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Opinión

9 de Marzo de 2012

“La muestra de grandeza de la Patagonia ha sido el peor enemigo del gobierno”

De la noche a la mañana empezó a salir en los medios y se transformó en la voz de Aysén. Un hombre de bajo perfil que llegó a la pesca artesanal casi por casualidad y que tuvo en jaque al gobierno por más de tres semanas. Un humilde pescador que primero unió a sus pares y luego soñó con hacer un frente regional del campo hasta el mar. Y le resultó. Al cierre de esta edición los caminos se desbloqueaban y el gobierno -que había amenazado con recurrir a la Ley de Seguridad del Estado- daba un paso atrás. En esta entrevista, realizada la semana pasada, Fuentes deja claro de qué está hecho el movimiento aysenino.

Claudio Pizarro
Claudio Pizarro
Por

Foto: Alejandro Olivares

“Yo habría sido un pinganilla, no sé, carreras a la chilena, harto trago, los huasos enojados son bravos en Linares. Vaya a saber uno que era lo que me esperaba ahí”, reflexiona Iván Fuentes en una oficina de la Cámara de Comercio de Puerto Aysén. El destino, está claro, no se ensañó con él. “Me salvaron”, dice, intentando explicar por qué hoy es el vocero del movimiento Social por la Región de Aysén y no uno más de los parroquianos “huachucheros” de la séptima región.

Fuentes creció en el campo junto a otros 11 hermanos. “Era chico y trabajaba a trato donde unos ancianos, encerraba los corderos, ayudaba a lechear en la mañana y dejé de ir a la escuela. Quería trabajar, era un viejo chico, creía que me podía ganar mis lucas”. Su sentido de autosuficiencia, sin embargo, se fue a las pailas cuando una pareja de profesores, Misael y Lucía, se fijaron en aquel niño que a los nueve años se las daba de hombre. “Me fueron a buscar a caballo, cacharon que me estaba perdiendo, me llevaron de vuelta a la escuela y me adoptaron”.

Por eso dices que te salvaron.
-Sí, me fueron ganando de a poco. Amansando. Me compraron una mesa de pinpón, guantes de boxeo, salíamos a trotar con el profesor y empecé a ver un mundo diferente. Una comodidad diferente, también. La vida era muy dura en ese tiempo. Íbamos a sacar papas después de la cosecha, pero los grandes dueños de las siembras donde uno iba a buscar rastrojos echaban las vacas antes que llegara la gente. Uno veía eso con odio. Después he ido aprendiendo que no hay que tenerle odio al capital.

Luego del colegio, Fuentes pasó a un internado, se interesó en el folclor y ganó un festival en Longaví con la canción “Si somos americanos”. Todavía guarda una foto donde sale con un chamanto junto al profesor Escudero. “Ahí le empecé a tomar asunto al estudio, fue más grato para mí y decidí continuar”. Luego llegó la adolescencia, en plena dictadura, y nuevamente se descarriló: “me desordené, me metí a las protestas, como no estaba el que me hacía guardia me desbandé”. Alguien de la iglesia católica finalmente lo fue a buscar y terminó el cuarto medio en Entrelagos. Después se marchó a buscar oportunidades.

-Trabajé a trato en Maullín, en lo que hubiera, sacando papas, despejando montes. Después encontré una pega más estable, con pago mensual, en un lugar que se llama el río San Pedro Nolasco. Ahí trabajé en un campamento de cosecha de pelillo. Llegué de jornal. Primero ayudaba en la pega del día, todo lo que era plantación. También trabajé en la cocina. Hasta que un día el jefe, don Alejandro Novoa, me dijo que me pusiera el traje de buzo y que si me iba bien me contrataba.

¿Cómo estuvo el comienzo?
-Asustado. Cuando te pones el traje por primera vez te atosiga. Pero ahí era bajito. Cuando mucho, con marea llena, llega a los tres metros.

Por ese tiempo su pareja quedó embarazada y Fuentes necesitaba más plata. La oportunidad no tardó en llegar: en una fiesta en un pueblito precordillerano cerca de Osorno, se encontró con un pescador que le comentó: “las lucas que usted se hace en un mes, amigo, yo me las hago en un día”. El hombre le ofreció ayuda y prometió esperarlo un par de semanas después en Quellón. Fuentes y su familia partieron.

-Quería celebrarle el cumpleaños a mi hijo cuando tuviera cinco años, en mi propia casa, esa era mi meta -recuerda.

Pero la ilusión se esfumó rápido: en Quellón no había nadie esperándolo y tuvo que salir a buscar trabajo. “Las lucas me alcanzaban para 15 días y si no encontraba pega se ponía grave la cosa”, cuenta. Alguien le propuso embarcarse para trabajar en el archipiélago de las Guaitecas. Partió junto a su familia esa misma noche en un lanchón. En la mañana desembarcó en Puerto Lobos y su jefe le pasó un “manojito de nylon amarillo” y le dijo que hiciera un campamento. “Yo me imaginaba un campamento como el que había en San Pedro Nolasco, con casilleros, duchas, cocineros y un galpón”, cuenta Fuentes.

Al final tuviste que armarte un ruco.
-Sí, tuve que ir a cortar varas con un hacha y buscar horcones. Quería puro devolverme pero resulta que la lancha regresaba cuando hacía carga y se demoró cerca de un mes. Me acuerdo que se enfermó uno de los buzos y me pidieron que me pusiera el traje. Nunca había buceado en esas condiciones. Al principio me costó llegar abajo, a los 17 metros. Reventé en sangre, subí, me dieron instrucciones y volví a bajar. Tenía un poco de susto, pero una vez que llegué abajo era otro mundo, me olvidé del mundo de arriba. Me fascinó.

Todavía quedan pescadores que viven como lo hiciste hace 23 años.
-Desde ese tiempo ha cambiado mucho. Antes, el pescador tenía que hacerse tiempo para descansar porque había pega de almeja, de cholga seca, róbalo oreado, culengues y de ahí te ibas a la pesca. Eran faenas grandes de 80 botes en playas largas y no existía la marea roja. Uno se empieza a fascinar con los lugareños que vivían ahí. Se podía vivir, se podía soñar. La gente podía hacer su vida. Después vino la marea roja y los compresores se empezaron a podrir, la gente los abandonaba. Comenzó a decaer la pesca. Pero también fue una ventaja porque de no haber llegado la marea roja seguramente estaría raspada la tabla, como decimos nosotros, porque venía gente de todos lados.

EL CARDUMEN
Para Fuentes, los pescadores son una etnia aparte, con una cultura especial. “Porque tenemos un sentido libertario. Hay pescadores que no transan. Don Orlando Andrade, por ejemplo, un pescador amigo, no quiere salir de su rancho de nailon y abandonar su chalupa de dos proas, que es un bote tipo canoa, pero bote al fin y al cabo. Tampoco quiso optar a un bote con caseta”, explica.

¿Qué has aprendido de ellos?
-Hacer un róbalo oreado es algo hermoso. Todo un trámite. Sacas el róbalo fresco, lo partís por la espalda, lo abres en dos, cortas varas de ciprés seco y lo estaqueas. Después los colocas en una rancha que antes eran de canutillo, como la totora del norte, pones tus varas, cuelgas el pescado y le haces humo abajo con madera de tenia y de arrayán… Esta madera le da el toque rojizo caoba que lo deja muy lindo y apetitoso. No puedes descuidar el fuego en la noche. El viejo que cuida el róbalo tiene que amanecerse. Se hacen turnos, se toma mate, se conversa, se miente mucho. Se echa la talla. Los viejos truquean, es una cultura encachá…

Los hombres que conoció en ese tiempo eran bravos y lo siguen siendo. “Aman lo que tienen, mascar su cigarro en un costado de la boca y navegar. Les importa un rábano lo demás. Me han enseñado harto. Navegar a la vela es mucho mejor que con motor, por ejemplo, es una maravilla. El bote se defiende mucho mejor. La vela como que te lo levanta y va ganando espacio sobre las olas chicas, como una cáscara, y cuando baja parece que te perdí pero después subes soplado para arriba. Es hermoso”, dice.

Agruparlos en el sindicato Francisco Andrade, le costó a Fuentes mucho. No fue fácil hacerse entender al comienzo, que pensaran como conjunto:

-Su mundo era hacer las cosas a su manera. Mi primer discurso como dirigente fue hablarles sobre la bandada, la manada, el cardumen, para poder engancharlos, les decía que éramos vulnerables de a uno. Los invité a soñar.

Y a soñar en condiciones extremas, porque en ese tiempo no había nada en Puerto Aguirre. “No teníamos ni siquiera agua potable. El año 97 hicimos una parafernalia para que el Estado de Chile supiera como vivimos acá. Hicimos un pozo, llevamos cámaras fotográficas, de video, el agua sale negra por las raíces del tepú”.

¿Y cómo obtenían agua antes?
-Con el agua de lluvia que corría del techo, la recogíamos en tambores y nos bañábamos en una bandeja. No existía la ducha. Calentábamos agua en un tambor de la forma más rudimentaria, como si estuviéramos acampando. Eso inventábamos.

¿Y tú, que venías de afuera, qué pensabas?
-Que no podía ser. Si los títulos de dominio recién los dieron el año pasado. Puerto Aguirre tiene casi tantos años como Aysén pero fue reconocido después como pueblo porque era paso obligado de los barcos. No teníamos nada de nada. Las juntas de vecinos empezamos a reclamar y mejoró el asunto. También dimos la pelea por tener un profesor de inglés en Caleta Andrade hace varios años. Queríamos un profesor de inglés porque resulta que los chicos llegaban a Aysén y rebotaban. Cosas como esas, cosas simples.

Antes los sindicatos estaban divididos pero con el tiempo lograste agruparlos…
-Hubo hartas diferencias en el camino, cosas incomprendidas. Después logramos que el sindicato Francisco Andrade se uniera con el sindicato número tres, hicimos sinergia y llegamos a tener 70 botes en una faena. La gente después no reparó en la distancia que tenía con los nortinos, no los sintió como intrusos.

Con los sindicatos se empezaron a conocer.
-Nos conocimos y tuvimos empatía. Me acuerdo que le dije a los viejos que los invitaba a soñar en cambiar los motores cooler, amarrados con alambre, por motores nuevos. En ese tiempo era soñado tener un motor fuera de borda. Hoy día es un gran problema porque gastan una enormidad. Y lo logramos. Le dijimos a un empresario que teníamos dos sindicatos y que podíamos poner en la mesa 200 toneladas de pescado al año, por decirte algo, y que teníamos 70 embarcaciones para trabajar. Si quiere el recurso de esta gente, le dijimos, pásenos los motores, nosotros se los entregamos a los viejos y se los vamos descontando con el tiempo. Y nos pasaron los motores. No te explico cómo convencimos a este señor de hacer una tremenda inversión.

Fue la misma estrategia que emplearon para convencer a otros gremios de la región por demandas intersectoriales. La teoría del cardumen.

-En el año 2000, después que hicimos toda la pega sindical, se sumó mucha gente, dirigentes que eran visionarios, yo iba aprendiendo de ellos, era joven. Me acuerdo que fuimos ese mismo año a la radio Santa María y dije algo que fue malinterpretado: que proponía hacer un frente regional del campo hasta el mar. Cuando dije la palabra frente todo el mundo pensó que éramos revolucionarios. No era eso lo que queríamos sino el sentido de unidad.

Doce años más tarde se cumplió el sueño…
-Claro, logramos hacer un movimiento de unidad capaz de proponer no una petición de los pescadores artesanales, ni de los campesinos por separado, sino que con el sentido humano de una partitura colectiva. Ahí están todas las propuestas. Esta es una petición de la Patagonia.

¿Costó aunar fuerzas y convencer gente de distintos sectores?
-Sí, cuando recién partimos se nos calificaba que este movimiento político estaba manejado desde Santiago. Siempre tuvimos claro que este era el sentimiento de la Patagonia. Coordinar a todos y poder lograr que la gente vaya sintiendo que este movimiento no es importante para el alcalde que se postula, ni para la persona que quiere ser concejal, diputado o senador. Nos costó al inicio, pero hoy puedes ver que nadie anda figurando. Lo lindo de esto es que es una cosa inédita, siento yo. Hoy puedes ver en esa sala gente de la clase media con gente de la clase obrera. Siempre he dicho que la clase media y obrera somos muchos más pero lo que pasa es que nos distanciamos. Muchas veces la clase media mira con desdén a la clase obrera…

Es que siempre mira hacia arriba, es más aspiracional…
-Claro, el problema es que cuando tú eres de la clase media estás a un paso de pasar más arriba pero también a un paso de pasar a la clase obrera. Eso es lo que tiene que saber el ser humano: de pronto estás arriba y mañana en el suelo. En la carretera puedes pasar a recoger a alguien, y qué bueno que tengas un auto a todo dar, pero mañana puedes ser tú el que esté en la carretera pidiendo que te lleven.

“NO PODEMOS FALLAR”
Hace unos días, a Fuentes se le acercó en la calle de Aysén un joven y le dijo: “don Iván, nosotros ya perdimos, pero si ahora ganamos, mis hijos van a ganar”. Fuentes no podía comprender como un muchacho de 22 años se sintiera tan derrotado.

Es algo que habla muy mal del país, de las oportunidades…
-Fue como una puñalada para uno que está liderando esto, que tiene responsabilidades. Por eso digo que este es el minuto. La gente te carga de energía positiva. “Échele para adelante”, me dicen. No podemos fallar.

¿Porque “tu problema es mi problema”?
-Sí, el lema prendió harto y se le ocurrió a mi colega Misael. Una vez estábamos en la mesa conversando todos y dijimos que el problema que tienes tú es el mismo que tengo yo. Si tú no tienes para reparar el taxi no vas a hacer carreras y se complica la situación. Si a los médicos les va mal, me van a atender mal a mí. Entonces tu problema pasa a ser mío.

Entonces es nuestro, hay un sentido colectivo muy valioso en la consigna…
-Es que adonde vas existe una fogata de alguien que dice también estoy presente, quiero ser parte de esto ¿Y qué le vas a decir a esa gente? Es su derecho desahogar su corazón.

Son los indignados del fin del mundo.
-Sí, pero ¿por qué tenemos que enojarnos, protestar, cuando el discurso de los políticos de acá es “amo esta tierra que me vio nacer y lucharé por su gente y su futuro”? En todas las campañas usan el mismo discurso. Es transversal. Yo soy el diputado, yo soy el senador, yo soy el alcalde, yo soy el concejal, y toman mate con la viejita del campo y nunca más la van a ver.

Los pescadores tienen fama de rudos, algún político te sacó los choros del canasto.
-A veces la procesión va por dentro. Me sentí mal, por ejemplo, cuando llevaron preso a mi hijo y al de Misael. También cuando el gobierno nos dice que hiciéramos un gesto y lo hicimos. Soltamos el puente, apagamos los fuegos de las calles, trajimos gas. Todo eso es un trabajo. No es llegar y hacerlo. Me costó mucho calmar a la gente… Cuando la sala está ardiendo imagínate como está afuera. Uno tiene que poner la prudencia y el discurso amable, porque si tú te enardeces, y la gente ya está enardecida, eso puede ser una avalancha de mal humor que puede generar muertes.

¿Qué haces para bajar las revoluciones?
-Cuento, digo “tranquilo patito” como dice Coco Legrand.

Como cuando el ministro Álvarez se paró y se fue sin entregarles respuesta al petitorio…
-Hubo una sonajera de sillas adentro. Me paré y se pararon todos los viejos de un huascazo. Ahí en un rato perdí el control porque me paré al frente de él, tal vez fue una insolencia mía, y le dije “usted se viene a reír de nosotros”. No sé qué cara tendríamos porque volvió a su lugar. Cara de bandidos, seguramente. El asunto es que dijo bueno, conversemos, pero después dijo que conversáramos nosotros y que él se iba a retirar.

No alcanzaron ni a darle la bienvenida con mate como se estila en la Patagonia…
-Si cuando él dice nos vamos, yo quedé con la palabra en la boca. Iba a decirle señor ministro bienvenido, quise poner una cordialidad en la mesa para bajar los ánimos calientes. Pero se paró y se fue. Los cabros estaban calientes y me dicen vámonos al tiro para fuera. Yo les dije que no, quedémonos aquí, esperémoslo. Pero es que cómo nos vamos a entregar así, no podemos, nos vino a faltar el respeto, me decían. Les dije que nosotros teníamos que dar una muestra de grandeza.

Siempre has hablado de manos limpias, de corazón humilde.
-Es que si tú no pones el corazón abierto no vamos a avanzar.

Pero estás negociando con un político…
-Es que políticamente es mejor hablar con la verdad que con la mentira. Ellos creen que muñequeando ganan más y nosotros con la verdad hemos ganado. En el minuto en que decidimos esperarlo tres horas estamos demostrándole a Chile que la Patagonia, no Iván Fuentes, quiere conversar; que la Patagonia es gente de paz, que te invita a un mate, a una sopaipilla, que te sienta detrás de un cajón con leña al lado de la estufa. Eso representamos.

¿Lo encontraste soberbio?
-Mucho, porque esperamos casi tres horas y después salimos a almorzar y declaramos que volvíamos a las cuatro “nos llame o no el gobierno”. Era muy importante decir esas dos cosas: “nos llamen o no”. Un corazón humilde puesto en la mesa y como manso becerro vuelves por enésima vez, y te pongo la mejilla 10 mil veces, pero lo que no voy a entregarte es el gusto que no me cumplas lo que estamos pidiendo. Eso es muy distinto…

¿No temes entregarte como un cordero y terminar degollado?
-Es que todavía no han podido, porque la muestra de grandeza de la Patagonia ha sido el peor enemigo del gobierno.

En el manejo del gobierno no sólo ha habido problemas de fondo sino también de forma.
-Siento que ellos no son políticos, es gente que está acostumbrada a dar ordenes, tienen su forma de conquistar votos, un partido que los respalda, pero no son políticos porque ser político es saber manejar las masas, las relaciones, las voluntades, porque las relaciones son voluntades, y podemos pensar políticamente distinto pero, si somos capaces de conquistar la voluntad del que está al frente, es otro mundo.

Una verdadera democracia.
-No hay nada de malo en eso. Chile pierde mucho porque no tiene eso que hablo yo, que es la grandeza de alma y que no está en el diccionario.

Le ha faltado estatura política al gobierno.
-Sí, nosotros pusimos mucha voluntad en la mesa.

Hubo, además, mucha gente que te pedía salir a la calle.
-La gente quería echar la pasión afuera, la rabia guardada, la otra vez tú viste la reacción que tuvieron con Patricio Walker.

Casi lo linchan…
-Sí, pero la rabia no era con él, era una rabia interior, con la política general, con el sistema.

¿Hasta cuándo van a resistir?
-Yo creo que hay caliche para no rendirse.

Pero la gente se agota y el gobierno insiste en que desbloqueen todos los caminos.
-Sí, pero Chile está sintiendo que es un abuso, entonces hay un gran riesgo para el mundo político. Este país libre y próspero, que ha sido muy próspero para algunos y no tan próspero para otros, hay que arreglarlo. Hay que achicar la brecha del que está arriba y el otro que está prácticamente a ras de piso. Este tipo que está en el piso tiene que levantar un poco su estatus de vida para poder ser parte de este botín generoso que es Chile.

Bastaría que bajen un peldañito nomás…
-El de arriba lo único que tiene que entender es que no vive solo en la tierra, que hay un entorno que son las aves, la naturaleza, y que existen otros tipos que viven al lado de ellos, que son pobres.

Y que hay que repartir la torta…
-Simplemente eso y vas a tener un mejor entorno y mayor paz social. Porque la paz social se está deteriorando por esta brecha, donde seis o siete familias se llevan todo y el resto miramos. No somos dueños del agua. El río pasa al lado de tu casa pero no podí regar las plantas porque otro señor tiene los derechos…

“Si no hay descentralización habrán cien incendios en Chile”, dijo hace poco el alcalde de Calama.
-Es que lo que nosotros decimos es algo de sentido común: la gente se siente abandonada, a pasos de Santiago. En el norte se secan los pozos y resulta que un kilómetro y medio más arriba hay un lago cautivo con agua de la gente que la tiene un tipo con más lucas. Son los dueños del mundo y los demás no pueden vivir. Les jodí la vida. No es así como funciona el mundo.

“SOY LIBRE”
Te he visto a punto de quebrarte varias veces…

-Sabes, lo que pasa es que la gente humilde cree, necesita creer. ¿Quién soy yo? Un tipo común que todavía está postulando a casa. La gente necesita creer. Por eso digo que la política está enferma, pero que no es una enfermedad terminal porque esa gente que protesta en la calle hace política, se expresa. Lo que necesitamos es arreglar la política, que la gente vuelva a creer en ella.

Difícil.
-Hay que volver a esa política de los políticos antiguos, que eran choros sí, pero que se ponían la camiseta de verdad. Iban al campo. ¿Hoy los partidos dónde están? ¿Qué han hecho para sacar a nuevos políticos? ¿Donde están los partidos políticos que traen un panal de abejas para que empecís a trabajar tu campo o un par de remos para tu bote. Los partidos tienen que abrir la senda para que cuando los políticos vengan a postularse sepan de qué se trata. Esa pega no se está haciendo…

Quizá por eso la gente confía en ti, porque no hablas ni piensas como ellos…
-No sé, yo transmito lo que siento, lo que la gente también siente, porque tenemos el mismo problema. Por ejemplo, me ha costado postular a casa. Quiero postular a algo y tengo que golpear 2 mil puertas para conseguir un bote, un área de manejo para poder despegar, cuando digo eso es porque lo estoy sintiendo, no lo estoy inventando ni haciendo un discurso…

Te emociona la esperanza que la gente tiene en este movimiento…
-Sí, me cuesta asujetarme mucho, a veces cuento hasta 20 mil para soportar mi emoción interna. Cómo es posible que esa señora humilde me dé fuerzas, el abrazo de una agrupación indígena, ponte tú, con una confianza que te la compro ¡Un apretón de manos, viejo! Entonces, digo yo, hay que lograrlo.

Te inyectan harta energía…
-Sí, mira esos viejitos de 80 años parados ahí, sentados en la puerta donde nos juntamos, ese hombre vivió toda su vida acá, se sacó la cresta, se quemó el lomo por nosotros, abrió una senda, anduvo a caballo, hizo su vida a remo, vivió en una rancha de canutillo, durmió debajo de un cuero de lobo y esos viejos todavía creen. Entonces cómo le matai la fe a la gente. Por eso digo yo que el mundo político está enfermo, hay que sanarlo, la gente necesita creer en la política…

Los movimientos sociales han sido un antídoto para esta crisis…
-Yo creo que son una inyección al mundo político, ellos tienen que sacar una humana reflexión de lo que pasado…

Lo demostró el movimiento estudiantil el año que pasó.
-Sí, le voy a agradecer en el alma al movimiento estudiantil, aunque sean pocos los cambios, pero para mí son importantes porque tengo mis hijos que son chicos y una guagua que tiene un mes y cuatro días. Ese cambio que produjeron le ha hecho tan bien a mi vida que mis hijos van a tener una oportunidad diferente.

Eres como la Camila Vallejo de la región.
-No, la Camila Vallejo hizo un trabajo que te lo encargo, estoy agradecido de todos los chicos, Camila los lideró y que dios los bendiga con mucha suerte, con toda la suerte del mundo.

Los pescadores dieron una lucha increíble en el Puente Ibáñez, incluso sacaron a los pacos del puente. ¿Cómo se sienten?
-Ese día fue de adrenalina pura, los viejos tenían el pecho gordo. Sentían suyo el puente y que se lo habían devuelto al pueblo, a su gente. De todas las luchas que hemos dado acá la pesca artesanal, nunca hemos perdido. No es que seamos choros, lo que pasa es que se junta mucha gente, los viejos aperran y así como están dispuestos a dar están dispuestos a recibir…

Una vez , incluso, dieron vuelta un guanaco.
-Es que los viejos están hechos del rigor del día a día. Si tú estas en la mar en un día lindo y de repente viene un temporal, tenís que aguantarte hasta la tarde porque tienes los espineles calados y no vas a perder la inversión que tiraste ahí, una inversión que te costo 300 lucas y hay que recuperar el material. Están hechos de ese rigor. Están curados de espanto, por eso aperran en la calle. Lo que pasa es que la gente humilde siente que no tiene nada que perder; siente que ya perdieron.

¿No has pensado dedicarte a la política?
-No, la gente a veces se entusiasma, me halaga, pero yo quiero ver crecer a mis hijos. Además, qué pasa si el sistema te absorbe y terminas siendo un patán. Prefiero caminar tranquilo por las calles, conservar la amistad con la gente, poder tomarme una cerveza con alguien, ir al estadio con mis hijos de la mano, jugarme una buena pichanga y ser el Iván Fuentes que soy, un tipo común y corriente, que le gusta hacer invernaderos, podar árboles y cantar. Soy libre.

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