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Opinión

24 de Noviembre de 2009

Un viaje interior (experiencia con el Yajé o ayahuasca)

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Por Roberto Gary Peña y Lillo.

Hace años había escuchado sobre el ayahuasca o Yajé y toda lo que circunda en torno a esta y otras plantas, como asimismo sus efectos en la modificación de los estados de conciencia, sin embargo, pese a que me encontraba en la ciudad de Leticia, en plena amazonía colombiana, decidí informarme algo mas, antes de adentrarme en los misterios y la experiencia del Yajé.
Para lo anterior compartí con gente que había tenido esta experiencia y otros tantos que jamás se atrevieron porque decían que podía ser aterrador. De igual modo, me informé debidamente, con la literatura apropiada que conseguí en la Biblioteca del Banco de la República en la ciudad de Leticia, me quedé con el Libro “El Yajé, el nuevo purgatorio”, del periodista norteamericano y nacionalizado colombiano Jimmy Weiskopf.

El Yajé se define como “Banisteriopsis caapi” que es una especie botánica de liana de la familia de las malpiguiáceas. La planta de la Ayahuasca (del quichua aya, muerto, y huasca, cuerda, también denominada yajé, yagé o kapi), es una liana o enredadera de las selvas de Sudamérica (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela), que lleva miles de años de uso entre los pueblos originarios, Los hombres de medicina o médicos indígenas tradicionales cuidan esta planta con la que establecen una relación de simbiosis, en donde el beneficio del ser humano es la conciencia y el conocimiento de la selva, cuyo espíritu lo sanará.

La amazonía, siempre misteriosa posee un paisaje encantador, pero con un clima extremadamente exigente y lleno de contrastes, quizás debí pagar mi adaptación al medio con dos días de indigestión, que me mantuvieron prácticamente a pura agua, luego de esto ya había adelantado contactos para visitar a un chamán e iniciarme en el ritual del yajé.

El día acordado llegué a una comunidad indígena de los Murui Muinane, a Huitotos, siendo llevado desde la ciudad en una moto, sin embargo, se acabó el camino y solo me esperaba aun sendero que se adentraba a la selva. En el pueblo me dicen que el chamán espera por mí y que siga ese sendero, que me llevaría hasta la “Maloca”(*), distante a unos siete kilómetros. Pensé en ese instante, con mi acostumbrado temor “civilizado” que si me adentraba y se hacía de noche, me perdería en la selva, pero algo en mi interior me decía que debía partir y haciendo caso a mi instinto fui con absoluta seguridad.

Disfruté el trayecto plenamente, en especial con tanta vegetación y ruidos de aves e insectos que me sorprendían a cada paso. El trayecto, era un sendero estrecho, con el suelo húmedo y a tramos inundado de agua, productos de las reiteradas lluvias de días anteriores. A medio camino me encuentro con un indígena, a quien le pregunté si iba bien por el sendero, quien me dice que siga sin desviarme y así llegaré hasta la Maloca del Chamán.

Luego de caminar por un extenso trayecto conformado troncos de árboles que me protegían del suelo pantanoso, veo un claro en la exuberante vegetación y en medio una enorme construcción de madera y hojas de palma, no menor a 300 o 400 metros cuadrados. Ingresé por una pequeña puerta de un costado y para mi sorpresa veo en el interior unas doce personas, mayoritariamente extranjeros. En efecto, había alemanes, franceses, españoles, un argentino, tres colombianos y yo, un chileno. Me reciben cálidamente y le avisan al chamán, que estaba en otra construcción similar pero mucho más pequeña. Me da la bienvenida, me invita al centro de la Maloca a sentarme e iniciamos una grata conversación. Con el correr del tiempo, vemos que comienzan a juntarse varios a participar. Se hablaron temas diversos, como de la cosmovisión indígena, el ritual del Yajé, el destino y el propósito de nuestra vida,etc. Posteriormente nos adentramos en el tema del Yajé, sus efectos depurativos y como permite que se abran portales a nuestro propio interior. Así pasaron unas horas hasta que nos abrazó la noche y se acercaba la hora de inicio de tan esperado evento.

Se nos recomendó tener ropa liviana, llevar agua y cualquier otro elemento que nos facilitara partir al baño o prepararnos para eventuales vómitos. Esta ceremonia duraría entre 4 y 5 horas. Entretanto, me facilitan una hamaca para dormir en la Maloca, una vez terminada ésta.

Llega la hora, salimos de la Maloca, aproximadamente 8 personas y luego de caminar un trayecto, ingresamos a una construcción propia indígena, conformada principalmente de troncos de árboles regulares y con el techo de fibra de palma, además opuesta a la entrada había una abertura en la pared a modo de ventana. El chamán dispone la ubicación de cada uno de nosotros dentro del recinto, quedando por mi parte en un rincón, muy cerca de la “ventana”, al frente nuestro el chamán con sus elementos y a su lado su esposa. Nos ilumina la luz de una vela y luego de un ritual, nos sirven en una pequeño cáliz de madera el yajé, con una porción de aproximadamente 100 cc, soy el tercero en recibirlo, es un líquido espeso, de sabor amaderado y amargo intenso, que provoca mucha salivación, sin embargo resulta tolerable tragarlo aunque con un dejo persistente y poco grato al paladar.

Al ver las palmas de mis manos, veo como el sudor se vaporiza con un color azulado, logrando visualizar este efecto a unos veinte centímetros por sobre las manos. Luego que todos ingieren la pócima se apaga la luz de la vela, quedamos completamente a oscuras y comienza el chamán a interpretar un suave canto, muy melodioso, el cual se va incrementando en intensidad, para posteriormente volver a comenzar.

En completa oscuridad logro ver que de mis manos salen pequeños haces de luces azules, que se proyectan de las yemas de mis dedos. A medida que acerco las manos una con la otra, la luz se hace mas intensa. Siento el calor en mis manos y la proyección de la energía. Me convenzo que no es una alucinación, sino una hipersensibilidad a captar la energía.

Luego me relajo y me sorprenden los sonidos de la selva, una inmensidad de aves, insectos y pequeños mamíferos se expresan sin restricciones en la oscura noche, capto como la selva palpita de vida.

Llevamos como media hora en la ceremonia cuando comienzo a visualizar cosas que invaden mi mente. Veo como la vegetación crece rápidamente, con un verde intenso, de igual forma los pequeños animales, como lagartos, iguanas y otros. Luego aparecen enormes serpientes, una de ellas avanza sigilosamente y me traga de una vez, no tengo temor, sigo viendo como palpita la vida y la naturaleza se abre paso con energía asombrosa. Veo que desde el suelo, aparece un brote, se impone cada vez mas alto, es un hermoso árbol, que crece con rapidez inusitada, estallan brotes con colores brillantes y adquiere cada vez mas fuerza, se impone en la maleza y se yergue al cielo.

Mis visiones tienen un sentido fuerte y claro, la vida brota en todo el universo, se manifiesta de esta forma en mi mente, hay energía en todo lo que existe. Me colman las emociones, viajo a mi infancia, a etapas de mi vida que marcaron cambios, me doy cuenta que muchas decisiones que tomé estuvieron amparadas por el miedo, me acuerdo de personas cercanas y como este instante que estoy viviendo está depurando dentro de mi todas mis tristezas, mis temores y aleccionándome a tal extremo que adquiero conciencia, que todo, absolutamente todo, es efímero. Me enfrento a los demonios del ego, la vanidad, el status y tantos otros aspectos de la vida no adquieren importancia alguna, porque en última instancia, no tienen sentido alguno.

Siento que mi cuerpo comienza a colapsar, un sentimiento de muerte física me asecha a cada instante, acerco mis manos unas a otras y veo como pierdo el control, siento un mareo enorme y aunque estoy consciente tengo esa sensación de muerte. Entretanto, veo como mis demás compañeros se incorporan cada cierto instante para vomitar, este es un proceso reiterado, pienso que seré el próximo, espero con algo de tensión, pero ese momento no llega. Tengo imágenes cada vez más fuertes, pero me digo a mi mismo, que debo soltar, relajarme, dejarme llevar y las imágenes grotescas se alejan.

Esto me da una pauta y es que mi comportamiento siempre estará dirigido por mi mismo, es como si se me dijera que soy hacedor de mi propio destino, que donde dirijo mi energía, allá irá mi mente. Recuerdo esa frase esotérica, que “el hombre es el término de la noche y el comienzo del día”, es decir, dentro de mi mismo, están los demonios y los dioses. Me enfrento, en consecuencia, a gobernar mi propia existencia. Siento que soy parte del universo, una ínfima parte de él, acá no hay cupo a la vanidad ni espacio para el ego, solo contemplo la vida y me aferro a lo que me conduce a la felicidad, Sé que debo priorizar cosas y desechar otras, la vida en si misma es un tesoro inapreciable y las palabras jamás podrán reflejar lo que estoy viviendo, solo trato de aproximarme a lo que comprendo por realidad y que es lo que me hace feliz.

Al pasar de las horas, comienzo a notar como mi cuerpo recupera el control, pese a ello, ya terminado la ceremonia soy llamado por el chamán al lado suyo, tal como lo hicieron los que estaban antes que yo. Trato de incorporarme, mero mi cuerpo se desplaza con dificultad, temo caer, pero luego de desplazarme tres o cuatro metros, me siento en el suelo, recibo unos cantos armoniosos; mi cabeza y espalda son mojados con un líquido fragante, recibo con agradecimiento y humildad lo que se me brinda, luego de unos diez minutos, regreso a mi lugar. Posteriormente siguen mis compañeros hasta terminar con el último.

Luego salimos del lugar, se nos hacen algunas recomendaciones, en la intemperie miro las estrellas, un sentimiento de gratitud me embarga, ingreso a la maloca, junto varios compañeros, algunos se reúnen a conversar, yo me acuesto en mi hamaca y solo emana de mi ser algo que la lógica no puede comprender, pero con una conexión estrecha a lo divino, ahora siento un vínculo muy fuerte con lo supremo. Es la una de la madrugada, me acomodo para dormir, pero no logro conciliar sueño, solo quedo contemplativo con la experiencia y me dejo llevar por los sonidos de la noche, hasta que el canto de aves me indica que ya rompió el alba.

Soy el primero en levantarme y aunque aun estoy algo mareado, camino por el sector, deleitándome con los sonidos de la selva. Mas tarde el chamán habla conmigo, le cuento de mis visiones, de los experimentado, siento la aprobación de mi relato con una sonrisa de su parte. Interpreto lo vivido y como profusamente me ha marcado.

Horas más tarde converso con mis compañeros, muchas han venido desde muy lejos, como Japón, Francia y Alemania, entre otros. A todos nos invade un sentido de sana alegría, pesos a nuestra diversidad cultural. Sé que muchos llevan cinco días compartiendo en la maloca y disfrutando del entorno que brinda la selva amazónica. Así me entero que el Yajé hay que experimentarlo unas tres veces, porque la primera vez no siempre se obtienen las visiones ni los resultados esperados, al principio es un proceso de desintoxicación corpórea como espiritual, luego viene lo mágico. Esto lo entiendo y me considero afortunado, pero quedo con la certeza que volveré mas adelante.

Transcurridas algunas horas emprendo mi marcha de regreso y me despido de mis compañeros, todos siempre sonrientes y de buen humor, por último, me estrecho en un fuerte abrazo con el chamán, a quien agradezco lo recibido y sé con certeza que volveremos a vernos y queda en mi memoria algunas de sus palabras que considero pertinentes citar, “el yajé no puede ser explicado, solo debe ser vivido”, quizás porque esta es una experiencia muy personal y que cambia la perspectiva de la vida de muchas maneras, pese a ello, cuento con su beneplácito para escribir mi experiencia y contar parte de la ceremonia.

La ceremonia del Yajé se practica en la amazonía hace mas de cinco mil años y es un camino a lo superior, es una experiencia fuertísima que estremece física y espiritualmente y que elimina muchas enfermedades, evidenciando, quizás, que todos nuestros males provienen del espíritu y este es una camino para recobrar nuestra propia naturaleza.

(*)La maloca es una casa comunitaria ancestral, utilizada por los indígenas del Amazonas, especialmente denominada así en Colombia, que tiene diferentes características en su relación con la comunidad de donde proviene.

Por las noche la maloca es centro de conocimiento, donde se cuentan las historias que ha construido la cotidianidad de la comunidad y sus ancestros, los consejos para la vida, mitos, leyendas e instrucciones para el fluido en el mundo de la vida, en un lugar llamado mambeadero: el lugar de la palabra.

La maloca representa al universo en su totalidad. Desde antes de su construcción, la maloca es considerada como allí en donde se encuentra representado todo aquello que sostiene al mundo, así como lo que en él está contenido.

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#ayahuasca#yagé#yajé

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