Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Cultura

5 de Diciembre de 2019

“Derechos humanos”: Adelanto del nuevo libro de Agustín Squella

"Derechos humanos", el nuevo libro de Agustín Squella, viene a completar la pesquisa del sentido y significado de la tríada «libertad-igualdad-fraternidad» y de la palabra «democracia», a las que el autor ha dedicado cuatro libros publicados por la editorial Universidad de Valparaíso. El autor vuelve a las grandes fuentes y dialoga creativamente con ellas para proponer que los derechos humanos no han existido siempre, que tienen una historia, y que forman parte de un proceso civilizatorio en curso. Un texto necesario en estos días en que la noción de «derechos humanos» vuelve a ser invocada y sobre la cual debemos saber y ahondar más para evitar que corra el riesgo de devaluarse. El libro será presentado en una conversación entre Squella y Cristián Warnken, director del sello UV, este lunes 9 a las 12 en el Centro de Extensión de la Universidad de Valparaíso, en Errázuriz 1108.

Por

“A los jóvenes que valoran y hacen valer los derechos humanos y que quieren saber algo más acerca de su concepto,de su historia, de las razones que pueden darse a su favor, de su incorporación al derecho de los Estados y al derecho internacional, y de la necesidad tanto de declararlos como de garantizarlos y promoverlos”. 

12

El desajuste entre los derechos humanos y la realidad puede ser brutal, pero así es como ocurren las cosas tratándose de cualquier avance civilizatorio, y sin duda que los derechos humanos son un adelanto mayor en tal sentido. Con la democracia como forma de gobierno ocurre otro tanto: siempre hay un hiato entre ella como ideal y las democracias reales o históricas que existen en un momento dado. De lo que se trata es de disminuir el desajuste, de suturar ese hiato, de disminuir la brecha, y para tal efecto son muy necesarios los informes que se conocen periódicamente acerca de la situación de los derechos humanos y de la democracia en un país o, comparativamente, en varios de ellos. Tener claridad sobre la realidad y acerca de los cambios que esta experimente, tanto favorables como desfavorables, debe ser un estímulo para continuar trabajando a favor de los derechos humanos y de la forma de gobierno que mejor los protege. Lo peor ocurre, sin embargo, cuando aquellos o esta experimentan retrocesos, tal como se aprecia hoy con la democracia.

Siempre habrá razones para el desencanto, aun- que no para bajar los brazos y dejar que las cosas sigan empeorando. La democracia tiene sus enemigos, abiertos o encubiertos, y, aunque en menor número, los derechos humanos también los tienen. No hay que dejarse impresionar por ciertas declaraciones públicas a favor de los derechos, muchas veces insinceras, en especial cuando provienen de quienes violaron derechos humanos cuando estuvieron en el poder y tratan luego de subirse al carro de la corrección política. La defensa y promoción de los derechos humanos no de- ben ser asumidas como «la quinta esencia de lo políticamente correcto» (la expresión es de Andrés Ollero), sino como un deber, un deber tanto jurídico como político y moral, que tienen los Estados, los individuos y las organizaciones no gubernamentales. Los derechos humanos no deben ser reducidos a una bandera que se agita con el fin de llamar favorablemente la atención sobre quienes la ondean en el aire, sean estos ciudadanos, líderes políticos, religiosos o sociales, o bien partidos, gobiernos, periodistas o redes sociales. Los derechos humanos, si se los ha de asumir con sinceridad y convicción, y no por mero oportunismo, exigen mucho más que una retórica propicia y que las consabidas marchas o manifestaciones públicas a su favor, a veces transformadas antes en carnavales que en auténticas reivindicaciones y protestas.

Especialmente en el caso de los derechos civiles o personales, los derechos humanos son presentados como un «coto vedado», como un límite que nadie pue- de traspasar, parecido al que se pone a los cazadores que querrían estar haciendo de las suyas en todas partes. Pero la verdad es que en materia de derechos humanos los cazadores no son pocos y suelen desconocer el letrero que avisa que hay un sitio en el que no se puede entrar y arrasar allí con las especies que encuentren.

Estar con los derechos fundamentales es pensar y actuar sin reservas ni doble estándar, tanto pública como privadamente, en el marco jurídico, político y moral que ellos han establecido para nuestras sociedades contemporáneas. Ellos, todos ellos, y no únicamente aquellos derechos que respondan mejor a nuestras preferencias o convicciones filosóficas, políticas o sociales. Por ponerlo en términos coloquiales, si te casas con los derechos humanos te casas con todos ellos y no solo con los que para ti lucen mejor, o más valiosos, o más viables, o más acordes con tu personal visión del mundo y del hombre.

Los derechos humanos, todos ellos, la tienen siempre difícil, y a veces muy difícil, sobre todo en el caso de los derechos sociales. Se vulneran también los derechos personales y los derechos políticos, pero no hay prácticamente nadie, al menos hoy, que niegue alguna de esas dos clases de derechos o que abogue por no darles rango constitucional. En cambio, los derechos sociales, junto con ser vulnerados, son mu- chas veces negados como derechos fundamentales o dejados solo en manos de gobiernos y legisladores, en los primeros como asunto de políticas públicas y en los segundos como materia de leyes ordinarias o comunes. El futuro de los derechos humanos, que estará marcado por la aparición de nuevos derechos, depende en medida importante de que los derechos sociales sean tomados tan en serio como los de las dos primeras generaciones. El presente y futuro de los derechos humanos, utilizando una expresión de Fernando Atria, es una lucha contra la «neutralización de los derechos sociales» en nombre de doctrinas económicas que están hoy a la orden del día y que, cuando causan alguna crisis a nivel incluso mundial, apuntan como remedio a la limitación de los derechos sociales. Si el proceso de expansión de los derechos humanos muestra la presión inflacionaria que existe sobre el catálogo de los derechos, no es posible desconocer el peligro que representa la presión deflacionaria que esconden los intentos de eliminar de dicho catálogo a los derechos sociales. Siempre habrá interesados en declarar a estos últimos como derechos inexistentes o fallidos, puesto que se los ve como una amenaza para el patrimonio de quienes deben colaborar a financiarlos por medio de impuestos.

Notas relacionadas