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Entrevistas

24 de Septiembre de 2019

Pablo Larraín, cineasta: “El acto político más grande, es lo que decides hacer con tu cuerpo”

Luis Poirot

Ema es la historia de una mujer que, tras la adopción fallida de un niño, se envuelve en llamas y cual sol, hace que todos giren en torno a ella con el peligro que implica acercarse. Después de registros tan disímiles desde Fuga, pasando por Tony Manero, Post Mortem, No, Neruda y Jackie, Pablo Larraín regresa con su primera película ambientada en el Chile actual, específicamente, en un Valparaíso iluminado con neones y cuya música de fondo es el reggaetón. Acá, lo que Pablo Larraín vio y aprendió de los millennials, generación “individualista pero respetuosa de la diversidad, educada y sofisticada”, que le hizo reflexionar sobre lo que entendemos por familia, el cuerpo como un lugar político y el amor, el deseo y la sexualidad desprejuiciada. En el transcurso de esta conversación el cineasta confesará que esta juventud le abrió los ojos a un mundo que dejó de moverse por ideologías y comenzó a hacerlo sobre la base de sus emociones, asunto que al final del día, le es mucho más honesto. A horas de su estreno en Chile, Pablo Larraín siente ansiedad por ver cómo Ema pega acá: “Uno siempre filma para Chile. Uno no puede no se puede arrancar de eso. Y eso es bonito, porque es así, qué vas a hacer (...) Chile es un lanzallamas”.

Por

La prensa ha hablado de Ema como una película que va de la autoliberación de una mujer, de reggaetón y millenials

Ema es una mujer, hermana, hija, amante, bailarina y esposa, pero hay algo que aprendí en el proceso de hacer la película, que tiene que ver con esta generación, -que no es la mía-, que es una generación nueva, con miradas distintas a las nuestras, por ejemplo, sobre el género: ellos no responden a la clasificación binaria. y más allá del género; las personas de esta generación se comportan y se mueven por sus deseos. 

Son súper individualistas… 

Pero al mismo tiempo son súper respetuosos; eso es lo verdaderamente nuevo para mí. Haber visto gente tan preocupada de sí misma, de su mundo… Son jóvenes que necesitan tan pocas cosas para vivir, a diferencia de la generación a la que pertenezco, en la cual la lógica del consumismo es tan importante. Estas son personas que necesitan un buen teléfono, un computador, dos pares de zapatillas, una chaqueta y ya está. Por ejemplo, comparten departamento con muchas personas y viven con otra mecánica y con otra lógica sobre las cosas. Eso me pareció increíblemente liberador, porque están muchísimo más interesadas en sus procesos más internos y emocionales, que en formar parte de una cultura. 

Eso es súper paradójico… 

Es paradójico, porque están muy preocupados de sí mismos y al mismo tiempo son muy respetuosos de los procesos ajenos. La película transcurre en un grupo de bailarines que entran en pugna con la lógica de ser parte de una compañía, en la que hay una idea colectiva de la danza. Lo que estas personas quieren hacer es estar en la calle bailando consigo mismas, para sí mismos. Y eso es muy revelador porque ese cuerpo, se mueve para satisfacerse a sí mismo y no para conectar con quien lo está viendo. 

¿Cómo llegaste a ese lugar? 

Partiendo con la idea de meterme en una zona desconocida.

¿Con las adopciones fallidas?

Sí, con las adopciones fallidas, conectadas con una generación que no es la mía, con un tipo de música que no es el que yo escucho, o que no escuchaba, porque la verdad es que el reggaeton se metió de a poco en mi vida y en mi cultura… En fin, Ema parte con la idea de meterse en una zona que es difícil y que tiene que ver con la familia, con la idea de familia, que todos sabemos, se forman de una manera inexplicable. Y hay algo que me ha pasado mostrando la película fuera de Chile, que es que me dicen que Ema es una película sobre las familias contemporáneas y yo digo que no, que no es así. 

¿Por qué?

Porque creo que las familias se han formado siempre, desde el origen de la humanidad, de maneras muy particulares. Cualquier forma de receta siempre fracasa. Las familias son agrupaciones o entidades sociales que, al final, son muy abstractas y también muy particulares; cada uno tiene una historia familiar muy distinta. Entonces, me di cuenta de que Ema es, tal vez, una película sobre la no receta de familia. No sé… Las familias son todas aceptables y todas las lógicas familiares son muy específicas. Todas son distintas y disruptivas, y en esa disrupción hay un pedazo de cine que es atractivo de abordar, pero que, insisto, no me parece que sea moderno. Yo creo que es histórico… Hay como una especie de familia idealizada, ¿no? Bueno, esas familias idealizadas en verdad no existen. La familia es un acto de digresión en su entidad. 

Y la adopción fallida en este caso es como el detonante, el trauma inicial que da rienda suelta a esta idea de familia…

Al comienzo, pensamos en contar una historia de unos padres que adoptan a un niño que no se adapta bien y que deciden devolverlo. Ahí hay varias cosas, partiendo porque la adopción en sí es un tema súper potente, es uno de los actos más generosos que puede hacer una persona. Ahora, imagina a un niño que es soñado y que cuando llega no es bienvenido y es devuelto. Ahí parte el trauma y de cómo se resuelve, es de lo que trata la película; cuando eso falla, cuando esa idealización y esa mecánica familiar fabulosa se transforma en un problema y la crisis es muy profunda. 

Y viene la sanción moral…

Hay un castigo de quienes están alrededor y, obviamente, surge la idea de repararlo desde esta generación que es distinta a la mía y que opera con códigos súper universales. Y eso es lo que más cuesta explicar porque este acto fallido de la adopción detona un ejercicio de libertad humana muy profundo, que es decir “yo puedo tener ese hijo, puedo recuperarlo y también puedo tener otros hijos y puedo armar una familia no convencional, pero que, en realidad, existe hace muchos años”. Insisto, yo no creo que la familia de Ema sea tan moderna, yo creo que es bastante posmoderna y lo que tiene en el corazón es que es una familia que se articuló como pudo, como todas las familias. Hay una escena de la película en donde los personajes principales están todos juntos y todos se miran y cualquiera de ellos se podría ir, salir por la puerta, pero nadie lo hace, porque son una familia. Y eso me parece muy interesante. 

Mariana Di Girólamo como Ema

UNA MUJER EN LLAMAS

Lo pudiste haber hecho desde muchas perspectivas pero elegiste la femenina y actual… El caso de Jackie es distinto, creo yo, primero por la época, por las motivaciones, por su estilo tal vez más biográfico… Me refiero a la mirada femenina…

Ok, pero para volver al tema de las familias, piensa que Jacqueline Kennedy era una mujer que sabía que su marido tenía amantes y que luego de enviudar se casa con Aristóteles Onassis, de quien también se separa y después de la muerte de su hijo se emparejó con otro hombre que fue quien la acompañó hasta sus últimos días… Ella tuvo, probablemente, una familia tan particular como la de Ema. Lo que quiero decir es que los personajes femeninos son, en algunas materias, mucho más poderosos que los masculinos y son motivados y llevados por una fuerza que quizás, en algunos niveles, son más interesantes que los masculinos, porque las mujeres son personas más misteriosas. 

¿En qué sentido?

Los personajes femeninos contienen en sí una naturaleza que me es muy difícil de describir y que a mí me parece muy seductora, porque es fascinante poder trabajar con esa humanidad que es tan particular, tan bella y tan grande. Hay una cosa que tiene que ver con idea de la madre naturaleza y para mí, Ema representa eso, representa la naturaleza. La veo como el sol y veo que todos los personajes giran y orbitan en torno a ella, como en el sistema solar, y los que se le acercan mucho, se queman. 

Una mujer en llamas… 

Desde ahí surge un poco la idea de respirar fuego y transformar al personaje en una especie de astro celeste, todopoderoso, libre, humano y que utiliza su cuerpo para despertar el deseo de los otros y el suyo también. 

Está el tema de la familia, pero también el del amor que, tal vez, en esta generación es más desprejuiciado, libre, “poliamoroso”, como lo llaman ahora los millennials. Hay algo ahí también que no es difuso, sino que es mucho más libertario y poco convencional. 

Sí, existe la libertad de poder sentirse seducidos por cualquier sexo y orientación sexual. Y eso, quizás, es lo atractivo. Yo siento que esta generación ve en el otro un cuerpo al cual se le puede amar, o no. Un cuerpo que te puede despertar deseo, o no. Y en ese lugar nuestra generación, -acostumbrada a relaciones binarias y a clasificar en bi, homo, hétero, etc.-, queda lejana, porque ni siquiera se trata de que los jóvenes sean más libres, sino que sencillamente son, existen. Son personas capaces de amar independientemente de los estereotipos, y eso es muy bonito, es poderoso y determinante. Eso es lo que hace que la película tenga la fuerza que tiene, para bien o para mal, porque se trata sobre personas que aman a las personas y no a sus circunstancias, que es súper distinto. Aman lo que desean y no lo que les está pasando, que no es lo mismo.

¿Cómo te aproximaste a esta generación? 

Lo discutí mucho con Alejandro Moreno y con Guillermo Calderón, que son dos dramaturgos brillantes y muy distintos. Y, en el fondo, nos dimos cuenta que éramos parte de la última generación del siglo pasado, que estaba mirando la primera generación de este siglo. Hay una supuesta proximidad que a la vez es una distancia muy grande, porque estamos muy cerca pero somos muy distintos. Cuando estábamos filmando, me sentí en frente a personas que tienen, no sé, 15 o 20 años menos que yo, y que tienen muy pocas cosas en común conmigo, por ejemplo, en esta idea de ser capaz de amar lo que está alrededor tuyo, sin tener que hacer muchas preguntas y solo seguir tu propio deseo. Este, quizás, es el acto político más interesante que he visto en mucho tiempo. 

¿Cómo?

Porque creo que las generaciones anteriores seguimos divididos en lógicas republicanas o demócratas, derechas e izquierdas, -no sé, ponle el nombre que quieras-, mientras esta juventud está preocupada del cambio climático, por ejemplo. Están preocupados del buen uso de la tecnología y por aprender lo que les interesa y no lo que se les impone. También están preocupados de moverse por la ciudad de una manera que produzca el menor impacto posible.

Pablo Larraín. Retrato de Luis Poirot

EMOCIONALIDAD V/S INTELECTUALIDAD

También es una generación súper sufriente, en el sentido de que son mucho más sensibles, se abruman, se frustran… No sé si es producto de este individualismo implacable.

No, porque también es una generación muy emocional y las emociones que tienen son muy fuertes, muy profundas y, en definitiva, son las que los marcan. Cuando se habla de gente que realmente vive a través y a partir de sus emociones, esa gente en general es castigada como personas que son poco inteligentes, poco educadas y con una mala formación intelectual. Y yo no estoy de acuerdo con eso; yo creo que las emociones son presente y futuro y que están guiando a esta generación, a diferencias de otras generaciones más políticas. Y eso que ni siquiera hemos entrado, no sé, a otras materias como el feminismo, que es muy diverso. 

Entremos ahí, en el feminismo… ¿Ema fue concebida como un acto reivindicativo del feminismo?

No, la película no intenta ser reivindicatoria del feminismo, ni en ninguna manera de abordarlo; sólo es un testimonio de lo que vemos y lo que está pasando. Una de las cosas que también entendí haciendo la película y luego mostrándola y conversándola, es la enorme cantidad de voces que hay en el feminismo y, cómo esas distintas voces han leído e interpretado la película de maneras muy diversas. Lo encuentro fascinante, porque realmente no hay una sola conducta ni un solo parámetro establecido. Yo habría pensado que era mucho más específico y que las voces serían mucho más claras. También vi que en muchos casos, las respuestas son muchísimo más emocionales que intelectuales y cuando te das cuenta que estás frente a una generación que se mueve así, entiendes que la política giró hacia un lugar distinto. Algún día el mundo va a ser gobernado, o ya lo está siendo, por razones emocionales y no políticas ni intelectuales, y eso es una fractura gigante.

Yo lo encuentro peligroso… La tiranía de las emociones…

Esa es la mirada es muy propia de la generación anterior, la tuya y la mía. Miramos a los jóvenes como juzgándolos, como opinando en circunstancias de que yo creo que ya no es un hecho opinable: es así. Las nuevas generaciones están motivadas por razones emocionales y su vínculo con la naturaleza, con el cambio climático, con la política, con la tecnología, con el consumismo, con las ideologías, es emocional. Y eso yo lo encuentro muy llamativo y creo que hay que tener mucho cuidado con considerarlo peligroso. Hay que entenderlo bien más que juzgarlo, porque no tiene mayor sentido hacerlo. Yo creo que se trata de personas educadas, con buenos argumentos políticos, porque ideológicamente están muy preparados, pero al final, sus motivaciones son esencialmente emocionales y yo eso lo encuentro muy bello y poderoso, porque es más honesto. 

¿Qué pasó en nuestra generación?

Yo no conozco a nadie que haya cambiado de opinión política, nunca, la gente no cambia su opinión, aunque su sector sea miserable, aunque quien te represente te traicione y no cumpla lo que te prometió. La gente de izquierda o de derecha que yo conozco en Chile es siempre de izquierda o de derecha, no importa qué pase, porque están movidos por razones ideológicas. Yo, a mis 43 años, por ejemplo, nunca voy a cambiar ideológicamente de lugar; no sabría cómo hacerlo. En cambio, esta generación se puede mover por estímulos que son infinitamente más sofisticados y complejos que los nuestros, y de esa manera dan cuenta de una realidad mucho más interesante, contemporánea y atendible que quienes estamos atrapados en un sistema ideológico. Eso es una paradoja muy grande de la política. 

“Algún día el mundo va a ser gobernado, o ya lo está siendo, por razones emocionales y no políticas ni intelectuales, y eso es una fractura gigante”.

Puede ser más honesto e incluso poético, pero me preocupa que la emoción le gane a la razón, a los hechos, a la evidencia… 

Hay una motivación sensorial que parece intelectualmente reprochable, pero que a mí entender es mucho más sofisticada y más compleja, porque no están negociando y en eso consiste ser, finalmente, una generación mucho más transparente, libre y pura. Usaste la palabra poética y yo no la usaría, porque hace que hablemos de una abstracción, como que deslava. Es gente bien formada, que sabe lo que quiere, que conoce sus puntos de vista más subjetivos, pero que no están negociando con quienes les defraudan. Son capaces de dar la espalda a sus líderes si estos les fallan, no son como nosotros, que negociamos todo el tiempo. 

¿Qué más ves en los millennials?

Su relación con la naturaleza, con el transporte público, con la ciudad, con el otro. Siento que estamos frente a un cambio muy radical que todavía no dimensionamos. Ojalá la película pueda dar cuenta de eso un poco, de una humanidad que tiene los parámetros del respeto puestos en otro lado, que posee una sensibilidad distinta y que es infinitamente más sofisticada en todo lo que estamos hablando. Son personas que están súper especializadas en un Chile en el cual estamos acostumbrados al “pluri conocimiento”, a personas que tienen opinión final y categórica sobre todas las materias. Esta generación nueva está muy enfocada en lo que hace y en lo que es. Tienen opinión, por supuesto, sobre los temas relevantes que nos convocan a todos, pero, en general, tienden a no opinar mucho de aquello que no saben y eso es un cambio gigante porque los hace más honestos y más profundos. Son personas que opinan menos de muchas cosas y que opinan mucho de pocas. Hay un salto en la calidad de los argumentos, porque son argumentos de especialistas y no de personas que saben un poco de todo. 

¿Cómo viste eso?

Por ejemplo, presentando la película en festivales con Mariana Di Girolamo, estuvimos en conferencias de prensa y encuentros con el público y mientras nosotros intentábamos dar respuestas más cabezonas y un poquito más articuladas, ella contestaba de forma sencilla e infinitamente más inteligente, con respuestas muchísimo más emocionales, desmarcándose de esta lógica de la súper respuesta, en donde tiene que haber una especie de canon intelectual y de formación. Hay una idea en torno al conocimiento, que está separado entre la experiencia, entre la gente que tuvo la experiencia de hacer las cosas y vivirlas, y la gente que opina de la experiencia ajena. Y esa es una división gigante. La Mariana me resultó muy brillante en la manera en que enfrentaba la comunicación de la película porque su voz, en general, es mucho más simple, honesta y aguda. 

CUERPO COMO ACTO POLÍTICO

Hablábamos del feminismo, pero en Ema también se asoma el tema de la  masculinidad… 

Sí, de la mirada feminista sobre la película, yo habría pensado, por ignorancia, que las miradas iban a ser más unánimes, pero me di cuenta que este es un movimiento fragmentado y que tiene muchísimas variantes y miradas, encuentros y desencuentros. Y eso me pareció fuerte e interesante. Pero sí, quizás el rol de Gael viene a representar la generación nuestra, que es la última generación del siglo XX, que es muchísimo más machista y que, en el fondo, no entiende el feminismo. Y el personaje de Gael, que es la pareja de Ema, da cuenta de eso, de una especie de virilidad existencial, una virilidad exhumada, agotada, que no entendió el proceso y quizás, cuando lo haga, será muy tarde. Gael pasa de ser protagonista a ser un observante. Y ese pliegue me parece fascinante, porque es alguien que cree entender, pero en verdad no lo hace y termina siendo una víctima de sí mismo y de su propia ignorancia. 

¿Pasó eso con nosotros? 

Hay mucho que aprender y leer. Yo creo que podemos entender el feminismo y ser parte del movimiento, pero desde el lugar que nos corresponde, que es un lugar de poca comprensión y de poca intuición: hay que asumir que es así. Yo creo que es difícil entenderlo completamente, porque son motivaciones que son mucho más grandes que nuestra masculinidad y cuando uno entiende eso, resulta bastante liberador, porque entonces puedes dialogar con ese movimiento y con esas ideas desde el lugar que te corresponde. Porque es peligroso canalizar fácilmente un movimiento tan profundo y grande, que está implicando un reajuste social gigantesco. Ahora, también pasa que en tiempos de cambios tan importantes, es difícil tener tanta nitidez sobre las cosas. Por eso es que Ema es un personaje esencialmente ambiguo, de un misterio indescifrable. Si fuera complemente descifrable y explicable, atendible y entendible, entonces no habría nada de cine ahí. Lo que hay ahí es un intento de mostrar una humanidad que está cambiando de manera inasible y fascinante. 

“Yo siento que esta generación ve en el otro un cuerpo al cual se le puede amar, o no. Un cuerpo que te puede despertar deseo, o no. Y en ese lugar nuestra generación, queda lejana, porque ni siquiera se trata de que los jóvenes sean más libres, sino que sencillamente son, existen”.

Pareciera que el mundo, al menos políticamente, va caminando justamente hacia el otro lado, hacia la homogeneización, en desmedro de la diversidad… 

El acto político más grande de todo es lo que tú decides hacer con tu cuerpo. Y en ese sentido es muy potente, porque en el caso de Ema, hablamos del cuerpo de una bailarina que se asume como su primer testamento y acto político. Cómo lo mueve, qué lo mueve, qué es lo que escucha y con quién lo comparte también. Hay una escena en la que Ema tiene relaciones sexuales con casi todos los otros personajes de la película, y ese es, quizás, el acto político más grande de la película, que tiene que ver con decir que la primera conquista es tu propio cuerpo y que tienes la libertad de poder utilizarlo como a ti te parezca. Y eso me parece elocuente, profundo y precioso. 

La música, en especial el reggaetón es un personaje más ¿Cómo trabajaste con Nicolas Jaar?

Yo trabajo con gente que admiro y que, de alguna manera, viene a resolver las frustraciones que tengo; yo no puedo escribir como escribe Guillermo Calderón, que es un tipo brillante, que tiene una capacidad intelectual superior y que, seguramente, es el mejor escritor que conozco. Tampoco puedo pensar política ni poéticamente como piensa Alejandro Moreno. Mucho menos puedo escribir ni pensar música como lo hace Nicolás Jaar, a quien he admirado toda mi vida y a quien llamamos, lo invitamos y aceptó. Nicolas me mandó música antes de filmar la película y cuando la escuchaba, me cambió la manera en que la película se hizo. Yo soy un músico frustrado y cuando escuché lo que mandó Jaar para el montaje, me pareció sencillamente brillante, no tengo cómo entenderlo, no tengo como conectarme con él más allá de la admiración. Me pasa lo mismo con Sebastián Sepúlveda, que es el editor. Normalmente, los editores en el mundo del cine, no están en los créditos más importantes pero debieran, porque editar es reescribir y la película la armamos, en verdad, en el montaje. La película es muy hipnótica y muy musical, gracias a la sensibilidad de Nicolas. Esta película en manos de otro músico, sería otra. La música en el cine a veces señala la emoción, que es la que no me interesa y, a veces, modifica la emoción hacia un lugar inasible, que es la que me interesa. Y eleva el proceso y eleva el resultado a una abstracción que me parece más compleja, más profunda. 

CHILE COMO LANZALLAMAS

Ema se siente como una película que, siendo tuya, es completamente nueva, en la forma y el fondo. ¿Tú la sientes también así? 

Entiendo lo que me dices, pero la verdad es que me esfuerzo mucho, y tal vez más de la cuenta a veces, en hacer películas que sean distintas entre sí. Nunca he hecho una película muy parecida a la otra, porque me parece incómodo estar en lugares conocidos. Me parece más estimulante meterme en una zona que no conozco y que me inquieta. Y esa inquietud me produce salir de una zona conocida. 

¿Cómo es el viaje hacia esas zonas nuevas?

Meterse en lugares extraños me da mucho miedo, me aterra y, a veces, sufro muchísimo, pero al final, encuentro algo que no conozco y eso me parece súper liberador. Y ahí Juanito (Juan de Dios Larraín, productor de Fábula y hermano) me ayuda mucho, porque me apoya y me deja existir en un lugar en que pocos productores te dejarían existir. 

Suenas contento… 

Me gusta harto la película y estoy esperando qué es lo que se va a pensar y decir en Chile, donde hay gente que siempre es tan radical y de opiniones tan definitivas. 

Dime que no sigues leyendo las críticas… 

No leo medios, leo personas. Y leo especialistas, leo a gente que escribe y que piensa cine, y que en sus textos da cuenta de una manera de entender el cine que es personal y que no es absoluta ni definitiva. Me gusta la gente que escribe y que se pone en riesgo al igual que uno cuando hace una película, porque en eso consiste esta batalla. Por otra parte, esta película está hecha a partir de una necesidad muy sencilla que es que sea el espectador quien, a partir de su propia biografía, con sus grandezas y miserias, quien determine de qué se trata y qué es lo que acaba de ver. 

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Que la complete… 

Yo intento eso. Entonces, cuando leo un comentario crítico también espero eso. Cualquier forma de pataleta o cualquier forma de opinión llena de certezas y de comentarios absolutos, me parece que tiene que ver más con el periodismo y no con la crítica de arte. El periodismo no tiene nada que ver con el arte y no tengo claro por qué casi todos nuestros críticos son periodistas. Esa es otra conversación, pero pareciera ser que el cine es uno de los gustitos de ciertos periodistas. 

La película estuvo en Venecia, Toronto y San Sebastián, ¿Te sigue dando particular curiosidad cómo se lee en Chile, cómo se completa? 

Es que sí po, porque es una película hecha en Chile, donde la primera y la última audiencia somos los chilenos y es, desde luego, la reacción que más me interesa e importa. Es imposible que no sea así. Yo he hecho ocho películas y siete han sido hechas en Chile y, obviamente, uno termina pensando y termina sensible a lo que se dice allá. Ahora, también me parece importante que la película exista, porque obviamente el castigo más grande para una película es la indiferencia. Y eso siempre es posible que pase, pero no sé. 

¿Qué opinas de la afirmación de que los directores chilenos no logran conectar con las audiencias?

Estamos fallando, porque el cine chileno tiene una falta de sincronía con su audiencia feroz. Y me imagino que alguien tendrá una explicación mejor que la que tengo yo, pero como productor y director, te puedo decir que no entiendo bien cómo hacer una película que conecte con audiencias masivas en Chile, porque yo no sé si sea posible y si es posible, alguien tendrá la receta pero yo la desconozco. 

Que ansiedad venir a Chile, ¿o no? Curiosidad. 

Me gusta, no tengo esa relación extraña que tienen algunos que han salido de Chile. Yo, de hecho, vivo en Chile, mi casa es Chile y ahí está mi gente y mis amigos. 

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¿Cuándo sueltas una película? ¿Cuándo se acaban estos procesos?

En el caso de Ema, en Chile. Se estrena en varios países de Europa durante este año, y en Estados Unidos y en otros países de Europa, de Asia y de América Latina a principios del próximo año, pero en verdad la película existe desde que se estrena en Chile en adelante. Ahí termina el proceso y me saco la película de encima, más en este caso, porque es una película infinitamente nuestra, filmada plenamente en Valparaíso, con nuestros materiales, nuestra ideología, nuestros asuntos, nuestros cuerpos, nuestros grafitis, nuestros colores y que es imposible entenderla sin que exista en Chile…

¿Es inevitable para ti? 

No se puede dejar de ser chileno, e intentarlo es una muy mala receta, porque es imposible. Estoy ahora trabajando en Estados Unidos y estoy todo el tiempo hablando en inglés y es desesperante no poder hablar en chileno, que ni siquiera es español, es chileno. Idioma distinto, tan liberador y particular. Olvídate lo que cuesta traducir una película como Ema, a veces, con diez palabras estamos explicando veinte ideas que no se pueden subtitular ni traducir. Siempre me acuerdo de Nicanor Parra, que decía que la poesía no se podía traducir. Y con eso no quiero decir que los peligros que vivamos sean tan poéticos como eso, pero sí es muy difícil hacerlo, porque son palabras que están llenas de idiosincrasia, de amores, de odio, de juicios culturales y que son procesos que son incontenibles, irascibles e inmaquillables. Entonces, eso tiene como un no sé qué: es el lanzallamas. Chile es un lanzallamas.

¿Y después? ¿A otra cosa mariposa?

No puedo, lamentablemente, comentar nada, pero estoy en un proyecto grande y entretenido. Por ahora, lo más cercano es viajar a Chile al estreno de Ema y ver cómo empieza a circular. Uno siempre filma para Chile. Uno no puede no se puede arrancar de eso. Y eso es bonito, porque es así, qué vas a hacer. Al final, las películas son pedazos de uno que se van articulando a partir de las dudas y de miserias humanas, que después se organizan y tienen vida propia. A mí Ema me parece una película bastante redonda en lo porfiada que es, lo cual la hace frágil y atacable, y eso me gusta porque se desmarca de su propia protección y se vuelve vulnerable. Ese cine me interesa y no sé… Apago la luz y me quedo dormido, eso es bueno.

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