Opinión
24 de Julio de 2010Nicolás Alessio, cura pro matrimonio gay: “La Iglesia tiene que abrirse al siglo en el cual vive y dejar los prejuicios”
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• A este sacerdote argentino se le abrió juicio canónico y se le prohibió ejercer su ministerio, luego de firmar una carta a favor de la ley de matrimonio civil homosexual que fue aprobada en su país.
POR JORGE ROJAS
En junio pasado un grupo de sacerdotes de la arquidiócesis de Córdoba firmáron una carta apoyando el matrimonio homosexual, que en ese tiempo aún estaba en la fase de proyecto. Hoy, que el asunto ya es una ley, se mantienen firmes en lo que piensan y aseguran que este tipo de debate debe darse en todo Latinoamérica.
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¿Bajo qué convencimiento ustedes se manifestaron a favor del matrimonio homosexual?
Hicimos un documento porque queríamos con toda honestidad mostrar que se puede ser católico y cristiano y a la vez defender el matrimonio homosexual, aunque sabíamos que discrepábamos con la opinión oficial del episcopado. Para eso teníamos dos razones. La primera es que no encontramos ningún argumento bíblico o teológico que pudiera fundamentar la condena ni a la homosexualidad ni al matrimonio homosexual. Y la segunda, es que entendemos desde otras ciencias que la homosexualidad no es un desorden o desviación de la naturaleza, sino que simplemente es una opción más, una manera distinta de vivir la sexualidad. Y no por ser distinta es enferma o desordenada.
Contrariamente a lo que piensa la Iglesia.
Claro. La Iglesia en sus documentos piensa, basada en una lectura muy fundamentalista de la Biblia, que la homosexualidad es un desorden de la naturaleza y quien vive de acuerdo a su orientación homosexual está cometiendo un gravísimo pecado. Eso no lo compartimos de ninguna manera y entendemos que la Iglesia tiene que abrirse al siglo en el cual vive y dejar los prejuicios y las visiones discriminatorias.
¿Qué pretenden con esta manifestación?
No pretendíamos que los obispos cambiaran de opinión porque sabemos que esa estructura jerárquica es muy monolítica, muy poco permeable, pero nos pareció honesto decirle a los legisladores, cristianos y católicos, que no había una única manera de pensar en este punto y que con toda libertad de conciencia podían votar a favor de esta ley, incluso sabiendo que está más cerca del Evangelio una actitud de inclusión y respeto por las minorías que una actitud condenatoria.
¿Cómo se comportó el resto de la Iglesia en Argentina en el debate sobre el matrimonio homosexual?
Reaccionó, lamentablemente, con una actitud muy agresiva, cerrada y ha tratado de presionar a los legisladores y a la opinión pública para que se opongan a esta ley, incluso con argumentos inaceptables, como el del cardenal Jorge Mario Bergoglio cuando dijo en una carta que esto era una guerra contra Dios y que aquellos que opinábamos a favor de esta ley éramos instrumentos del padre de la mentira. Francamente esos argumentos son medievales y absolutamente anacrónicos.
¿La Iglesia se tiene que abrir a hacer un debate para quizás tener un matrimonio católico entre personas del mismo sexo?
La Iglesia está muy lejos de hacer una revisión del sacramento del matrimonio. Imagínate que si ni siquiera se anima a aceptar un matrimonio civil homosexual, mucho menos va a repensar el sacramento matrimonial para estos casos.
¿Qué pierde la Iglesia con este radicalismo?
Creo que una vez más la Iglesia ha perdido credibilidad, porque la adhesión de las personas no se gana endureciendo posiciones y saliendo en una especie de combate santo, sino que se gana cuando se muestra apertura, capacidad de diálogo, comprensión y argumentos convincentes y no amenazantes, como cuando dijeron que votar el matrimonio gay significaba una catástrofe moral para el país.
¿Y no va a haber una catástrofe moral?
En absoluto. Esto es una derrota y una pérdida de credibilidad para la Iglesia muy grande.
¿Usted cree que este tipo de debates se van a extender por el resto de Latinoamérica?
Yo espero que otros países empiecen a discutir estos temas, porque estoy absolutamente convencido de la necesidad de hacer justicia con un grupo que históricamente ha sido maltratado, excluido y estigmatizado. Algo muy similar a lo que, en su tiempo, se hacía con el hombre de piel negra. Hoy, hay un estigma sobre el homosexual como si fuera un error de la naturaleza y no una persona tan normal como cualquiera de nosotros.
¿Cuáles fueron las consecuencias por hablar a favor de este tema?
Todos los curas recibimos una advertencia y un llamado a rectificar. Después, sólo a mí se me inició un juicio canónico y además se me prohibió el ejercicio del ministerio, lo que es un absurdo encima de otro.