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Cultura

26 de Noviembre de 2019

Erik Thurman: “De las únicas personas que he sentido miedo ha sido de Carabineros”

Ilustraciones de Erik Thurman

Erik Thurman es un reconocido dibujante estadounidense que ha vivido desde dentro el estallido social chileno. Hace dos años se instaló en un estudio cerca de la Plaza Italia para escribir una novela gráfica sobre la educación neoliberal en Chile pero, como dice, la propia realidad del país lo obligó a ampliar el rango. Mezclando reporteo con una aguda lectura de la sociedad chilena, Thurman ha dibujado para el mundo sobre el asesinato de Camilo Catrillanca, la influencia que ejerce la figura de Pinochet en el actual gobierno y, más recientemente, sobre la declaración de “guerra” que hizo Sebastián Piñera. “Mucha gente en el extranjero piensa que Chile ‘está volviendo a una dictadura’, ¡Pero Chile nunca dejó su dictadura!”, opina.

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La noche del 24 de octubre, mientras la ciudad de Santiago ardía y comenzaba un nuevo toque de queda, el ilustrador estadounidense Erik Thurman trabajaba contra reloj para cumplir con la entrega a su editor.  

Thurman, quien había llegado a Chile hacía dos años, dibujaba con urgencia. Creía realmente que su trabajo podía ayudar a entender a una audiencia internacional la gravedad del estallido social chileno, que para ese entonces contaba 15 muertos durante el Estado de Emergencia. A las 21:00, mientras enviaba el email con su trabajo hacia Estados Unidos, abrió la ventana de su estudio ubicado justo sobre el metro Salvador. Además del aroma a gas lacrimógeno, escuchó cómo desde los balcones del barrio sonaba “El derecho de vivir en paz” de Víctor Jara.  

 —Ahí fue cuando realmente todo me pegó— reconoce. —Me puse a llorar ahí mismo—. 

Thurman, de 33 años, define su trabajo como “comic journalism”, que en español quiere decir literalmente, “cómic periodístico”. “En lugar de escribir artículos en formatos largos, dibujo. Pienso que eso ayuda a comunicar a pesar de las barreras lingüísticas. Le permite a gente que quizás nunca ha estado en Chile, sentir empatía con estas historias”, explica. 

A su última publicación le puso “We’re at war” (“Estamos en guerra”). En ella, dibuja y escribe sobre las primeras evasiones al metro, los casos de violencia militar y cómo el discurso de Sebastián Piñera semejaba dolorosamente palabras antes dichas por Augusto Pinochet. 

— Estoy lo suficientemente familiarizado con la historia chilena para saber que estas palabras están directamente sacadas de algunos de los discursos de Pinochet—, afirma.

¿Cuál es tu principal objetivo al realizar estos cómics? 

-Hay una cita de la periodista estadounidense Amy Goodman, que ha sido un motor fundamental en mi carrera: “Go to where the silence is” (“Ve allí donde el silencio esté”).


***

Erik Thurman nació en un pequeño pueblo cerca de Modesto, California. Un lugar que, dice, no tenía nada que ofrecerle.

—Vengo de una comunidad agrícola muy pobre. Cuando terminé la escuela secundaria, literalmente no tenía metas ni un lugar—, relata. 

Ingresó al Ejército de los Estados Unidos, el que quiso abandonar cuando le oyó decir a uno de sus superiores que estaban ahí para “torturar y matar”. Tras “pagar” su deserción con 10 meses de servicio comunitario, se inscribió en un community college de Silicon Valley, donde se graduó con un bachiller en artes. 

Sus primeros cómics periodísticos retrataron cómo la crisis económica mundial del 2008 afectó a miles de estudiantes universitarios estadounidenses. El tema se transformó en una pequeña obsesión para Thurman, siendo él mismo un endeudado. Ya graduado, se inscribió en un voluntariado y pasó siete años enseñando en escuelas públicas de Filipinas y Corea del Sur. Ha escrito dos novelas gráficas sobre su experiencia en Asia y sus cómics periodísticos han retratado otros conflictos sociales para The Huffington Post y la prestigiosa revista de ilustraciones políticas The Nib, entre otros.

Erik, primero ¿por qué te instalaste en Chile? 

-Como en Filipinas y Corea del Sur investigué temas relacionados a la educación, me propuse llegar a Chile y ver de cerca su sistema privado, particularmente el de las universidades. Seguí muy atentamente las movilizaciones estudiantiles de 2006 y 2011, por eso tenía una idea. Cuando llegué, conseguí un trabajo en la Universidad Católica (PUC), donde alcancé a estar un año. Fue muy interesante investigar de cerca una institución que fue el hogar de los Chicago Boys. 

Llegaste al corazón del neoliberalismo chileno, ¿qué aprendiste allí? 

-Aunque sabía que era una universidad muy apegada al modelo económico de Chicago, me sorprendieron las prácticas laborales. No es algo exclusivo de la PUC, pero me impactó ver a tantos académicos sin contrato como una forma de no pagar beneficios de salud, por ejemplo. 

¿Qué hacías en la PUC? 

-Trabajé en el programa “UC English”, que en realidad es una red que ubica a nativos de inglés –principalmente sin contrato- como profesores, y a la vez ofrece sus servicios a otras empresas como el Banco Central o Toyota. Yo terminé trabajando en Freeport Macmoran, una minera estadounidense que opera en el norte chileno, y que es conocida a nivel mundial por sus abusos de los DD.HH. en Indonesia. De hecho, Henry Kissinger, quien jugó un rol clave en el Golpe chileno del ’73, es accionista. 

Querías estudiar el neoliberalismo en Chile y las viste todas.

-Es casi ridículo. A veces me siento como si el mundo me hubiese rodeado de villanos salidos de un cómic. ¿Has visto los videos donde Carabineros lanzan gas lacrimógeno a hospitales? Digo, es casi cómicamente malo. 

Sería cómico si no fuera real. 

-Claro, son violaciones a los DD.HH. terribles. 

¿Cómo logras explicar esto a tus amigos en los EE.UU? 

-Siento que con el formato de mis novelas gráficas lo he logrado bastante bien. Aunque tratan sobre casos de países muy lejanos para mis amigos -ninguno ha estado en Myanmar o Corea- creo que estos relatos logran apelar a emociones universales, porque hablan de una verdad universal. “Oh, este problema con los estudiantes chilenos es muy injusto, y yo me puedo relacionar con eso porque he vivido injusticias similares”. Se genera una empatía. 

¿Qué piensas de la dimensión artística de las manifestaciones que se han visto en Chile? 

-Siempre he sentido que el arte cumple un rol importante en las manifestaciones, por ejemplo, comunicando los valores y creencias de esa protesta hacia un público masivo. Por lo general, las personas de izquierda no tienen ninguna chance de competir contra los grandes medios: no tenemos el poder de la TV, ni el control sobre las ondas radiales, jamás podríamos competir en igualdad de condiciones. Y por eso es tan importante tener el poder del arte con nosotros. Piensa que ahora mismo hay expresiones que ya salieron de las fronteras chilenas. ¿Sabías que las protestas en el metro de Nueva York tenían como símbolo al “Negro Matapacos”? Él ya es un símbolo de la rebeldía en el mundo. Y eso es lo que el arte genera: te permite comunicarte sin importar las fronteras. De cierta forma, unifica. 

Hace algunos meses publicaste un trabajo sobre el asesinato de Camilo Catrillanca. ¿Cómo fue el proceso de investigación?
-Un amigo cercano y yo viajamos a Temuco y Ercilla para encontrarnos con las familias Catrillanca y Catrileo. Hablamos con ellos y conocimos sus historias. Aunque no siempre es posible, trato que cada cómic incluya un proceso de reporteo en terreno, para ser lo más auténtico posible. Por otro lado, reconozco que no soy una persona imparcial. Vengo de la clase trabajadora, y pienso que esa postura me ha ayudado a tender puentes, a entenderme con los marginados a quienes entrevisto para mis trabajos. Para este caso en particular, le pedí también a muchos amigos mapuche que revisaran mi trabajo antes de publicarlo, para ayudarme a ver los puntos ciegos que puedo tener por ser extranjero. 

En el mismo trabajo, me sorprendió la atención que le pusiste a la figura de Andrés Chadwick y su historia con Pinochet. No muchos corresponsables hubiesen reparado en ello. 

-¡Es que fue una persona muy importante en esa crisis! De hecho, recuerdo que tuve una pequeña disputa con mi editor cuando hice ese cómic. Me preguntó “¿Por qué esta persona (Chadwick) es tan importante?”. Yo le dije, “confía en mí en esto”. Ahora, pienso que es bueno que Chadwick haya sido removido del gabinete, pero aún queda mucho. Él jugó un rol demasiado importante en la dictadura de Pinochet y en los 30 años que le siguieron. 

En Chile no hay que buscar mucho para encontrar excolaboradores de Pinochet en cargos de gobierno o en el Congreso. ¿Qué piensas de eso? 

-Mucha gente en el extranjero piensa que Chile “está volviendo a una dictadura”. ¡Pero Chile nunca dejó su dictadura! Aunque Pinochet se fue, Chile no dejó de ser un país autoritario: aún se usa la Constitución escrita por Jaime Guzmán, las empresas aún mantienen sus derechos a obtener ganancias sobre recursos naturales e incluso una reforma educacional para erradicar el lucro puede ser impugnada por las mismas sociedades sostenedoras en el Tribunal Constitucional. El fin de la dictadura fue esencialmente una tregua.

¿Qué piensas de que en democracia un gobierno haya sacado los militares a la calle? 

-Para mí, fue básicamente una clase dominante diciendo: “hey, nuestros privilegios están siendo amenazados. Hay que cometer los asesinatos y violaciones que sean necesarias para prevenir aquello”. Eso no sucede en una sociedad libre. No puede ser que cada vez que se amenace con subir impuestos o “distribuir” privilegios, haya un sector dispuesto a quemarlo todo para prevenirlo.  

¿Piensas que a Sebastián Piñera y/o a alguno de sus ministros les correspondería comparecer ante tribunales internacionales por las violaciones a los DDHH? 

-La historia ha demostrado que los crímenes sin castigar son crímenes que se van a repetir. Y según los estándares establecidos por organismos como la ONU, Amnistía Internacional y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, hay una cantidad abrumadora de evidencia para juzgar a Piñera, Chadwick, Mario Rozas y otros de haber cometido violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos. Y no solo en durante el último Estado de Emergencia, también por el trabajo policial de décadas en el Wallmapu. Aunque eventualmente no existan consecuencias para ellos, es muy importante establecer ante las futuras generaciones que sí hubo búsqueda de justicia. Especialmente ahora. Mientras el país discute una nueva Constitución. 

***

Siendo un extranjero viviendo en Chile, ¿cómo te has sentido en las últimas tres semanas? 

-He experimentado un sentido de comunidad súper fuerte. A lo largo de estas semanas nunca me sentí inseguro mientras caminaba por las protestas. Al contrario: era como estar en casa. Incluso mientras camino de noche por culpa de que no hay metro, de las únicas personas que he tenido miedo ha sido de Carabineros, quienes han disparado hacia mi dirección múltiples veces.

Hay gente que piensa que ese sentido de comunidad es algo que la dictadura había arrebatado. 

-Una de las cosas que más me impresionó al llegar a Chile, además del costo de la comida y la sobre militarización de los Carabineros, fue el ver todas estas panderetas electrificadas, como si la gente tuviera miedo unos de otros. Ahora, en cambio, siento que muchas de las paredes que había entre los chilenos han caído. La gente está más abierta, más dispuesta a hablar. He entablado muchas más conversaciones con extraños. Incluso con los adolescentes que hacen grafitis, lo típico es preguntar “hey, ¿estás bien? ¿Tu familia está bien?”. Definitivamente se percibe otro sentido de comunidad en estos últimos días. 

¿Hay algo que te haya llamado especialmente la atención en estas semanas?

-A pesar de todo, la gente sigue esperanzada. Imagínate, por un lado Carabineros dispara al grupo reunido por Gustavo Gatica, ¡pero la gente aún siente la esperanza de que va a poder sobreponerse a esto!  Vamos a tener un nuevo Chile, vamos a cambiar la Constitución, y vamos a lograr un nuevo futuro. Es esto lo que le sorprende a los chilenos más viejos con los que hablo, que los jóvenes no tienen miedo. Y tienen esperanza en ellos.  

Cuando hablas de esta esperanza, dices “nosotros”

-Bueno, esta es mi comunidad, es mi vida en este momento. Mucha gente me  ha preguntado si tengo miedo o si quiero volver a los EE.UU. ¿Volver? Para mí, eso sería como volver a un país extranjero. 

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