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Reportajes

19 de Diciembre de 2019

Luis Montes y la exposición que el estallido social postergó

El escultor chileno acaba de inaugurar en el Museo de Bellas Artes una muestra que trata de la relación del arte como interpelador de la política y la historia oficial. ¿Cómo se pensó?, ¿qué opina de lo ocurrido con las intervenciones a estatuas ocurridas estos días de revuelta popular? De eso habló con The Clinic.

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Fotografías y videos: Emilia Rothen y Valentina Manzano

Al llegar a la mesa de centro, como la de cualquier casa, como la de cualquier comuna, nos encontramos –como no- con figuras decorativas en miniatura. Pero las de esta mesa no son como las de cualquier casa o como la de cualquier comuna. Se trata de una galería de mini estatuas de Presidentes de Chile hechas en bronce. Aparecen Allende, Arturo Alessandri, Balmaceda, Bulnes, Frei Montalva entre otros. ¿La idea? Llevar la política a una dimensión de lo doméstico, “Hay que pensar que la política estaba ahí, hablar de la política que se encarnaba en cosas cotidianas, en la entrega de sus casas, en la apertura del jardín infantil de la esquina, en los subsidios”, cuenta el creador de la obra, el escultor chileno Luis Montes Rojas (1977).

Contra la razón, se llama la muestra que Montes –con curatoría de Mauricio Bravo- iba a inaugurar en la Sala Matta del Museo de Bellas Artes el día 23 de octubre, pero que debido al estallido social debió postergarse hasta el pasado sábado 14 de diciembre. En esta, el visitante se enfrenta a objetos muy particulares: los pináculos del techo del Palacio de La Moneda, el soldado que aparece debajo del caballo de O’Higgins en la estatua ecuestre del prócer en la Alameda, miniaturas y retratos de soldados mutilados de la Guerra del Pacífico, la cabeza de la estatua de la victoria de Talca repetida 150 veces. Todo tiene que ver con la historia y la política chilena.

Arribamos cuando la muestra aún no se inaugura. Cada estatua espera presta a los ojos de los visitantes que vendrán. Con la iluminación precisa y el aire solemne del MNBA, Luis Montes toma una silla y se sienta. Delante de un telón rojo sobre el cual penden tres cabezas de estatuas, charla con The Clinic.

-Tu exposición trata sobre el arte como instrumento político, ¿cómo concebiste esa idea?

-Esta exposición trabaja básicamente sobre la noción de monumento, y no solo escultórico, también puede ser arquitectónico o urbanístico. El monumento tiene que ver con la noción de lugar, y al mismo tiempo con la forma de establecer una relación entre el ciudadano y los signos, que a fin de cuentas son de carácter comunitario. Los monumentos tienen que ver con la historia, tienen que ver con la memoria, tienen que ver con la política, tienen que ver con el poder y finalmente con la identidad. Por eso, cuando desde el arte contemporáneo volvemos a mirar la historia del arte nos encontramos con la historia de las esculturas asociadas a la noción de monumento, y por lo tanto, vuelvo a revisitar aquello que es el patrimonio de la propia escultura, o sea, su propia historia, para poder establecer nuevas miradas, nuevas poéticas, nuevas referencias sobre aquello que parecía inamovible, los monumentos como esos signos que no se podían trastocar, mover, reinterpretar.

-¿La idea fue interpelar al relato tradicional de la historia de Chile?

-Es evidente que hay una interpelación hacia la historia desde la monumentalidad porque ha sido un instrumento de la historiografía. El monumento sería una forma de establecer ciertos relatos en el espacio público, y la verdad es que se ha producido una coincidencia increíble entre lo que sucedió en la calle y lo que está sucediendo dentro de esta exposición, porque de alguna manera tanto la calle como esta exposición trabajan justamente con esa interpelación hacia los signos, pensamos todos que los monumentos eran puros ornamentos que habían en la ciudad, como si fueran decoraciones de los paseos del fin de semana. La verdad que cada monumento encierra una historia, nos dice una manera de relacionar con estos signos que son del pasado, pero al mismo tiempo que proyectan al futuro la forma en que nos vamos conformando como sociedad. Por lo tanto, este tiempo en que la exposición ha esperado su apertura hasta el 14 de diciembre ha sido un espacio en que hemos visto que con mucha fuerza la ciudadanía ha repuesto lo político sobre el pedestal y bajo esa consideración, me parece que en parte esta exposición trabaja sobre la misma dirección. 

-¿Qué materiales usaste?

-Con los mismos materiales propios de la monumentalidad, el bronce, el granito. Otras veces con materiales que son más innobles, la resina poliéster o el mismo yeso. Pero finalmente, el lenguaje de la monumentalidad no solo se construye de piedra y bronce, sino más bien de la relación con un discurso que es inconmovible. Los discursos monumentales no admiten fisuras, no admiten doble interpretación. Si yo veo una escultura que está referida a un Presidente, y esa escultura releva una parte de aquello que hizo, de alguna manera no permite que el espectador ingrese desde otro lugar. Por lo tanto, lo que yo podría pensar por una potencial utopía es justamente ir encontrando esas pequeñas fisuras, esas pequeñas grietas en los pedestales que permiten encontrar ahí una historia, que se releva, se agranda, se modifica para terminar proponiendo nuevas interpretaciones y nuevas posibilidades de interpretación, porque no solamente es la interpretación del autor, sino más bien la forma en que los espectadores se van a relacionar finalmente con la obra generando otra diversidad de posibilidades a partir de esta proposición. La obra de arte como proposición de pensar juntos en la obra.

-Tu expo se vio truncada por el 18-O, ¿qué sentiste cuando te dijeron que debía postergarse?

-Lo primero que había que entender era que no había contexto para que esta exposición se abriese. Aunque el Museo hubiese abierto, no había contexto de lectura, o sea, lo que pasó fue una tormenta que nadie alcanzó a prever y por lo tanto, ¿qué otro foco de atención sino la misma revuelta? Yo diría que este ha sido un tiempo intenso de observación, de reflexión justamente de signos que estaban aconteciendo en la calle de la misma manera que estaban sucediendo adentro de la sala, y por lo tanto yo creo que este momento de apertura, que es como una sincronía porque nos permite seguir pensando en lo que está pasando, esa reflexión ha ingresado al Museo. Esta no es una exposición pre 18 de octubre, es una expo que va en el mismo sentido, y por lo tanto colabora también con esas reflexiones que tienen que ver con la noción misma de patrimonio. Entender que el patrimonio no es simplemente el acervo de unos pocos, sino donde al parecer la ciudadanía ha propuesto con fuerza su propia participación.

-¿Por qué elegiste estos signos?

-Fueron elegidos para lograr nuevas significaciones. Son signos de tejido complejo. No son sencillos porque no proponen una lectura. La lectura política unidireccional es panfletaria, la obra de arte no funciona así, y porque ya somos conscientes hace mucho tiempo de la libertad de los sujetos espectadores para interpretar las obras como mejor le parezcan, ¿no? Y por lo tanto, la elección de estos signos siempre son complejas porque de partida nos proponen una doble interpretación, ¿qué significa un soldado vencido bajo los pies del caballo de O’Higgins?, ¿quién es el representado que está ahí?, ¿un soldado español que yace bajo el caballo del Libertador que el artista francés se dio el trabajo de inmortalizar en bronce?, ¿o es como dicen algunos historiadores el soldado del ejército libertador que yace muerto una vez que O’Higgins debe escapar del sitio de Rancagua? Finalmente, lo que se propone aquí es una nueva interpretación que parte primero de un aspecto visual que no se puede descubrir desde abajo del pedestal que es el rostro desencajado del soldado y que se haya oculto a 3, 4 metros de altura y que hoy día está aquí dispuesto bajo pedestal, lo que permite que cualquier persona que pasee por esta sala pueda advertirlo, ¿no?

-Cuando uno mira Hystérie, la instalación donde está la cara del Monumento a la Victoria de Talca repetida varias veces, es imposible no acordarse de Warhol y su arte de repetición. ¿Tiene que ver con eso?

-La repetición es uno de los elementos constitutivos de mi obra. Tiene que ver con una economía de medios que seguramente es una forma de emparentarse con el trabajo de Warhol, ¿no? Me parece que lo que propone esa obra (Hystérie) es un antimonumento, una referencia al monumento clásico y a la forma en que la mujer ha sido representada clásicamente por la escultura donde nunca es sujeto de la historia, más bien es un objeto de la historia. Más que representar heroínas, próceres femeninas que hayan hecho tal o cual hazaña, lo que hace el monumento es ocuparlas como símbolos: de la libertad, de la justicia, y básicamente transformarlas en un objeto de historia. Lo que propone esa obra es una mirada crítica a esa manera de referir el papel de la mujer, y justamente a través de una injusticia histórica que es la histeria, la enfermedad psiquiátrica femenina por autonomasia.

La discusión política

Montes parece seguro de cada palabra que dice. Cuando habla de arte le brillan los ojos, pero cuando habla de política se le iluminan como cuarzos.  Llama la atención que al recibir una pregunta sobre el estallido social y el vínculo con lo político no lo piensa mucho y empieza a hablar.

-Luis, ¿crees que antes del 18-O la discusión política no estaba tan presente en la sociedad?

-La verdad es que yo creo que hace muchos años que se ha oradado, permeado el término de lo político. Hay una insistencia por decir que los discursos son aceptables cuando no son políticos y sabemos que la historia es política, sabemos que la ciudad en su propio término es política, y sabemos que el arte nunca deja de ser político. 

-¿Y qué es lo que más te sorprende de este estallido?

-Sorprende que caigan estatuas, que se destruyan próceres. Ahora, yo no se cuánto nos debiese sorprender cuando en realidad lo que habíamos olvidado justamente era el establecimiento de un vínculo real entre ese patrimonio y la ciudadanía, o sea, ¿qué papel cumple la educación, la educación cívica, la historia y el arte respecto de aquellos símbolos que nos pertenecen a todos y debieran ser comunes. 

¿Rayados o daño?

Luis Montes no solo es escultor y académico en la escuela de Arte de la U. de Chile, también es restaurador, entonces, es inevitable consultarle sobre uno de los aspectos de la crisis más llamativos en lo visual.

-¿Qué opinas de que hayan estatuas y monumentos rayados durante el transcurso del estallido social?

-La verdad que los monumentos y el patrimonio parecen ser inamovibles, cuando en realidad forman parte del paisaje de la ciudad. Cuando la revuelta alcanza a todo, ese todo también incluye el patrimonio y era lógico también pensar que subirse a un pedestal permite amplificar la demanda. Es distinto gritar debajo del pedestal que sobre una estatua, y al mismo tiempo, la utilización de la estatuaria como lugar de manifestación me parece que está dentro de lo que se podía esperar entendiendo la magnitud de la movilización.

-¿En los rayados hay expresión artística o daño patrimonial?

-Te voy a responder con un ejemplo. La estatua del ministro Portales que está frente a La Moneda tiene cinco balazos, los que fueron de arma de alto calibre. Si se restaurara esa escultura para dejarla más cercana a su estado original perderíamos un testimonio muy importante respecto de los acontecimientos históricos que ahí sucedieron. Sin embargo, el espectador puede ir y entender cuál es la explicación de por qué se levanta esa escultura a Portales, a pesar de ser una figura controvertida especialmente este último tiempo, fundamentalmente por haber sido inspirador del gobierno dictatorial, pero por otra parte, te diría que la restauración siempre toma en consideración la forma en que las obras se van relacionando con quienes son sus verdaderos propietarios, la ciudadanía.

-¿Notaste lo que pasó en Temuco con las estatuas de Pedro de Valdivia y Caupolicán? 

-Lo que sucedió es que una escultura de Pedro de Valdivia fue empalada a los pies de Lautaro, y a la estatua de Caupolicán le colgaron la cabeza de la escultura de un aviador, Dagoberto Godoy, quien cruzó por primera vez la cordillera de Los Andes. Entonces, es un gesto iconoclasta, pero que no tiene una corrección histórica. No corresponden al mismo conocimiento respecto de los signos que se activan en una o en otra, por lo tanto esa falta de corrección histórica ¿es verdaderamente un estatus para colocar una advertencia respecto de estas dos intervenciones? yo creo que no, porque lo que sucede en la calle no tiene que ver necesariamente ni con el arte ni con la historia, sino tiene que ver con la manifestación misma. O sea, la revuelta se basta a sí misma para encontrar en sus entrañas su propio sentido, no sale a buscar en la historia o en el arte el destino de lo que sucede.

-¿Cómo aporta el arte a la reflexión ciudadana en este momento?

-Me parece que el arte contemporáneo, es justamente contemporáneo cuando se hace de su tiempo, o sea el arte contemporáneo no es solamente por estar en este tiempo sino porque se involucra con este tiempo histórico. Un arte es verdaderamente contemporáneo cuando reflexiona intensamente de aquello que está sucediendo aquí, y por lo tanto, yo no esperaría una obra denominada arte contemporáneo sino una fuerte reflexión de todos los acontecimientos que están en su entorno, y en ese sentido -y hablo de mi trabajo- no solamente se ha referido a esto en esta exposición sino que todo mi cuerpo de obra ha trabajado sobre esta voluntad de reinterpretación de los signos, yo creo que el arte contemporáneo necesariamente lo que hace es una invitación permanente, intensa a no solamente revalorizar, sino apropiarse de esa resignificación, esos sentidos, que están dispuestos en la ciudad de forma permanente.

La muestra Contra la razón se encontrará hasta el 2 de febrero en el MNBA. 

Revisa la entrevista completa a continuación:

Y otras fotografías de la exposición Contra la razón:

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