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Opinión

20 de Agosto de 2011

“Cuando las personas comienzan a manifestarse la escalada de violencia es casi incontrolable”

El ex Director Social del Hogar de Cristo ha vivido las protestas como un ciudadano común y corriente. Ha visto los caceroleos en las calles y se ha enterado por la televisión de las manifestaciones en la capital. Cuenta que se ha conmocionado, que existe un agotamiento ciudadano y que se necesita de un gran pacto político-social para superar el impasse. Acá, habla de las promesas incumplidas de la clase política y del futuro compromiso de los indignados.

Claudio Pizarro
Claudio Pizarro
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¿Que representó lo sucedido el 4 de agosto de la semana pasada?
Es la consecuencia de un cansancio que ha ido acumulando la ciudadanía por esta mercantilización que seduce tempranamente, conquista a las personas, por el acceso a bienes materiales pero, después, comienza a agotar. Es un modelo que no puede satisfacer al ser humano porque no puedes luchar solo por tí mismo.

¿Cómo vivió ese día?
Estuve en el centro trabajando, me tocó ver lo que estaba ocurriendo y después tuve que ir a buscar a uno de mis hijos al metro. Por avenida Gabriela vi miles de personas en las calles tocando cacerolas, pacíficamente, muchas dueñas de casas, personas de 60 años. Todos iban a juntarse a las calles. Lo que percibí me produjo una conmoción interna fuerte porque sentí que la gente estaba explotando, no sólo por lo que ha hecho este gobierno, sino por lo que hemos ido construyendo como sociedad.

¿Qué sociedad hemos construido?
Es una sociedad que premia lo individual y castiga lo colectivo. Tú tienes tu propia cuenta de ahorro, tu plata de salud individual, obtienes beneficios en relación a tu esfuerzo pero nadie te ayuda a integrarte. Hacen políticas públicas para que las personas obtengan casas pero no construyes barrios, ciudades integradas. Ojalá que los pobres vivan lo más lejos del centro de la ciudad.
Hemos aguantado demasiado.

Se ha dicho por muchas bocas, desde hace muchos años, que la paz social es consecuencia de la justicia social, no está antes. Tú no puedes esgrimir un discurso moralizante para obtener paz social. Eso es el opio. Es convencer a la gente como lo hizo la Iglesia que es mejor estar sometido que producir sublevación en la comunidad. Eso es extremadamente grave cuando tienes datos objetivos de inequidad.

Sin embargo, todavía hay quienes asocian lo que sucedió con el manido tema del caos social…
El mayor caos es el de la injusticia social, no hay otro caos más grande, lo han dicho los economistas, la OCDE, el Banco Mundial. Estamos sordos y ciegos, como decía Saramago al final de su ensayo sobre la ceguera, porque no queremos ver la realidad que hemos ido creando con mucha desigualdad. Ese abuso social, cuando se manifiesta del otro lado, se percibe como subversivo, como si las personas exageraran. Cuando mis amigos me dicen esto yo les digo que vayan a vivir a esos lugares, que trabajen con pañales, encerrados, con una remuneración que no te permite alimentar a tu familia durante todo el mes. Bueno, hay que ponerse en el lugar del otro. Y esa diferencia en algún momento explota.

Como ahora…
Lo que pasa es que si tú no das una clara señal de que vas a trabajar con sacrificio y con esfuerzo para lograr la justicia social, lo que hagas van a ser componendas, arreglines, acuerdos y esto requiere modificaciones tributarias, enfrentar el lucro en la educación transversalmente, en todos los ámbitos educacionales, y también enfrentar el tema de los salarios. No puede ser que las retribuciones por el esfuerzo que realizas trabajando no sean lo suficientemente justas para que puedas vivir dignamente…

De hecho, más del 50% de los chilenos gana menos de 257 mil pesos.
La distribución del ingreso se ha mantenido igual que en el año 1965, como lo señalaba un estudio reciente. He escuchado a muchos economistas que me dicen, en paneles que me ha tocado participar, “Benito, no te preocupes, esto en 10 años va a cambiar, ya vas a ver, si con los esfuerzos que estamos haciendo en educación va a cambiar, con el salario va a cambiar”. No nos contemos cuentos entre nosotros.

A esta altura todos estamos aburridos de cuentos.
Por supuesto, porque ahora la gente está más educada, más informada y con eso puede cuestionar fuertemente a las personas que tienen el poder político, religioso y empresarial. Esta ciudadanía no es la misma de antes. Las personas comienzan a exigir ser tratadas como ciudadanos de primera categoría, que lo que prometiste como modelo de desarrollo les llegue y no les sigas diciendo que pronto les va a llegar, porque esto es como el cuento del lobo: que va a llegar pero no llega, y si no llega, te produce una alta insatisfacción.

Se nos está acabando la paciencia…
Se está agotando porque las personas están tomando mayor conciencia. Cuando se trató de aprobar la educación obligatoria, en el primer cuarto del siglo pasado, hubo algunos que se opusieron porque justamente la educación es una puerta a la libertad y a la toma de conciencia de la realidad.

Usted mismo ha sostenido que la pobreza es una privación de libertad…
No lo dije yo sino un premio Nobel de economía que viene del liberalismo económico, quien señala que las personas se ven privadas de desarrollar sus capacidades naturales cuando viven en situación de exclusión social y abandono. O sea, cuando entregas una mala calidad de educación, lo que estás haciendo es privando a esas personas de desarrollar capacidades naturales.

Qué si no se desarrollan pueden canalizarse desde otros ámbitos…
Esto trae como consecuencia que miles de personas sean las que nos terminen agrediendo, violentando, pero, como lo dijo el Padre Hurtado, esto se origina por el escándalo de los que tenemos recursos, provocamos estas injusticias y hacemos que los otros se subleven producto de estas grandes diferencias.

Es lo que sucedió con el incendio de La Polar.
Exactamente, se juntó la rabia contra lo que ocurría con la tienda, me imagino que hubo actos vandálicos de personas que querían aprovecharse para robar y, por otro lado, la gente que estaba protestando en ese momento. Pero al final es el desahogo, la rabia contra un modelo que se sostiene en base a los intereses que pagan los pobres para poder enriquecer a otros… Algo así también sucedió en Londres donde acaban de quemar un edificio tremendo. No me vengan a decir entonces que somos incivilizados. Cuando las personas comienzan a manifestarse la escalada de violencia es casi incontrolable.

Reformas para 100 años

A propósito de violencia, en las manifestaciones se ha visto bastantes abusos policiales.
Cuando respondes con mucha violencia lo que vas generando es una gran desconfianza ciudadana. Tú no autorizaste una marcha, casi amenazaste, y después no sólo eso, sino que hiciste acciones de amedrentamiento desde el Estado para que las personas no se junten. La otra noche se repetía en televisión que un guanaco disparaba su agua dentro de un edificio.

También lanzó bombas lacrimógenas.
Eso hace escalar la violencia y en esa escalada se van a involucrar muchos jóvenes que ya tienen comportamientos antisociales producto de las frustraciones que les ha tocado vivir, de la falta de vínculos afectivos que han tenido con sus familias, y la van a desencadenar, como este joven que mostraban en Valparaíso cuando quemaron un auto y que es menor de edad. Es insólito. Hay que reflexionar por qué ese chiquillo llega a destruir un auto.

¿No lo hemos hecho?
No lo hemos hecho. No hemos sido capaces de generar un abanico de oportunidades educacionales. Y para construirlo hay que llegar a un acuerdo entre los movimientos ciudadanos, el poder político y el poder del mercado, de los empresarios. Ese es el verdadero triángulo de las oportunidades.

Pero hasta ahora el poder de la ciudadanía no se ha traducido en reformas sustanciales.
Chile se ha jugado entre políticos y empresarios, muchas veces coludidos entre ellos, y el poder de la ciudadanía no se había hecho sentir, pero hoy día se ha hecho sentir como movimiento social. Si no se escucha desde el empresariado y el mundo político lo que esta ocurriendo se va a tensionar fuertemente también desde el punto de vista laboral.

¿Cree que el tema de la educación se ha polarizado?
Se ha ciudadanizado, los políticos se han quedado atrás, hay muchos conectados, pero a la gran mayoría le ha costado mucho conectarse y siguen con estos discursos casi amenazantes…
Como Carlos Larraín que llamó subversivos inútiles a los manifestantes…
Yo creo que estamos ad portas de un gran acuerdo, de un trabajo que implica un gran sacrificio al deponer muchas actitudes sobreideologizadas. Yo sacaría de las mesas negociadoras a políticos que son extremadamente violentos en la utilización de su lenguaje. El presidente de Renovación Nacional acaba de hacer un ataque y creo que es difícil negociar con él.

¿Cree que es posible poner fin inmediato al lucro?
Claro, si la ley lo dice así y se vulnera de manera increíble en la educación superior. Cuando las autoridades de gobierno dicen que se ha vulnerado la ley porque se ha hecho una protesta sin autorización, yo digo que los primeros en vulnerar la ley son aquellos que han lucrado de la educación superior y eso genera mucha violencia en la ciudadanía.

¿Qué piensa del desempeño del ministro Hinzpeter?
Creo que ha tenido varias intervenciones desafortunadas en relación al vocabulario que ha utilizado siendo ministro del Interior. Lo que esperaría de un ministro del Interior es que nos llame a tener mayor paz, no solamente a controlar la ciudad. La paz no solamente se obtiene con controlar una arteria principal de una ciudad sino que con poder asegurar que las personas puedan manifestarse en libertad.

¿Cómo vislumbra este segundo tiempo del gobierno de Piñera?
Me gustaría vislumbrarlo como un tiempo de acuerdo, donde efectivamente las personas podamos trabajar sin ofendernos verbalmente, un tiempo que empecemos a construir reformas para 100 años y no para mañana, para la foto, populistas, que nos hagan modificar las encuestas. Debemos ser responsables, comprometernos con las modificaciones. Este famoso señor inspirador de los indignados dijo algo muy cierto: hay que pasar de la indignación al compromiso.

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