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Opinión

8 de Octubre de 2018

“No podemos permitir que un defensor de la dictadura, machista, racista y homófobo como Bolsonaro gobierne Brasil”

Hace casi dos años, Verónika Mendoza lideró una histórica campaña presidencial del Frente Amplio peruano. En aquella ocasión se quedó fuera de la segunda vuelta por poco, y se vio obligada a darle su apoyo a PPK, para así evitar el regreso de lo que ella llama “la dictadura fujimorista”. Hoy, tras el quiebre del FA peruano, Mendoza piensa que las nuevas izquierdas latinoamericanas deben desmarcarse “sin lugar a dudas” de Maduro y Ortega y, que para evitar el surgimiento de gobiernos de extrema derecha en la región –como un posible mandato de Bolsonaro en Brasil-, la izquierda progresista debe dejar la “soberbia principista”. Verónika Mendoza visitará Chile el próximo 18 de octubre con motivo del Festival ¡A toda marcha!*, organizado por Revolución Democrática.

Jonás Romero Sánchez
Jonás Romero Sánchez
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En vista de lo sucedido en tu país durante los últimos meses, ¿consideras que el apoyo a PPK en segunda vuelta fue una buena decisión por parte de Frente Amplio peruano?

Siempre advertimos que PPK era un lobista empedernido y siempre fuimos oposición en su gobierno. Nuestro llamado fue a cerrarle el paso al retorno de la dictadura fujimorista que exhibía además renovados vínculos mafiososAhora, a la luz del comportamiento del fujimorismo en este tiempo creo que fue una decisión correcta. Difícil, pero correcta. Hemos visto a un fujimorismo reeditando las peores prácticas montesinistas: ejercicio abusivo del poder, cooptación de instituciones para blindarse, grabar audios y videos para extorsionar, etc. Quizás hubiera sido más conveniente para nosotros mantenernos al margen, pero el fujimorismo en el gobierno con esa aplastante mayoría parlamentaria hubiera sido destructivo para el país. Eso sí, trabajaremos arduamente para no tener que estar ante una disyuntiva similar nunca más, y más bien ofrecerle al país una alternativa de gobierno para el cambio.

Al igual que en el caso de Perú, el Frente Amplio de Chile obtuvo una sorprendente votación en las elecciones presidenciales, superando el 20% de los votos en primera vuelta. ¿Cómo lidió el FA peruano con ese “éxito” electoral? ¿Se produjeron “sismas” o separaciones al interior del FA peruano o de sus partidos?

Personalmente tenía la expectativa de que el Frente Amplio pasara de ser una coalición electoral a un instrumento político estratégico. Esperaba que el FA pudiera abrirse aún más a la ciudadanía y constituirse en un gran movimiento diverso y dinámico que pudiera acoger a más espacios organizados como a más ciudadanas y ciudadanos. Pero no todos teníamos las mismas expectativas. Creo que algunos actores del FA prefirieron replegarse a sus espacios territoriales y sectoriales tradicionales, mientras que otros apostaban por construir un movimiento popular y ciudadano que fuera el poder de un futuro gobierno. Creo que era viable e incluso necesario articular ambas dimensiones pero no fue posible. Abrir el FA era arriesgado, suponía perder en alguna medida la cuota de control de las estructuras iniciales. Yo creo que debimos correr el riesgo, pero no todos estuvieron dispuestos, no pudimos hacerlo juntos. Sin embargo, aunque ya no somos todos parte de la misma estructura, coincidimos permanentemente en la acción política.

Entendiendo que existe un debate sobre cómo construir izquierda en el siglo XXI, ¿Son estos “quiebres” o reorganizaciones parte de un proceso natural de los nuevos movimientos progresistas en América Latina?

Creo que es legítimo e incluso necesario que existan diversas izquierdas, con sus énfasis programáticos, con más o menos tradición o innovación, con más o menos anclaje en los territorios, las organizaciones sociales o las instituciones. El desafío es articular esos procesos para defender y ganar más derechos, más libertades, para vencer a las mafias y lobbies que nos despojan de nuestros recursos y oportunidades. Y construir en esa diversidad el instrumento político que nos permita ser gobierno y poder.

¿A qué sectores de la izquierda agrupa Nuevo Perú? ¿Cómo se caracterizarían y cuáles son sus objetivos? ¿Cuáles son las diferencias con el Frente Amplio del Perú?

En el Nuevo Perú confluyen organizaciones de izquierda con larga tradición de lucha al lado de los sectores populares, organizaciones, colectivos y personas socialistas, nacionalistas, ambientalistas, feministas, así como ciudadanas y ciudadanos que por primera vez deciden involucrarse en política. La verdad es que es bastante ecléctico y la convivencia no siempre es fácil, además, es una organización muy joven, nuestro “congreso fundacional” fue en diciembre 2017. Pero creo que esa diversidad es al mismo tiempo nuestro principal potencial: reivindicamos y estamos en las diversas luchas, en la calle, con la gente, y en el Parlamento. Puede sonar ambicioso, pero queremos contribuir a construir poder popular, queremos disputar los sentidos comunes y queremos ser gobierno. Quizás ahí está una de las diferencias con otras izquierdas que en algunos casos se han resignado a “auparse” dentro de otros proyectos electorales con el costo de perder perfil propio y, en otros casos, simplemente no tienen vocación de gobernar y prefieren mantener sus espacios de referencia. Nosotros queremos ir más allá.

¿Cuál ha sido la estrategia del movimiento que lideras, Nuevo Perú, en vista de las próximas elecciones presidenciales de tu país? ¿Piensas que las nuevas izquierdas deberían apostar por llegar al gobierno lo antes posible?

Sí, creo que debemos y podemos ser gobierno en el siguiente periodo, pero no a cualquier costo ni en cualesquiera condiciones. Debemos prepararnos desde ya.

 

MOMENTO POLÍTICO EN AMÉRICA LATINA

En el FA de Chile coexisten partidos y movimientos liberales y de izquierda. Entre los segundos se habla mucho de construir una izquierda del siglo XXI, desmarcándose de los procesos del siglo pasado e incluso los gobiernos progresistas de inicios de este siglo en Sudamérica. ¿Es factible levantar una nueva izquierda distinta de las que han existido antes? ¿Es factible romper con la tradición histórica de la izquierda en este intento por levantar nuevos referentes?   

Creo que nos tocará ser continuidad, ruptura e innovación. No podemos negar la audacia y los cambios que significaron los progresismos en América Latina, tampoco la esperanza y el empoderamiento popular que despertaron.  Creo que, aunque son procesos diferentes, en términos generales fue un periodo de reivindicación de nuestras soberanías y de distribución de riqueza y expansión de derechos. Lamentablemente, se exacerbó la dependencia extractivista, no se diversificaron las economías y, en algunos casos se cooptó o se quebró la relación con los movimientos sociales. Creo que es tiempo de retomar y fortalecer el arraigo en los movimientos sociales, profundizar nuestras democracias, diversificar la economía, los liderazgos, las luchas. Hoy no podemos hablar de igualdad, emancipación ni transformación sin incorporar la lucha de las mujeres o la comunidad LGTBI, por ejemplo, o la agenda ambientalista, el cambio climático nos acecha, debemos ser capaces de construir un desarrollo en armonía con la naturaleza.

Las situaciones en Venezuela y Nicaragua han sido calificadas de “críticas” por la prensa internacional. ¿Cuál es tu posición –y la de Nuevo Perú respecto a los gobiernos de Maduro y Ortega?

En ambos casos, aunque reconocimos los avances que señalé hace un momento, siempre fuimos muy críticos por ejemplo, a la política económica en Venezuela que exacerbó la dependencia del petróleo, dejando abandonados otros sectores productivos y llevando al pueblo venezolano a la crisis que hoy padece, o al exacerbado conservadurismo del Orteguismo que implicó un grave retroceso en los derechos de las mujeres. Hoy, el autoritarismo y la criminalización de la disidencia nos distancian totalmente de esos procesos. La violencia y la violación de derechos humanos son inexcusables. Sin embargo, tampoco vamos a avalar posturas intervencionistas y militaristas de otros sectores que en lugar de apelar al diálogo azuzan más el conflicto. Estas crisis se deben resolver con diálogo y más democracia.

¿Debe la izquierda latinoamericana desmarcarse de figuras como la de Maduro y Ortega?

Sí, sin lugar a dudas. Sin dejar de señalar sin embargo, las múltiples responsabilidades y factores de las crisis que atraviesan esos países.

Más al sur tenemos a dos ex presidentes siendo investigados por corrupción, como son Lula y Cristina Fernández. Rafael Correa está asilado en Bélgica. ¿Cuál es tu evaluación del período progresista que gobernó gran parte de Sudamérica la última década?

Lo señalé hace un momento, creo que a pesar de los importantes avances en términos de soberanía, distribución de riqueza y expansión de derechos, lamentablemente no lograron romper las lógicas perversas de un sistema en el que manda el poder del dinero y las grandes corporaciones. Esa es la tarea pendiente. Y, sin embargo, es evidente que hay un nivel de ensañamiento y persecución judicial y mediática particular con quienes encarnaron estos procesos.  Ni Macri ni Temer son santos, todo lo contrario, sin embargo, a ellos los poderes fácticos y la prensa internacional los tratan con guantes de seda. Todo indicio de corrupción merece investigación, pero se debe medir a todos con la misma vara. Y también hay que diferenciar a las personas de los procesos.

El avance de la extrema derecha en Europa y EE.UU es un hecho. En Brasil un candidato de ese sector tiene posibilidades de convertirse en presidente de ese país. ¿Cómo debe enfrentar la izquierda este avance, o prevenir su crecimiento en Latinoamérica?

No podemos permitir que un fanático conservador, defensor de la dictadura, machista, racista, homófobo y autoritario como Bolsonaro gobierne Brasil.  Su votación en la primera vuelta es una señal de alerta para América Latina. Los sectores democráticos, progresistas y de izquierda debemos dejar nuestra soberbia principista y programática y escuchar a la gente. Hay una legítima demanda de orden, de paz, de seguridad que personajes como Bolsonaro canalizan hacia respuestas autoritarias y conservadoras, apelando al odio y al miedo, nosotros debemos escuchar y atender esas demandas, no desdeñarlas como muchas veces hacemos, y canalizarlas hacia respuestas democráticas y  transformadoras, apelando al amor y a la esperanza.

 

FUJIMORI E INDULTO

La semana pasada se revocó el indulto a Alberto Fujimori. ¿Qué reflexión deja dicha decisión, pensando en las gestiones del expresidente PPK?  ¿Hasta qué punto los distintos partidos políticos peruanos deben rendirle cuentas a Fujimori y el “Fujimorismo”?

Con el fallo de la CIDH y esta última decisión judicial se confirma que el indulto no fue humanitario sino resultado de un pacto de impunidad bajo la mesa, ilegal e inconstitucional. Pero, lo más importante es que hoy queda establecido por las masivas y consecutivas movilizaciones ciudadanas contra el indulto, que con la justicia no se negocia, que la justicia debe ser igual para todos y que solo puede haber reconciliación en el país sobre la base de la memoria y la justicia.

La anulación del indulto, junto a las investigaciones en curso contra Keiko Fujimori y su entorno, así como el descrédito general en la ciudadanía, están derrotando al fujimorismo, me refiero al partido y sus referentes, pero ese sentido común autoritario y conservador y esas redes mafiosas probablemente buscarán otro espacio donde alojarse, así que la lucha continúa.

* Verónika Mendoza participará del panel inaugural “Innovación política y un nuevo proyecto de izquierda” de ¡A toda marcha! Jueves 18 de octubre, 19:30 horas, Biblioteca Nicanor Parra UDP. Inscripciones en atodamarcha.cl

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