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31 de Julio de 2011

Francisco Anderson Huaiquipán: “Zamorano es un culiao egoísta”

-Aló, Francisco, ¿son balazos los que escucho? –le decimos al celular. -Sí, po’. Te dije que estaba quedando la patá en la plaza. -Vengo de allá, están los pacos de pistola en mano. Francisco, ¿dónde estás? -Avanza no más, yo te salgo a buscar en bicicleta, es que están los medios y me van a grabar y no quiero na’ esa hueá. -Francisco, se me está haciendo heavy, estamos muertos de susto, no sé dónde estamos y escucho más balazos... -Sigue derecho. Y cálmate, po’. Así es la hueá aquí en La Legua. Así vivimos los guapos.

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Ahí está Francisco Huaiquipán. En bicicleta nos abre paso por las estrechas calles de La Legua. A una cuadra de la redada policial nos hace estacionarnos. Toda la gente está en la calle. Mujeres, hombres, niños y ancianos se entretienen mirando como si fuera una carrera de autos. Pican los ojos. Son las bombas lacrimógenas que lanzan los carabineros para ahuyentar a los mirones que tiran piedras, petardos, corren, gritan y sonríen. Son las seis de la tarde. Faltan cinco días para que el Huaiqui cumpla 27 años.

“Bajen sin bolsos porque acá se los pitean al toque, como a un periodista que me vino a tomar fotos y cagó. Los cabros le quitaron todas las hueás. Entren a la casa, yo les traigo sus cosas”, advierte el futbolista.

Adentro, por fin un nervioso saludo. Francisco se saca el jockey, se desordena el pelo, se lo vuelve a poner, respira y se sienta en un sillón frente a la media tele sintonizada en Mekano a todo chancho.
Unas niñas buenas mozas de ropa ligera bailan reggeaton y él las mira. Frente a nosotros el futbolista que tuvo sus quince minutos de fama en Colo Colo. Su historia se podría resumir así: de origen humilde, Huaiquipán tuvo todo lo que siempre quiso. Pero por poco tiempo. Muy poco. Cumplió su sueño de jugar en el equipo de sus amores, estaba listo para conquistar el mundo a punta de goles y una mala jugada le dejó fuera como quien yerra el penal de la victoria. Y pierde. Depresivo, sin plata, jugando en San Felipe y con los sueños intactos, acá el futbolista con nombre de artista, según afirma. Con ustedes y en tiempo real, el “Cacique de la Legua” de local.

¿Qué pasó Francisco?
No puedo decirte esa hueá, vo’ cachai…

¿Siempre pasa?
No siempre pero aquí la policía siempre es marginada y pasa lo que tiene que pasar. Una pa’ los vivos y dos los giles. Nada más.

¿Tú vives acá desde chico?
No, viví en Cerro Navia hasta los ocho años, de ahí me fui a Peñalolén y a los dieciséis años llegué acá, cuando conocí a Mitzy, mi mujer. Por ella me quedé acá, donde encontré el cariño de toda la gente.

Hay que ser guapo para vivir acá como dices tú…
Claro, si poní a Mauricio Pinilla en la esquina no aguanta ni diez segundos. Yo digo guapo, pero a lo mejor me malinterpretan y dicen que porque soy de La Legua que hablo así y no, no es eso, tú viste cómo es la cosa y hay que ser valiente para vivir acá. De hecho, al frente vive la abuela de Zamorano y estaba en la esquina cuando ustedes llegaron. El Iván viene una vez a la semana pa’cá.

¿Aguantará Iván en la esquina?
No sé, porque igual no tengo mucho contacto yo con él. No creo que aguante. Hay que estar bien despierto, no creerse tan vivo tampoco porque los que se las dan de vivos son los primeros que caen… hay que estar siempre alerta aquí en la población.

¿Después de que llegan los carabineros se demora mucho en calmarse todo?
No mucho, si tú querí podí salir a mirar o quedarte viendo tele.

¿Qué haces tú?
Ahora estaban los de la tele filmando, entonces prefiero no salir. La misma gente me protege y me dice “No, Huaiqui, no te conviene salir”.

Lo dices porque te pueden asociar…
Es así, porque hay mucha gente con mala intención, sobre todo en el medio y a mí me han hecho mucho daño en mi corta carrera futbolística…

¿Por qué?
Por el hecho de cómo salí de Colo Colo. Eso ha sido lo que más me ha dolido, cuando Jorge Barrera me hizo renunciar a Colo Colo.

¿Por qué te querían fuera de Colo Colo?
Jorge Barrera me prometió un contrato en Corea, por eso renuncié en un entrenamiento. Hice el ridículo, estaba enojado y le tiré el peto al profe Dabrowski. Después tuve la valentía de hablar con él y pedirle disculpas. Él me recibió muy bien y me dijo que no era rencoroso, que si yo no hubiera renunciado todavía estaría en Colo Colo. Me dijo que aprendiera de mis errores. Fue Barrera el que me dijo que renunciara porque me iba a Corea. No debí haberlo hecho. Mi paso por Colo Colo ha sido lo más bonito de mi carrera… para la grabadora.

Gritos. Unos balazos nos dejan pegados en el techo. Otra vez la esquina. Por la ventana se ve a la gente correr. La familia del Huaqui se vuelve a guardar. Él se para y se asoma por la puerta. El living comedor se colma. Estamos todos pegaditos, respirando la misma adrenalina. Excitados, entran sus tres hijos, sus suegros, una de sus cuñadas con una guagua y unos lolitos. También Mitzy, su mujer. Una cola de caballo ordena su pelo rojo-chocolate Casting. Buena moza ella. Es la menos entusiasmada con la pelotera de la plaza. De buzo y chaqueta blanca, la mujer nos trae información.

¿Más balazos señora?
“Sí, pero también petardos que los cabros les tiran a los pacos y los dejan saltones. Así se entretienen”.

Peluda la entretención. Nuestros fotógrafos, curiosos, intentan salir a mirar. Algo pasa que desisten. Parte de la familia se va para la pieza. El living comedor se despeja un poco. Los sillones aterciopelados rojos lucen más así, con menos gente. También la figura de la mesa de centro que representa la última cena. En las paredes, retratos de los más jóvenes de la familia en el colegio, recuerdos de graduaciones y en la tele, todavía Mekano. Huaiquipán se echa para atrás y soba sus muslos. También juega con sus manos. Como que tira a sapear pero luego se relaja. La amable suegra del futbolista nos reitera que así es la cosa por estos lares, que nos terciamos con el anhelo de todos los periodistas que han venido a entrevistar a la figura de la familia: un tiroteo. Le contamos que ni se nos había pasado por la cabeza. Que lo que debiera ser un honor profesional, un lujo periodístico, nos causa más miedo que gracia, que si bien le pone color a la entrevista, nos tiene más tiritones que felices. Y continuamos. Antes, limón para los niños, para que las bombas lacrimógenas no los hagan llorar, aunque “ya están acostumbrados”. La blonda cuñada del Huaiqui dice que cuando están viendo monitos le dice a sus hijos que sigan haciéndolo pero acostados en el suelo hasta que se calme la cosa y se dejen de sentir disparos. Si la trifulca no termina, esta reportera piensa hacer lo mismo. Tirarse de guata al suelo.

LA PULENTA

Hablábamos de tus años en Colo Colo…
Los años en Colo Colo fueron súper lindos. Yo estaba en Magallanes antes y recuerdo que hacíamos mucho fútbol con la selección y uno nunca se imagina que lo van a llamarlo a uno, que jugaba en Magallanes, que vive en una población… así soy yo, no soy malo, mucha gente puede decir “ah, el culiao y la hueá”, pero no, así soy yo, la pulenta…

¿Cómo llegaste a Colo Colo?
Un día estaba aquí mismo y suena el teléfono.
(El Huaiqui hace una graciosa recreación aprovechando que está al lado de la mesita del teléfono)
– “Aló, con Francisco Huaiquipán, por favor, le llama Jaime Pizarro”
– Sale culiao pesao…
– “No, Francisco soy yo, Jaime. Vente mañana a las siete al Monumental”.
Quedé entero loco, partí sopla’o a comprarme una ropita, una polerita, un bolsito pa’ llegar pulento porque uno se imagina a Espina y al Barti. Llegué a las cinco. Estuve dos horas parado ahí.

¿Los otros futbolistas eran tan abacanados como te los imaginabas?
No, eran bacanes, buenos cabros. De hecho, me hice amigo del Barti, de Espina, de Manolo (Neira), de Joel Reyes, David Enríquez, del Chama…

¿Carreteaban?
Todos los martes nos juntábamos acá en la casa y hacíamos una discada de mariscos con los cabros. ¿Cierto, suegra? Venían todos mis amigos. Nos juntábamos a las cinco y a las ocho ya se iban todos porque al otro día teníamos que entrenar. Al principio todos los vecinos salían a mirar pero después ya no pescaban. La vez que salimos a bailar fue cuando le ganamos a la U y yo hice los dos goles.

Eras la estrella de la noche…
Fuimos al Pub Licity. Fue un día sábado, el día de las madres, el domingo había feria y a las siete de la mañana, con todo el trasnoche que tenía, me tocan la puerta caleta de periodistas, parecía Tom Cruise.

Stop. Entra Mitzy preocupada. Nerviosa. Dice que a una vecina le dispararon en la cabeza. A la hermana de una niña que está embarazada.

“Chaaaa… ¿En la cabeza? ¿Y le pasó pa’ dentro? ¿Bala o balín?”, pregunta el Huaiqui. Mitzy menea la cabeza de un lado para otro.

“Pucha, la Mitzy odia vivir aquí. Lo único que me dice es que me dedique a jugar, que gane plata y que nos vamos lejos, a otra parte màs tranquila”, dice el Cacique mirando a su pierna.

“Sí, quiero puro irme de acá. No se puede vivir así. Ya no aguanto. Es la preocupación por los niños, como el otro día cuando salió en las noticias que a un niño salió a comprar un dulce y lo mataron…Tú lo has visto acá. Deberías poner que fuiste corresponsal de guerra en la Legua. Cuenta todo esto que has visto, porque la gente ni se lo imagina. Yo quiero otra cosa, y eso que siempre he vivido acá, pero antes no era tan malo”, remata la mujer.

HUAIQUIPÁN CON LA KENITA

Estábamos en lo de tu noche de estrella cuando le hiciste dos goles a la U…
La gente me para en la calle y me pregunta: “¿Cuándo vuelve al Colo? Yo le pongo care hueón y le digo que el otro año. Cacha que ayer jugamos con Católica y cuando vengo de San Carlos me perdí, como uno conoce pa’llá y en eso, paro en una esquina y al lado mío para un viejo de corbata. “Estoy aquí arriba”, me dije yo, “tengo que hablar pulentito o si no el viejo se va a perseguirse”. Así que bajo el vidrio y le digo “Buenas tardes señor, estoy perdido”. El viejo me mira y me dice “¿No es usted el señor Huaiquipán?”. Pa’ que veai. Después me dijo “Pucha que se lo han cagado a usted”.

Uno se imagina la vida de los futbolistas más glamorosa, onda fiestas con modelos, viajes…
No, yo soy hogareño, no estoy ni ahí con salir ni andar con modelos, por ejemplo, que digan “Huaiquipán con la Kenita”. Yo soy así, si me mandan a comprar tres panes pa’ almorzar yo voy. Soy igual que todos. Yo de repente pienso lo que me decí porque muchos se pasan esa película y si tuviera plata tampoco cambiaría. A lo más me compraría una casa más grande pero igual me vendría a estar todo el día en la población. Me iría a puro acostar a la casa.

¿Alcanzaste a ganar plata?
No, nada.

Antes de quedar la escoba en Colo Colo viajaste a Corea…
Ahí igual estuve como con depresión porque nos dejaron solos con el Joel Soto, otro futbolista, en una tremenda hueá, en el terrible complejo deportivo. Pero no entendíamos ninguna hueá, no hallábamos qué chucha hacer. No dormí en toda una noche, como que me dio una crisis de pánico.

Desesperado…
Más encima el primer día de entrenamiento, se paraba un chino y no sabíamos si era del equipo o no. No comí casi nada porque no cachaba, pasábamos metidos en el Mc Donald’s.

Fome el viaje entonces…
Igual bacán porque era todo bonito, grande, computarizado, tecnológico. Allá comen carne de perro, pero solo los más bacanes porque la venden en los restaurantes más top. Estuve dos semanas allá, se suponía que iba a puro firmar y no, me cagaron.

Y cuando te ofrecieron partir a Corea dijiste de allá somos…
Sí po’, por la plata. Se suponía que me iba a ganarme treinta mil dólares mensuales y doscientos cincuenta mil de préstamo… a mí también me quiso el Rayo Vallecano cuando estaba en Colo Colo. Imagínate si me hubiera ido dónde estaría. También vinieron de Colón de Santa Fe a buscarme.

¿Te arrepientes de no haberte ido?
De hartas cosas. Cacha el nivel en el que estaba. Si me hubiera ido a España ahora estaría en un equipo grande.

Onda Real Madrid…
¿Por qué no? Es que al jugar con gallos buenos te sacan trote, te poní mejor, no es como jugar con hueones malos.

Después de tu salida de Colo Colo pasaste un mal rato en Everton…
Sí po’, yo estaba depresivo.

Leí que no ibas a los entrenamientos ni a los partidos, que incluso pensaron que te había pasado alguna desgracia…
Garcés, el viejo culiao maricón, dijo que yo me desaparecí dos días.

El “Peineta”…
Sí, ese viejo culiao maricón inventó eso y falté una pura mañana no más. Everton todavía no me paga ni un veinte.

En este punto de la entrevista se integra el suegro de Huaiquipán, que lo mira y escucha atentamente. El futbolista lo mira como buscando aprobación a sus palabras. Y la encuentra. “¿Cierto, suegro?”, le pregunta de vez en cuando. “Cierto”, le responde el caballero que trabaja en la feria vendiendo pescados y mariscos, que aconseja al muchacho y le ayuda en las negociaciones. Hasta ahora, más o menos no más les ha ido. Gerardo (9 años), el segundo hijo del futbolista, se agarra con un primo en una pieza. Se le escucha gritar. Está furioso.
– Venga Gerardo, ¿qué pasa hijo?, le pregunta el Huaiqui.
– ¡Ese cabro culiao!, grita emputecido, hace un gesto brusco y se va.

ZAMORANO, EL CULIAO EGOÍSTA

¿Cómo le explicarías a alguien que nunca ha tenido una depresión, cómo es una?
Yo no creía en las depresiones, nunca pensé que me iba a pasar tampoco. Igual es penca. El Barti me llamó altiro porque él sabe de lo que hablo, porque él es depresivo y cuando estaba en Colo Colo no iba a jugar en semanas porque estaba depre y tenía que tomar remedios y a veces no podía ni jugar porque los remedios eran tan fuertes que eran doping.

Él te entendió mejor que nadie…
Súper buen amigo. Cacha que cuando hizo su despedida yo no iba a ir porque no llegamos a un acuerdo con los gallos que la estaban organizando. Estaba el estadio repleto, eran las nueve de la noche y yo estaba pa’ la cagá aquí en la casa. De repente me llama la mujer de Barti, me pasa con él y me dice que vaya no más, que estaba todo arreglado. Me fui rajado al estadio y me vestí por el equipo de las estrellas. Estaba el Coca Mendoza, el Guatón Vega, el Cóndor Rojas y Zamorano. Salió Zamorano y cuando se puso a hablar para agradecerle a su papá, la gente empezó a cantar: “Sale Huaiquipán”. El estadio estaba repleto, lleno de banderas y a mí se me llenaron los ojos de lágrimas. Fue bacán. A Zamorano no lo dejaron hablar pidiéndome. Igual con Zamorano no tenemos buen roce.

¿Por qué?
Por hueás, porque una vez tiró unas palabras y no me gustaron… no estoy ni ahí con el Iván.

¿Te peló?
Dijo unas hueás malas de mí delante de uno mismo. Algo que me molestó a mí pero que no te puedo contar.

¿Y le paraste los carros?
Al toque. Fue en el estadio. Ahí nunca más. Por el hecho de ser de aquí, de conocer a mi suegro de años, porque su abuela vive al frente, el hueón en vez de decir lo que dijo debió haberme dado una manito, el hueón igual tiene poder. Es egoísta el culiao.

¿Qué hacían tus papás cuando eras chico?
Mi papá era chofer de micro y mi mamá dueña de casa. Igual ellos se separaron cuando yo tenía seis años y después cada uno hizo su vida y yo andaba de allá pa’cá y pa’ qué te voy a contarte todas las que pasé. Pa’ qué.

Leí que en tu depresión Colo Colo también tuvo que ver el rollo con tus viejos…
No sé. Ellos nunca se imaginaron que yo iba a llegar tan lejos. No me tenían fe. Con mi papá no hablo casi nada, porque siempre me llevé mal con su pareja, desde que era chico. Cuando grande uno se da cuenta de muchas cosas y eso me repercutió ahora.

¿Qué onda tu infancia?
Nunca tan mala-mala, pero no normal. No es como la que yo le doy a mis tres hijos. Ellos me miran y dicen: “chucha, mi papá es famoso”. Tengo la media familia, con la Mitzy quiero estar hasta que me muera, hasta viejito porque somos muy unidos. También con su familia, con mi suegro que ha estado siempre al lado mío. ¿Cierto, suegro?

Otra de las cosas que dicen volvió con tu depresión fue el asesinato de tu hermano a puñaladas…
Yo tenía catorce años, él veintidós. Se llamaba Ismael, fue en Cerro Navia pero no me gusta hablar de eso.

NOMBRE DE ARTISTA

Te llamas Francisco Anderson…
Imagínate, tengo nombre de artista.

¿Sabes que significa Huaiquipán?
Algo así como punta de lanza, tigre de punta de lanza, algo aferrado que siempre va para arriba, que igual voy a pasar momentos malos pero siempre voy a salir adelante y le voy a apuntarle y me voy a ir por un tubo para arriba.

¿Te sientes especial por llevar un apellido mapuche?
Igual cuando chico me molestaban, me ponían sobrenombres. Me decían come pan o cualquier hueá. Me gritaban indio, mapuche. Al lado mío se sentaba un compañero que era Lincolao y éramos los dos mapuches. Me sentía terrible mal. Pero igual bacán, conozco a mi familia que está en el sur. Cuando era chico mi papá me llevó a conocerlos. Mis abuelos hablan la lengua y tengo un primo que hace clases en la Universidad de Temuco y cuando fui a jugar con Colo Colo a Temuco, me regaló un libro de la lengua. Igual tengo el libro tirao, pa’ qué te voy a decirte que lo leo, no, todavía no me ha dado la onda de leer.

Marcelo Salas también tiene apellido mapuche…
Sí, ese es Melinao y se le nota, si no es na’ cuico. Salas es bueno, ídolo, no como el otro huéon de Zamorano. Nunca he hablado con Salas pero es el único chuncho al que saludaría de la mano.

¿Ubicas a Aucán Huilcamán?
Lo cacho porque cuando dan esas noticias en la tele, de los mapuches, ¡pum! me pongo a verlas para estar informado.

¿Te sientes representado por él?
Igual po’.

¿Votas?
No, pero si votara lo haría por la Bachelet.

¿Por qué?
No cacho mucho pero es como que es más de pueblo, es buena persona y dice las hueás legales. No habla que los delincuentes que aquí y allá como los otros hueones.

¿Qué te parece Lavín y sus propuestas contra la delincuencia?
¿Qué le vai a hacerle? Puta, el día de mañana podí tener un hijo y te puede salirte igual. La gente que sale a robar tiene ese pensamiento porque sabe que no va ir a trabajar a una construcción y que se tienen que ganar la plata y se la ganan así. No son ingenieros ni ninguna hueá. Cada uno hace lo que quiere y a lo mejor no tení pa’ que ser tan vivo, sólo tení que andar despierto.

Está de moda proponer soluciones para la delincuencia…
No sé. Yo creo que hagan lo que hagan siempre va a haber delincuencia. Pa’ hacer más cárceles tendrían que hacer cualquier cantidad y na’ que ver si los estafadores están en otro lado, pa’llá pa’rriba. Los que se manejan por internet están allá. Aquí, ¿cuándo vai a pillar a un hueón con un computador? Nunca. Ni cagando. El otro día salió en la tele la que estafó a unos abuelitos. Eso también es delincuencia.

¿Tiene solución el problema?
Igual es charcha porque acá hay gente buena también. Mi vecino es dibujante gráfico. Hay abogados, ingenieros, de todas las huevás acá en La Legua. La prensa le mete también.

Aquí, toda la familia del Huaiqui, sus suegros, su cuñada y nuestros fotógrafos opinan de la delincuencia. Que los políticos no ayudan en nada, que da lo mismo quién sea presidente, que la feria sigue igual y que para trabajar hay que levantarse a las tres de la mañana. Que no ha faltado el cabro angustiado que se ha querido pasar de listo con ellos, pero que, gracias a Dios, nada grave ha pasado. También se opina que faltan centros de rehabilitación decentes, no como los de La Legua, donde a los cabros los rehabilitan de la droga enseñándoles a vender paños para secar la loza. Paños de cocina que apenas venden, los cabros parten a comprar un papelillo. Que son los mismos pacos los que vienen a provocar a la población. Que el alcalde no sirve para nada, que los padres deben cuidar mejor a sus niños y tenerlos cortitos cosa que no vayan a caer en el vicio. Porque sucede muchas veces que los papás hacen vista gorda. El Huaqui se calla. Todos hablan. Escucha y de reojo mira la tele.

Huaiqui, ¿te imaginas La Legua de otra manera, tranquila, sin estas mochas de la tarde?
Sí po’, a todos nos gustaría que hubiera una hueá así grande, como un centro comercial y unas canchas.

¿Cachaste que Lavín dijo que los delincuentes votaban por la Concertación?
Pura publicidad yo cacho, ¿o no? Aparte que el hueón se está tirando encima a cualquier cantidad de gente con las hueás que dice. Si se lo encuentran en la calle le van a pegarle. Si así es la hueá.

Pide un deseo.
Jugar en el extranjero.

Se apaga la grabadora. Fin de la entrevista. Luego las fotos al Cacique y unos cigarros con la family. Son cerca de las ocho. Ya está de noche. Afuera, al parecer, está todo tranquilo. Nos queda el regreso, pero eso es parte de otra historia.

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