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Entrevistas

25 de Agosto de 2019

Paola Molina, autora de “Ciudad Satélite”: “Dar bote, ese es el lugar de nuestra generación”

Tiene 29 años y “Ciudad Satélite” es su segundo libro. Antes debutó con “Confesiones de una soltera”, un Facebook que más tarde se convirtió en libro -y también en Instagram- y donde expone las vivencias de una veinteañera que debe lidiar con sus propias ansiedades y luchar contra el amor romántico. Hoy, a punto de cumplir treinta y a cuatro años de ese debut en redes sociales, amenaza con cambiar el nombre que la hizo popular en internet. Su idea es seguir escribiendo sobre el apego afectivo, pero solo con su nombre: Paola Molina. Aquí, en conversación con The Clinic expone las complejidades de ser una auténtica millennial.

Por

Paola Molina es diseñadora de profesión, pero hace algunos años, tras una práctica fallida en Buenos Aires, decidió cambiar de rumbo. Fue una búsqueda intuitiva, poco clara, hasta que llegó a un taller de comedia stand up. Ahí aprendió lo básico para aventurarse a hacer humor, buscó referentes y asistió a micrófonos abiertos. Paralelamente tenía un personaje en redes sociales que se transformaba en viral: Confesiones de una soltera. Día a día compartía relatos sobre ser una mujer soltera a los veintitantos años. Problemas con el compromiso, el apego afectivo, las crisis existenciales, la prédica y la práctica del feminismo eran solo algunos temas que allí abordaba.

A principios de mes lanzó “Ciudad Satélite”, en alusión a la zona de Maipú en la que nació y creció. En este libro ahora se escapa de la esfera romántica y va un poco más allá: las clases sociales, la familia, los vínculos que conforman la infancia. El origen, quizás, de las angustias que vive hoy la generación millennial.

En los tiempos que corren, está difícil no tener ansiedad.
-Es brigido. ¿Sabís que me da pena? Porque loca, tengo 29, no tengo ninguna enfermedad, puedo pagar la luz, el agua, el gas, pero igual me duermo pensando hueás. Con bruxismo, insomnio. Como que de repente me digo: “Por lo menos es insomnio y no se me cae el pelo”, buscando una forma de encontrarlo favorable. Pero ahora, me está doliendo el oído y la cabeza por el bruxismo y se me ocurrió preguntar por Twitter cómo tratarlo: la posverdad po.

¿Esperabas encontrar respuestas serias?
-Hay gente que me dijo: “ahora están inyectando a la gente con botox”, porque así no podís cerrar la mandíbula.

Porfa no le hagas caso a Twitter, Paola.
-No, no, eso me lo dijo una prima. Pero igual, me sorprende que mucha gente de nuestra edad esté con tantas ansiedades y con problemas que en realidad no son tan graves. Creo que tiene que ver con que la ansiedad no es un problema del presente si no que tiene que ver con que inventas problemas en el futuro. Y puta, como una lleva la vida de forma inestable económicamente, la paso mal.

Lo mencionas de alguna forma en “Ciudad Satélite”, cuando dices que antes habían otras preocupaciones: comer, vestirse, tener un techo. Ahora, con todas esas cosas más o menos resueltas, nos estamos preocupando de nosotros mismos.
-Sí, le he dado hartas vueltas a ese asunto, me obsesiona un poquito. Cuando recién entré a la universidad pensaba: “chucha, hay pura gente huasa” y en muchos términos. Ahí yo conocí el feminismo. Cuando entré se me abrió el mundo y yo decía: “puta, en mi casa no se leía mucho o no había “grandes autores”. Después pensaba: “puta, pero mi familia dio otra lucha”. Son generaciones que venían de otras regiones, que eran viejos chicos, que criaban a sus hermanos porque eran muchos, que no tuvieron pubertad ni adolescencia, que pasaron de la infancia a la adultez directo. Entonces con la guatita llena uno puede empezar a filosofar. Si no me estoy preocupando por tener comida, ahí puedo pensar otras cosas.

Claro, de partida la gente que nació en los noventa creció en democracia y con otros problemas. Con miedo a rebelarse, con papás sobreprotectores. Y me imagino que las nuevas generaciones van a tener un rollo con la soledad y las pantallas, no sé…
-Yo no sé cuál será el problema de las generaciones futuras, me tinca que va por el calentamiento global, por la parte ecológica. Como que siento que se están preocupando de violencia simbólica ahora, con lo que estamos derribando el concepto de hegemonía de un grupo étnico, género o no sé. Lo único que sé es que estos pendejos de ahora tienen que aprender a salvar el planeta culiao. O si no…

Estamos en B.
-Sí, espero que nuestra generación llegue a un momento en donde no se trate de solo de nosotros. Como que ya, tenemos una calidad de vida más o menos decente: loco, miremos la zorra que dejamos todo este tiempo tratando de salvarnos la raja. A veces pienso que el mundo en 100 años más va a ser como Soy Leyenda.

¿Piensas en la idea de ser madre? No sé po, traer niños al mundo en estas circunstancias parece una pésima idea.
-Tengo una tensión con que a veces me dan ganas de tener una guagua, pero yo creo que de puro caliente, ¿cachai? Así como: “oh, que se vaya adentro”. Es una hueá muy primitiva. Después pienso de forma más racional y creo que no puedo solamente decidir por el interés que tengo en ciertos momentos. Tengo un trabajo inestable, arriendo, para mí va a ser muy difícil lograr la casa propia con el tipo de trabajo que tengo, no tengo herencia, nada. Entonces, probablemente sea madre soltera, porque más encima me gusta gente media desapegada. Creo que no me haría feliz lo que significa en verdad la maternidad. Lo que pasa es que cuando uno se queda con el comercial o con lo que pone la gente en redes sociales, obvio que todo se ve bacán. Pero estar en el día a día con tus amigas, haciendo otras cosas además, o trabajando freelance se hace imposible ser mamá, no tenís ni postnatal. Entonces no da.

Recién me decías que sufrías de ansiedad. ¿En qué radica la decisión de ser freelance? Igual es un poco masoquista, juegas con la ansiedad de llegar a fin de mes todo el año.
-Yo creo que es una decisión política en el sentido que quiero disponer de mi tiempo. Pero también creo que en Chile hay un abandono hacia las personas que no estamos insertas en la estructura de trabajo más tradicional, el Estado no nos da nada de nada y creo que de ahí vienen también esas ansiedades. Hueona, a veces pienso que me puedo enfermar, voy a envejecer y que voy a tener solamente la pensión básica que me va a dar el Estado, que no alcanza para nada. Entonces, ahí me empiezan a venir tensiones y también es porque todos los meses tengo que hacer cosas para asegurarme el mes siguiente.

Por ejemplo, sé que (en) septiembre, diciembre y febrero son meses bajos, donde casi no se hacen shows de stand up. Entonces es como ya “tengo que inventar esta cosa, voy a hacer un taller, voy a buscar unas peguitas por acá, un proyecto”. Entonces, siempre estoy pensando en el futuro y para mí, que soy apocalíptica, ese futuro siempre es malo. Es como: “hueón, no voy a tener ninguna entrada de dinero ese mes, entonces, el otro mes voy a volver a vivir donde mi tía”. Porque siempre he sido buena para trabajar de noche, me acomoda salirme un poco de este molde. Me costó al comienzo. El primer año que empecé a trabajar así, que fue a mediados de 2017, me sentía cesante. Sentía que mi chip no cambiaba, y obvio pos, si de kínder hasta la universidad vives con un horario y sabiendo lo que tienes que hacer al día siguiente.

¿Qué era lo más difícil?
-Cuando erís freelance, nadie te está apurando, a nadie le importa si hacís tu pega o no. Hay que tener constancia y tener alguna disciplina, no tenerla me hacía sentir rara. De repente decía: “oh, me levanté a las once, hay sol afuera y se ven escolares”. Me sentía muy desconectada y eso me hacía sentir mal conmigo, hasta que ahora me relaciono con mucha más gente que trabaja así. Ahora es como: “¿Juntémonos a almorzar un jueves a las cuatro de la tarde?”.

Y se puede.
-Sí po. Pero también, al comienzo sentía este reflejo de “lo normal”. Me hacía sentir rara, me costó adaptarme.

EL ORIGEN DE LA ANSIEDAD

¿Por qué explorar la infancia en “Ciudad Satélite”?
-Yo sabía que no estaba ni ahí con hacer el Confesiones 2, porque encuentro que sería entretenido hacerlo, no sé, cuando tuviera cincuenta. Porque ahí sí hay un cambio de mirada: de la forma de entender el sexo, el cuerpo, las relaciones sexoafectivas. De hecho, escribiendo el primer libro, la parte en la que más me entretuve fue cuando hablaba del barrio, de la familia disfuncional. Yo siento que esa es como la cruz que yo llevaba: la familia disfuncional, y nada, ahora es como parte de mi identidad. Entonces, quería escribir desde esos lugares: donde la gente crece y donde a veces, se incomoda del lugar donde están creciendo, que no tiene que ver con algo socioeconómico, sino que con la incomodidad de no pertenecer.

¿Qué clase de historias recoges de ahí?
-Lo que me entretiene más es escribir de la vida de barrio, de la familia y sobre todo, creo que me acomoda mucho, escribir de cómo una niña ve a los adultos. Apelar siempre al adultocentrismo, creo que ese es mi tema favorito. Me acuerdo que cuando era más chica vi Little Miss Sunshine y me encantó. Me gusta esa textura, me gusta ese no lugar, esa edad en que no erís tan chico, entonces igual entendís las hueás.

Inevitablemente después esos mismos niños replican mucho de esa historia que vieron.
-Es una espiral. Si le pegaban con la correa, ibas a ser violento e ibas a tener menos paciencia con los niños, con sus propios hijos. Creo que nuestra generación igual está rompiendo eso: Muchos de nosotros somos la primera generación que entró a la universidad. Y yo creo que cuando podís entrar a la universidad es porque ya tienes necesidades básicas cubiertas. Entonces fuimos escarbando y escarbando y nos encontramos con: “oh, ¿sabís que? igual esta hueá me dolió, esta hueá hizo que mi autoestima fuera baja”. Creo que somos la generación que nos estamos dando cuenta de la autoestima.

Sí, somos una generación que se está terapiando…
-Sí, y terapias en el amplio espectro. Porque no creo que tanta gente pueda ir al psicólogo, porque es caro y dura años. Pero si veo que hay mucha búsqueda de autoayuda y creo que las generaciones que nos criaron también están en busca de eso. Desde gente que lo hace de una forma mucho más superficial, a gente experta que está hablando de eso. Nosotros mismos estamos haciéndonos preguntas o expresándonos y diciendo: “uh, así me siento”. Estamos todos buscándonos en esos dolores. Siento que nos dimos cuenta que aunque tuviéramos algunas cosas, no nos sentíamos bien con nosotros mismos. Nos acomplejábamos, nos daba miedo dar opiniones o teníamos relaciones amorosas tóxicas, porque ante todo queríamos que nos quisieran, ¿y por qué quiero que alguien que no me trata bien me quiera? En este libro salen las raíces de cómo estos niños crecieron.

Y quedaron heridos.
Claro, se da a entender que en el futuro van a ser como adultos como el pico.

Cuando leía tu libro me quedé con la sensación de una nostalgia desprendida. Como que hay belleza en esos lugares y en esos recuerdos, pero también hay dolor, carencias que solo con el tiempo uno puede ver con cariño.
-Sí, es que soy muy emo. Hueona, me carga la gente feliz ponte tú. No le compro a esa gente, tipo guía de scout, que es como: “¡SÍ, VAMOS TODOS PARA ALLÁ!”. O esa gente que le encanta coordinar grupos. Siempre me pregunto: “¿qué estará ocultando esa persona, por Dios?”. Siento que en todas las formas en las que aparecemos ante el mundo es buscando cariño y siempre desde el lugar que nos da más miedo no tenerlo.

EL CHIP DE LA PRECARIEDAD

Tu trabajo habita redes sociales, ¿qué diálogo te interesa establecer con la gente que te sigue?
-No hay una admiración asimétrica, sino como: “uh, me gusta lo que escribiste en este punto”. A la gente le gusta que yo exprese esos temas porque son cotidianos. No sé po, una vez escribí acerca de la precariedad económica con la que crecí y que por eso, ahora adulta, cobro mal. Y es verdad po, hago un taller, me piden una columna o cualquier cosa y entre que no cobro o cobro muy barato. Y es porque ya tengo el chip de la precariedad y hueona, te juro que lo estoy trabajando con un psicólogo, porque de alguna forma me autoboicoteo para siempre estar al diez y al cuatro, y llego a fin de mes a duras penas. Y que esté freelanceando quizás también es parte de eso. Me cuesta mucho salirme de esa tensión material, porque crecí con ella, como que ya me acostumbré.

Heavy, me hace mucho sentido.
-Haber crecido con esta precariedad hace que algunos seamos menos patudos para entrar a lugares a buscar oportunidades laborales o qué sé yo, marcar presencia. Entonces soy muy horizontal, yo no hablo de ser una ganadora. El otro el día también escribí sobre sentir envidia y creo que es algo que da mucha vergüenza reconocer. Pero a mí me interesa escarbar en por qué siento envidia, en qué momento sé que estoy mirando pal lado, cómo yo creo que eso se relaciona con mi autoestima… No soy alguien admirable por lo que hace, sino porque pongo ese tema no más. Quizás me dí una vuelta muy larga para responder lo que me preguntas: lo que te quiero decir es que no soy alguien que se vea, ni físicamente ni desde lo que habla, como alguien superior o que tiene las cosas resueltas. Más que “admirarme” simétricamente, empatiza mucho conmigo.

¿Cuándo adquiriste conciencia de que estos temas eran los que te interesaba comunicar? Ya sea a través de un escrito en Instagram o una rutina de stand up…
-No sé, cuando partí con el Confesiones de una soltera fue de caliente porque de verdad escribía cosas como: “culié en la calle, jajaja”, tiempos en los que yo ya me consideraba feminista. Después con el tiempo pensé: “ah, pero igual estoy escribiendo pa’ los hueones po” y de a poco fui cambiando esa forma. Si escribía sobre sexo, por ejemplo, ya no era como: “me agarré a cinco hueones en la noche”, si no como: “uy, caché que me agarré a un hueón que no me quería agarrar, pero me dio cosa decirle que no”. En ese momento me empezaron a seguir más mujeres y fue cuando hubo un quiebre muy orgánico con la gente que me leía. Ya no preocupaba la mirada masculina sobre mí misma o ese tipo de aceptación, si no que hablaba desde esos lugares que me daba vergüencita reconocer. Y me salía mucho más fácil escribir sobre eso y me liberaba. También tuvo que ver con que me estaban pasando cosas que ya tampoco tenían que ver con si estaba con un mino o no. Ahora siento que el nombre de mi Instagram y Fanpage, ya no tiene tanto sentido. De hecho, lo voy a cambiar este mes.

Primicia.
Primicia, hueona.

¿Qué nombre?
-El mío nomás: Paola Molina. Ya no hablo desde el aspecto de ser soltera, que era el lugar más común que yo encontré para entretenerme en internet el 2015. Se murió mi mamá, me fui a vivir sola, salí de la u y me di cuenta de que no quería trabajar en oficina, entonces salen otros temas que son mucho más importantes que si me agarro a un hueón o no.

¿Cuánto de esto es improvisación?
-Estoy improvisando, por eso tengo tanta ansiedad pos niña, si es como: “hueón, en cinco años más voy a tener que volver a trabajar en una agencia de publicidad, haciendo logos para la ferretería de mi tío”. Ahora estoy aprendiendo a soltar esos miedos y dejarme llevar, pero en verdad es súper difícil aplicar. Día por medio me siento resuelta y día por medio estoy como: “hueón, ¿qué onda la vida?”, pal pico. Estoy haciendo cosas que me entretienen, pero no sé cómo voy a terminar… Ay no, ahora me dio miedo. No pensaba en eso hace una semana.

Chucha, perdón.
-Me gustaría seguir escribiendo, porque me entretiene mucho hacerlo, de verdad, es algo que me da ganas. Prendo el computador todos los días, hueona, tengo un word con muchas páginas de cosas que quiero escribir que no son nada, que no tienen ningún formato. Solamente encuentro mi desahogo en eso. Creo que soy muy adicta a pensar y no tiene que ver con que soy inteligente, sino que pienso puras tonteras, pajas mentales. Entonces, cuando escribo puedo ordenarlas, me ayuda ordenar esas ideas y bajar esa ansiedad.

¿Sanas alguna herida al escribir?
-No, creo que solo me baja la ansiedad. Supongo que es lo que a la gente le provoca trotar. Pero es que pienso todo el día hueás: “me va a dar una enfermedad”, “me puedo morir” “uy, Piñera culiao”, “uy, calentamiento global”, “uy, mi familia”. Eso todo el día. De hecho, tengo que hacer deporte, mi psicólogo me está obligando, me dice: “ya, metete a clases de baile, porque estás obsesionada con pensar”, por eso me da insomnio y cosas así. El escribir me baja, me baja, me baja.

¿Qué referentes tienes?
-Hartas y casi todas son comediantes. Eso me ha hecho sentirme más liberada también. Observo, por ejemplo, a Sarah Silverman o Amy Schumer que tienen programas de televisión y aparte hacen stand up. La Amy Schumer además escribió un libro. Amy Poehler, también, ella es productora y también escribe, y es guionista. De acá, por ejemplo, miro lo que hace la Nata, que hace radio y stand up. No sé po, Malena Pichot que también escribe web series, podcast, stand-up. Entonces creo que se trata de transmitir ideas. Igual ocupo la comedia en casi todos los espacios que habito profesionalmente (además de escribir y hacer comedia, Paola tenía un podcast llamado “Aló Solte”), pero no pienso todo el día en comedia, no estoy todo el día viendo a comediantes del mundo, investigando o leyendo sobre comedia. Agh, no sé quién soy, soy una millennial.

De libro…
-Soy una auténtica millennial. Ah, también tengo como referente a la Greta Gerwig.

Greta es lo más grande.
-Ay, la amo.

Hay que ver “Frances Ha” para el alma.
-Esa película culiá la he visto como cinco veces. ¿Sabís lo qué más me gustó de esa película, aparte de todo? Se trata de una hueona que está dando bote.

Tan real como una.
-Hueona, cuando se va a Francia por un fin de semana y nada le funciona y más encima se endeuda es como: “hueona, así me siento”. Creo que siempre me he sentido así, como sobrando, dando bote, pero igual siendo adorable. Pero sí po, tiene esa cuestión de dar bote. Y creo que dar bote es el lugar de nuestra generación. A veces pienso que esta generación es de los nuevos comunicadores. Los Rafa Araneda ya no sirven y la forma de comunicar ahora, tiene que ver con esta forma: las redes sociales, la cosa híbrida, que no es ni una cosa ni lo otro.

Con ser un poco perdedor a los ojos del sistema. Como esto de no encontrarse en ningún lugar. Estar en una constante divagación en que te gusta todo y te gusta nada al mismo tiempo.
-Claro, voces que no están en la hegemonía: que tiene que ver con mostrarse en la cotidianidad, en la vida real. También creo que porque los grandes comunicadores que conocíamos, están obsoletos y la mano ahora son los nichos. Quizás, mi nicho es esa gente que bordea los treinta años, que se siente como un adolescente/adulto.

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