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Opinión

6 de Mayo de 2013

Esposa del Gerente del Banco Central condenado por violación: “Él es un sicópata. Las únicas que conocieron la oscuridad de Enrique fueron mis hijas”

A fines de abril, Enrique Orellana Cifuentes, gerente de Estrategia y Comunicación de Política Monetaria del Banco Central, fue condenado a 60 años de presidio efectivo, sin derecho a beneficios, por violación reiterada de sus tres hijas de 9, 4 y 3 años, entre agosto de 2009 y agosto de 2010. Su aún esposa, Yamilé Caba, relató a The Clinic Online, el duro proceso que la llevó a convencerse de que sus niñas estaban siendo violentadas por su propio padre y cómo luchó por conseguir que éste fuera detenido. También nos contó de la difícil de recuperación de las menores y de como las pequeñas aún le temen a la noche y al fantasma de la oscuridad de Orellana.

Ivonne Toro Agurto
Ivonne Toro Agurto
Por

“El problema es cuando oscurece. Cada vez que se hace de noche, mis hijas tiemblan, todos los miedos retornan. Me paseo de cama en cama intentando darles seguridad. A veces me resulta, otras, sin embargo, los recuerdos pueden más y entonces lloran o intentan agredirme. Sienten que les fallé y tienen razón”, relata Yamilé Caba, la aún esposa del gerente de Estrategia y Comunicación de Política Monetaria del Banco Central, Enrique Orellana Cifuentes, quien fue condenado hace un par de semanas a 60 años de presidio efectivo, sin derecho a beneficios, por violación reiterada de sus tres hijas de 9, 4 y 3 años, entre agosto de 2009 y agosto de 2010.

En 2012, en un primer juicio , el ingeniero fue absuelto en fallo dividido. En la ocasión, Orellana acusó una venganza orquestada por Caba a raíz de que la había abandonado por otra mujer en agosto de 2010. Luego, en enero de este año, por orden de la Corte de Apelaciones de Santiago,  el proceso anterior fue anulado y se llegó a esta nueva instancia donde otra vez el ejecutivo acusó a su esposa de manipular a las pequeñas por despecho.

Sentada en un café en Estación Central, Yamilé  asegura que las imputaciones de Orellana carecen de todo sustento y revela además episodios de abuso que no figuran en el juicio y que, sostiene, “las niñitas han empezado a recordar con el tiempo”.

Además, se disculpa muchas veces durante esta entrevista: porque llegó tarde diez minutos, porque suena el teléfono cada quince y al otro lado su hija mayor le pregunta a qué hora vuelve, porque a veces se quiebra y llora. Repite como un mantra la palabra “perdón” . Dice que sus pequeñas son valientes y que ella también ha aprendido a serlo, pero que a ratos el coraje no alcanza y se derrumba. En su perfil de facebook la fotografía dice: Sobreviviente y ese concepto, dice, es el que mejor la define.

¿Cómo te diste cuenta de que tus hijas estaban en riesgo?

Fue de a poco. La conducta de mi hija mayor era preocupante desde antes de la separación y cuando Enrique se fue, en agosto de 2009, eso se exacerbó. Lo atribuí al trauma de su partida intempestiva, sin aviso previo. S se masturbaba mucho en lugares públicos y desde muy pequeña, dos, tres años, entonces eso era un indicio de que algo raro está pasando. La conducta puede ser normal, dentro de cierto marco, pero la de ella no lo era, porque lo hacía en clases. Tuvimos problemas en el jardín por eso, en la Scuola Italiana, le hicieron bullyng por lo mismo y en 2006, cuando tenía 6 añitos, la empezamos a atender con la sicóloga Ximena Rojas porque sus compañeros, como consecuencia de su conducta creo yo, comenzaron a maltratarla. También estaba en tratamiento con la siquiatra Ximena Sepúlveda. Nadie se dio cuenta de que estaba siendo abusada. Creían que la masturbación era producto del maltrato y lo explicaban así. La cambiamos en 2008 al Colegio Mariano esperando ver algún cambio, pero todo siguió igual.

¿Y tu esposo, Enrique, tenía algún comportamiento sospechoso?

Él es un sicópata. Cuando estábamos casados nada me hacía sospechar cómo era de verdad, por eso entiendo cuando la gente que lo conoció dice que es imposible creer algo así de él, porque escondía bien su lado oscuro. Cuando vivíamos en Las Condes, S quería ser veterinaria y él le compraba mascotas siempre. Llegamos a tener 27 animales en casa. S me ha contado que cuando yo estaba cocinando y él estaba en el segundo piso, la llamaba y ella subía y le decía “ya, vamos al baño” y ahí él la abusaba, la amenazaba con que si decía algo me iba a matar o iba a hacerle lo mismo a sus hermanitas…Las únicas que conocieron la oscuridad de Enrique fueron mis hijas, ni siquiera yo. Podría decir “él se transformaba cuando discutíamos”, pero no es cierto. Conmigo siempre tuvo una actitud casi noble. Era extremadamente manipulador.

¿Y qué hizo que, pese a su manipulación, descubrieras que violentó sexualmente a tus niñas?

Fue un proceso lento. A veces me pregunto cómo no me di cuenta antes, pero él era muy inteligente y cubría sus pasos.  En 2010, antes siquiera de que yo lo denunciara o supiera lo que estaba pasando, él conversó con el pediatra de las niñas, Eduardo Wolf, de la Clínica Las Condes, y con la siquiatra y les dijo que tuvieran cuidado. “Esta mujer me quiere acusar de cosas horribles, está loca, se quiere vengar porque la dejé”, les dijo. Entonces en el recorrido que hice buscando una explicación para lo que les pasaba a mis hijas yo iba en contra de un prejuicio ya instalado y confiaba cuando me decían “tranquila, ellas están ansiosas por la separación” o en la medicina alternativa “esto le pasa a S porque es niña cristal” y así.  Pero yo intuía algo extraño. Por ejemplo, él le contó a S que se va a ir de casa antes incluso de que yo lo supiera y eso ya me pareció raro, por qué un hombre tan cuidadoso y buen padre como creía que él era le contaba a S este tema de adultos. Luego en septiembre dejé una constancia porque entró a casa gritándome. Eran cambios leves. Pero hubo un episodio que me pareció muy anormal.

¿Cuál?

El 31 de diciembre de 2009, Enrique, que mantuvo una relación paralela con una funcionaria del Banco Central mientras estábamos casados y que al irse de la casa se fue con ella, me dice que está arrepentido y que quiere que volvamos a ser pareja. Conversamos y me plantea que quiere pasar unas semanas con las niñas. Accedo porque es su papá y aunque estaba extraño, no veía riesgos. Parte en enero de 2010 con su mamá y las niñitas por dos semanas a una cabaña en la playa. P y C volvieron muy raras, hablaban como guagua y se hacían pipí. Le pregunto a S cómo les fue y ella me dice que no se acuerda y que no pregunte más. En abril de eso año, S tiene una discusión muy fuerte con Enrique, que hace que al día siguiente se queda en blanco para un prueba. Me cuenta que no quiere visitar más a Enrique.

Según consta en el expediente en mayo de 2010, S deja de visitar a su papá, pero las más pequeñas siguen pasando los fines de semana con él, ¿por qué?

Sucede que S fue la única que manifestó que no quería ir y estábamos con régimen de visitas entonces Ximena Sepúlveda constata que hay maltrato sicológico, yo hago la denuncia y S puede dejar de ir. En todo este periodo, siempre conversé con la gente del colegio Mariano, la sicóloga era amiga cercana de la pareja de ese entonces de Enrique, algo de lo que me enteré después, entonces enfrentaba un clima bastante hostil en el Colegio donde él recibía información antes que yo, porque creían su versión de que la loca era yo. En junio, P me cuenta que el papá la tiró de la escalera y la llevo donde Ximena Sepúlveda para que la evalúe. Después de media hora, ella me dice: “hubo un episodio de maltrato, pero tú conoces a Enrique, se tiene que haber salido de madre porque la niña se hizo pipí, no debe ser nada grave”. Entonces le digo que ok, pero que me tiene que hacer un informe porque con el informe anterior de S yo conseguí que pudiera dejar de verlo. Le insisto, pero no me lo da. Yo no sabía que había otro camino. Al final, todo revienta en agosto.

“CRÉELE MAMÁ, PORQUE A MÍ ME PASÓ LO MISMO”

El domingo 15 de agosto de 2010, tras haber pasado el fin de semana con su padre, las dos hijas menores del matrimonio Orellana-Caba regresan al departamento de su mamá, al que se habían cambiado hace unos meses tras abandonar la casona de Las Condes, agresivas y silenciosas. P se encierra en su habitación a llorar sin responder preguntas. C se resiste a dormir y se abre los ojos con las manos.

El lunes siguiente, deciden, pese a todo, ir al colegio. “Ese día comencé a entender la magnitud de lo que le había pasado a las niñas. Enrique fue brutal con ellas. La menor ha recordado que la amarraron con un cable y cuando ella recuerda las otras dos también comienzan a recordar. Las amarró en una escalera para abusarlas. Es terrible lo que este hombre les hizo a mis hijas” relata, entre lágrimas, Yamilé.

La directora del colegio, la madre Daniela, asegura que ese lunes 16 ella le manifiesta que las niñas llegan extrañas cuando visitan a su padre y que sospecha de abuso y entonces usted decide corroborar la situación.

No es verdad. Ese lunes voy al colegio con mi hermana después de pedirle una reunión a la directora. Me dice que las niñitas están raras, que un día llegó una sin calcetín, que se encierran en el baño. Pregunto por qué no me habían contado nada y me responden que se habían reunido antes con Enrique. Claro, él era del Banco Central y yo no. El 17, creo que es ese día, ella me dice “a las niñas algo les pasa cuando vuelven de la casa de Enrique”, no me habla de abuso, después en su declaración ante la justicia lo dice para resguardarse porque saben que tienen responsabilidad por haberle creído a Enrique y entregarle antecedentes a mis espaldas. En este proceso estuve muy sola.

Sin embargo, tras esa reunión, usted lleva a las niñas a realizarse exámenes, ¿se dio cuenta en ese minuto de lo que estaba pasando?

Comienzo a armar el puzle, sí. Salgo con mi P y ella en el auto me cuenta que se había encerrado en el baño porque quería ir a cuidar a su hermana a la sala y la tía no la había dejado, que necesitaba protegerla. Y mientras me cuenta eso, se hace pipí en el auto. La llevo donde una ginecóloga pediatra, pero pierdo la hora, porque llego diez minutos tarde. El miércoles 18 voy donde el pediatra Wolf a la Clínica Las Condes y le digo que están pasando cosas raras, que por favor las revise. Él me contesta que ya ha tenido otros casos donde las mujeres usan a sus hijos para vengarse de quien las dejó, por despecho. Y me deriva donde una ginecóloga, Paulina Merino, ella me dice que los exámenes de las niñas van a estar en dos días, así es que tampoco me da un informe que me indiqué que está pasando, pero sí me dice que tienen el himen intacto. Eso fue para mí un alivio, pensé: no las violó.

Vamos en el auto y P, que tenía en ese entonces cuatro añitos, empieza a hablar, me dice que el papá le echaba hipoglós en la vagina y que le tocaba las tetitas por debajo de la ropa y que a ella le dolía y le decía que no, que no lo hiciera, pero él seguía y seguía. Y entonces S me dice “créele mamá, porque a mí me pasó lo mismo, también me hizo lo mismo”. Paré el auto. Esa noche fue un caos, lloraban las tres. S me decía que el papá era malo, que la tocaba. Se quedaron dormidas a las tres de la mañana.

¿Cuándo finalmente constatas las lesiones?

Las llevo el jueves al servicio médico legal y las examinan y parto a declarar con ellas a la fiscalía. Cuento lo que sé hasta ese momento, de las tocaciones impropias… S (se quiebra) tiene dibujos de pequeña, muy chica, y siempre dibuja a Enrique de una forma en que los expertos, ahora lo sé, pueden interpretar los abusos que él le realizaba. Desde pequeña mi niña trató de advertirme…las culpas son demasiadas.

¿Usted hasta ese minuto desconocía que habían sido violentadas?

Sí, porque entra S a declarar, le sudaban sus manitos, y la carabinera le pregunta qué le hacían exactamente, y ella cuenta todo, de cuánto le dolía su potito cuando el papá le hacía cosas malas. Entonces se movilizan todos, le hacen un examen muy específico en el SML que es capaz de comprobar científicamente esta violación. Enrique estaba en Paris. Fue todo tan difícil. Nadie me creía. El Banco Central lo encubrió. Hay denuncias de acoso sexual en el Banco contra Enrique en 2003 que no llegaron a nada. Si esto se hubiera sabido a tiempo yo podría haber protegido a mis hijas. Creo firmemente que Enrique es un hombre muy dañado. Tuvo episodios extraños con su hermana. El papá de él era un hombre muy raro…una vez se ufanó de haberse conseguido una película donde violaban a una niñita de cinco años e invitó a Enrique a verla, su casa estaba llena de revistas pornos…No me extrañaría que lo hubieran abusado.

LA MIERDA Y LAS FLORES

Yamilé se trasladó con sus tres hijas a Melipilla donde arriendan una casa y buscan cómo mantenerse mientras ella, sicopedagoga de profesión, intenta encontrar trabajo. La sentencia contra Orellana dicta una indemnización de $200 millones por cada menor y otros $200 millones a Yamilé, sin embargo, los fondos aún no llegan y en la espera, prima el ingenio: “Les digo que todo es una aventura, si falta algo es un desafío al ingenio, y así”

¿Cómo ha sido el proceso de sanación de tus niñas?

Difícil, muy complicado. Son niñas muy inteligentes, muy valientes y se esfuerzan en entender que deben dejar lo que pasó atrás. Lo único que yo les pedí fue que contaran la verdad ante la justicia y lo hicieron, ahora debemos tratar de olvidar. Pero me preocupa todo. La mayor es pre adolescente. No tengo internet en la casa y si debe hacer una tarea la acompaño, me preocupa lo que pueda leer. A veces escribe lo que le ha pasado, comienza una historia diciendo: soy una niña como otras que vivió algo malo. Ella se siente además muy culpable.

¿Por qué?

Porque ella calló en el entendido de que tenía un pacto con Enrique de que si ella no hablaba sus hermanas estarían a salvo. Ella cumplió ese pacto y Enrique igual dañó a sus hermanas. Entonces S se cuestiona mucho eso, por qué no habló antes o por qué su papá no cumplió lo que le había dicho. Está muy dañada, tiene tendencias suicidas.

¿Y las más pequeñas?

Ellas llevan mejor el tema, se cuidan mucho entre ellas, cuando llega la noche es cuando vuelven los miedos y tratamos de espantarlos bailando o cantando. P me reclamaba hace unos días que ella quería un papá bueno, un papá que la quisiera y no le hiciera daño. Yo no puedo darles un padre. Si vuelvo a tener una relación, no podría vivir con esa persona dentro de mi casa, sería demasiado el miedo, hay mucho daño.

¿Cómo llevas tú esa situación?

Viví tanta mierda que la única forma de canalizar lo que me pasó es haciendo con eso algo bueno, una especie de abono para flores. Me he dedicado a investigar el tema del abuso para tratar de crear una fundación que acoja a los padres, que enseñe a los colegios a detectar los casos. Pero no me proyecto más allá de una semana. Soy una sobreviviente, veo qué hacer cada día y eso ya es un triunfo.

 

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