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LA CALLE

2 de Octubre de 2011

La primera marcha gay

La Gitana era un travesti lúcido y bravo. En esos años de jóvenes dirigentes inflamados, fue el Miguel Enríquez del mundo gay y organizó la primera marcha gay. Revolucionarios y burgueses reaccionaron con la misma pacatería y crueldad. La Gitana fue perseguida por la policía y desapareció sin dejar rastro.

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Más de 40 homosexuales de cabellos largos, vestidos con ceñidas chombas a rayas se toman la Plaza de Armas. Son las siete de la tarde del domingo 22 de abril de 1973 y la primera marcha gay de la historia de Chile reclama su pedazo de calle entre las manifestaciones de los partidos políticos. Nadie queda indiferente. Las madres tapan los ojos a sus hijos para que no presencien tan “horrendo espectáculo”, según escriben los periodistas que cubren la nota. Los hombres gritan: “mariposones”, “yeguas de mierda”, “sodomitas asquerosos”.

Frente a los insultos, los gay sacan la lengua y ríen. “¡Descarados! ¡Les debería dar vergüenza!”, les vuelven a gritar los del público.

Bajo la estatua de Pedro de Valdivia, un grupo de manifestantes sigue las instrucciones de un fotógrafo del diario Clarín. El reportero quiere fotos impactantes y se las ingenia para producirlas, bajo el principio de no dejar que la realidad eche a perder una buena historia, él mismo se decide a recrearla. Luis Troncoso Lobos, travesti conocido como “La Raquel”, recuerda perfectamente la escena.

-El fotógrafo le dijo a “La Larguero”, que era la cola más loca de toda la protesta, que le hiciera una gracia al caballo de Pedro de Valdivia. Y la Larguero, encantada con la idea de salir en el diario, le hizo sexo oral al animal. Otras compañeras se subieron y comenzaron a manosear al caballo en sus partes más íntimas. El fotógrafo estaba de fiesta. Les decía: “sigan no más”. Y ellas le preguntaban si acaso
estaban saliendo favorecidas en las fotos- contó la Raquel a The Clinic.

Al día siguiente, los travestis aparecieron en portada del emblemático diario de izquierda bajo el titulo “COLIPATOS PIDEN CHICHA Y CHANCHO”. La crónica denunciaba el trato vejatorio que recibió el fundador de Santiago y su corcel. “Las yeguas sueltas enloquecieron de verdad. Los más lanzados se subieron a la base del monumento de Pedro de Valdivia y empezaron a manosear los órganos genitales del pobre caballo. Las locas chillaron y celebraron la gracia. El repugnante espectáculo había llegado a su punto máximo”.

LA MISTERIOSA GITANA

La organizadora de la marcha fue “La Gitana”. Travesti de 26 años, era conocida por ser la más brava y lúcida de todos los que ofrecían sus servicios sexuales en la Plaza de Armas. En aquella época de líderes jóvenes y arrojados, “La Gitana” era el Miguel Enríquez del mundo homosexual. Nunca nadie supo su verdadero nombre. “La Raquel” la describe hoy como un be-llo travesti de pelo negro, misterioso y solitario. Aparte de sus servicios sexuales le veía la suerte a sus clientes. No soportaba el abuso policial ni la burla de la gente.

-Ese fue el motivo de la marcha – recuerda Raquel. Agrega: “La policía nos perseguía mucho. Nos veían y nos llevaban altiro detenidas por ofensas a la moral y las buenas costumbres. La Primera Comisaría de Santo Domingo era como un hotel para nosotras. Ahí nos pegaban y nos rapaban al cero. Y eso era lo que más dolía. Después, a una le daba vergüenza mirarse al espejo y los clientes no te daban ni la hora”.

Para poner fin a esos abusos, La Gitana llamó a sus colegas a organizarse.
-Un día nos dijo que nos juntáramos y comenzáramos a gritar tal cual lo hacían los estu-diantes y los muchos gritones de esa época- cuenta Raquel. Agrega: “Nos juntamos puntuales a las siete. Y gritamos y bailamos los ritmos de moda tipo “Música Libre”. Era nuestra forma de llamar la atención”.

Y la llamaron. El reportero de la revista Vea describió el acto con asco: “Daban chillidos y bailaban con movimientos feminoides y chocantes. Infelizmente, habían cientos de pequeños que imitaban con inocencia esos actos. Con razón una concurrente exclamó: “¡hasta dónde vamos a llegar!”
Clarín afirmaba que el motivo central de la protesta, era la legalización del matrimonio entre homosexuales. La crónica rezaba: “estos asquerosos especímenes quieren que el casamiento entre hombres sea legal. Deben estar enfermos del mate. Sus desviaciones se-xuales ya no tienen límites”.

Pero, según Raquel, se trataba de otro invento del diario. La mayor parte de los manifestantes eran menores de edad, y no tenían nada de ganas de casarse. Recibían de 300 a 600 escudos por sus servicios y se negaban a tener un “dueño”.

-Éramos callejeras atorrantes. Ninguna de nosotras quería que un gil nos anduviera mandando. Nos mandábamos solas y adorábamos la libertad. Nos gustaba patinar a nuestro modo, no como las locas cuicas de Huérfanos que trabajaban caficheadas”- explica “La Raquel”, quien por entonces tenía diecisiete y se había escapado hacía un año de su casa.

COMPAÑEROS TRAVESTIS

“La Raquel”, que ha vivido estos 30 años como si fueran 100, mira la teleserie de la media tarde y recuerda que “La Gitana” fue la oradora principal del acto. Enca-ramada en la pérgola central de la Plaza, lanzó el primer grito del mundo gay chileno en defensa de sus derechos.

-Somos los colas de la Plaza de Armas y estamos haciendo está manifestación para que nos dejen vivir tranquilas-, declamó.

Los transeúntes comenzaron a insultarla. Pero la Gitana siguió con más energía.

-Lo único que pedimos es que los pacos no nos ahuyenten. No le hacemos mal a nadie. ¡Estamos hartas de que nos lleven detenidas!¡ Somos buenas personas! ¡Nosotras también tenemos derechos!

Para entonces había transcurrido ya una hora de la marcha y un tumulto de homofóbicos pedía a gritos la intervención de la policía.

-Los pacos- cuenta Raquel- se habían quedado piolas por un buen rato, mirándonos con cara de odio y escuchando las quejas de la gente. Pero llega un momento en que avanzan hacia nosotras. Bastó que nos amenazaran para que todas nosotras saliéramos corriendo despavoridas. No se pudieron llevar a ninguna detenida”.

Según el relato de la revista Vea, la policía permaneció un rato rondando el lugar y gritándole a todo él que quisiera escuchar:

-Si hay algún degenerado por aquí, que lo diga no más. A ver si le enseñamos a desfilar a palos.

Para el reportero del Clarín, esto no fue suficiente y en su nota destaca la propuesta de un “un viejaño de ceño adusto y bien macho para sus cosas”.

-A estos niños deberían reunirlos de nuevo garantizándoles que nada les va a pasar. Y cuando estén todos juntos; rociarlos con parafina y airarles un fósforo encendido. De lo contrario, el mal ejemplo cundirá y no habrá modo de pararlo- declaró el hombre al Clarín y el periodista celebró su ocurrencia.

Por ser la cara visible, La Gitana comenzó a ser perseguida por las autoridades de la época y debió sumergirse. Cada vez se la vio menos por la plaza hasta que desapareció sin dejar rastro.

Luego, ya se sabe. Vino el golpe y cientos de chilenos se entregaron a las FFAA confiando en que no les iba a pasar nada. Pero las FFAA que eran “bien machos para sus cosas” los exterminaron para que no cundiera el mal ejemplo dado en tiempos de la UP.

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