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Cultura

20 de Agosto de 2011

“Los escritores de derecha escriben mejor que los de izquierda”

Poeta, narrador y periodista, Fabián Casas es una de las voces más potentes de la nueva literatura argentina. En Chile acaba de reeditarse “Ocio”, su primer novela, con ocasión de la cual habla aquí de literatura argentina y chilena, de Pellegrini, Maradona y de karate.

Por

El protagonista de “Ocio” es un adolescente cualquiera. Come, caga, se masturba y duerme. Encerrado en su pieza, escucha una y otra vez el lado b del Abbey Road de los Beatles y lee “Viaje al fin de la noche” de Céline. A ratos escribe textos que sueña publicar en una revista literaria y que se los lee a sus amigos cuando se reúnen en el bar de su barrio para tomarse unas cervezas y echarse unas líneas de coca. La rutina de este joven no difiere en nada de lo que fue la juventud de Casas. “No soy un personaje con mucha imaginación, sino hubiese escrito Harry Potter y sería millonario. Escribo de lo que tengo más cerca, de lo que conozco, de mi barrio. Y en ese momento quería escribir una biografía del ocio, del no hacer nada, en esos momentos aparece el ser”, comenta Casas al teléfono desde Buenos Aires.

“Ocio” es, en cierta medida, anticapitalista: reivindica el no hacer nada.
-Va contra del capitalismo que te exige que hagas todo el tiempo cosas y te va midiendo por lo que haces.

Claudio Bertoni dice “ganarse la vida es perderla”.
-Y sí… lo que te pide el capitalismo es que vos definas si te gustan los hombres o las mujeres. Y el ocio va un poco en contra de eso. No significa no hacer nada…

¿Sino?
-Tiene que ver con el sentido creativo de contemplación. El ocio es estar en la pieza, leyendo, escuchando música, hablando por teléfono con cualquiera, fumándose un porro, pensando.

VARGAS LLOSA: “UN CRACK”

Cuando te tratan de etiquetar en algún movimiento literario, respondes que haces “realismo márcico”. ¿Qué significa?
-Me cargan las etiquetas y cuando me preguntan respondo cualquier cosa. El realismo márcico es en honor a un futbolista. Y no consiste en nada.

El protagonista de “Ocio”, al igual que tú, alucina con escritores de derecha, como Céline.
-Los escritores de derecha siempre escriben mejor que los de izquierda. La izquierda es más pedagógica mientras que a la derecha no le importa nada. No es que reivindique sus ideologías fascistas, pero su literatura paradójicamente me parece mucho más revolucionaria que la de izquierda.

Ezra Pound, por ejemplo.
-Céline, T. S. Eliot, Pound, todos cracks de la derecha. Cuando chico pensaba que Ezra Pound era mujer. Después me enteré que no, y que era fascista. Eso no me interesa. Prefiero quedarme con todo lo que hizo sobre el lenguaje, su teoría literaria, sus poemas, que me parecen hermosos.

Y de los escritores fachos actuales, ¿tienes alguno predilecto?
-Vargas Llosa me parece un escritor descomunal, un crack, increíble. Y es de ultraderecha. Bolaño también tenía una fascinación por la derecha. Está todo el tiempo escribiendo sobre ella.

La cultura tiende a pensarse como algo que le pertenece más a la izquierda.
-¿Quién piensa eso?

Al menos acá en Chile…
-Pero si en Chile todos los escritores que conozco son de derecha.

¿Por qué lo dices?
-Es un poco irónico. Pero la izquierda siempre intenta ser más didáctica. La única excepción que conozco es ese genial poema de Salvador Allende que, presionado por su muerte inminente, rodeado de militares en La Moneda y con un casco que le queda grande y una metralleta en la mano, escribe ese mensaje conmovedor y genial al pueblo chileno. Ojalá nuestro país hubiese tenido un presidente de ese calibre. Como sea, cuando fui a Chile, todos me decían “ustedes los argentinos son narradores y nosotros, poetas”. Me llamaba la atención que hicieran esa diferencia tan tajante. Es una tontera. Me parece más interesante esa cosa híbrida que se empezó a formar con Bolaño y Zambra.

¿Quién más te gusta?
-“Missing”, de Fuguet, me gustó, y el libro chiquito de Vitoco López es genial.

EL GORDISMO

Leí en una entrevista que no te gustaba que te tildaran de escritor argentino, ¿por qué?
-Te liquida, te limita, te destruye, te impide escribir. Tampoco me gusta la idea de país ni el himno…

¿Cómo Fito Páez, que está chato de Buenos Aires?
-No. Fito Páez es un burgués de ultraderecha. No me gusta ni su música ni nada de lo que dice. La gente famosa me causa reticencia.

Pero tienes amigos famosos como Viggo Mortensen o el vocalista de Iron Maiden…
-Pero no los elegí por su fama. Al contrario, me gusta la gente que se vuelve invisible. Con Viggo somos amigos de hace mucho tiempo, cuando viene a Argentina se queda en mi casa, somos hinchas de San Lorenzo.

A San Lorenzo no le ha ido tan bien desde que se fue Pellegrini.
-El equipo suyo fue genial. Y él también es de ultraderecha. Una vez lo entrevisté y le puse el ingeniero. Y de ahí quedó como “el ingeniero”. En esa entrevista le pregunté de política y Pinochet. Y me respondió “de política no hablo”. Entonces, le dije que alguien que no habla de Pinochet es porque es alguien de derecha, pues si me preguntan a mí de Hitler digo que es una mierda, un tipo que no debió haber nacido. Y Pellegrini no dijo nada.

A propósito, Argentina dio jugo en la Copa América. Bueno, igual que Chile…
-Gracias a Dios nos fue mal. No me gusta la selección argentina. Representa lo peor de los argentinos: la argentinidad. Cantar el himno, creerse mejores que otros, ese chovinismo me fastidia. La verdad es que cuando pierde Argentina me alegro: cuando perdió el equipo de Maradona con Alemania hice un asado para festejar en mi casa.

Escribiste una columna en contra de Maradona y casi te mataron.
-Sí. Maradona practica el gordismo: siempre está hablando de más, diciendo lo que hay que hacer. Todo lo que representa es horrible. Es lo peor en Argentina. Es insoportable.

ERNESTO SÓTANO

¿Cómo ves la literatura argentina?
-Me cuesta mucho pensar la escritura argentina en términos generales. Me interesa más la literatura mestiza construida con gente que escribe en Chile, en Berlín, en Costa Rica, en Uruguay.

Dentro de esas mixturas, ¿qué te interesa?
-Los poetas argentinos como Martín Gambarotta, Pedro Mairal, Laura Whitney.

Pero, en general, ¿qué te parece la literatura argentina actual?
-Hay algunos escritores que no toman ningún riesgo, que son para hacer best sellers, y después tenés escritores muy buenos, por lo general poco conocidos. Y me gustan esos escritores como Javier Raveau, que escribió tres libros geniales que nadie conoce. Son como los Bolaño antes de ser conocidos.

Y, por otro lado, está, o estaba, Sábato, a quien llamas “Ernesto Sótano”.
-Es el escritor canonizado. Cuando era chico estaba enfermo con los libros de él, pero después me parecieron malísimos. A los once años me leí “Sobre héroes y tumbas” y me pareció una obra maestra total. Ahora cuando lo leo, no se sostiene. Pero me gustó lo que me produjo en ese momento: ganas de escribir. Cuando chico, incluso, lo llamé por teléfono y fue impresionante. Le dije que me encantaban sus libros y me respondió que él estaba muy mal por la existencia humana. Eso me demolió. Ahora creo que Sábato es parte de los escritores que trascienden lo puramente literario. No estoy convencido que lo lea mucha gente y su obra no es vital ni dinámica en la literatura argentina. Es como Isabel Allende en Chile. A los escritores que me interesan no les interesa para nada Sábato.

A Fogwill no le gustaba Sótano.
-No… Con Fogwill éramos íntimos amigos. Sus relatos son geniales. Lo que más extraño no es a su literatura, sino a él. Extraño su voz, que me recomiende libros o yo recomendarle alguno. Fogwill era una persona muy generosa, divertida, con un sentido del humor malísimo. Peleábamos por libros o porque yo le decía que era una estupidez tener hijos y él en cambio decía que era una maravilla. Cuando mi mujer quedó embarazada, él se emocionó mucho y durante todo el embarazo nos llamaba una vez por semana para ver cómo iba. Era muy intenso.

¿Sientes que de repente todos quieren escribir como César Aira?
-Aira generó en torno suyo mucho spam, mucha basura, una información que no querés recibir. Salieron un montón de Airas que son aburridos y saturaron la literatura argentina. Prefiero leer a Aira, un escritor extraordinario. La primera parte de su obra me parece genial. No lo seguí leyendo, porque tiene como mil libros y tengo que hacer más cosas. Pero lo que leí me gustó mucho.

Leí que no te gustan las neocapillas literarias. ¿Por qué?
-No hago nada que signifique presentarme como escritor. Me siento incómodo al presentar mis libros. No me gusta. El mundo literario chileno debe ser igual al argentino: peleas, egos, envidias, todo. Los escritores que se toman en serio me aburren. Por eso soy más lector que escritor. Soy karateca y me junto más con mis amigos karatecas que con mis amigos escritores. Hoy, por ejemplo, almorcé con mi sensei en un restorán de comida japonesa. Y hablamos de karate. Eso me entretiene más que hablar de literatura.

Antes de ser karateca te gustaban las drogas.
-Cuando adolescente. Estuve metido como dos años, me fui de viaje por Sudamérica y me di cuenta que si seguía me iba a morir. Y la dejé haciendo deportes. Ahora lo único que hago es practicar karate y tomar whisky. El whisky es como un sicólogo rubio, está bueno, te tranquiliza y relaja.

Imagino que a la revista que se llamaba 18 whiskys (ahora de culto) la llamaron así con tus amigos por su afición al whisky.
-Sí, pero también en honor a Dylan Thomas que se tomó 18 whiskys y murió. Nosotros queríamos sacar 18 revistas, pero alcanzamos sólo a sacar dos. Tuvimos poca resistencia. Las revistas literarias son como las parejas: duran poco.

¿Qué estás leyendo?
-A Naipaul. Me estoy leyendo todos sus libros que, por suerte, son 30: un genio. Me encanta cómo escribe. Y es de la ultra derecha también.

¿Eres también un conservador?
-Y, bueno, sí: estoy casado, tengo una hija, una casa, un auto y me gusta Vargas Llosa, qué más puedo decir. No me gusta la gente que se proclama como hippie de izquierda y es conservadora.

En algún momento fuiste un comunista volado.
-No podía hacer la revolución drogado. Y me retiré por los porros. Cuando me dedicaba a vender artesanía, fui a Chile y milité en Horcón por la gente a favor del NO. En Villa Alemana conocí a Juan Luis Martínez, un día que fui a su librería a comprarle su “Nueva Novela”. Me invitó a su casa y me adoptó como tres días. Íbamos al mercado, cocinábamos… Fue magnífico.

OCIO
Fabián Casas
Los Libros Que Leo
2011, 83 páginas.

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