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Actualidad

27 de Septiembre de 2019

“Fui engañada para entregar a mi bebé”: publican crudas historias sobre niños robados en dictadura

Agencia Uno

La BBC publicó un artículo con dos testimonios que dan cuenta de la adopción ilegal entre 1973 y 1990. Ambos casos se dieron en recintos hospitalarios, después de unos supuestos "controles médicos".

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Un artículo de la BBC publicó dos historias sobre adopciones irregulares realizadas durante la dictadura de nuestro país. El texto muestra la historia de Sara Jineo, quien sigue buscando a su hijo -entonces recién nacido- después de 30 años; y Alejandro Quezada, quien a los pocos días de vida fue separado de su mamá, cuando ella tenía 14 años.

En el caso de Sara Jineo, llevó a su bebé de cuatro días al hospital de Temuco en 1988. Cuenta: “Me engañaron (…) me obligaron a ir al hospital y me dijeron que iban a hacerle un análisis de sangre a mi bebé“.

Una mujer recibió a su hijo, llamado Camilo, pero nunca volvió con él. “Miré por todo el hospital y cuando salí y le pedí ayuda a un policía, él me miró, se rió y dijo que estaba enojada”, relata.

Sara, como muchas otras madres que sufrieron el robo de sus hijos, es mapuche. Aún vive en las cercanías de Temuco y desde que ocurrió ese hecho en el hospital, ha luchado por encontrar a Camilo. Según recoge BBC, ella está segura que lo llevaron al extranjero.

Jeanette Velásquez, quien participa del grupo de voluntarios “Hijos y Madres del Silencio”, explica que este hecho era una estrategia por parte de la dictadura de Pinochet para, según el artículo, “eliminar la pobreza extrema, particularmente entre los niños”.

Por lo mismo, varios profesionales actuaron en conjunto para enviar bebés a países desarrollados, como Holanda, Estados Unidos, Suecia y Alemania. “Algunas mujeres me cuentan historias horribles sobre cómo estaban amamantando a su bebé cuando se lo quitaron de los brazos. Hubo mucha violencia“, sostiene.

En algunos casos, hubo mamás que fueron obligadas a firmar papeles que no comprendían. También, les dijeron que sus hijos estaban muertos y no les daban más información. Ese fue el caso de la madre de Alejandro Quezada, quien cuando era un bebé fue enviado a Holanda en 1979.

Ella tenía 14 años, era mamá soltera y vivía en las afueras de Valdivia. Después del nacimiento, llevó a su hijo a un chequeo en el hospital, y los funcionarios insistieron que Alejandro estaba enfermo. Incluso, le contaron que había muerto. Como a otras madres, nunca le dieron un certificado de defunción ni le permitieron ver el cuerpo.

Alejandro supo de esta historia tiempo después, pues fue adoptado por una pareja holandesa. “Durante mi adolescencia, tuve muchas preguntas sobre mi identidad“, relata. “Aunque amo y aprecio a mis padres adoptivos, me sentí deprimido y solo y me salí de los rieles“, añade.

Recién en 1997, viajó a Chile con sus padres adoptivos y conoció a su mamá biológica, por medio de una monja holandesa que organizó su adopción. “Tenía muchas preguntas para ella y fue muy frustrante, porque no podíamos entendernos y la monja no nos dejaba vernos por mucho tiempo”, explica, ya que él creció hablando holandés.

En 2018 se abrió una investigación gubernamental tras la presión de las madres que exigieron respuestas sobre el paradero de sus hijos. Hay quienes critican las indagaciones y plantean que el Estado está protegiendo a los involucrados en sacar a los niños del país. Por otro lado, también se plantea que para hacer justicia, la edad avanzada y la mala salud de algunos sospechosos no deberían ser obstáculo de la vía judicial.


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