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Entrevistas

3 de Diciembre de 2019

Director de Winter on Fire: “Lo que Ucrania ganó y que nadie puede arrebatarle es entender que juntos son más fuertes”

El documental “Winter on fire” retrata el estallido social que vivió Ucrania durante el 2013 y el 2014, cuando un grupo de ciudadanos se tomó la plaza principal de Kiev y en noventa días consiguió la renuncia de su presidente, un proruso que se oponía a que su país perteneciera a la Unión Europea. Hoy el material audiovisual nominado al Óscar en 2016, se ha convertido en una especie de manual con tintes heroicos y románticos para los primera línea de todo el mundo y que desdibuja, eso sí, las cifras negras, el caos y las historias que se quiebran tras la revolución.

Por

El estallido social en Kiev a través del lente de Evgeny Afineesvsky es emocionante porque allí se hace real la consiga -a estas alturas un cliché- “la unión hace la fuerza”. Un grupo de ciudadanos se tomó Maidan, la plaza de la Independencia de Ucrania, por un poco más de 90 días. El objetivo: Que el presidente Víktor Yanukóvich, en su segundo mandato, lograra hacer ingresar al país a la Unión Europea. Esto significaría grandes cambios comerciales para los ucranianos como la circulación del Euro como su moneda, moverse sin visa por el continente, hablar ucraniano y no ruso en toda la región, honrar a sus héroes locales y reventar cualquier estatua de Lenin o guiño a su pasado soviético. El mandatario proruso no lo hizo y mientras el centro de la ciudad se transformaba en un campo de batalla entre los mismos ciudadanos y la Berkut (las fuerzas especiales) dejando cientos de heridos, muertos y desaparecidos, Yanukóvich finalmente pidió asilo a Vladimir Putin y abandonó la capital en medio de la noche. La revolución dejó 125 ucranianos muertos, 65 personas desaparecidas y otras 1890 con lesiones, gran parte de ellas, con daños oculares. Y a pesar de la renuncia de Yanukovich, las cosas no terminaron ahí: Rusia envió fuerzas militares para asistir a los separatistas, anexaron la península de Crimea y se desató una guerra cuyos muertos superan los 13 mil según cifras de la ONU. Hasta el día de hoy, Ucrania no pertenece a la Unión Europea y, según el Fondo Monetario Internacional, es el país más pobre de europa en 2018. 


Evgeny Afineevsky, director y documentalista ruso con nacionalidad norteamericana, se instaló en Kiev el 2013 para grabar la primera parte, el despertar de una nación, y mostrarle al mundo en “Winter on fire” el invierno más crudo que vivió Ucrania desde su independencia en los años 90. El documental muestra la toma de la plaza, la organización de batallones ciudadanos y registra los discursos de ucranianos llenos de esperanza, confiando en que con la revolución vendrían los cambios y la entrada de lleno al capitalismo. La tierra prometida. El material audiovisual, hoy disponible en Netflix, se ha convertido en fuente de inspiración para manifestantes en Irak, Nicaragua, Hong Kong e incluso nuestro país. 

El pueblo de Ucrania logró lo que buscó por 90 días: Derrotar a un presidente. ¿Cómo fue el día después? 

-Recuerdo la felicidad de la gente. Habían pasado 93 días unidos, luchando por lo que creían, por la libertad, la democracia y los Derechos Humanos. No era como una fiesta, donde corre el licor por todos lados y hay escándalo, esta alegría venía desde el interior. Por primera vez la gente vio que la unidad era la verdadera fuerza. Creo que ese es el mensaje que más quiero transmitir en esta película. Un mensaje a Hong Kong, Venezuela, Nicaragua y por qué no a Chile. Estamos en un momento de la historia donde la gente está cansada de los sistemas que ya no funcionan, de la opresión, de los regímenes y quieren hacer valer sus derechos. Las generaciones más jóvenes tienen la capacidad de pensar no sólo en ellos, sino en el futuro de los que vienen. Ellos han sido los protagonistas.

Creo que en Ucrania y en Chile hay cosas que se parecen. No es un grupo el afectado, sino que son todos. Yo veo que todo empezó con los estudiantes, que fueron golpeados por abrir la boca, entonces se convirtieron en víctimas. En respuesta a eso aparecieron sus padres, ahí se encontraron dos generaciones, algo fascinante, porque tienes al joven y al viejo, al rico y al pobre, todos indignados en contra de las medidas autoritarias, corruptas, juntos contra el sistema.  Es inusual que en una revolución el pobre y el rico se junten. Todo está dividido por clases. En Ucrania Yanukóvich estaba destruyendo el sistema de mercado y trató de controlarlo todo. El pueblo entero salió a la calle. Esta no es la revolución del obrero. Tampoco la revolución del pobre contra el rico.

En el documental aparecen ciudadanos que se transforman en héroes locales siendo parte de la primera línea. ¿Cuál era el perfil de los primera línea ucranianos?

-Maidan funcionó porque había organización. Yo en la primera línea conocí estudiantes jóvenes, personas con dinero, dueños de negocios que traían cosas de sus propios locales para apoyar la causa, trabajadores que salían de sus compañías y se apostaban en la plaza. Todos podían ser parte de la primera línea.

También aparece Roman Savelyev (12), un niño de la calle que según él encontró “una familia y un sentido para su vida” junto a los primera línea en Maidan. ¿Qué pasó con todos ellos cuando la revolución terminó?

-Habían niños y otros jóvenes que venían de situaciones difíciles como Roman. Tras la revolución las personas intentaron volver a su vida normal. Retornaron a sus hogares, a sus trabajos, a estar con sus familias. Los batallones civiles estaban auto gestionados, entonces cuando terminó todo, se desarticularon rápidamente. Pero para algunos la revolución no terminó allí. Maidan fue sólo el primer capítulo de la independencia de Ucrania. Algunos batallones se movieron a otras luchas, en sitios cercanos a la frontera, a los lugares que Rusia quiso anexar. Pero la ciudad, incluso durante la revolución, no se alteró. No hubo saqueos, ni robos. No aumentó la delincuencia. Los negocios que no estaban en la zona se mantenían funcionando. La zona de conflicto estaba en Maidan, entre la primera línea y la Berkut. Allí estaban las cosas duras. Lo que sí hemos visto en todo el mundo, y lo que creo yo, es que los problemas muchas veces los generan los propios gobiernos para desestabilizar los movimientos y oponer a los propios ciudadanos entre ellos. Son tácticas gubernamentales porque finalmente uno no sabe quiénes son estas personas que generan el desorden, no quedan registros.

¿Qué otras situaciones, además de la primera línea y la toma de Maidan, te llamaron la atención mientras filmabas? 

-En Maidan pasaron cosas muy interesantes. Los que venían de afuera de la ciudad encontraban lugares donde quedarse. La comunidad era bondadosa. Las iglesias fueron las primeras en abrirse. Una de las razones por las que decidí trabajar en un documental sobre el Papa Francisco (su último film), es porque los monasterios de Ucrania se abrieron para recibir a los estudiantes golpeados.  Era fascinante ver cómo toda la iglesia permitía al otro, alojaba al que lo necesitara, sin preguntarle de dónde venía, ni en quién creía. La iglesia salió a la calle, estuvieron en Maidan. Es casi impensado que estas instituciones se metan en temas políticos, porque en muchas partes pertenecen al mismo sistema. No sé cómo es el caso puntual en Chile, pero en Argentina, por ejemplo, la Constitución respalda que la iglesia vaya junto al Estado, de la mano. Impensado. También me llamó la atención la importancia de las redes sociales. Hay que ser inteligente también con los medios de comunicación. Hay medios del oficialismo. Hay medios de oposición también. Pero lo que hacían en Maidan era transmitir por streaming lo que pasaba allí. Nadie te lo contaba. Eran las voces de las propias personas. Las redes sociales tienen un papel demasiado importante en las nuevas revoluciones porque no toman ningún lado. Están ahí. Mirándolo todo”

En muchas partes del mundo, personas de la primera línea se están inspirando en tu película. ¿Te parece heroico o peligroso?

-Comenzaré conmigo: no me definiría como revolucionario, sino como alguien que defiende sus derechos. Yo creo en el futuro, en los jóvenes, creo que es peligroso, sí, pero al mismo tiempo creo que “somos el pueblo” (we the people), esa es una frase de la Constitución estadounidense, “somos el pueblo” y tenemos el poder, unidos sí podemos hacer algo. Yo siempre tomo riesgos. Ir a Maidan fue un riesgo también. Después de hacer esta película en Rusia trataron de matarme, me persiguieron, a pesar de que soy un ciudadano americano. No miro las consecuencias, porque siento que mi habilidad está en dar voz a la gente que no está siendo escuchada. Yo lucho por la libertad, la democracia y arriesgo mi vida. La gente en la primera línea hace lo mismo: Tienen sus creencias y quieren cambiar la sociedad. Estados Unidos, un referente en el tema de la libertad, exalta siempre sus valores de libertad de expresión y democracia, pero la gente lo da por sentado, olvidando que no fue tan fácil, que grandes antepasados los pagaron con sus vidas. ¿Está equivocada la gente de la primera línea? Yo creo que todos hacemos lo mejor para nuestro futuro, que nos paramos ante la vida por lo que creemos. Por eso esta película se ha transformado en material de la revolución, porque transmito lo que yo vi, yo estaba fascinado al ver cómo estas personas, de todas partes, se adaptaron para formar un uno, para estar juntos. Yo soy un creyente en la democracia. Por eso dejé Rusia a los 18 años, de lo contrario, ya habría sido asesinado o silenciado.

Las muertes son miles y hoy, pese a haber derrocado al presidente en las protestas de Maidán, Ucrania es el país más pobre de Europa y sigue sin pertenecer a la Comunida Europea. ¿Qué se logró en Maidán?

-Te diré cómo lo veo: Maidan fue el primer capítulo de la lucha por la libertad, Ucrania tiene muchas otras batallas que ganar. Pero lo que ucrania ganó y que nadie puede arrebatarle fue entender que juntos son más fuertes y capaces de lograr cosas. Tras la renuncia de Yanukovich tuvieron elecciones democráticas y eligieron a alguien que velaba por lo que querían. Eso es algo significativo para cualquier comunidad. Estoy seguro que uno de estos días, Maidan se reproducirá en Rusia, algo de lo que Putin teme mucho, el sistema allá cambiará. Somos nosotros los que le damos el poder a nuestros políticos y somos nosotros quienes se los quitamos y lo estamos entendiendo.

¿Cómo es la relación que tienen los civiles con fuerzas armadas hoy? ¿Es tensa o lograron reparar lo que se rompió?

-Estamos en un tiempo donde los policías tienen que elegir dónde estar. En el lado del opresor o del oprimido. Puede ser un cambio muy despacito, donde se dan cuenta que el poder real recae cuando los hermanos y hermanas se mueven en una sola dirección. En Ucrania la relación entre el civil y el uniformado es como en cualquier parte del mundo. Distante. Ellos hacen la distinción entre la policía y la Berkut, además la gente involucrada en las bajas dejó el país o fue perseguida. Pero el fenómeno de esta revolución y su éxito está en la unidad de todos y en entender contra quién estaban luchando: Yanukovich representaba todo lo contrario a la democracia. Él era el problema que la unidad logró vencer. Pero lo repito, es el primer capítulo de muchos que debe protagonizar Ucrania.

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