Llegó a comprar tres casas en un mismo día y en pocos años acumuló un patrimonio cercano a los dos millones de dólares. En el 2011, en un club nocturno, conoció a un adinerado doctor hondureño que la invitó a viajar y se transformó en su amante. Natalia Ciuffardi se llenó de privilegios: pasó de vivir en una modesta casa en Puente Alto a ser dueña de una en el mismo barrio donde vive el presidente de Honduras. En enero de este año, sin embargo, las autoridades descubrieron que el dinero que su pareja le daba formaba parte de un millonario fraude. La acusaron de ser testaferro de la red y de lavar dinero. Lleva dos semanas presa y las autoridades hondureñas quieren pedir su extradición.
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En la aldea Germania, en Tegucigalpa, ya está lista la pila de tablas donde arderá Natalia Ciuffardi Castro. En una semana más, cuando sea la medianoche del 31 de diciembre, las distintas colonias cercana a esta aldea se reunirán frente a la Tapicería San José, para la quema anual de los muñecos. La tradición busca exorcizar todos los males causados por las autoridades más corruptas del 2014 y este año, por primera vez, una chilena será parte del espectáculo. Natalia, la escort de Puente Alto vinculada al fraude del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), será quemada junto al muñeco de su amante Mario Zelaya, el ex jefe del Instituto y cerebro del millonario desfalco, que ya alcanza los 230 millones de dólares: el más grande de la historia en ese país.
-Acá se estaban robando todo el dinero- se lamenta Luis Lagos, maestro tapicero de 35 años que está a cargo de la confección del muñeco de Natalia. -Murieron cientos de personas, porque el seguro social funcionaba mal: decían que no habían medicinas ni tampoco cómo operar- agrega con fastidio al otro lado de la línea telefónica.
La quema –explica Lagos- es una tradición heredada por su abuelo hace más de 15 años y busca que “la gente agarre conciencia y enmiende el daño que ha causado”. El 2013, por ejemplo, el quemado fue el propio presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, quien ardió arriba de un barco pirata de utilería a punto de hundirse, junto al ex presidente Porfirio Lobos, el único al que han quemado dos veces consecutivas.
-Vamos a hacer el mono de Natalia para que acompañe a Mario Zelaya. Él es el personaje principal de esta estafa. Ellos jodieron bastante al pueblo: disfrutaron y despilfarraron nuestro dinero- se queja Lagos.
Ni Zelaya ni Ciuffardi se han enterado de la ceremonia que en Germania se ha programado en su honor. El ex director del seguro social está preso desde septiembre de este año en una cárcel al interior del primer batallón de infantería, y Natalia acaba de cumplir dos semanas en el Centro de Orientación Femenina de Santiago. Se la acusa de haber lavado dinero del fraude y ser testaferro de una compleja red de corrupción. Según la investigación, Natalia habría comprado ocho casas con dineros de la estafa: cuatro en Honduras y cuatro en Chile.
EL SEGURO SOCIAL
Natalia Ciuffardi trabajaba en el club nocturno Platinium cuando conoció a Mario Zelaya. Ella tenía 25 años y el 43.
-Al principio fue sólo un cliente, luego se gustaron y él la ayudaba -recuerda una amiga que conoció la relación desde un comienzo.
La noche en que se conocieron, a mediados de 2011, Zelaya se habría gastado más de seis millones de pesos entre tragos y servicios varios. Se presentó como un doctor hondureño que estaba de visita en Chile, para hacer negocios y operarse la rodilla. No andaba sólo, venía acompañado de su padre, Mario Zelaya Palencia, y de otras cuatro personas más.
-Él la invitó como un cliente invita a una chica, y pagó por sus servicios, nada más – agrega la misma amiga.
Natalia viajó a Honduras un mes y medio después que conoció a Zelaya. Se involucraron en una relación compleja. En Tegucigalpa, él estaba casado con Susana Tirado, una nicaragüense-española con quien tiene tres hijos. Natalia se transformó en la amante.
Zelaya tenía una historia antigua en Chile. En 1997 había realizado su especialidad médica en Ortopedia en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile y llegó a Santiago pocos meses después de haberse casado con Susana Tirado. Tras unos años, volvieron a Honduras. Allá, Zelaya no sólo era doctor. En abril de 2010, el ministro del Trabajo Felícito Ávila lo nombró director del Instituto Hondureño de Seguridad Social, institución público-privada de salud que se financia con el aporte de las cotizaciones de cerca de 600 mil trabajadores afiliados, más un porcentaje que pone el empleador, y otro tanto que paga el Estado. Zelaya asumió el cargo con el compromiso de sacar al seguro social de la profunda crisis de financiamiento en la que se encontraba, con deudas que superaban los 70 millones de dólares, y con un desabastecimiento del 35%. La situación era grave: de los 73 remedios que componen el recetario básico, los hospitales sólo tenían 12. No habían placas para revelar rayos X, suturas para cirugías, sueros, penicilina, ni tampoco diclofenaco, entre otras muchas medicinas más. Llegó un punto, incluso, en que las embarazadas debian financiar todos los insumos necesarios para el parto, lo que en caso de una césarea podría significar un costo aproximado de 300 dólares. En un país en el que el sueldo mínimo es de 350 dólares mensuales y dónde el 64,5% de la población es pobre, Zelaya se había convertido en la última esperanza para el Instituto Hondureño de Seguro Social.
-Debemos y nos deben millones, pero tenemos que llegar a un consenso con los deudores, pues de esta manera podemos mejorar las condiciones de la institución –dijo el día en que juró trabajar con transparencia y apego a la ley.
Pero no lo hizo. No pasó mucho tiempo en el cargo para que junto a José Ramón Bertetty, gerente administrativo del seguro, y José Zelaya Guevara, gerente de compras, idearan un plan para defraudar a la ya defraudada institución de salud. Se aprovecharon de todos los recursos extras que tanto el seguro social como el Estado aportaron para salir de la crisis. Para eso, crearon alrededor de diez empresas “fantasmas” a nombre de parientes, amantes, y amigos que sirvieron de testaferros, y que se adjudicaron millonarios contratos por consultorías que nunca se realizaron. En otros casos, se pagaron sobreprecios, como pasó con la compra de diez ambulancias que costaron 65 mil dólares cada una, y que ni siquiera estaban equipadas. Los vehículos, que no eran más que camionetas comunes con una camilla adentro, fueron bautizados por la prensa como las “ambulancias hechizas”.
En casi cuatro años de gestión, Mario Zelaya no sólo había fracasado en su tarea a cargo del seguro social, sino que se había convertido en su sepulturero. En febrero de este año, cuando la situación ya no daba para más, el gobierno intervino en la crisis. Lo primero que ordenó fue la destitución de Zelaya. A los pocos días, el ex director se dio a la fuga. Se lo estaba investigando por incumplimiento de deberes, fraude, lavado de activos, malversación de caudales públicos y abuso de poder.
-Este fraude tenía tres cabezas que operaban de forma independiente. Mario Zelaya era una de ellas. Al principio suscribió contratos con sobreprecios, creó necesidades que no eran ciertas, pero luego empezó a cobrar cheques sin que hubiese una necesidad específica. Fue una cuestión descarada –describe un abogado hondureño.
Para cuando el gobierno emitió una orden de captura internacional en contra de Zelaya, este ya se había gastado buena parte de la fortuna que había obtenido. Sus compañeros también habían hecho lo mismo. La investigación que se llevó adelante para seguir la ruta del dinero develó una compleja red de empresas y testaferros que adquirieron casas alrededor del mundo. Natalia Ciuffardi estaba en esa lista. Los fiscales la identificaron como la amante de Zelaya y establecieron que en dos años, pasó de vivir en una modesta casa de Puente Alto, en la calle Saladillo, a ser dueña de una lujosa casa en el exclusivo condominio San Ignacio, en Tegucigalpa: a dos cuadras de donde Zelaya vivía con su familia y en el mismo barrio donde queda la residencia del presidente de Honduras.
A sus amigas -que no estaban de acuerdo con que ella mantuviera una relación con un hombre mayor-, Natalia les decía que se había enamorado, que estaba feliz: la vida le había cambiado.
EL MUNDO DE NATALIA
Natalia Ciuffardi comenzó a viajar constantemente a Honduras y eso oficializó la relación de pareja que tenía con Zelaya. En uno de esos viajes, en el 2012, él le pidió que firmara un contrato. El documento decía que Natalia se desempeñaría como consultora informática internacional, para una importante empresa de tecnología llamada CA Technologies. Los socios de la compañía eran Óscar Laínez Reina y Jorge Herrera, amigos de Mario Zelaya y dueños de varias empresas fantasmas, a través de las cuales sacaban dinero del Seguro Social. Una de ellas, por ejemplo, ofreció un plan de digitalización de expedientes del Seguro que costó alrededor de 25 millones de dólares, pero el trabajo nunca se terminó.
Aunque CA Technologies no estaba vinculada directamente con el fraude, sí había realizado trabajos para otras reparticiones del Estado. De la noche a la mañana esta empresa reclutó a Natalia como experta computacional, cuando ella apenas sabía ocupar un PC. El contrato establecía un plazo de 18 meses, en los cuales se comprometía a instalar y prestar “soporte remoto desde Chile”, para el sistema de gestión Oracle. El documento también la obligaba a diagnosticar y resolver las fallas del sistema, evitar ataques cibernéticos, realizar actividades de soporte de llamadas, administrar bases de datos, y operar el sistema Linux. Todo esto, por medio millón de dólares.
No está claro si ese dinero se pagó o no en su totalidad, pero sí que el 27 y 28 de agosto de 2012, Natalia hizo los primeros giros de los que se tenga registro. En esa fecha, la compañía CA Technologies le hizo dos transferencias a su cuenta corriente por 10 mil y 5 mil dólares respectivamente, y un mes después, una por 9 mil y otra por 50 mil dólares. Con ese dinero, el 28 de septiembre Natalia inició una masiva compra de propiedades. Ese día adquirió una casa en el balneario de El Tabo y a la siguiente semana hizo lo mismo con dos departamentos en la comuna de La Florida. El 18 de noviembre de 2012, su familia se cambió a una vivienda en un condominio de Puente Alto, que costó 80 millones de pesos. Fue allí cuando Natalia les contó a sus padres una noticia: esperaba un hijo de Mario Zelaya.
Los pagos de CA Technologies no se detuvieron en los meses siguientes. El último giro del que se tenga registro, ocurrió el 22 de julio de 2013, cuando recibió 30 mil dólares en su cuenta y con ese dinero le compró un camión a su papá. Trece días antes había nacido su hijo. Mario Zelaya la había acompañado durante el parto, y la pareja subió una foto del momento a las redes sociales. A las pocas semanas, Natalia viajó a Honduras.
-Luego del parto, Ciuffardi fue operada por un cirujano plástico que le puso prótesis en sus pechos y le hizo una lipoescultura. El costo de esa operación y el médico que la hizo forma parte de la investigación –agrega un abogado.
En Honduras, Natalia siguió comprando propiedades. El 12 de septiembre de 2013 adquirió tres en un mismo día, gastando aproximadamente 300 mil dólares: dos departamentos y la vivienda de San Ignacio, uno de los lugares con la más alta plusvalía de Tegucigalpa. La casa tenía 270 metros cuadrados, cuatro piezas, y estacionamiento para cuatro autos. En ese lugar se quedaba cuando visitaba a su pareja. La fiscalía hondureña ha determinado, por información de testigos presenciales, que allí Mario Zelaya era el anfitrión de fiestas privadas a las que invitaba a sus amigos más cercanos del seguro social.
-Hay testigos que dicen que Ciuffardi venía con dos o tres amigas y eso lo hemos podido chequear por los vuelos, y se cree que venían a prostituirse –asegura Dagoberto Aspra, Jefe de la Unidad de Investigación del Consejo Nacional Anticorrupción. -Hay declaraciones de personas que iban a esas fiestas y que dicen que duraban hasta dos días –agrega.
A esa altura, la red del seguro social ya había desviado millones de dólares hacia una ramificada telaraña de testaferros.
CAE LA RED
En febrero de este año, cuando ya el gobierno había destituido a Mario Zelaya y la policía lo buscaba incesantemente, Natalia recibió un llamado suyo desde la clandestinidad. No le dijo muchas cosas, solo que lo perdonara, que algún día iba a entender todo lo que pasó: “Te amo a ti, amo a mi hijo, háblale siempre bien de mí. Creo que nunca más nos volveremos a ver”, le habría dicho. Nunca más se supo de él.
Natalia entendió por la prensa lo que Mario no había sabido explicarle por teléfono. En julio pasado, los medios hondureños desplegaron un organigrama del fraude. En medio de un mapa de 30 caras, bajo el título “La red que saqueó el IHSS”, Natalia se encontró con una foto suya al lado de la de Zelaya: “La amante chilena”, la llamaban.
Su participación adquirió protagonismo cuando ese mismo mes un grupo de fiscales hondureños viajó a Santiago para una reunión con el fiscal de la Zona Sur, Raúl Guzmán, con la expresa misión de pedirle que congelara todos los bienes que aparecieran vinculados a su nombre. En manos de la Fiscalía quedaron 18 tomos del expediente judicial del fraude.
Los afiliados al seguro social, que ya estaban descontentos hace mucho rato por el mal servicio, estallaron en ira cuando se enteraron que Zelaya se había gastado parte del dinero de la salud en darse lujos con su amante. El descaro de Zelaya no sólo había alcanzado ribetes financieros, sino que también afectivos. Mientras él estaba prófugo y a Natalia la seguía la policía, el caso se destapó. En pocos meses, el Consejo Nacional Anticorrupción elaboró un mapa con todas las compras que hicieron los testaferros: 33 propiedades en Honduras avaluadas en 7,5 millones de dólares, 25 en Estados Unidos por 6 millones de dólares, cuatro en Chile, decenas de entradas para partidos de fútbol americano, un par de ticket para un recital del grupo One Direction, y varios viajes por el mundo, entre ellos a Colombia, República Dominicana, Panamá, España, Italia, Francia, Bahamas, Inglaterra, China, Holanda y hasta El Vaticano, entre otros destinos.
Zelaya se había convertido en el prófugo más buscado de su país. Tanto, que la Secretaría de Seguridad llegó a ofrecer 50 mil dólares a quien entregase un dato que permitiera su captura. El 9 de septiembre fue detenido en Nicaragua, muy cerca de un puesto fronterizo con Honduras. Ese mismo día comenzó a circular un rumor que hasta hoy nadie ha podido desmentir: Zelaya habría sido traicionado por un amigo a cambio de la recompensa.
-Quedó detenido en el primer batallón de infantería de Tegucigalpa, donde hay una cárcel pequeña que es para casos de narcotráfico. Hay un odio generalizado hacia él, porque mucha gente ha muerto por falta de medicamentos o insumos. El enfado aumenta cada vez que lo medios muestran las fotografías de sus casas, mansiones, y los viajes con su amante. La chilena es un personaje sobre el cual el pueblo ha hecho muchos comentarios –cuenta un abogado que conoce la investigación.
Luego de cinco meses de seguimiento, el 2 de diciembre de este año, Natalia Ciuffardi fue detenida. En su casa, en el condominio de Puente Alto, se incautó un computador, dos Ipad, un televisor, dos millones de pesos en efectivo que guardaba bajo el colchón de su cama, y una carpeta con papeles importantes: documentos que acreditan 11 giros por más de doscientos mil dólares y tres copias de los contratos de trabajo que había firmado con la empresa CA Technologies, en Honduras.
-Zelaya le decía que le firmara varios contratos para que él pudiera ayudar a su hijo. Figuró como ingeniero en informática, como orientadora y decoradora de interiores, pero eso evidentemente no era así. Fue una labor que nunca desarrolló, pero eso no la transforma en una lavadora de dinero -explica Aldo Duque, abogado de Natalia, el mismo que defendió a Anita Alvarado.
Duque asegura que Natalia pecó de ingenua y que se le ha usado como chivo expiatorio para hacer creer al pueblo hondureño que la plata está acá en Chile, cuando ese dinero nunca ha salido del país. Cuenta –además- que gran parte de lo que se ha dicho de ella es mentira, que los autos que tiene no son de lujo y que los compró en cuotas, tal como la casa de Puente Alto, que habría sido adquirida con un crédito hipotecario que se termina de pagar en el 2041. Sobre los departamentos de La Florida y la casa en la playa, Duque dice que eran regalos con los que Zelaya pretendía asegurar el futuro de su hijo:
-Ha hecho lo que haría cualquier padre. Natalia no tenía cómo dudar del origen del dinero: él era un hombre muy respetado, querido y con mucho poder en Honduras. Ella quedó encantada, tanto que invitó a sus padres para que la acompañaran en sus viajes –dice.
Natalia lleva dos semanas presa. Su familia aún no logra entender lo que sucede. Contra ella se sigue una causa por lavado de activos, mientras en Hondura ya se han iniciado los trámites para solicitar su extradición y ya se han congelado todos sus bienes. La investigación del seguro social ha continuado avanzando: la causa tiene 33 líneas de investigación distinta, 22 procesados, 16 con medidas sustitutivas a la prisión preventiva, 4 detenidos y 4 prófugos.
Según estimaciones del Consejo Nacional Anticorrupción, en estos casi tres años de relación con Zelaya, Natalia habría acumulado un patrimonio cercano a los dos millones de dólares, dinero que fue entregado por el ex director del seguro social.
Las amigas de Natalia creen en su inocencia. La describen de personalidad ingenua, lo que habría facilitado que se vinculara con el fraude.
-Lo peor que le pudo pasar a mi amiga fue conocer a ese hombre, le trajo puros problemas –se queja una de ellas.
-Decía que el hombre tenía buen trabajo, que por eso le mandaba dinero. Lamento harto lo que le está pasando, no se lo merece. Te creo si hubiese sido más viva de mente, pero ella le creyó todo –se lamenta otra.
En una semana más, los muñecos de Mario Zelaya y Natalia Ciuffardi arderán en una pila de madera. Los hondureños de Germania esperan que este exorcismo les devuelva la dignidad. Aunque la fiesta está pensada con espíritu positivo, no hay nada que les saque de la cabeza que esta es una tragedia.
-Hermano, déjeme decirle que esto es lo peor que nos ha pasado en mucho tiempo en la historia del país -se lamenta Luis Lagos, el tapicero que hizo los muñecos de Natalia y Zelaya, que en pocos días más arderán hasta convertirse en cenizas.