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Opinión

26 de Septiembre de 2013

Editorial: Piñera y la derecha

El Piñera del último mes, y quizás el que veamos hasta el fin de su gobierno, parece haber concluido que la derecha que conocemos es un lastre insoportable. Supo lo que era ser prisionero de ella y conoció la miseria de sus carceleros. Pocos lo trataron bien y, ahora, que ya no le sirven para […]

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El Piñera del último mes, y quizás el que veamos hasta el fin de su gobierno, parece haber concluido que la derecha que conocemos es un lastre insoportable. Supo lo que era ser prisionero de ella y conoció la miseria de sus carceleros. Pocos lo trataron bien y, ahora, que ya no le sirven para nada, ha decidido ponerlos en su lugar. Tiene claro que con Evelyn Matthei no llegará a ningún lado. Su candidatura ya no sólo es la historia de una derrota aceptada, sino que el Presidente de Chile, que ya piensa en el futuro, parece ver en ella el resumen de todas las insensateces por superar. La campaña ha sido mala, para no decir pésima. La Evelyn no ha sabido desplegar sus encantos. Los suyos, en realidad, no se lo han permitido. Esto de aparentar una unidad imposible puede matar hasta la naturalidad de una mariposa. La Evelyn quisiera ser Piñera, pero su pasado la condena. Y Piñera, últimamente, se lo ha refregado. Están todos convencidos de que lo hace pensando en su siguiente postulación, y ni siquiera él lo ha negado. “A cada día su afán”, contesta.

Ahora está por decidir el fin de los privilegios para los violadores a los derechos humanos… el cierre del penal Cordillera, donde los peores de todos son atendidos como presos de excepción. Al mismo tiempo que me escandalizo, vuelven a mi cabeza las mil historias de cárceles con jefes de mafia, con tipos servidos por el resto, con personajes misteriosos que reinan al interior de esos infiernos. O prisiones como la que se mandó hacer Pablo Escobar antes de aceptar ser detenido. Y pienso en el miedo que tiene que haber imperado en Chile para que gobernantes dignos -porque dejémonos de cuentos, Frei y Lagos lo eran, más allá de las merecidas críticas, al momento de aceptarlo- negociaran un trato especial para los peores y más peligrosos criminales del país. Recuerdo bien la detención del Mamo Contreras, el regalón de las prisiones de lujo. Efectivos de la PDI llegaron rodeados de cámaras de televisión a su casa, y él, mientras su esposa e hija gritaban, abría el cajón de su escritorio para sacar un arma que nunca usó, mientras nosotros, los televidentes, murmurábamos en secreto “puta que son valientes estos tiras”, porque todavía para el año 2005, cosa que muchos olvidan, el general Contreras causaba terror.

Solo las familiares de los desaparecidos, que nunca temieron nada porque sentían haberlo perdido todo, llegaron a escupirlo a la entrada de los Tribunales. A Pinochet le llegó su gargajo después de muerto, en el ataúd, pero le llegó. Fue importante escupirlos. Cuando aún imperaba el respeto frío del miedo, calentaron el ambiente perdiendo la compostura. Hasta que el país cambió, y los abusos de los militares se convirtieron en hechos para todos indignos, y haber votado que SÍ en el plebiscito de 1988 fue consagrado como un error imperdonable por el primer Presidente de derecha elegido democráticamente en medio siglo. No deja de ser paradojal y sano que este nuevo paso de normalización republicana, provenga de la derecha. Piñera le clavó un cuchillo en el corazón a ese animal podrido. Hay que ver ahora si se rearma lenta y valientemente con sangre fresca, o insisten en cubrir la vergüenza con orgullo, como las momias de museo.

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