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Opinión

6 de Diciembre de 2019

Columna de Loreto Jara: Acerca de PISA 2018, ¿tocamos techo?

Agencia Uno

"En tiempos de crisis social, la innovación pedagógica y la generación de aprendizajes integrales no son opcionales: son componentes clave para avanzar en justicia social y encaminarnos hacia un verdadero desarrollo", escribe Loreto Jara.

Loreto Jara
Loreto Jara
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Loreto Jara, coordinadora de Política Educativa de Educación 2020

Estancamiento. Ese pareciera ser el concepto más apropiado después de darle una primera mirada a los resultados de PISA, prueba internacional que evalúa competencias de estudiantes de 15 años de edad y que el año 2018 tuvo su foco puesto en lectura

Es más que sabido que los aprendizajes del estudiantado en Chile se mueven prácticamente nada desde hace una década. Pareciera ser que en su momento dimos un salto que nos permitió ponernos a la vanguardia de Latinoamérica, pero después de eso no hemos sabido gestionar los desafíos que imponen los numerosos cambios sociales a nuestro sistema educativo.  

Ahora bien —más allá de hablar del mal de muchos, para consuelo de ya sabemos quienes—, cabe señalar que los malos resultados destacan a nivel global, lo que indica que la crisis de los aprendizajes no es solo un fenómeno de sello “chilensis”. Entonces, ¿qué hace que las juventudes no estén aprendiendo lo que se espera que aprendan? Dejemos que Finlandia, Portugal y otros sistemas educativos exitosos resuelvan esa duda por sí mismos y concentrémonos en el análisis nacional, con el propósito de encontrar un par de causas para esta situación, posibles caminos para desentrañar esas razones y avanzar hacia aprendizajes significativos, que conecten al estudiantado con sus intereses, la vida real y un panorama de mejora que esperamos se abra para las generaciones jóvenes.

De acuerdo a los resultados obtenidos, seguramente una primera explicación que saltará a la discusión es que la juventud ya no lee, que se pasa con la vista pegada al celular y que eso les atrofia el cerebro. Es cierto que invierten muchas horas de su vida en la pantalla de su móvil —seis horas en un día de fin de semana, según “¿Cómo es la vida en la era digital?” de la OCDE 2019—. Desde ese dato habrá que entender qué y cómo leen en internet, qué buscan y qué encuentran, y cómo hacer del mundo virtual un aliado para el desarrollo de pensamiento crítico, creatividad y búsqueda de información certera. Algo que en un mundo plagado de basura digital y fake news es más necesario que nunca.

Otra explicación en la que seguramente coincidiremos muchas voces es la ausencia de políticas educativas específicas para enseñanza media: nos hemos concentrado en que la lectoescritura se aprenda bien y temprano, que es una decisión acertada y necesaria, pero nos hemos olvidado que el gusto por la lectura se fomenta y alimenta a lo largo de la vida. Y para eso necesitamos motivar, dar espacios, invitar no solo a leer lo que han escrito otros, sino invitar a los y las jóvenes a escribir sus propias historias. Esto cobra mayor relevancia en un contexto como el actual, donde los jóvenes nos han demostrado con creces que son una generación valiente, decidida y que tiene mucho que decir. A su vez, debemos seguir avanzando en las políticas de fomento del aprendizaje y gusto por las ciencias, y también nos toca avanzar en medidas que fomenten el aprendizaje matemático, donde nos hemos ido quedando seriamente rezagados. Quizás sea hora de pensar fuera de la caja y atrevernos a desarrollar el aprendizaje en estas áreas desde el fomento de lo interdisciplinario, dando cabida, por ejemplo, a lenguajes artísticos, que tanto tienen que aportar a un desarrollo integral. 

Tercera explicación y pieza central de este engranaje: el profesorado. Requerimos docentes que reciban apoyo efectivo desde el sistema educacional, con una formación continua que resulte útil y pertinente en su profesionalización. Con un sistema de aseguramiento de la calidad que les dé suficientes espacios de libertad para trabajar colaborativamente, crear y creer en las posibilidades de la innovación pedagógica y de leer el currículum de una manera que abra posibilidades y no que restrinja su quehacer a una cobertura que termina por asfixiar a estudiantes, directivos y docentes en un fango burocrático, en el que nada ni nadie termina aprendiendo lo que necesita para su realización. 

En tiempos de crisis social, la innovación pedagógica y la generación de aprendizajes integrales no son opcionales: son componentes clave para avanzar en justicia social y encaminarnos hacia un verdadero desarrollo, un horizonte que, al menos desde lo que nos muestra la prueba PISA, nos sigue resultando demasiado lejano. 

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