llena de besos, dorados y erotismo para recordar la muerte de Klimt

Austria recuerda este año el centenario de la muerte de Gustav Klimt, probablemente su artista más famoso, con una serie de exposiciones que se acercan al pintor desde múltiples perspectivas, desde la realidad virtual, a la búsqueda de sus obras expoliadas por los nazis y a su influencia en el arte posterior. El creador de […]

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Austria recuerda este año el centenario de la muerte de Gustav Klimt, probablemente su artista más famoso, con una serie de exposiciones que se acercan al pintor desde múltiples perspectivas, desde la realidad virtual, a la búsqueda de sus obras expoliadas por los nazis y a su influencia en el arte posterior.

El creador de “El Beso” falleció el 6 de febrero de 1918 a los 55 años de edad, dejando una obra que fue pasando desde un inicial historicismo hasta la antesala del expresionismo, y un movimiento artístico, la Secession, que supuso una ruptura hacia la modernidad.

El calendario de muestras arrancó el pasado 18 de enero en el Museo Leopold con “Viena alrededor de 1900”, en la que se recuerda el dinamismo artístico que se vivió en la entonces capital imperial.

En ella que coexistían el modernismo de Klimt y Koloman Moser con el rompedor expresionismo de Richard Gerstl y Oskar Kokoschka.

Luego, entre junio y noviembre, este mismo museo dedicará otra muestra monográfica a Klimt.

A partir del 7 de febrero, al día siguiente al centenario, el Museo de Artes Aplicadas de Viena (MAK) invita a pasear por el “Jardín Mágico de Klimt”.

Usando unas gafas de realidad virtual, el visitante podrá pasear por un mundo onírico creado usando fotos de alta resolución de los bocetos que Klimt hizo para los mosaicos del comedor del Palacio Stoclet de Bruselas.

Pero si hay un museo en el mundo que puede considerarse el hogar de Klimt, ése es el Palacio Belvedere, depositario de la mayor colección de cuadros del artista, entre ellos, iconos mundialmente famosos como “El beso” y “Judith”.

Coincidiendo con el aniversario, este museo ha reorganizado las miles de obras de sus fondos para conectar y relacionar mejor los ocho siglos de historia que recorren.

Dentro de ese cambio, se presenta a Klimt integrado en el contexto de la generación de artistas y la época en la que vivió, y el famoso “Beso” ha sido recolocado en una nueva sala.

“Nuestro enfoque es dar a las muchísimas personas que quieren ver a Klimt algo más que un par de minutos frente a “El beso”, explica a Efe Stella Rollig, directora artística del museo.

Rollig asegura que, pese a ser un artista tan estudiado, Klimt es un ejemplo de que “en la historiografía y la recepción del arte siempre hay algo nuevo que conocer y experimentar”.

La experta afirma que Klimt pertenece a una generación de pintores que anunciaron la modernidad.

Incluso su gusto por la ornamentación, reconocido especialmente por su uso de los dorados, tiene un gran significado más allá del elemento decorativo.

“Klimt es el único de su época que coloca de forma consciente el ornamento como un medio para la representación pictórica abstracta, con lo que fue, desde la perspectiva actual, enormemente progresista”, analiza Rollig.

Para entender mejor lo que supuso Klimt para el arte posterior, el Belvedere abre el 22 de marzo “Klimt no es el final”, con el foco puesto en el periodo posterior a 1918, año en que murieron Gustav Klimt, Egon Schiele, Koloman Moser y Otto Wagner.

En la celebración de este año Klimt participa también de una forma especial el Museo de Historia del Arte (KHM), elevando a los visitantes, literalmente, a la altura de las obras.

La parte superior de la escalinata principal de este emblemático museo vienés está decorada con 12 obras realizadas en 1890 por Klimt, su hermano Ernst y su amigo Franz Matsch.

Estas pinturas que simbolizan la evolución del Arte, desde el Antiguo Egipto hasta el Renacimiento italiano.

Para poder verlas de cerca, el Museo dispondrá entre el 12 de febrero y el 2 de septiembre un puente de 10 metros de altura que permite situarse cara a cara con la obra de Klimt.

Además, en el ala dedicada a Roma y Grecia, se expondrá “La verdad desnuda”.

Esta obra, una de las más sugerentes de Klimt y ejemplo de su uso del erotismo y seducción, podrá compararse ahora con la representación del desnudo en las esculturas clásicas.

Por su parte, en la Villa Klimt, la mansión donde Klimt tuvo su taller desde 1911 hasta su muerte, se analizará a partir de mayo al pintor desde un original punto de vista: el del robo, el expolio y la destrucción del que fue objeto parte de su obra durante el nazismo.

En la muestra “Klimt perdido” se tratará cómo muchos de los mecenas y coleccionistas de Klimt fueron perseguidos, robados, expulsados o asesinados por los nazis, y cómo una parte de su obra fue destruida o desapareció, y cómo el resto acabó pasando de salones particulares a salas de museos.

El caso de expolio más famoso relacionado con Klimt fue el cuadro “Adele Dorada”, que en 2006, tras una larga batalla legal, fue restituido por el Estado austríaco, junto a cuatro piezas más, a los descendientes del industrial judío que las encargó en su momento.

En junio de 2006, poco después de que los cuadros abandonaran el Belvedere, la “Adele Dorada” se convirtió durante unos meses en el cuadro más caro del mundo al ser vendido por 106,7 millones de euros (136 millones de dólares).

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