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Cultura

10 de Octubre de 2010

Fernanda Laguna, escritora argentina: “Creer en el amor es como creer en Dios: No sé dónde se localiza”

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POR GERMÁN CARRASCO • FOTO: LAURA CRESPI
Una de las gestoras de la famosa editorial Eloísa Cartonera, que fabrica libros reciclando cartones, la argentina Fernanda Laguna, o Dalia Rosetti, es autora de novelas que son “un cóctel de sexo, lesbianismo y fantasía”, al decir de Germán Carrasco, quien de visita en Argentina la entrevistó para The Clinic. Acá, Laguna –que hace un tiempo empezó a publicar libros bajo el nombre de Dalia Rosetti– habla de fútbol, sangre y de sus trabajos con pobladores de las villas argentinas.
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A veces, cuando voy a Buenos Aires me quedo en casa de Fernanda Laguna, que inventó a Dalia Rossetti. A veces uno piensa que ciertas conversaciones deberían haber sido grabadas, y usar eso en vez de una entrevista. Pero como eso no sucede, jugamos a que ella es Dalia Rossetti. Con ustedes, Dalia. Dalia Rosetti es una de las escritoras argentinas más impactantes, por sus novelas desenfrenadas, que son un cóctel de sexo, lesbianismo y fantasía. Más allá de cualquier juicio de valor está el placer de la literatura, de la verdad, de la risa. Ignoro y da lo mismo quién es el padre de estas escrituras, dicen que María Moreno, Osvaldo Lamborghini, César Aira, Susana Thenon: ya que todas las suyas son en general escrituras del placer y de la inteligencia. No del dolor. Aunque podría decirse que como en el negativo de una fotografía (cuando todavía se usaban máquinas analógicas) todo ese mundo de felicidad tiene su contraparte en el dolor, y que siempre a la risa la sobrevuela la tragedia.

Creo que la transmisión, y aún más, la delectación en el dolor y la queja es lo más fácil en literatura. Lo grave también sale fácil; lo difícil es la levedad, la gracia, la cosquilla, en definitiva: lo que sirve a la hora de resistir.
Lo que hay en Dalia Rossetti (y en otros escritores que son puro gozo y sonrisa, desde la primera a la última página, como Sergio Bizzio) es un artefacto vivo, efervescente, una especie de inteligencia cosquillosa. Personalmente, creo que hay que ser estricto en hacer de la literatura y el arte un pasarlo bien. Y ella lo señala, hablando de sus libros: “Dalia Rosetti está viviendo al día, llevada por la velocidad. La crítica es pensar, y pensar es como detenerse. El presente en cambio es una decisión: acepto esto o no lo acepto”. Hay una cosa irracional y arbitraria en el personaje de Dalia Rosetti, no sé, como desaforada, que se vuelve una especie de antídoto frente a la pasteurizada escritura que surge de los talleres literarios de corte prescriptivo (que la métrica, que la coma, que los clásicos, etc.) que al fin de cuentas no son más que una escuela de guardias, de sapos, de pacos de la escritura. Esta entrevista es una suerte de presentación de Dalia Rosetti para los amigos chilenos, por partida doble, ya para la feria del libro de Santiago se presentará también una antología que contiene algunos de sus relatos junto a los de otras escritoras argentinas.

En Argentina, tu país, es conocida la admiración que te tienen César Aira, María Moreno, Susana Thenon, Fogwill y muchos otros… ¿Qué opinión te merecen?
–Fogwill no me quería, decía que soy muy vaga. Con Aira y María Moreno es otra cosa: hay un amor físico que me une a ellos.

¿Por qué escribes?
–Escribía, ya no escribo más novelas. Me cuesta mucho hilar una historia. Intenté hacerlo pero me pierdo por la mitad, porque me agarra mucha euforia. Es lo que me pasa ahora. La verdad es que no sé cómo hice para escribir lo que escribí. Estaba muy inspirada por la realidad que me tocaba vivir. La novela para mí es como un viaje en tren, del que no me gusta bajar en ninguna estación. Aunque tengo bastante obra inédita que irá saliendo con el tiempo.

La trama de tus libros se asocia con el tema lesbiano, con el amor loco, con la aventura. ¿Tú vives de esa manera?
–Escribo para no vivir lo que escribo, pero las cosas más lindas las disfruto en carne y hueso. Me gustan mucho las chicas y mis novelas son como una oda para ellas. Igual con mis personajes, bueno, aunque yo los hago libres, se identifican tanto hombres como mujeres. Una vez un señor grandote que pintaba duendes, me dijo que él se identificaba con uno de mis personajes femeninos de mi novela “Dame Pelota” llamado La Catana. Creo que las mujeres nos podemos identificar con cualquier cosa, una flor, un futbolista, un ejecutivo, etc. pero a los hombres que no son gays les cuesta más identificarse con las mujeres.

No es cierto en mi caso, yo no soy gay y mis gustos son casi puras minas: Susana Thenon, Gabriela Mistral, etc. Quizás somos menos machistas por estos lados… En fin, que no nos entrampe el tema. Me llama la atención que la cuestión futbolística se encuentre muy bien documentada en ese libro tuyo. ¿Tienes un programa para escribirlo, tomas notas antes de abocarte a la escritura?
–No. Creo que el fútbol a esta altura es parte de algo biológico. Escribo desde la intuición, me dejo llevar por la genética. Una amiga de Fiorito, que es el lugar donde transcurre la acción del libro, jugaba en la Selección Nacional Argentina y me contaba anécdotas increíbles pero bien reales. Como por ejemplo que todas las jugadoras llegaban tarde a los partidos y cansadas porque venían directo del trabajo. El fútbol femenino en Argentina es súper amateur, sin sponsor ni nada. Las chicas que juegan lo hacen por puro amor. Mi amiga me contaba que antes de los partidos la directora técnica les daba de comer, para que al salir a la cancha estuvieran con toda la energía.

Has trabajado en una escuela de arte en las villas (poblas), dime en qué consiste, tu experiencia ahí y de la relación de ese trabajo con la literatura. Tu novela está ambientada en una villa (pobla).
–A la novela la escribí el año que conocí y me enamoré de Villa Fiorito. Luego desarrollé las actividades de la escuela de artes, por eso las actividades no influenciaron mi novela. Sí mis charlas con mis socias y amigos. Conocer Fiorito fue para mí un acontecimiento muy especial. Trabajar con los chicos, estar con ellos día a día. Eso es para mí una de las funciones más importantes del arte. Poder ir hacia el otro, entrar en el torrente de la vida.

Siempre publicas en pequeñas editoriales, como Mansalva, Belleza y Felicidad, Eloísa Cartonera, ¿Crees que tus libros no le interesan a las multinacionales?
–Las multinacionales no me interesan a mí. Ellos hacen libros como chorizos, no pueden permitirse pensar en el cariño. Para mí una editorial tiene que ser como una especie de casa, como una familia, como la familia Manson… Todas esas editoriales cambiaron el concepto de libro, torcieron la realidad, desde cuatro hojitas corcheteadas al tomo de 280 páginas… Además Mansalva, la editorial en la que publico, es la mejor de Argentina. Mi país vive en una crisis eterna, y ese es el motor del torbellino que nos hace más dinámicos. No esperamos vender, queremos amar, y en lo posible, que nos amen.

¿Qué piensa de la vanguardia?
–Todo lo que se impone como nuevo, en el futuro se vuelve viejo. La vanguardia no tiene que ver con el tiempo sino con deslizarse sobre un tipo de intensidad. Yo no soy más vanguardista (lo digo no para compararme con ellos si no como ejemplo extremo) que Leonardo Da Vinci o que Oscar Wilde. La vanguardia es lo que mantiene viva la libertad. Y para terminar… creo que la vanguardia es lo que está atrás de lo que está adelante. Porque lo que está adelante ya es la cualquier cosa que vendrá.

Tu literatura es muy sexual, y a veces, leyéndola, se piensa que es sólo sexual. ¿A qué edad tuviste sexo por primera vez?
–A los 19 años. En esa época iba al profesorado y mis amigas me decían: “Cómo que todavía no…” Y yo les respondía: “Y…”

¿Consideras que tu literatura es autocomplaciente, cualquierista, indulgente?
–No, todos mis libros son como una carta destinada a alguien en particular. Escribir a una persona es escribirle al mundo. Igual no me importa escribirle al mundo. Quiero ir por cada uno, por cada una. Con que un solo lector me dé pelota, ya está.

¿Cual es tu lugar preferido de Buenos Aires?
–Hay una esquina mágica, en el barrio de Palermo, que es la librería La Internacional Argentina*, (El Salvador 4199) donde están la literatura y el arte de mi corazón y donde se reúnen todos los escritores y poetas que me interesan.

¿Crees en el amor?
–Te voy a responder a ésto como una escritora ex católica: Creer en el amor es como creer en Dios. Yo lo amo, pero no sé dónde se localiza.

Una pregunta más, para redondear… ¿Te gusta la sangre?
–Qué pregunta más rara, ¿no?… Sí, en mis personajes está presente la sangre, porque una se suicida y otra menstrua… Me fascina la sangre. Existen dos tipos. La de la menstruación, que es un derroche de vida, y la de la muerte, de la que todavía no puedo decir qué es porque estoy viva y por eso puedo responderte esta entrevista.

Se está por publicar, en la editorial chilena La Calabaza del Diablo, una antología con sus relatos llamada Volveré y seré la misma. ¿Qué tienes para decirle a los lectores chilenos?
–Me da mucha alegría que se publique ese libro. Es una idea de Francisco Garamona, que es mi editor en Mansalva y además mi amigo. Para mí, estar rodeada de la literatura escrita por Cecilia Pavón, Gabriela Bejerman, Inés Acevedo, Susana Pampín y Fernanda Laguna es de lo más estimulante. Y en esa antología podría decir que una es lo que la rodea.

*La Internacional Argentina es una librería en donde se puede encontrar cosas que no hay en otros lugares, ediciones que ya no existen, libros únicos, literatura menor, literatura europea y latinoamericana fresca. Uno puede encontrar ahí a gente como César Aira y a la escena literaria activa de Bs. As.

DAME PELOTA
Dalia Rosetti
Mansalva, 160 páginas.

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