Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

30 de Noviembre de 2019

Columna de Jorge Castillo: El Negro Matapacos y la representación de la ciudadanía

"La relevancia que adquiere el Negro Matapacos también nos habla de otro fenómeno, de una nueva forma de entender la ciudadanía social por parte de las nuevas generaciones, quienes con mayor motivación han levantado su figura como “representante de la lucha social”, dice Jorge Castillo en esta columna.

Jorge Castillo
Jorge Castillo
Por

Además de su duración y la alta adhesión ciudadana, uno de los temas llamativos de la movilización social de las últimas semanas en nuestro país ha sido su espontánea génesis y acéfala coordinación. Destaca el hecho de no existir una instancia o actor social que se atribuya o al que se le pueda atribuir la representatividad de dicha movilización (o algún componente de ella). No existe ningún actor, sea dirigente social o representante de partidos políticos, que aparezca como el portavoz de esta ciudadanía descontenta y de sus demandas sociales. 

Si bien este fenómeno puede parecer extraño a primera vista, no cabe duda de que se relaciona, en el fondo, con la denominada crisis de representación social y política que vive la democracia y que afecta, principalmente, a quienes portaban tradicionalmente esa función social: las organizaciones sociales y los partidos políticos.  

El año 2014, en el marco del informe sobre desarrollo humano en Chile del PNUD, se les pedía a las personas que nombraran a algún líder o figura pública nacional o internacional, actual o del pasado, que admiraran o por quien se sintieran representados. A pesar de la apertura temática de la pregunta, 45% de los consultados no nombró a nadie. 

Esa dificultad de encontrar a alguien que represente el sentir, el pensar y los deseos de los chilenos se observaba también en los relatos de entrevistados cuando se referían a algunos dirigentes sociales o actores políticos. Frente a la alta probabilidad (según ellos) de desilusionarse por sus actos futuros, tendían a ser escépticos o a desconfiar de cualquier personaje público que intentara presentarse como representante del sentir-pensar-querer de ellos. Esta estrategia se evidenciaba en afirmaciones como: “Menos mal que nunca le creí, por suerte”.

A la falta de representatividad social (no solo política) observada también durante el movimiento social, se contrapone la figura del “mejor amigo del ser humano”: el perro. Y no un perro cualquiera, sino un quiltro y de la calle.

Como dice el saber popular, los perros se caracterizan por ser fieles, por acompañar a sus amos en las buenas y en las malas, por defenderlos frente a cualquier dificultad o ataque del que sean objeto. Sin traicionar ni pedir nada a cambio. Estas características se refuerzan cuando nos referimos a un “quiltro”, es decir, un perro sin raza, que, como cualquiera de nosotros, representa a los sujetos “de a pie” y que, al ser popular, no pertenece a ningún tipo de elite, por lo tanto, no goza de ningún tipo de privilegios. Además, el “tener calle”, simboliza un profundo conocimiento de la vida y de la realidad, en el fondo, de lo difícil que es vivir en Chile hoy y de lo que la gente necesita y desea. Pero el Negro Matapacos no solo era un quiltro de la calle como cualquier otro, era un quiltro especial que se hizo conocido debido a su participación en marchas callejeras y protestas públicas acompañando a los estudiantes, siendo fiel a ellos, y agresivo frente a las fuerzas policiales que buscaban reprimir sus demandas. 

Todas estas cualidades que representa el Negro Matapacos no son fáciles de encontrar hoy en dirigentes sociales y menos en representantes de partidos políticos. El conocer la vida cotidiana de las personas, el estar fielmente del lado de ellas, el conocer y sintonizar con sus demandas y el tener la consecuencia, energía y fuerza para defender públicamente sus sueños. Esto explica su alta estimación y que, de alguna forma, se haya transformado en un representante de la lucha social chilena en el último tiempo. Claramente, muy distante de la figura de los políticos que han tendido a conformarse como una “casta social” que actúa para su reproducción, lejos de las necesidades e intereses de quienes representan. De alguna forma, la adhesión que genera el Negro Matapacos y su figura, como icono o representante del movimiento social chileno, es un indicador más de la desconfianza existente frente a cualquier ser humano que pretenda atribuirse la representación del malestar social y de las demandas ciudadanas de los chilenos.

La relevancia que adquiere el Negro Matapacos también nos habla de otro fenómeno, de una nueva forma de entender la ciudadanía social por parte de las nuevas generaciones, quienes con mayor motivación han levantado su figura como “representante de la lucha social”. Ellos sientan sus bases en la concepción de los animales como seres senti-pensantes y, por ello, como sujetos de derechos. Causas sociales como el animalismo y la expansión de la cultura vegetariana y vegana en los más jóvenes dan cuenta de este fenómeno también. 

Es de esperar que aquellos actores sociales (representantes de partidos políticos o dirigentes sociales), interesados en representar genuinamente los intereses de la ciudadanía, hayan comprendido y asimilado el claro mensaje del movimiento social y de la figura del Negro Matapacos. Y, en consecuencia, actúen como voceros que conocen las dificultades y las demandas de la ciudadanía, luchen tenazmente por mejorar sus condiciones sociales, y sigan fielmente el sentir y el pensar de estos con sus nuevas visiones de mundo y demandas sociales.

*Jorge Castillo Peña es Académico Universidad Católica Silva Henríquez.


Notas relacionadas