Opinión
4 de Octubre de 2017Columna de José Bengoa: Catalanes, Autonomías y Mapuche (s)
Las dos noticias que más nos impactan en estos días, han sido seguramente el conflicto en La Araucanía y la tensión por el referéndum en Cataluña: unos quieren autonomía y los otros su independencia. Curiosamente, siglos atrás, en un mismo tiempo, se desataba la Guerra de los Catalanes y la Guerra de Arauco. Pareciera que la historia se vuelve a encontrar en los temas de la modernidad: la aldea y el mundo están más cerca que nunca.
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La rebelión de los campesinos con sus echonas de segadores hasta hoy se la recuerda en el himno Els Segadors, que en estos días se canta en las calles y actos masivos de Barcelona y otras ciudades catalanas. Fue una guerra sangrienta. España y Cataluña perdieron las provincias catalanas que quedaron hasta hoy en el lado francés.
Las curiosidades de la Historia son siempre notables. Hace años buscaba en los archivos el texto del Tratado de Quilín, en que los españoles dirigidos por el Marqués de Baydes, Gobernador de Chile en esos años cercanos al 1640, se habíareunido en los Llanos de Quilín con los caciques, hoy día llamados “lonkos”, en ese tiempo conocidos como araucanos y hoy conocidos como “mapuche(s)”. El auxiliar del Archivo de Indias en Sevilla me traía unos enormes fajos de papeles, amarrados con cordeles, ya que en ese tiempo uno podía acercarse a los originales y no solo a fotos digitales como hoy en día. En esos papeles agrupados por fechas, la mayoría de los documentos hablaba de tres temas: la Guerra de los Catalanes, la guerra contra Portugal y la Guerra de Arauco, que era lo que yo andaba buscando. Por cierto que me distraje y me puse a leer los papeles de esos conflictos de mediados del siglo diecisiete.
España se enfrentaba con todos los príncipes y reinos de Europa. Tenía tropas en Flandes, en Italia, y en la península trataba de anexar a Portugal e impedir que se independizara Cataluña, los catalanes como se les decía. La guerra de Flandes, lo que hoy es Holanda fundamentalmente y parte de Bélgica, estaba estancada y desangraba las arcas y población española. Italia era conquistada por Gonzalo Fernández de Córdova, Gobernador de Milán, que muere en el 1635, bisnieto del “Gran Capitán”, para muchos el primer soldado renacentista, esto es, moderno, podríamos decir. De esa vertiente provenían las tropas de Alonso de Ribera que llegaron a Chile, al Flandes Indiano, a detener la rebelión mapuche de Pelantaro que había destruido las ciudades del sur del río Biobío, que eran las de mayor desarrollo en ese momento, como Valdivia, después de Curalaba donde el segundo Gobernador de Chile, Óñez de Loyola fue derrotado y muerto. El Rey, y los reyes que lo siguieron, trataban de manejar una situación convulsionada, al igual que ahora. Curiosamente la historia unía la cuestión de los catalanes con la de los mapuche(s).
Ocurrieron tres fenómenos distintos. Portugal no fue conquistado y se mantuvo independiente hasta el día de hoy. No fue un asunto de lenguas ya que una tan parecida al portugués como la que se habla en Galicia, pasó a ser parte del dominio hispano peninsular. No funcionó la idea de un solo Rey de España y Portugal como se pretendía. Cataluña no logró lo de Portugal y fue derrotada. La rebelión de los campesinos con sus echonas de segadores hasta hoy se la recuerda en el himno Els Segadors, que en estos días se canta en las calles y actos masivos de Barcelona y otras ciudades catalanas. Fue una guerra sangrienta. España y Cataluña perdieron las provincias catalanas que quedaron hasta hoy en el lado francés. El bichito independentista, sin embargo, quedó dando vueltas por siglos. Hoy vuelve.
En una carta encontrada en esos archivos polvorientos, el Rey le dice al Virrey y éste al Gobernador del Reyno de Chile, que la Guerra de los Catalanes, impedía que se enviaran más tropas a la Guerra de Arauco. No había un doblón en las arcas reales. Llamaban al Gobernador a hacer las paces, sobre todo para prevenir que los holandeses entusiasmados por sus triunfos, ocuparan Valdivia y se instalaran en el Océano Pacífico. Son esos episodios internacionales los que dan el contexto para que se realicen las Paces de Quilín, o Parlamento del Valle de Quilín en que a nombre del Rey de España se le otorgan a los araucanos, hoy mapuche(s), favorables condiciones de independencia territorial, siendo el único pueblo indígena de América Latina que lo obtiene. Lo lograron con la fuerza de Butapichón y la astucia diplomática de Loncopichón, los dos grandes líderes. Allí se establece que el rio Biobío sería la frontera y que las tropas no lo cruzarían en son de guerra y solamente lo harían los misioneros, los jesuitas llamados “curas o padres de negro”, curi patirus, por los mapuche(s). Quilín permitió que la sociedad mapuche viviese en forma independiente por casi 250 años, lo que no es poco. Ese hecho histórico hace la diferencia. El acta resumida del Parlamento está en un libro oficial de la corona española, al lado de las actas y Tratados de Paz con los mismos catalanes y otros principados con los que en esos días se guerreaba. Después de ese primer Quilín hubo muchos parlamentos en que el Estado español volvió a ratificar los límites de la colonia. Incluso al comenzar la República de Chile, se hicieron parlamentos que ratificaban esa situación de independencia.
En la segunda mitad del siglo 19 se va a producir en Europa y muchas otras partes del mundo, un conjunto de movimientos de carácter nacionalista que promovieron la unificación de grandes territorios. España va a salir de las guerras carlistas desangrado y sin resolver su unidad nacional. La República, en la primera mitad del siglo veinte, permitió un sistema mucho más racional para una península tan diversa como la antigua Hispania. Los vascos tuvieron en Guernica su Gobierno con José Antonio de Aguirre de Lehendekari, quien en su exilio posterior a la Guerra Civil visitó Chile, y los catalanes a Lluis Companys de Presidente de la Generalitat. Franco, al vencer en la guerra, hizo de la unidad peninsular su bandera, prohibiendo incluso que se hablase en Cataluña el catalán y el euzquera en el país vasco. “¡Arriba España!” se gritó con el brazo en alto. Esos nacionalismos llevaron al paroxismo el ideario de una sola Nación, un solo Pueblo y un solo Estado, con las dramáticas consecuencias bien conocidas.
Estas ideas nacional estatistas tuvieron su expresión, también, en los países periféricos, sobre todo en los que habían territorios en manos de indígenas. Había que unificar los territorios, las naciones debían adherir al mundo “civilizado”. Es así que concomitante a esos hechos el ejército chileno y argentino avanzaron sus líneas hasta ocupar la Araucanía por lado y lado de la cordillera. A los mapuche(s) se les dijo, con fuerza por cierto, que debían ser chilenos, hablar en chileno, pensar en chileno y rezar en cristiano. La unidad nacional exigía la existencia de un solo pueblo, de acuerdo a las ideas de comienzos del siglo veinte.
Pero los ciclos de la Historia son implacables. Hoy por hoy, el bichito de las independencias y autonomías ha comenzado nuevamente a picar en casi todas partes del mundo. Vuelven a jugarse las tres alternativas, esto es, la independencia, la autonomía y la dependencia simple y pura de carácter colonial, bajo la idea de “unidad nacional”, con todos los conflictos que ello implica. La independencia se juega en Cataluña, y muchas partes del mundo. Son demandas de ruptura de los Estados soberanos, de ser partes del mundo sin intermediación. La así llamada globalización y las tecnologías que la acompañan parecen ser el contexto que provoca, explica y permite estas situaciones. Hay mucho de falta de solidaridad, por cierto, con las áreas más pobres, pero también iras con las antiguas dominaciones y centralidades; hay revancha, hay una moda, a veces histérica, además, por el tema de la identidad. No cabe muchas dudas que desde visiones centradas en las contradicciones de las clases sociales, en sus luchas e imaginarios (“la clase obrera”), se ha estado transitando a imágenes mucho más complejas en que las unidades son construidas de modo imaginario en torno a identidades lingüísticas, religiosas, en fin, espirituales y también territoriales. Es cosa de ver lo que pasa en el mundo.
Parlamento de Quilin, 1641.
No por nada surge el tema de las autonomías, sobre todo en aquellos pueblos dominados, colonizados, sometidos que buscan caminos de autodeterminación. Los dos Pactos de Derechos Humanos, el de “derechos civiles y políticos” y el de “derechos económicos, sociales y culturales”, señalan de igual manera que es un derecho inalienable de cada pueblo la autodeterminación. Estas ideas están ancladas en lo más profundo de la tradición judeo cristiana y occidental. Pensemos en los cientos de versiones de “en los ríos de Babilonia nos sentábamos llorando”. Ahí está la idea de un pueblo, de un pueblo colonizado, en el exilio, desplazado, sometido y que lucha por su liberación. Ningún colectivo, que se considere un pueblo, puede aceptar la dependencia, la subordinación, no estar a cargo de las decisiones que les competen. Es por eso que cuando se discutió en Naciones Unidas la Declaración Internacional de los derechos de los Pueblos Indígenas este asunto fue central. Fue más de una década en que no hubo acuerdo, al final se señaló que en el caso indígena el ejercicio del derecho a la autodeterminación es la autonomía, esto es, una semi independencia, un proceso político en que el pueblo representado toma sus decisiones internas sin ruptura con la soberanía del Estado. Cataluña en este momento transita desde una situación de autonomía parcial y relativa, otorgada a regañadientes, a una de mayor independencia; concomitantemente los mapuche(s) pasan en sus reivindicaciones desde una situación de colonialismo interno a una de relativa autonomía. Nos guste o no, son las tendencias que están ocurriendo hoy en la sociedad internacional; este oleaje va de la mano de cambios tecnológicos y de pertenencia al mundo. La idea de nación, como homogeneidad total interna, surgida en el siglo 19 comienza a perder fuerza; las patrias son más reducidas a identidades circunscritas, sobre todo en sociedades complejas, donde existen historias y trayectorias que no siempre han sido semejantes y por el contrario están llenas de violencias y discriminaciones aviator. La relación entre la aldea y el mundo es hoy por hoy más cercana que nunca. Las modernidades que tanto anhelamos en Chile también traen consigo estas ideas de autonomías y autodeterminaciones de los colectivos discriminados. La cuestión mapuche mientras no se abra a estas nuevas ideas modernas, no tendrá solución. De lo contrario volveremos a la Guerra de los Catalanes y a la Guerra de Arauco, como ocurrió hace siglos. La historia se repite, dijo un sabio alemán, la primera fue tragedia, la segunda me temo, será también tragedia mezclada con algo de comedia.