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Opinión

25 de Octubre de 2013

La que dejaron los Parisi en el colegio La Fontaine

Parisi está contra las cuerdas. En el 2011 se hizo cargo junto a su familia de dos colegios de la Gran Logia y a fines de 2012 abandonó el negocio en medio de un escándalo. El domingo, Evelyn Matthei se le fue al cuello. Lo acusó de quedarse con el dinero de las imposiciones de los trabajadores y de dejar en ruinas el establecimiento. Acá, los funcionarios del colegio cuentan cómo fue trabajar con el cuestionado candidato.

Jorge Rojas
Jorge Rojas
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Sonia Latorre le echa garabatos a la tele cada vez que aparece Franco Parisi. Le grita desgraciado, infeliz, y luego apaga el aparato para seguir con un rosario que siempre incluye los mismo improperios. “Esta semana estuve con licencia, así que imagínese como tiritaba la tele cada vez que aparecía el tal Parisi”, dice con desahogo.

Latorre tiene 65 años y hace 20 que se desempeña como auxiliar en el colegio La Fontaine. Ella es una de los 65 funcionarios que demandaron a Franco y Antonino Parisi acusándolos del no pago de más de $70 millones en imposiciones, sueldos, e indemnizaciones: “Si lo tuviera al frente, en este minuto, le juro que le pegaría, por infeliz, por reírse de las personas”, agrega con desazón.

Según denuncian los funcionarios, los problemas con los Parisi comenzaron apenas se hicieron cargo del colegio en 2011, a través de Palermo Multimedia S.A. A los pocos meses se desató el primer desencuentro. Latorre y otras dos auxiliares -Jaqueline e Irene- explican lo medular del reclamo con peras y manzanas, tal como los Parisi enseñaban economía en la tele: “el problema acá es que ellos nos descontaban las imposiciones, pero esos dineros nunca se pagaron en las AFP ni en Fonasa, por eso nos quedamos sin previsión”, dice Irene. Su queja es la misma que hace la gran mayoría de los funcionarios del colegio. “Nos empezaron a llegar papeles de cobranza y ellos nos decían que era porque tenían algunos problemas de caja”, recuerda Marisol Norambuena, presidenta del sindicato de trabajadores del colegio. Según recuerda ella, el conflicto escaló cuando la caja de compensación mandó otras cartas de cobranza. Esta vez por las cuotas impagas de los créditos que algunos funcionarios habían solicitado y que se suponía que se descontaban por planilla. ¿Qué pasó? Lo mismo que ocurrió con las imposiciones: se descontaron, pero no se pagaron: “yo quedé en Dicom por esto. Pagué durante un año $70 mil mensuales y esa plata nunca llegó. Ahora debo como $200 mil en cuotas e intereses de un crédito que hace rato se supone que pagué”, agrega Norambuena.

EL ESTILO PARISI
El desembarco de los Parisi en el colegio fue en grande. Los primeros en llegar fueron Franco y Antonino, que en ese tiempo andaban pegados con el negocio de los paneles solares: “cuando Antonino llegó a instalarse a la oficina del director agarró a patadas una estufa eléctrica. Decía que no entendía por qué ocupábamos electricidad si ellos podían generar su propia energía”, cuenta Norambuena. A las semanas siguientes, los nuevos sostenedores modificaron algunas estructuras: habilitaron una bodega como taller para construir placas solares, y donde antes estaba la contabilidad del colegio, se instalaron con la Escuela sin Fronteras, un proyecto e-learning para alumnos de escasos recursos que nunca resultó.

Antonino es recordado en el colegio por lo que los funcionarios llaman las “pataletas italianas”, arrebatos infantiles donde no quedaba títere con cabeza. Lo recuerdan, también, por la frase autoritaria con la que cerraba todas sus alocuciones: “…y al que no le gusta, se va”, recuerda Norambuena que decía cuando andaba de mal humor. A Franco lo recuerdan por su descortesía. Dicen que apenas saludaba y que se la pasaba en la Escuela sin Fronteras.

Como la diversidad del negocio era grande -ya que también administraban el colegio Las Américas, de propiedad de la Gran Logia- entraron otros familiares al negocio: Sandra Fernández, la mamá del clan, que se hizo cargo de la contabilidad, y Luis Moraga Parisi, primo del candidato, quien asumió como director. Durante ese tiempo los funcionarios recuerdan que Antonino y Franco comenzaron a ir esporádicamente al colegio.

El 2012 es recordado como el año en que los Parisi abandonaron la escuela. Los funcionarios no se refieren por “abandono” a la decisión de los hermanos de salirse del negocio, sino que -literalmente- al momento en que aún siendo los sostenedores, simplemente dejaron de ir al recinto. A las obligaciones impagas se sumaron otras deudas: “una vez vinieron a cortarnos la luz y también estuvieron a punto de cortarnos el agua”, recuerda Marisol Norambuena, para graficar el nivel de abandono que existía. “Incluso tuvimos que hacer una vaca para comprar confort”, agrega con vehemencia.

A fines de 2011 el colegio Las Américas cerró y la incertidumbre se generalizó. Al año siguiente, en pleno movimiento estudiantil, los alumnos se tomaron el colegio y rayaron la fachada: “Los Parisi son unos ladrones”, decía un grafiti. Cuando Antonino se enteró mandó a un auxiliar a pintar el reclamo. No fue la única pega extra que les pidió realizar. En el invierno pasado, Irene recuerda que un día -sin que le pagaran nada extra- la llevaron para que limpiara los baños y encerara una casa abandonada que la familia tenía en Príncipe de Gales, la misma que hoy ocupa Franco Parisi como comando.

Los profesores recuerdan hoy que el 2012 lo pasaron sólo por la gestión de ellos, porque no querían que el colegio cerrara, tal como había ocurrido con Las Américas. Sabían sí, que estaban solos. “Acá dejaron a un tipo que se llamaba Gastón González, que representaba a la familia. Él se encerraba en la oficina del director y se ponía a comer y a fumar. Llegó flaco y se fue súper gordo”, cuenta Norambuena. Las auxiliares tampoco tienen buenos recuerdos de él. “Una vez entré a la oficina del Gastón y lo pillé viendo una película porno, echado en la silla y sin zapatos. En la pantalla vi una mujer vestida de enfermera que estaba sin calzones. Me dio vergüenza ajena, porque se suponía que él era el jefe”, recuerda entre risas una auxiliar.

En el colegio nadie se ha perdido el culebrón en el que se ha convertido la denuncia. Se sienten como el jamón del sandwich y temen que esto quede sólo en una pelea política y nadie se haga cargo de sus demandas. Norambuena dice que del comando de Evelyn Matthei llevan un par de días ofreciéndoles hacer una declaración pública en conjunto con la candidata de la Alianza, pero ellos se han negado. Dicen que no están para eso, así como tampoco están para escuchar las excusas que Parisi ha dado en la TV. Cada vez que lo ven les baja la rabia. No entienden cómo puede morigerar tanto su participación, pasando de protagonista a actor de reparto. “Él dice que estos colegios eran del hermano, pero yo no puedo poner la firma y hacerme el loco. ¿Cómo él no va a ser responsable si puso su firma? Su explicación es insostenible, ni el más tonto se traga ese cuento”, reclama Norambuena. Y agrega: “mire, esto no se trata de política, pero imagínate si este tipo sale presidente, la cagadita que quedaría”.

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