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Cultura

9 de Agosto de 2019

Diferencias desatadas: La peregrinación tributo a Shiva que incluye marihuana y copete

EFE

Muchos devotos quieren alejarse de esta imagen "antisocial" de la peregrinación y centrarse en el alto significado religioso y espiritual que tiene para muchos de ellos.

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Volados y arriba de la pelota, millones de peregrinos o “kanwarias” -no todos- rinden su tributo anual durante la época del monzón al dios hindú de los excesos, Shiva, al que tras largas caminatas ofrendan agua del sagrado río Ganges.

Animados por el mantra “Bol Bam” (“Di Shiva”, en hindi) los devotos de una de las deidades más importantes del panteón hindú recorren entre 100 y 400 kilómetros, en su mayoría a pie, para recoger en dos cántaros agua del río Ganges, en el norte de la India, y trasladarla a diferentes templos dedicados a Shiva.

“Por mi experiencia me he fijado en que si no dices ‘Bol Bam’ no puedes avanzar. Las palabras te dan la fortaleza para continuar, como si alguien te alentara a seguir adelante”, explicó Sujata Mukherjee, una ama de casa de mediana edad, poco después de finalizar el peregrinaje.

Durante el recorrido, conocido como “Kanwar”, los devotos, vestidos de azafrán -color sagrado para los hindúes-, cargan los cántaros de agua colocados en los extremos de un palo de madera que nunca, sin excepción, puede tocar el suelo.

Como espectador, las caminatas de estos devotos se parecen más a un festival de música electrónica, ya que a pocos metros de los peregrinos siempre les acompaña un camión-escoba con altavoces con música a tope y jóvenes en su interior divirtiéndose.

Y es que además del agua del Ganges, otra de las ofrendas a Shiva es marihuana, que consumen también diluida en una bebida conocida como bhaang, en busca de la bendición de este poderoso dios que, según la creencia, tiene la capacidad de destruir y crear de nuevo el universo para perfeccionarlo.

El peregrino Mithilesh Kumar Singh, un estudiante de 20 años, reconoce que el consumo de bhaang es habitual entre los más jóvenes, pero no así entre los devotos de mayor edad y familias.

Las fuerzas de seguridad también hacen la vista gorda mientras la marihuana y el alcohol pasan de mano en mano, con el tráfico más congestionado que nunca a medida que los peregrinos interrumpen la circulación.

Autoridades de las ciudades norteñas de Ghaziabad y Meerut, por ejemplo, han decidido cerrar los centros educativos durante la época de mayor confluencia de peregrinos para preservar así la seguridad de los estudiantes.

Muchos devotos, sin embargo, quieren alejarse de esta imagen “antisocial” de la peregrinación y centrarse en el alto significado religioso y espiritual que tiene para muchos de ellos.

“Algunos somos trabajadores, otros estudiantes. Venimos en grupo. Vengo en peregrinaje desde que tenía 13 años”, dice en Delhi un joven veinteañero que se identifica como Rahul.

Otro grupo a las afueras de la capital india recorre entre 30 y 35 kilómetros diarios. A sus componentes les llevó una semana regresar desde Haridwar, ciudad sagrada situada a las orillas del Ganges en el estado norteño de Uttarakhand.

El peregrinaje de “Kanwar” se remonta a las ancianas escrituras hindúes, en las que se relata cómo el oleaje en el océano producido por dioses y demonios generó un veneno que Shiva bebió para librar de él a los mortales.

La ponzoña, sin embargo, enfermó a Shiva, hasta que consumió agua del Ganges, que alivió el escozor en su garganta y le curó. Desde entonces, los devotos, sobre todo durante el mes de Shravan -julio y agosto-, llevan agua del río sagrado a la deidad como ofrenda.

“He oído que con esta peregrinación complacemos a Bhole baba (otro nombre por el que se conoce a Shiva). Nos llevó cinco días recoger el agua y llevarla al templo”, detalló Mukherjee.

Esta devota peregrinó por primera vez en 2009 en el estado norteño de Jharkhand para mejorar la salud de su marido, que “tenía problemas de sangrado tras una operación”.

“Por la gracia de Dios, ha estado bien desde entonces”, sentenció.

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