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Opinión

3 de Diciembre de 2012

Ellos son la serpiente

* La Iglesia sigue metiendo su cola rastrera en el Estado laico. Y lo hace donde mejor sabe hacerlo: en política. Reptando sigilosamente a través de la arquitectura republicana, despliega su hocico para frenar todo aquello que huela a igualdad entre hetero y homosexuales. Hoy sus colmillos tienen nombres; más bien, apellidos: Ward, Salaberry, Hasbún […]

Jaime Parada Hoyl
Jaime Parada Hoyl
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La Iglesia sigue metiendo su cola rastrera en el Estado laico. Y lo hace donde mejor sabe hacerlo: en política. Reptando sigilosamente a través de la arquitectura republicana, despliega su hocico para frenar todo aquello que huela a igualdad entre hetero y homosexuales. Hoy sus colmillos tienen nombres; más bien, apellidos: Ward, Salaberry, Hasbún y Arenas. Su musculatura, en cambio, se describe con una sigla: UDI.

La serpiente atacó esta semana. Quiso estrangular el matrimonio igualitario por medio de una reforma constitucional que prescribiera la exclusividad del vínculo entre hombre y mujer. Ya lo había intentando en 2011, sin resultados. Probablemente hoy tampoco los tendrá, pero no hay que bajar la guardia. Porce y Caribea, las serpientes que devoraron a Laocoonte y sus hijos tuvieron éxito porque atacaron por sorpresa. Nosotros, en cambio, estamos atentos. Sabemos que el sigilo es lo suyo. Es parte de como actúa.

Recuerdo una canción que se entonaba en la Iglesia en la que fui improntado. “A Dios queremos, en nuestras leyes, en las escuelas y en el hogar”, chillaban las señoras con voz caprina. Sí, mis padres me llevaban a una misa que se había detenido antes del Concilio Vaticano II. La canción estaba dedicada a la serpiente; le pedían que reptara sin parar e inoculara su veneno en todos los ámbitos de la vida civil. Hoy no la queremos. Ni a ella ni a su ocico político.

Afortunadamente, la ciudadanía está protegida. Tenemos antídotos contra el resentimiento y la homofobia. Antídotos compuestos por iguales dosis de humanidad, derechos y libertades. Si algo ha sabido cristalizar el movimiento de la diversidad sexual chileno, es la ética que recubre nuestras demandas. Una ética universal, amparada en estándares de derechos humanos y no en verdades reveladas cuyo basamento está hecho del mismo fango que la actual credibilidad de la Iglesia católica. A su vez, el hocico también está debilitado. El fracaso de la UDI en las elecciones municipales demuestra que su quijada está rota y su musculatura sin tonicidad.

Señor lector, no se pierda. Ahora se lo digo directamente y sin figuras: vamos a pelear por el matrimonio igualitario y por el AVP con las mismas energías, porque ambas son demandas justas. No habrá hasbúnes, salaberrys, arenas o wards que puedan detener la oleada libertaria que se respira, que las encuestas miden y que con cada vez más fuerza se manifiesta en las calles, en la prensa, en nuestras casas y en las de nuestros amigos y familiares. No serán ellos, precisamente ellos, los que detengan el avance de la cultura. No será su Iglesia anquilosada la que nos diga qué hacer en un Estado laico. No señores.

*Vocero del Movilh
Concejal electo por Providencia

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