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LA CARNE

11 de Octubre de 2019

Diversidad funcional: El sexo abierto y la libertad de las personas en situación de discapacidad

La vida independiente estructura la lucha por la autonomía de las personas en situación de discapacidad. Aquí, el sexo juega un lugar preponderante, aunque tabú. ¿Qué piensa el gobierno? ¿Qué dice la Teletón del sexo de sus rehabilitados? ¿Existen en la cultura? ¿Qué dicen ellos y ellas acerca de su vida sexual y su discapacidad? ¿Es el sexo un derecho o un privilegio?

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Sábado por la noche. Afuera de la Blondie, el público más diverso de Santiago se prepara para una nueva edición de Disco 2000. Si hago un rápido experimento visual, corroboro que no hay personas visibles con diversidad funcional. ¿A qué me refiero? Muletas (cero), sillas de ruedas (cero), condiciones mentales (no visibles). 

Tipo 4, fumando un tabaco, consulto a algunas chicas si se han acostado con discapacitados. Ninguna. ¿Lo harían? Sí, no, depende de la discapacidad. Una descarta temas mentales, pero no amputaciones ni parálisis. Otra declara tener una fascinación por las cicatrices. Una de ellas derechamente dice que no lo haría, que necesita que su pareja se pueda parar. 

Me encuentro con un cola en la fila. Diseñador, tiene 30 años. Responde a las iniciales de LQ. Sufrió un accidente a los 19 que lo dejó sin movilidad en las piernas. Tuvo que rehabilitarse. De la cama pasó a las muletas, seis meses con dos y seis con una. En esos años, conocía a gente por Manhunt, “una red social de huecos antigua, y yo tenía una foto de cuando andaba con muletas y yeso, y él tenía como un fetiche”.

Foto Documental Yes We Fuck

“A él le faltaba una pierna, o sea le llegaba solo hasta la rodilla”, dice, sobre su experiencia sexual con un discapacitado, mientras él también tenía problemas de movilidad. LQ recuerda que fue una experiencia “excelente. El loco sabía mucho más que yo en esos años. Era mino, y su pierna era un detalle que lo hacía más atractivo”. Reconoce que la situación le generó más morbo que complejos. “Creo que es importante sentir que la parte de tu cuerpo que te genera la discapacidad también le gusta a la otra persona. Cuando sientes eso, todo se relaja, y culiai como en confianza”. 

Me encuentro con un cola en la fila. Diseñador, tiene 30 años. Responde a las iniciales de LQ. Sufrió un accidente a los 19 que lo dejó sin movilidad en las piernas. Tuvo que rehabilitarse. De la cama pasó a las muletas, seis meses con dos y seis con una.

A la hora de hablar de sexo y discapacidad, entro en territorio desconocido. O casi. Llamo a MP, un amigo con quien tuve relaciones intermitentes. Tiene una amputación en su mano. Nunca le dije que su mano me produce fascinación.

A sus 26 años, trabaja en la oficina de un banco, redactando comunicados. Tiene proyectos paralelos, como la mayoría de los chicos de su edad. Recuerdo que alguna vez me dijo que su trabajo le gusta, lo que me parece, por lo bajo, llamativo. Ahora, con el escudo periodístico, le pregunto lo que siempre quise saber: ¿qué le pasó?

“A los tres años metí mi mano a una máquina sobadora. La mano se me deformó y me amputaron tres dedos. Cumplí cuatro años estando en el hospital, tenía una gran ampolla con la amputación, era una mano gigante y dura”, dice. Desde chico le advirtieron que era algo por lo que lo podían molestar.

Quiero saber si su mano le ocasiona problemas en el sexo, o si le inseguriza. “No realmente. Me acostumbré chico a la idea, no sé si me sentía distinto pero sí  sabía que esto podía ser chocante para la gente”, dice. 

No tiene problemas para masturbarse ni para masturbar a otras. “Mi vida sexual es normal, diría que hasta anecdótica. Bueno, algo que aprendí súper chico es que la gente no se mira tanto. Muchas veces he tenido… aventuras o pololeos, andanzas que, después de un par de veces que nos hemos visto, han visto mi mano”. 

Es cierto. Y cuando la ves, definitivamente llama tu atención.

¿Siente distinta esa mano? “Hasta no hace mucho era lo mismo solo que me genera un mareo medio ontológico mirar y decir: “oh, me amputé”. Igual lo siento todas las veces. Pero ahora que estoy más viejo estoy cachando que la piel del injerto se me seca mucho y me duele, pero trato de ignorar ese dolor. Pero solo eso”.

EN LA CALLE

Las personas en situación de discapacidad forman parte del colectivo erótico y sexual de la nación. 

En la Alameda, frente a la Universidad de Chile, conozco a Yasna y a Humberto, de 50 y 49 años respectivamente. Venden accesorios en una esquina de Huérfanos. Ambos tienen displasia muscular mixta, esa condición que, en lo visible, genera dificultades para hablar y comunicarse. La pareja se conoció en un curso de computación, y hace trece años están casados. Sobre el sexo, Humberto dice: “Fíjate que no fue tema”, y que tiene sexo “como se hacía antes”. Yasna, muy humilde, dice que pueden hacerlo hasta tres veces a la semana. En el círculo social de ambos hay de todo, cuentan, gente casada y soltera, pero les parece que para aquellos que tienen situación de discapacidad a veces “es difícil encontrar pareja”.

Foto Documental Yes We Fuck

Hablo con Waldo, un ciudadano peruano que vende cremas y hierbas frente a la Casa Royal, cerca de San Antonio. Hace cinco años lo atropellaron y, como resultado, le amputaron la mitad de la pierna. “Es difícil acostumbrarse”, dice, “he llorado, me he querido matar. Pero el trabajo me distrae y me consuela”. Fuera de lo anímico, su vida no cambió tanto. Lo que me pregunto es de qué manera el accidente impactó en su vida sexual, pero advierto que no me lo quiere decir. Igual entiendo a lo que va cuando dice que tiene varias “amigas”, que las invita a comer y a tomar cerca de la Estación Mapocho. 

Lo normal, pienso. 

Arturo Jorquera, 65 años, vende estuches y bananos. Está en silla de ruedas y tiene las muletas a un lado. Sufrió polio a los 11 meses, lo que le ocasionó parálisis. Me muestra una cicatriz cerca de la rodilla. Ahora mueve las piernas, dice que pasó por la Teletón, que está “rehabilitado”. Sexualmente, dice haber tenido una vida “totalmente normal. Me puse a pololear, me casé, tuve hijos, tengo nietos. Igual lucho”, dice.

No cree que le haya costado más conseguir pareja que al resto de sus 13 hermanos, y bromea que es quizá porque “en esa época, no había tanta variedad”. Eso sí, recuerda que una de sus parejas lo sobreprotegía, no le dejaba hacer nada, y él cree que era por su situación. “Pero qué tengo que explicar. Tengo cinco nietos, siempre fui pololo. Con las mujeres se me da normal, y si veo que se va por el lado de discriminar, me alejo”, cierra.

SITUACIÓN DE DISCAPACIDAD

En Chile, la ley 20.422 define la discapacidad en torno a la persona que “ve impedida o restringida su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás”. En esta ley, el Estado se compromete a abogar por una “rehabilitación integral”, mientras que su artículo 9° establece que, dentro de los derechos que asegurará el Estado se encuentra la sexualidad y la salud reproductiva  “en especial lo referente a su dignidad, el derecho a constituir y ser parte de una familia”. 

Desde el Servicio Nacional de la Discapacidad (Senadis), María Ximena Rivas, directora Nacional, reconoce que la sexualidad es un tema tabú. “Existen mitos arraigados en la sociedad, como que las personas con discapacidad son asexuados, niños o ‘angelitos’, o no tienen esos deseos, sumado a la poca preparación de los profesionales de la rehabilitación para abordar el tema”, lo que hace que la sexualidad “no sea uno de los temas a indagar en el proceso regular de rehabilitación”. 

Desde una perspectiva médica, una discapacidad es una situación que puede venir de nacimiento o aparecer durante la vida. Se habla entonces de “adquirir una condición”, como por ejemplo, accidentes que produzcan parálisis o amputación de miembros. Amapola Ureta, 30 años, es enfermera, y ha tenido experiencia intrahospitalaria en pacientes con ostomías. Una ostomía es una bolsa de excrementos que portan personas con daño intestinal. Si bien, esta no representa la imagen “típica” de la situación de discapacidad, sí “impide realizar actividades de rutina que sí podemos hacer quienes no tenemos esa condición”, explica.

Foto Documental Yes We Fuck

Senadis incorporó el tema hace tres años, trabajando en dos direcciones: la suscripción de un convenio con la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile para capacitar a profesionales en materias de Derechos Sexuales y Reproductivos para personas con discapacidad, y la incorporación de trabajo de difusión de derechos en sexualidad como línea específica del Fondo Nacional de Proyectos Inclusivos, Fonapi, entre los años 2015 y 2018.

Del primer proyecto, surgió el documento “Sexualidad e inclusión de personas con discapacidad”, elaborado por Senadis, la Universidad de Chile, y publicado este año; entre las brechas que reconoce, están por ejemplo el de la interacción social limitada como consecuencia de las barreras arquitectónicas, y el acceso limitado a métodos anticonceptivos, además del cuestionamiento del derecho de estas personas a ser “padre o madre”. 

El segundo capítulo recoge las observaciones y recomendaciones de organizaciones que trabajan por los derechos de personas discapacitadas. Ahí, por ejemplo, aparece el Observatorio de Derechos Sexuales y reproductivos y discapacidad, Odisex, que menciona temas como la accesibilidad a recintos de salud y el lenguaje utilizado para entregar información; la Agrupación Líderes con Mil Capacidades, representante de personas jóvenes y adultas con discapacidad intelectual, que menciona que no se les considera sujetos sexuales, que no obtienen permiso para casarse o formar familia, y que las mujeres son sometidas a esterilizaciones sin su consentimiento o total comprensión. 

La Fundación Nellie Zabel, que trabaja el empoderamiento de las mujeres sordas, menciona que los profesionales de salud “utilizan como “intérpretes” a familiares, padres, parejas e incluso a los hijos de estas mujeres; vulnerando con ello su dignidad, su autonomía, su libertad de decidir y de ser independiente”;  el Círculo Emancipador de Mujeres y Niñas con Discapacidad de Chile (Cimunidis), de orientación feminista, denuncia que las personas con discapacidad son desconocidas como personas jurídicas, vulnerando así todo su espectro de derechos, donde entre las denuncias más graves se encuentra la denegación de servicios de salud sexual y reproductiva, además de vivir discriminación y estigma en torno al embarazo. 

 “Las personas a veces no se atreven a preguntar sobre qué va a pasar con la vida sexual”, dice Amapola, que actualmente trabaja en la Universidad O’Higgins de Rancagua, “y la idea es romper el tabú. No decir confórmese con que está vivo”, opina. 

DUELO DEL CUERPO

María José González es psicóloga y trabaja en la Teletón con pacientes hospitalizados. Nos recibe en su box, ubicado en el octavo piso de la clínica Redsalud de Estación Central.

“Estoy hace 13 años en la institución, mi trabajo ha estado abocado al servicio de hospitalizados y chiquillos con lesión medular y pacientes adquiridos con una lesión y una secuela. Lo que hacemos en el servicio es que todos los pacientes tienen atenciones intensivas, ya sea de terapia ocupacional, kinesiología, fisiatría, enfermería, educación, trabajo social y yo, como psicóloga, los recibo en una fase subaguda, cuando han pasado muy poco tiempo posterior al accidente o la situación que desencadena la lesión medular”, explica. 

“hay un duelo en relación con la función sexual. Cómo voy a generar placer al otro, y cómo yo me voy a generar placer”.

El trabajo que hace María José implica reorganizar el cuerpo, y trabajar en la autoimagen, ambos factores que influyen en la interacción sexoafectiva entre las personas. Para esto, se insta a los usuarios a reconstruirse corporalmente, es decir, integrar su condición y hacer uso de su cuerpo. 

Foto Documental Yes We Fuck

“Los chiquillos experimentan un duelo con relación a lo que era su corporalidad”, dice la psicóloga, y agrega que “hay un duelo en relación con la función sexual. Cómo voy a generar placer al otro, y cómo yo me voy a generar placer”. 

Juan Carlos Agurto tiene 28 años. Vive en Tomé, y trabaja como psicólogo en el liceo polivalente. Nació con una artrogriposis, condición que impone rigidez a sus caderas y su columna. Ingresó a la Teletón a los dos años. Ahí aprendió a caminar. Hoy se mueve con muletas, pero no puede sentarse, lo que le genera problemas en la parte inferior de su musculatura.  

Reconoce no haber tenido problemas durante su despertar sexual, pero sí notaba entre sus amigos de la Teletón que en general no se hablaba de sexo. “No tenían las herramientas, y como es un tema de la adolescencia, no tener acceso a esa conversación genera un foco de aislamiento entre los pares”, dice. 

Actualmente, Juan Carlos está casado. Aquí emerge otro tema, que tiene que ver con los procedimientos físicos y médicos diarios que podemos requerir si perdemos la movilidad. Un apoyo que suele realizar la pareja. 

“El trabajo es asistir, pero ese asistir no debe intervenir en la erotización y la libidinización que esa pareja pueda hacer de ese cuerpo. Una cosa es la asistencia, que efectivamente es algo mecanizado. Y la sexualidad va más allá de una asistencia”, explica María José.

Lo más interesante que emerge del tema de la sexualidad en personas discapacitadas es la desgenitalización del sexo, dado que muchas condiciones de discapacidad impiden derechamente tener coito. 

Sobre esto, Juan Carlos opina que “lamentablemente la sociedad impone que el coito es la forma de sexualidad, y no hay otra. Si involucramos a personas con discapacidad en el tema, claramente no encajan porque simplemente no pueden tener una relación de ese tipo, piensa en tetraplejias que les cuesta tener erección, pero hay otras sexualidades que se pueden vivir”, explica.

El documento “Sexualidad e inclusión…” también menciona este aspecto, y contiene propuestas para reivindicar la sexualidad en personas con discapacidad y estimular su erotización. El documento recomienda masajeadores tipo “wand” (varita), dedo vibrador y vibrador para lengua, para personas con funcionalidad limitada en las manos; arnés con dildo para casos donde no hay erección, hot octopuss pulse SOLO (tubo semi cerrado que envuelve el pene, estimula y provoca eyaculación), para hombres con daño a la médula espinal, Hot octopss pulse duo, que incluye un vibrador, además de vibradores con aplicación Bluetooth que permiten jugar entre parejas utilizando un teléfono inteligente como una especie de control remoto, lo que requiere motricidad fina, pero no fuerza. 

Lo más interesante que emerge del tema de la sexualidad en personas discapacitadas es la desgenitalización del sexo, dado que muchas condiciones de discapacidad impiden derechamente tener coito. 

Por último, el Intimate Rider, es una silla versátil que permite ampliar el rango de movimiento para personas con lesiones en la médula espinal, derrames cerebrales, parálisis cerebral, artritis, esclerosis múltiple, etc.

“Las personas en situación de discapacidad son padres. Tienen familia. Tienen parejas. Sí, tienen una vida sexual plena. ¿Hay un cambio? puede haber, puede que no. Todos tenemos derecho a una vida sexual, independiente de si tenemos una situación de discapacidad o no”, concluye la psicóloga de la Teletón.

SEXO NO HEGEMÓNICO

Además del uso de juguetes, el documento de Senadis menciona la Asistencia sexual, un tipo de trabajo sexual destinado a personas que no pueden acceder a su propio cuerpo o al de su pareja sin ayuda. ahí se define como “una herramienta humana”, “un medio” al que se accede voluntariamente. El sitio asistenciasexual.org. define al asistente sexual como “alguien que te apoya para tener sexo contigo misma o con otras personas”.

Desde Senadis, la directora Nacional Rivas reconoce que existe interés en avanzar en este tema, sin embargo “se trata de un derecho muy poco explorado, y por lo tanto, poco discutido”. Como dato, menciona que el 2018 se realizó una consulta ciudadana sobre aspectos relacionados con los servicios de apoyo entregados a través de la Convocatoria 2016-2019 del programa Tránsito a la Vida Independiente (TVI), que financia servicios de apoyo, cuidado y/o asistencia. Rivas cuenta que “dentro de las categorías, apareció mencionada la Asistencia Sexual, representado por tres personas, de un total de 583 personas que respondieron la consulta”. 

Foto Documental Yes We Fuck

Yes we fuck (España, 2015), instala el tema de “diversidad funcional” para reemplazar “discapacidad”, y aborda la sexualidad desde una perspectiva queer. Una de las escenas más interesantes del film es la de asistencia sexual, donde se ve que hay diversidades que no pueden tocarse a sí mismas.

Converso con Antonio Centeno, uno de los directores, por Skype. ¿Es tabú hablar de sexo y discapacidad? “No sé si tabú, pero como mínimo es muy poco habitual. La sexualidad siempre se ha puesto al final de a la cola de las prioridades de las personas. Seguramente porque esas prioridades no las hemos remarcado las mismas personas con diversidad funcional, sino que siempre ha habido alguien, profesionales, familia, políticos, que decide que hay otras cosas más importantes”, dice.

Distintas fuentes mencionan que hay un argentino, o una pareja de argentinos que realizan asistencia sexual acá en Chile. Contacto a Vesania por Instagram, trabajadora sexual miembro de Somos Margen, sindicato de trabajadoras sexuales. Vesania suele participar en conversatorios de postporno, feminismo y diversidad sexual, y es parte de los performers de la obra Demasiada libertad sexual les convertirá en terroristas, de Ernesto Orellana. Quiero saber si le ha tocado ejercer la asistencia sexual. Reconoce que no es experta en el tema, pero que puede compartir algunas experiencias. 

“La primera vez fue una sorpresa”, dice. “Era un dual (cuando se paga por dos chicas). Él llegó por su cuenta. Era súper callado. Mi amiga dijo: “qué pesao el hueón”, pero no era diferente a cualquier otra situación, porque a veces te topas con tipos que vienen, no te dicen ni hola, te echan un polvo y se van”. Al rato de comenzar, Vesania notó que el sujeto estaba tieso. “Entró en crisis y ahí yo caché que era autista”, dice. 

“No sabíamos qué hacer. En un momento tuve que salir con mi compañera y explicarle, y ella se enojó, decía: ‘él es enfermo, cómo no dice que es enfermo’. Ahí le dije que se quedara afuera, total nos había pagado, y volví y le empecé a dar abrazos. Y terminó”, cuenta Vesania.

Luego, la han contactado personas en silla de ruedas, dato que emerge de la conversación para saber si hay accesos, o si a ella le incomodaría. “Puede pasar en cualquier momento”, piensa. A partir de eso, se ha interesado en el tema. “Me encantaría hacer una capacitación a través de la fundación Somos Margen para que las trabajadoras puedan saber cómo enfrentarse a personas con diversidad funcional, porque es tan diverso el mundo, y hay cuerpos tan distintos que de repente no sabís, no se te ocurre qué hacer, es como: ‘chuta a este hueón no le funciona el pico, ¿qué hago?’ Y en realidad hay todo un mundo de hueás que podís hacer para estimular sexualmente a una persona”, comenta. 

Salta a la vista que militar el derecho por la asistencia sexual conlleva una alianza entre “grupos humanos que tenemos mucho castigo social”, como dice Centeno, que es tetrapléjico. “Nuestros cuerpos no se comportan como deberían comportarse. ¿Qué es eso de que las mujeres tengan el control de sus cuerpos?, y en el caso de la diversidad funcional, pues ¿qué es eso que esos cuerpos no sean productivos y no sean útiles a la producción y al consumo?”, opina.

Vesania piensa que lo que cambia entre una persona con discapacidad a una persona sin ella, son las necesidades, y el servicio

“A partir de aquí también ponemos sobre la mesa cómo se genera conocimiento, quién lo tiene, quién lo debe tener y cómo se gestiona. Yo tampoco estoy interesado en que venga alguien que sepa qué tiene que hacer con mi cuerpo, ¿eh? Mi cuerpo es mío. Lo que tenemos que procurar son espacios y dinámicas donde las propias personas que necesitamos de esos apoyos tengamos conocimiento suficiente para saber cómo hacer uso de esos apoyos para ir conociendo nuestros cuerpos como hace el resto del mundo. Yo creo que nadie ha aprendido a masturbarse haciendo un cursillo. Nosotros debemos poder hacerlo, solo que ese proceso de experimentación, de exploración del cuerpo es con las manos de otras personas, pero bajo nuestras propias decisiones”, explica. 

Vesania piensa que lo que cambia entre una persona con discapacidad a una persona sin ella, son las necesidades, y el servicio. “Hay clientes que buscan un polvo corto para liberar tensiones después de una semana de trabajo y ese servicio que uno da es de una manera y es distinto del servicio que le das a un cliente que nunca ha tenido una relación afectiva”, comenta. 

Lo que propone, desde su intuición, es trabajar con fantasías. “Le preguntaría a la persona qué fantasías tiene, qué películas le gustan, qué tipo de porno ve, para saber igual por qué lado ir, porque si me decís eso me puedo imaginar muchas cosas, gente que le puede excitar las velas y los pétalos de rosa y gente que le puede excitar que le escupai en la cara”, piensa.

MALDITA LISIADA

Para las personas que no tienen un contacto habitual con la diversidad funcional, la diversidad funcional es esto que les cuenta el cine, la televisión, la literatura. Antonio Centeno opina que “es todo sobre nosotras sin nosotras. No hay personas con diversidad funcional ni dirigiendo, ni actuando, ni escribiendo, pues genera un sesgo muy potente y un alejamiento de la realidad”, comenta.

Y cuando aparecen, ¿son personas sexuadas?

La obra Ornamentos trabaja con la imagen del soldado amputado que regresó de la Guerra del Pacífico. Son estatuillas  que simulan el formato de las esculturas ornamentales francesas de finales del siglo XIX. “Baratas, que se podían comprar para adornar espacios interiores”, dice Luis Montes, autor, escultor y académico de la UChile. La exposición que se presentará en octubre en el MNBA, representa en estos cuerpos mutilados, “personajes que han sido descartados del relato de los héroes”.

Quiero saber qué contenido simbólico ocupa la discapacidad en el arte, y qué contenidos abre. Montes dice que la inclusión de la mutilación en la escultura aparece a fines del siglo XIX, con la Modernidad. “El arte moderno y el arte contemporáneo trabajan insistentemente sobre aquello que denominamos la abyección, idea de Julia Kristeva del cuerpo puesto del revés, como si todo aquello que queda escondido al ojo apareciera de nuevo ante nosotros”. En ese sentido, explica el escultor, el arte contemporáneo ha sido un espacio de reflexión fundamental para entender aquello que se ha denominado “el otro, o les otres”, explica.

Sobre el erotismo del cuerpo mutilado, Montes menciona las muñecas de Hans Bellmer, de los años 30: un paradigma de arte erótico realizado con maniquíes descuartizados de muñecas. “El erotismo aborda áreas que están fuera de la norma. Al ser un espacio de suyo privado también permite que se expresen subjetividades que no quieren responder necesariamente con cánones establecidos socialmente”, opina. 

Desde la vereda pop, la televisión ha presentado variaciones en el relato estereotipado de la otredad. José Manuel Bustamante, periodista, miembro del podcast No sabes nada, opina que, en general, estos personajes “han sido representados desde la lástima o la compasión, con una mirada un tanto paternalista”. 

José Manuel menciona ejemplos que, si bien representan personajes autónomos, viven la discapacidad como “el centro de su trama”:  John Locke, uno de los villanos de Lost. “John Locke protagoniza un capítulo que siempre se ha celebrado por lo bien construido que está. Durante 50 minutos de presentarlo como un hombre terco, recién en la escena final se abre el plano para revelarnos algo que se nos había ocultado hasta ese punto: Locke se desplaza en silla de ruedas”. Igual de masivo, pero más teen, es Artie, de Glee, “con una historia que poco importaba  y estuvo siempre determinada por su discapacidad física, fracasando en lo amoroso y siendo mirado con condescendencia por sus amigos”. Por último, Dr. House, donde “la cojera del protagonista siempre se explicó como un elemento forjador de su carácter, y su personalidad cínica”.

Actualmente, Bustamante menciona dos propuestas donde se avanza hacia un tratamiento de la discapacidad como temática lateral del relato.Years and Years estrenada hace poco en HBO, tiene entre sus protagonistas a una mujer con discapacidad física. Su personaje tiene una dimensión profesional, familiar, sexual y afectiva. Es deseada, es escuchada y si tiene algún defecto, estos pasan por aspectos ajenos al hecho de usar una silla de ruedas”.

Foto Documental Yes We Fuck

En esa misma línea, es imposible no mencionar el universo fantástico de Game of Thrones, donde “las discapacidades físicas, como la amputación de Jaime Lannister o el enanismo de Tyrion Lannister, son entendidas como sacrificios necesarios para el crecimiento del personaje. Cada vez que un personaje perdía un brazo, quedaba ciego o era castrado, su arco no solo se volvía más interesante, si no que adquiría nuevas herramientas para desenvolverse en ese escenario”, dice.

Por último, cita la serie chilena Bala Loca, donde la inclusión de la discapacidad fue una exigencia creativa de uno de sus productores, que vive en esta situación. “Este ejercicio contribuyó a la construcción de un personaje con las mismas complejidades, las mismas luces y sombras que se endosarían a cualquier protagonista de una serie dramática, pero con aquel detalle secundario de vivir con una discapacidad física. El resultado me atrevería a decir que fue inédito: un antihéroe lleno de vicios, que circunstancialmente andaba en silla de ruedas”. 

No puedo evitar pensar en la niña Clara, de Heidi, o la “maldita lisiada” de María la del Barrio, ejemplos de personajes que, por su situación, representan bondad infinita, y por supuesto, un deseo sexual infantil.  Fuera de la tele, el estereotipo no impacta solo la vida afectiva de las personas con diversidad funcional, sino sobre todo sus derechos, el acceso a la salud, y la posibilidad de tener autonomía sobre sus cuerpos. Entonces, vuelvo al comienzo, ¿te acostarías con una persona en situación de discapacidad?

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