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Opinión

3 de Noviembre de 2015

Columna: Qué vergüenza lo de Conicyt y la renuncia de Brieva

Jorge Babul C.
Jorge Babul C.
Por

Conicyt A1

*
La semana pasada Francisco Brieva, presidente de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt), renunció a su cargo después de poco más de un año de trabajo.

¡Qué vergüenza lo de Conicyt!, han exclamado muchos. Francisco Brieva llegó a su puesto luego de que la institución fundamental para nuestra ciencia estuviera casi un año sin presidente. El anterior, José Miguel Aguilera, renunció en septiembre de 2013 poniendo de manifiesto una serie de dificultades administrativas, presupuestarias y políticas. Sin embargo, nunca explicó su retiro: “saquen sus propias conclusiones”, se limitó a decir. Durante su gestión Aguilera logró recuperar la envergadura de los programas de postdoctorado, de iniciación a la investigación para jóvenes investigadores y los de investigadores establecidos del Fondecyt (Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico). No obstante, el número de proyectos financiados de ese fondo se estancó el año siguiente. ¿Fue esta la razón de su renuncia? ¿No pudo conseguir el financiamiento comprometido para proyectos que duran tres a cuatro años?

Desde fines del Gobierno de Piñera y durante los primeros seis meses del actual, Conicyt estuvo sin presidente. Aparentemente, el Mineduc, organismo del cual depende Conicyt, estaba estudiando reponer el Consejo de Conicyt, el que tiene la responsabilidad de asesorar a la Presidencia en la política científico-tecnológica y que estaba en receso desde 1973. Así, junto con la designación de Brieva, en septiembre de 2014 se anuncia la reactivación del Consejo. La comunidad científica recibió con esperanzas al nuevo presidente, tanto por su experiencia en investigación y administración como por sus deseos de crecimiento del país para convertirlo en actor importante en esta sociedad del conocimiento. Por otra parte, la recuperación del Consejo se veía como una solución transitoria a la espera de una institucionalidad apropiada para el desarrollo de la ciencia, después de varios intentos fallidos de crear un ministerio.

Lamentablemente, Brieva deja su cargo en igual momento que su antecesor, durante la discusión del presupuesto de la nación. ¿Es esto una casualidad? ¿Lo escuchó alguien en el gobierno? ¿Tomaron en cuenta sus proposiciones y fundamentaciones? Parece que no. ¿Fue esta la gota que rebalsó el vaso o fue su calidad salarial de indigente después de seis meses sin sueldo y dedicación exclusiva a su cargo?

A diferencia de su antecesor, Brieva sí indicó las razones de su renuncia. En forma elocuente declaró que a este país no le interesa la ciencia. Por ejemplo, le tomó un año reajustar el monto de manutención anual de las becas nacionales de doctorado, monto establecido el 2010, y que éste se actualizara según el IPC. Acongojado, comunicó que dejaba de hacer su tarea. Un desastre para la ciencia: no ha habido una preocupación mínima por la persona que la encabeza.

El escenario actual no es auspicioso. Por casi medio siglo hemos tratado de poner a la ciencia en el lugar que le corresponde y tener una institucionalidad adecuada para fomentarla e impulsar nuestro desarrollo. En los dos últimos gobiernos y después de sendas comisiones presidenciales no hemos logrado un proyecto de ley que cree un ministerio para la ciencia. El país cuenta con pocos científicos, estamos en el último lugar de la OCDE en inversión en ciencia y no tenemos un plan de desarrollo. Miles de jóvenes científicos, formados tanto en el país como en el extranjero, están viviendo una situación incierta en cuanto a su futuro laboral o están en una situación inestable debido a una planificación deficiente en los programas de becas. El número de postulantes a los proyectos de iniciación a la investigación se han más que duplicado, pero los proyectos financiados están disminuyendo. Lo paradójico es que el país necesita concretar proyectos en muchas áreas que son fundamentales para nuestra vida diaria, en las que los nuevos investigadores podrían participar, pero emigrarán en busca de horizontes más promisorios y los que están en el extranjero no retornarán. Nos estamos farreando la posibilidad de alcanzar el desarrollo del país y el bienestar de los ciudadanos.

Debemos reaccionar, ya es tarde.

*Presidente del Consejo de Sociedades Científicas

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