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Opinión

10 de Octubre de 2019

Abogado de víctimas de Colonia Dignidad responde a Otto Dörr: Justicia Simbólica

El abogado de decenas de víctimas del enclave Colonia Dignidad, responde aquí a varias de las ideas expresadas por el psiquiatra Otto Dörr, Premio Nacional de Medicina 2018, en una reciente entrevista con The Clinic. Hempel critica la confirmación de Dörr como Premio Nacional de Medicina 2008 y acusa que el especialista en psiquiatría fue sancionado de manera blanda por el gremio que le otorgó el galardón, respecto a varias conductas relacionadas a la exVilla Baviera.

Winfried Hempel
Winfried Hempel
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Por Winfried Hempel, abogado de las víctimas de Colonia Dignidad

Una sentencia es una resolución de término, resuelve una disputa entre partes sometidas a decisión de un tercero objetivamente imparcial y subjetivamente independiente. Si, frente a este tercero, una de las partes no puede ejercer sus derechos en igualdad de condiciones, deben preverse mecanismos para paliar la disparidad inicial para poder tramitar un debido proceso en igualdad de condiciones. Uno de los aspectos relevantes en dicha igualdad es la debida asistencia letrada, es decir, el derecho a tener un abogado.

Con esto se explica que el suscrito, quien representa a más de 120 víctimas de la ex Colonia Dignidad, haya debido intervenir en un conflicto que veía en un principio con cierta pasividad.

Fue así como en marzo del año 2018 víctimas de Colonia Dignidad reclamaron por el otorgamiento del Premio Nacional de Medicina al doctor Otto Dörr. Dicho reclamo no me sacó de mi estado de mero observador, sino hasta que el aludido se refiriera de forma soez a las víctimas de la Ex Colonia, tildándolos de “canallas” (“gente baja, ruin, despreciable y de malos procederes” según la R.A.E.).

No le daba crédito al leerlo en El Mercurio y me vi impelido a actuar en defensa moral de mis representados. Se desencadenó así un largo proceso, que terminó con una condena por parte del Tribuna de Ética del Colegio Médico, encontrando culpable al Dr. Otto Dörr por haber infringido la ética médica.

Específicamente en el “Caso Stricker”, en que se estableció primero que el Dr. Hopp había tratado al colono por “depresión” tras su fuga de la Colonia en 1996, y que posteriormente Dr. Dörr evitó -a través de sendos certificados médicos- la comparecencia de Stricker ante la Justicia, que investigaba el caso de su fuga debido a una denuncia presentada por el Gobernador provincial.

Debido a estas actuaciones de Otto Dörr el colono Karl Stricker, según el Tribunal, “fue impedido de concurrir al tribunal y de realizarse los exámenes siquiátricos ordenados por el juez, continuando con una vida de esclavitud y abusos hasta su muerte”. Stricker falleció el 2002 en Colonia Dignidad, al subir a un techo a realizar trabajos bajo la influencia de psicofármacos. Se cayó y falleció. 

Un juicio ético es particularmente difícil de tramitar por cuanto el tribunal no tiene imperio, es decir, no puede dictar resoluciones a fin de obtener compulsivamente pruebas como lo hace la justicia ordinaria. Aún así, logramos probar bajo condiciones de un juicio dificilísimo que el denunciado, Otto Dörr, inmediatamente después de la fuga atendió a la víctima, Sr. Stricker, en Colonia Dignidad.

El agricultor y compañero de labores de la víctima, Sr. Laube, testigo clave,  viajó ocho veces más de 2000 kilómetros para poder testificar en el juicio, que para él tenía un efecto reparador y simbólico. Ahí relató detalladamente la fuga de su compañero y cómo se enteró por su supervisor de los tratamientos de Dörr. Dicho testimonio fue refrendado por el testigo Sr. Vedder, a quien el mismísimo Paul Schäfer le dijo que Stricker estaba bajo tratamiento del acusado.

Culminaba la prueba testimonial con un testimonio dramático del testigo Sr. Briones quien estuvo presente en la fatal caída de Stricker y testificó que éste le confidenció en los días inmediatamente anteriores al accidente, bajo lamentos, que estaba tomando tantos remedios por prescripción del Dr. Dörr.

Como el tribunal no tiene coacción  no se pudo obtener el informe de autopsia y esta hasta el día de hoy no ha sido conocida por la instancia judicial, lo cual llama poderosamente la atención, por cuanto que el mismo denunciado, Dr. Dörr, reconoció tenerla en su poder, sin explicar por qué tenía dicho certificado (reservado). Tampoco exhibió la ficha clínica, no obstante la solicitud formal y por escrito de la parte denunciante.

El abogado Winfried Hempel (Twitter).

Sobre todos estos puntos, no se pronuncia la sentencia. Tampoco se pronuncia mayormente sobre la circunstancia de que el denunciado quedó en rebeldía ante el juez del crimen por cuanto no compareció en dos oportunidades, estando legalmente citado, ni aún bajo apercibimiento de arresto, para explicar los certificados médicos emitidos por el facultativo.

Fue determinante también el testimonio del Dr. Biedermann, quien atiende psiquiátricamente a algunos colonos, por cuanto aseguró al tribunal, que en los años noventa solo podían ingresar a la colonia personas contactadas por el Dr. Hopp  con la finalidad de tejer “redes de poder” (sic).

La sentencia, aunque la respetamos, no se pronuncia sobre estas y otras muchas pruebas, como por ejemplo sobre la escritura pública en que consta que el Dr. Dörr constituyó una sociedad teniendo como socios a Mónica Madariaga, un guardaespaldas y la enfermera de Schäfer, entre otros, con la específica finalidad de suplir a aquella “corporación sin fines de lucro” a la cual el Ex Presidente Aylwin le puso término. Tampoco se pronuncia sobre el libro de guardia en que consta el ingreso de Dörr a la Colonia, el mismo día que el país entero estaba pendiente de las redadas policiales para atrapar a Schäfer. 

La verdad, el caso Dörr es tan absurdo que confieso que hice serios esfuerzos para poder entenderlo, porque el abismo entre lo que enseña en las cátedras y su participación en el caso Colonia Dignidad me parece insalvable e inexplicable hasta el día de hoy.

Dörr en este semanario señala no entenderlo ni él mismo, como él tampoco entendería la “persecución” en su contra. Lo que no entiende es la fuerza interior que mueve no a personas libres, sino que a esclavos que se acaban de liberar. No necesitan estímulos externos como ha insinuado, ni económicos ni de otra índole. Esta fuerza, actitud, no ha de confundirse ni con odios ni con venganza, sino que, es la aspiración más íntima y legítima de obtener justicia, ni más ni menos.

Esta fuerza y sed de justicia hizo viajar al testigo Laube 16.000 kilómetros (por tierra) para dar su testimonio y aguantar en cada audiencia varias horas en la sala de espera del tribunal, soportando estoicamente los improperios y burlas que le dedicaban los acompañantes del denunciado, que distaban mucho de cierta dignidad que demostraba el acusado en las audiencias. Esta justicia, que no se hizo ante el poder judicial estatal, se logró ahora ante un tribunal de ética que aplica sanciones simbólicas, pero no por esto inocuas ni estériles. 

En cuanto a la  levedad de la sanción aplicada, sorprende e indigna que esta levedad se debe a un acuerdo guisado en la cocina de la Academia Chilena de Medicina, en la cual se acordó por un lado unanimidad en la sanción, en vista de la abundante prueba rendida. Pero por otro lado se pactó que dicha levedad servirá de argumento para salir de la aporía en la cual estaba puesto el gremio médico (profundamente dividido), es decir, que servirá de base para seguir con el procedimiento y “justificar” otorgar el Premio Nacional de Medicina. Esto es una mácula indeleble para el premio, y, también, para los propios miembros del comité que lo otorgan. Dicha decisión baja el estándar ético para todos los médicos, constituye una defensa corporativa insólita y prueba que el temor reverencial individual y la amistocracia colectiva pesan más que la sana crítica.   

También satisface, sin embargo, que el Dr. Dörr haya perdido ante la justicia ordinaria, sendos recursos ante la I. Corte de Apelaciones y E. Corte Suprema donde pretendía eludir el juicio ético.

Queda la incógnita para siempre de cómo el Dr. Dörr defendió lo indefendible, lo que él mismo hoy no logra explicar. Quizás en la soledad de sí mismo, una vez desarrollada la capacidad de estar solo y en silencio, soledad que él tilda de un mal social, se entenderá algún día a sí mismo. 

Pero de lo que tengo absoluta certeza, es que cada vez que mirará el Premio Nacional de Medicina en algún lugar destacado de su casa (si lo obtiene en definitiva) necesariamente ha de recordarse de las víctimas de la ex Colonia Dignidad, porque lo que más te esfuerzas en olvidar nunca lo olvidarás. 

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